Wisal Bachiri tiene 14 años, le han contado que en el mundo hay crisis pero que con paciencia y ganas se puede solucionar y que, con su edad, hay niños en todo el mundo haciendo cosas tan increíbles como ser astronauta e ir a Marte, montar empresas tecnológicas o ganar un millón de dólares en internet (“¿y les dejan sus padres?”, se pregunta).
Es martes, han terminado las clases en el Padre Piquer - un centro concertado del barrio madrileño de Ventilla - y Wisal y sus compañeros han ido de excursión al Instituto de Empresa - una de las escuelas de negocio más importantes del mundo - a escuchar a Pablo González. Pablo estudia allí empresariales (con una beca) y monta su propio proyecto, una red social de aficiones llamada Pangea. Pablo tiene 20 años e, indica la profesora, “es buen momento para que le expongáis dudas, porque él es joven y emprendedor”.
Empieza la charla, que se titula “Eres un crack”. Durante una hora, Pablo pregunta y los alumnos responden. ¿Qué veis en el mundo? Injusticias, accidentes, corrupción. Pocas posibilidades de trabajo, jóvenes que se van a otro país. ¿Qué es lo que más veis en el mundo? Crisis. ¿Quién conoce Google? Todos. ¿Quién conoce el coche de Google? Algunos. ¿Qué pasa con ese coche? “Que genera más crisis y podría ser muy malo si los ordenadores llegan a ser superiores a las personas. Si los coches ya saben conducir, no hacen falta conductores”, contesta una alumna. “Podría cambiar el sistema económico mundial”, añade otro (que se acaba de enterar de que ya existe el maquillaje para imprimir en casa y podrían no hacer falta fábricas de maquillaje ni tiendas que lo vendan). “Podrían desaparecer hasta los profesores. Si ahora hay crisis, imagínate cuando los robots lo hagan todo”.
“Vale. Os diré algo muy importante”, resume Pablo. “Vivimos en crisis, pero en el mundo nuevo hay tres cosas: tecnología, mucha gente y conectividad”. A través de sus preguntas, Pablo, que comunica muy bien, ha hecho un retrato de la realidad, ha intentado que los alumnos reflexionen sobre sus problemas y ha dejado caer su solución. “¿Qué podéis hacer vosotros?”, pregunta. “Nada”, responde uno. “Hombre, algo se podrá hacer”, añade otro. Harán falta nuevos trabajos: los que fabriquen las impresoras del maquillaje o diseñen las carreteras de los coches que conducen solos. ¿Entonces qué? “Pues ser emprendedor”, afirma un tercero. “¿La salvación del mundo es ser emprendedor?”, se pregunta entonces Wisal. Y Pablo concluye: tú misma lo has dicho.
El emprendimiento se mete en la escuela
“El mundo ha cambiado. Ahora te pones con pizarra y tiza y no te escucha nadie”, nos cuenta Marisa del Río al terminar. Del Río es la profesora de matemáticas y de “emprendimiento”, y por eso sus alumnos van a escuelas de negocio de excursión. La salida es parte de un programa de la Fundación Créate que funciona en más de 20 centros, sobre todo de Madrid, en el que dos horas a la semana durante todo el curso los niños hacen grupos y crean un producto o servicio.
“Definen sus valores, el público, su forma de comunicar o idea, estrategia de 'marketing' y prototipo”, cuenta Tamara Orozco, coordinadora del programa en la Fundación. A final de curso presentan sus proyectos en un gran evento con otros centros, emprendedores e inversores de verdad que llevan papeletas como si fueran dinero. “Lo que cambia no es qué aprenden, que también, sino la metodología. Y la diferencia con este programa es que en el aula los alumnos, aunque trabajen en proyectos, hacen lo que tú les dices. ¡Aquí hacen lo que ellos quieren!”.
En 2006 la Comisión Europea lo recomendó, en 2013 la Ley de Emprendedores lo incluyó en su capítulo I y desde septiembre de este año está en los institutos: la LOMCE insiste en el “fomento del espíritu emprendedor”LOMCE y lo mete en clase, tanto transversal (todas las asignaturas deben fomentarlo) como específicamente (“Iniciación a la Actividad Emprendedora y Empresarial” es una de las optativas que propone).
