Desmontando a Pau Garcia-Milà, la gran promesa del emprendimiento español

Analía Plaza

23 de marzo de 2015 13:16 h

En 2007 aún no existía el 'emprendedor' como figura, así que cuando una administración quería montar su propio evento llamaba a los mayores para que dieran una charla. Allí estaban profesores de prestigiosas escuelas de negocio (Ignacio de la Vega, del Instituto de Empresa), directores generales de grandes compañías (Ángel Lucio Martín, de Indra) o fundadores de empresas de la vieja escuela (Francisco Martín Frías, consejero delegado de MRW). Hay en esta revista local extremeña una pequeña crónica de aquel encuentro, y está el resumen que escribí en la revista Emprendedores: lo llamaron “Imaginación y financiación”, fue en el Palacio de Congresos de Badajoz el 13 y 14 de diciembre de aquel año y la idea era animar a los asistentes a crear un proyecto propio.

En 2007 aún no había referentes en España – no teníamos al joven que deja los estudios, se pone a programar en el garaje y triunfa con su empresa –, pero no tardarían en llegar. La multiplicación de eventos y saraos alrededor de ellos, tampoco.

El Gabinete de Iniciativa Joven de Badajoz, que organizó aquel, invitó a un entonces desconocido Pau Garcia-Milà. Tenía 20 años y no paraba de hablar: tiene labia, desparpajo, frescura e ideas claras, cae bien de primeras y sorprende. Mucho. Pau había creado, junto a su compañero Marc Cercós, EyeOS: un sistema operativo en la nube, un escritorio de ordenador al que podías acceder desde cualquier sitio con conexión a internet. En 2007 no existía Google Drive y Dropbox acababa de nacer. La nube no tenía forma, y si se la enseñabas a un señor de 50 años o más (como los que había en Badajoz), te quedabas con él. Si encima habías dejado la carrera a medias (en 2007 no había crisis y el camino para los jóvenes seguía siendo instituto, universidad, coche, casa y trabajo), más.

Así que Pau impresionaba con su historia, sobre el escenario y fuera de él, en los pasillos, en las comidas, cenas y copas en el hotel organizadas para los ponentes cuando el público se iba a casa. Aquel evento fue uno de los primeros a los que acudió y el germen de todo lo que vendría más tarde: a través de apariciones en prensa, televisión y sociedad, Pau le explicó a España entera (que en 2008 entró en crisis) qué era eso de emprender.

Cuando decimos España entera, nos referimos al premio que recibió de manos de los príncipes (Impulsa, en 2010), a que el propio príncipe prologó su primer libro (marzo de 2011), a que un expresidente del Gobierno escribió el epílogo (Felipe González, marzo de 2011), a que salió en Buenafuente (abril de 2011), a que Iñaki Gabilondo lo invitó a un evento para hacer “reaccionar” a la sociedad (junio de 2011), a que una exministra invirtió en su segunda empresa (Cristina Garmendia en Bananity, mayo de 2012) o a que la televisión catalana le dio su propio programa (Tenim un Pla, para montar empresas, mayo de 2014).

Cuando decimos emprender, nos referimos a repetir las máximas del pensamiento positivo (se ven en sus conferencias y libros: “cuando el mundo se derrumbe, hazte emprendedor”, “tienes una idea pero no lo sabes” o “el éxito se esconde detrás del optimismo y ser optimista es creer que, a pesar de las frustraciones o contratiempos, todo va a ir bien”) y no tanto de la gestión empresarial.

El pasado 10 de febrero, la segunda empresa de Pau quebró. Se llamaba Bananity y era una red social. Tanto Garmendia como Buenafuente – que nos explicó en esta entrevista por qué - habían invertido en ella. Un par de versiones después y sin más dinero para seguir intentándolo, echó el cierre.

“Para que Bananity funcionara requería muchísimos usuarios”, explica Franc Carreras, profesor de 'marketing' digital en ESADE. “Probaron dos veces y ninguna generó crecimiento. No se trata de que tengas mucho dinero, sino de que seas capaz de conseguirlos de forma fácil y barata. Desarrollar en tres plataformas (iOS, Android y web) sin haber demostrado antes que el mercado lo requería se hace a costa de dinero de inversores, que se termina”.

“No deja de ser una red social”, añade Santiago Sánchez, profesor en LaSalle y experto en negocio digital. “Necesita pasar cierto umbral de usuarios para que funcione sola. Y ahora hay saturacion de redes sociales horizontales y verticales, aunque no quiere decir que no haya hueco”. El propio Pau explicó en su blog los porqués del fracaso y qué aprendió de ellos.

