Difícilmente se convertiría en la canción del verano (aunque con un buen 'remix' nunca se sabe), pero, por simple que parezca su letra, no se trata de una composición infantil. Sonaba en la radio en los años 20 y se inspiraba en el mismísimo Darwin.
A principios del siglo XIX, la teoría de la evolución se había popularizado y convertido en un tema polémico: quién iba a pensar que las personas están emparentadas con los animales. La obra cumbre de la biología causó una inquietud tal que se acabó reflejando en la música de la época: las letras de muchas canciones que sonaban incluso en Broadway hablaban de monos, selvas y humanos.
El autor de la estrofa de 'There Ain't No Bugs (On Me)' que encabeza estas líneas no quería ser un primate, por mucho que Darwin los señalase como antepasados del hombre. La sociedad estadounidense los relacionaba con África; las portadas de los álbumes utilizaban su imagen para representar a los humanos originarios del continente, convirtiéndose en una alusión racista.
La controversia sembrada por el autor de 'El origen de las especies' es una de las muchas cuestiones científicas que se han plasmado en la letra de canciones. Analizarlas “permite a los historiadores investigar las reacciones a nuevas ideas, descubrimientos y tecnologías, tanto por parte de científicos como del público en general”, explica a HojaDeRouter.com la profesora Melanie Keene, que investiga la historia de la ciencia en la Universidad de Cambridge.
Keen es la autora de 'Songs from the History of Science', un blog perteneciente a la Sociedad Británica para la Historia de la Ciencia (BSHS) donde ha recopilado numerosas tonadas de inspiración científica escritas durante los últimos doscientos años. El compendio es fruto de su propia investigación e incluye sugerencias de otros miembros de la BSHS. “Mucha gente me propuso la canción 'Los elementos' de Tom Lehrer”, nos cuenta.
El humorista, compositor y (muy importante) matemático que citaban tantos colegas de la investigadora escribió en 1959 un tema recitando los elementos de la tabla periódica. La entonaba atropelladamente siguiendo la melodía de ‘La canción del General’, parte de la ópera bufa ‘Los piratas de Penzance’.
Si no te suena por el nombre de su autor, quizá la recuerdes por la interpretación que hace Sheldon Cooper en un capítulo de 'The Big Bang Theory’. A la luz de lo que sabemos hoy en día, Lehrer habría tenido que añadir doce elementos que se han desubierto en estos últimos 56 años.
“Creo que la música constituye una fuente donde encontrar tanto las celebraciones como las críticas y reticencias a un suceso histórico”, nos dice la investigadora. “Con el gas de la risa o el telégrafo transatlántico podemos ver diferentes reacciones”.
El último invento que menciona es el tema principal de ‘The Anglo-Saxo Twins, connected by the Atlantic Telegraph’, una canción compuesta en 1858 y cantada con las notas de ‘Yankee Doodle Dandy’. Las estrofas alaban el cable, que circulaba a más de tres kilómetros bajo el agua, como el cambio definitivo para conseguir una prensa libre y el diálogo entre naciones.
Un poco más adelante, ya en el siglo XX, otros adelantos como el teléfono, la luz eléctrica, las conexiones inalámbricas y los aviones también sirvieron de inspiración a los ingeniosos compositores de la época. Títulos como ‘Ven y viaja en mi nave aérea’, ‘Los amantes del telégrafo’ y ‘Hay una estación ‘wireless’ en mi corazón’ combinaban las menciones a las tecnologías con los tópicos del romanticismo.
El humor era un recurso fundamental que tampoco falta en ‘Aléjate del tipo que tenga un automóvil’, una canción de 1912 que aconsejaba a las jovencitas justo eso: mantenerse a una distancia prudencial de los hombres que tuvieran coche. Ni hablar de montarse en el vehículo. Según la letra, las llevarían “lejos de papá y mamá” para ponerlas en una situación comprometida. “Solo puedes besarle o bajarte y volver caminando”, advertía.