“Es una tendencia que viene de Europa”, continúa Orozco. “Va relacionada con ver qué podemos hacer para salir de esta crisis brutal. Pues vamos a enseñar a los niños a emprender”.
En la Fundación Créate - presidida por el secretario del Círculo de Empresarios y en cuyo patronato hay miembros de empresas como Garrigues, Bankinter o KPMG y escuelas de negocio como ICADE o IE - “se adelantaron” a la ley y empezaron a financiar su programa a los institutos públicos, privados o concertados hace tres años. No son el único programa emprendedor que ha entrado en clase. Fuera o en horario extraescolar hemos visto otros, pero ahora que los institutos necesitan saber qué dar en esto del emprendimiento hay empresas que se dedican a formarles.
YPD (Young Potential Development) vende a través de las consejerías de educación su método de “aprender a emprender y desarrollar el talento y espíritu emprendedor a través de energía, creatividad, comunicación y liderazgo”. Por ejemplo: hablar en público es importante, pero en los institutos no lo enseñan, así que su propuesta sí lo hace. El año pasado lo implantaron en 25 centros de Castilla La Mancha y este año en varias comunidades más (Murcia, Castilla y León y Aragón). También hay evento final y un premio al mejor plan de negocio. El programa es, para el consejero de educación de Castilla la Mancha, “uno de los ejes estratégicos del Gobierno en materia educativa”.
“Como las competencias están diferidas, hay comunidades que ya tienen asignatura de emprendimiento y otras que aún no”, explica Juan Antonio Ramos-Yzquierdo, director de operaciones. “Pero todas saben que tanto la LOMCE como la Comisión Europea instan a a hacerlo”.
Si te empeñas, lo consigues
Emprender puede ser muchas cosas. Cada comunidad, instituto y profesor aplicará a su estilo lo que diga la ley, pero en Créate y en YPD creen que el enfoque de la asignatura oficial es la gestión de empresas mientras que en los suyos gana la innovación: idear, crear y tener el “espíritu”, haya o no dinero de por medio.
Eso lo vemos en la excursión. “¿Qué es un emprendedor?”, pregunta Pablo a los alumnos. Alguien que innova o inventa. Alguien que tiene una empresa. “Pero nosotros no tenemos empresa y somos emprendedores”, replica uno. “Claro, porque pensáis como tal”, resumen profesora y ponente. “Da igual cómo cambiéis el mundo, lo importante es que lo hagáis. Lo único que les diferencia de vosotros [a los niños que hacen cosas increíbles como ser astronauta e ir a Marte, montar empresas tecnológicas o ganar un millón de dólares en internet] es que les encanta algo y se han puesto a hacerlo”.
Así que antes de que se vayan con el espíritu emprendedor de vuelta a casa, preguntamos qué van a hacer. Aún no han definido los proyectos de este año y cuentan los del pasado: un pupitre con cajonera para las aulas - porque al poner la mochila sobre los suyos el peso los vencía y así podían guardar los libros debajo - y una papelera para colgar en las mesas y no tener que levantarse. Los alumnos habían detectado dos de sus problemas diarios, pensado cómo solucionarlos y trabajado para ello. Y todo en horas lectivas.
“Otra idea muy comentada”, añaden las coordinadoras, “fue la de las piruletas con anestesia para que no te pinchen cuando vas al dentista. Una empresa de dentistas fue a hablar con el grupo. Muchas veces a los chavales no se les incita a que hagan cosas porque pensamos que son pequeños. Y necesitan alimento. Lo que tienen ahí se puede desarrollar”.
¿Y ellos qué dicen de todo este asunto? ¿Cómo es ser 'emprendedores' a su edad? “Es malo porque no nos toman en serio y tenemos que estudiar”, responde uno. “Pero es bueno porque nos fijamos más. Sí, es bueno. Tenemos más interés, más tiempo para pensar y más curiosidad”.
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Las imágenes de este artículo son propiedad de Analía Plaza (Hoja de Router), el proyecto Piruletas con Sonrisa o han sido cedidas por la Fundación Créate