Antes de Bananity fue EyeOS, el escritorio virtual: un negocio que no tenía nada que ver con una red social y cuya facturación anual llegó al millón de euros. Fue pionero en los negocios en la nube y duró de 2005 a 2014. “Ser pionero a veces tiene partes malas”, explica Sánchez. “EyeOS empezó en la nube cuando aún había mucho miedo a la nube y cuando el SaaS ('software as a service', en el que pagas solo por uso, como Dropbox o Spotify) no estaba tan extendido. Quizá fue temprano”.

La competencia de los grandes que se metieron en la nube (Apple, Google, Dropbox) y el modelo de 'software' libre que hay que rentabilizar con grandes cuentas de clientes (esto es, dedicar recursos al departamento de ventas y atención, que es más caro y menos escalable que un 'software as a service'), hicieron que EyeOS lo pasara mal. En 2013 anunció que buscaba financiación porque si no iba a tener que hacer un ERE. La historia terminó en mayo de 2014, cuando Telefónica la compró por una cantidad desconocida.

Un dicho del sector reza que si la cifra de una venta no se publica es porque nadie se ha hecho rico. Telefónica ya había firmado un acuerdo con la empresa, tenía interés en su tecnología y se la llevó junto con el equipo. Si el titular hubiera sido “Telefónica compra un equipo de ingenieros”, no habría estado muy lejos de la realidad.

“Estos negocios no tienen barreras de entrada. Cuando hay una oportunidad se da una situación de megacompetencia: el que tiene más dinero tiene capacidad de innovar más rapido y el producto queda en desventaja con otros que consiguen escalar (crecer mucho sin aumentar costes) antes”, continúa el profesor de ESADE. “Es lo normal. Ocurre todos los días”.

EyeOS primero y Bananity después son dos de las miles de 'startups' que no triunfan. Según los preceptos de la economía digital, no pasa nada: hay que probar, ver si funciona, cambiar si no lo hace y dejarlo si no tiene remedio. Pero, si esto es lo normal y ninguno de los productos ha sido un éxito, ¿por qué su fundador ha sido el gran ejemplo de joven emprendedor innovador en nuestro país? ¿Por qué los medios y altavoces como Buenafuente le han dado tanto espacio? ¿Cómo y por qué convenció hasta al rey?

“Pau es muy buen vendedor, y tiene un gran proyecto: él mismo”, afirma una fuente cercana. “Ha empezado cosas, pero no ha terminado ninguna. Son habilidades distintas. Creo que es un grandísimo comunicador y tiene éxito con eso, pero como emprendedor no lo ha demostrado”, añade Carreras. “Eso es lo que os tenéis que preguntar los medios: en qué os habéis basado para darle ese papel”.

El 14 de junio de 2011 Pau estaba en Madrid. Ya existía el 'emprendedor' como figura y la fundación Banesto organizó el I Encuentro Nacional de Jóvenes Emprendedores Yuzz: fue en la Casa de América, lo presentó Gomaespuma, asistieron Gallardón y Vicente del Bosque y los ponentes ya no eran tan mayores. Estaba Xavier Verdaguer, el fundador de Innovalley; estaba Gustavo García, el CEO de BuyVip; y estaba él. El 15 de junio hablamos sobre EyeOS en el Vips de Nuevos Ministerios para un reportaje que se publicó un par de meses después.

La mañana del 16 de junio habló en el Circo Price, durante La Red Innova. Ese mismo día, por la tarde, estaba blanco: El País publicó un artículo destacando la parte de su charla en la que mencionaba al 15M diciendo que la crisis era culpa de la gente, y se estaba liando en internet. Pau volvió a hablar en el Museo Reina Sofía, en el encuentro “Piensa, Opina, Reacciona” al que Iñaki Gabilondo le invitó, terminó y se marchó. Desde entonces hemos intentado entrevistarle en varias ocasiones, pero nunca ha aceptado.

El de 2011 fue un verano complicado en España. Tres años de crisis después, la gente por fin se cabreaba, salía y se quedaba en la calle. El discurso del emprendedor, que venía fraguándose desde 2007, se juntó con el del desempleo juvenil y el de la generación acomodada que tenía que ponerse las pilas. “Esta sociedad necesita impulsos positivos”, le decía Buenafuente a Pau en una entrevista. “Estamos realmente mal. Se buscan ejemplos y quizá eso explique que tengas tanta repercusión: se personaliza en ti la capacidad de reilusionarse”.