Música hecha por y para científicos
Una de las canciones más antiguas que se recogen en el blog es la ‘Canción de un Astrónomo Borracho’. Supuestamente, fue cantada durante una cena de la Sociedad de Matemáticas londinense a finales del siglo XVIII. El evento estaba dedicado a Fletcher, un abogado que había defendido gratuitamente a la asociación en una causa judicial cuando se fusionó con la Sociedad Astronómica.
“Era normal que los científicos escribieran temas sobre lo que hacían en el laboratorio, o reunirse y componer y cantarlos en conferencias”, asegura Keen. En 1930, el colectivo de economistas de Viena también entonaba letras sobre el ciclo de negocio y los costes marginales. Así compartían sus investigaciones y teorías de una forma original y diferente.
Precisamente, según la autora del blog, “una de las razones por las que la historia de la ciencia resulta tan interesante es que te permite ir más allá del estereotipo que tenemos de ella y de sus personajes”.
Otro ejemplo de esta ruptura con la norma es la tradición musical de los científicos del Laboratorio Cavendish, fundado en la Universidad de Cambridge en 1893 y bautizado en honor al físico Henry Cavendish. En sus cenas anuales entonaban letras sobre partículas, atómos y los nuevos hallazgos que hacían durante sus estudios, además de intentar describir su ambiente de trabajo:
Un investigador del mismo grupo, el físico Edmunt Clifton Stoner, dedicó las líneas de ‘Isótopos’ al premio Nobel de 1922. La melodía correspondía esta vez a la canción del ‘Gran Inquisidor’ en la ópera ‘The Goldoliers’. “Mirar a los grandes científicos como autores de canciones, poemas o cómics les convierte en personas reales, pertenecientes a su época, con intereses como los de cualquiera de sus contemporáneos”, explica Keen.
De vuelta al presente
La afición por unir el trabajo en los laboratorios y el amor por la música no es solo cosa del pasado. En la BSHS organizan un concurso anual para premiar a la mejor obra artística relacionada con la ciencia, desde fotografías hasta ensayos o canciones.
Cuando la música resultó elegida para la edición de 2009, Keen comenzó a añadir entradas a su blog para ofrecer ejemplos a los participantes. “Pensamos que era una buena idea para hacer llegar las composiciones de la historia de la ciencia a un público más amplio y dejar que todo el mundo participara”, señala.
Timothy Sellers no se dedica a la investigación (es historiador del arte), pero ha escrito letras sobre '26 científicos' para las pistas de dos álbumes de su grupo Artichoke. “La ciencia trata de resolver las preguntas de la humanidad”, afirma. “Creo que cualquiera puede escribir sobre ello”.
Einstein, Darwin, Galileo, Marie Curie o Darwin protagonizan algunos de sus temas, pero no ha querido limitarse a las figuras más populares. “He leído la biografía de muchos de ellos y he tratado de comunicar todo lo que he aprendido”, explica el músico, y admite que “elegir unos pocos nombres ha sido difícil”.
Sellers fue uno de los artistas participantes en el programa de residencia para cantautores que el Instituto Nacional para la Síntesis Matemática y Biológica ofreció entre 2010 y 2012. El objetivo era “fomentar la creación y producción de canciones sobre biología y la vida de científicos que han investigado en esta área”. Durante su estancia, escribió temas como ‘Café y pi: el sueño de un matemático’.
Grupos más conocidos también se han apuntado a la tendencia. Super Furry Animals tiene en su repertorio la canción ‘Hermann quiere a Pauline’, que relata la historia de amor entre los padres de Einstein. Coldplay habla de ‘La velocidad del sonido’ y, en España, Iván Ferreiro o Lori Meyers han compuesto letras con temática científica. ¿Estudiará alguien en un futuro sus canciones para conocer la realidad de nuestra época?
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Las imágenes de este artículo son cortesía, por orden de aparición, de la biblioteca del MIT, de la Universidad Johns Hopkins y la biblioteca Wellcome