En aquel par de charlas – la de La Red Innova y la de Gabilondo – ya no salía EyeOS, sino los jóvenes, los emprendedores, los quejicas, los que “hacen algo” y los que echan a otros la culpa de la crisis. Luego vinieron los libros: aunque 'Está todo por hacer' sí habla de EyeOS, 'Tienes una idea (pero aún no lo sabes)', 'Optimismamente' y 'Eres un gran comunicador (pero aún no lo sabes)' giran en torno a las ideas: cómo tenerlas, cómo afrontar sus problemas (con optimismo) y cómo contarlas. Su nueva empresa, Ideafoster, va justo de eso: es una consultora a la que llama “materializadora de ideas”.

¿Por qué calaron (y calan) estos mensajes? ¿Tiene que ver con nuestra mente, con la crisis, con la necesidad de referentes o con una especie de fascinación por la figura del emprendedor tecnológico, con buscar al Zuckerberg o al Jobs español?

“Resulta halagador para la gente que le digan que tiene talentos, quizá desconocidos y no puestos en desarrollo, y que todo es posible con tal de proponérselo. Más en época de crisis: se vende el talento como una especie de dotación que los individuos llevamos dentro”, explica Marino Pérez, catedrático de Psicología de la Personalidad en la Universidad de Oviedo. Para Pérez, el auge del pensamiento positivo (“pensamiento motivacional, pero no sobre una base realista, sino sobre una base ilusionante”, según lo definen María Ibáñez y Jesús Jiménez, del Centro de Psicología e Introspección de Huesca) tiene mucho que ver con el del emprendimiento. “Son un signo de los tiempos”.

“Un sector puede aprovechar y decir que si no lo has conseguido es problema tuyo, porque no has estado motivado o no tienes determinación. Igual tienes mucha pero las circunstancias no ayudan”, consideran Ibáñez y Jiménez. “El efecto es similar al de la religión: nos sentíamos culpables ante dios por el pecado original. En el neoliberalismo económico las personas que no tengan éxito y no desarrollen esos supuestos talentos serán culpables de no haber tenido pensamientos positivos, de no haber creído suficiente en sí mismos y de no haber vendido su imagen. No se culpa a la sociedad, el sistema o las dificultades de la vida. Se culpa al individuo. Si no tiene éxito, él es el culpable”. Y si hay crisis, también.

“Nos hacen falta más Paus”, escribía en su famosa lista de distribución David Bonilla, fundador de Otogami, en mayo de 2013. El sector tecnológico necesita “interlocutores que consigan explicar a la sociedad qué hacemos y por qué. Gente como Pau, que rompa el estereotipo de programador gordo, desaliñado y asocial”.

Su idea es parte del debate, de la pregunta que muchos se hacen sobre si, pese a no haber demostrado éxito empresarial, salir a contarlo ha merecido la pena porque ha animado a otra gente a hacer cosas.

“El mérito que yo le concedo es el de buen charlatán”, apunta Marino Pérez tras ver varios de sus vídeos. “Tiene habilidades propias de la época digital. El discurso a la americana de que las ideas se generan y que cada uno tiene que buscar las suyas es engañoso: las ideas no están ahí en una esquina esperando a salir. Están los pocos casos que conocemos (Jobs, Zuckerberg, etc.) pero no sabemos cuánta gente se quedó en el camino frustrada porque sintió una llamada frívola. Todo lo demás es el pelotazo de los medios, que convierten a estos chicos en una especie de rey Midas, de que todo lo que tocan se convierte en éxito”.

“Se ha puesto como ejemplo porque ha empezado cosas”, señala Carreras, “pero hay grandes emprendedores en España que son menos mediaticos. Mi experiencia me dice que el éxito de un emprendedor es inversamente proporcional a sus seguidores en Twitter. No suele ser mediático”. Un par de ejemplos: el fundador de Letsbonus, que era totalmente desconocido cuando estaba emprendiendo; o Martin Varsavsky (Jazztel, Fon), cuya labor también se reconoció después, cuando ya había triunfado.

Entonces, ¿por qué compramos el discurso emprendedor y por qué prensa, televisión y sociedad lo materializaron en alguien que no había demostrado tanto? Probablemente es un resumen de todo lo anterior: a nuestro cerebro le gusta oír que la solución está en nosotros, al contexto económico le viene bien animar a la gente a montar empresas, a los medios les interesa forjar héroes y al mundo le sigue llamando la atención, para bien o para mal, la figura del joven innovador tecnológico que se hizo a sí mismo en un garaje.

Pau Garcia-Milà lo juntó y supo comunicarlo. Sin embargo, concluye Carreras, confundir ideas con esfuerzo es un error. “Tenemos que animar con credibilidad. Lo bueno es que nos fijemos en los que ya han tenido éxito, porque es lo que cuenta: si no, se genera la sensación de que esto no es serio”.

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Las imágenes de este reportaje son propiedad de Nono Fotos, Jonan Basterra y MIT Technology Review