Prestel, la internet británica que se adelantó a su tiempo y fracasó
El Minitel francés, esos terminales donde los galos podían comprar billetes de avión o consultar la guía telefónica, se llevó el éxito y la fama; de hecho, estuvo operativo hasta hace bien poco, desde aquellos años 80 en los que se convirtió en todo un precedente de internet. Sin embargo, sus vecinos británicos no tuvieron tanto éxito con un proyecto parecido. Se trataba de Prestel, otro claro precedente de la Red y que. en la misma década que Minitel comenzaba a popularizarse, intentaba hacer lo mismo en Reino Unido.
Prestel fue un servicio creado por la empresa de Correos del país y que ponía en línea por primera vez en la historia a sus hogares y empresas. Como en la internet de hoy en día, el objetivo era proporcionar servicios e información en tiempo real. Su historia comenzó unos años antes, en los 70, cuando la Post Office era también responsable de la red de telefonía. Uno de sus ingenieros, Sam Fedida, estaba trabajando en Viewphone, un servicio que ofreciera vídeo y llamadas telefónicas al mismo tiempo. Había un problema: la red de aquel entonces no estaba lo suficientemente desarrollada como para transmitir una señal aceptable de vídeo a largas distancias, por lo que la idea terminó siendo desechada.
Fedida comenzó a desarrollar entonces un sistema que usara la red telefónica para transmitir información de una base de datos. Ya había experiencias en el campo militar y universitario, pero el ingeniero quería llevarlo a los hogares. Llamado en un principio Viewdata, el proyecto cambió de nombre en 1979 y nació Prestel.
“Es un poco como una 'smart TV'”, explica a HojaDeRouter.com Tom Lean, autor de 'Electronic Dreams: How 1980s Britain Learned to Love the Computer', una historia de cómo los ordenadores llegaron a las casas de los británicos. “Tenías esta caja mágica en una esquina de una habitación y sacabas información”. El investigador lo compara asímismo con el teletexto (invento, por cierto, que nació en su país). “La diferencia es que [Prestel] era interactivo, no era solo leer información. Podías mandar información también”, añade.
Servicios tan actuales como el correo electrónico (con un servicio de mensajes entre usuarios), el comercio electrónico o la banca 'online' ya estaban en Prestel. De este modo, en los primeros 80, “podías pedir cerveza” y recibirla en casa. Y no solo eso: un anuncio televisivo de aquella época aseguraba que Prestel podía aconsejar sobre cuál era el mejor modelo de, por ejemplo, una lavadora y comparar sus precios.
También servía como fuente de datos y consejos para comprar una casa, consultar información sobre restaurantes, horarios de tren o recetas de cocina. Era también en cierto modo un antecesor de FilmAffinity, pues permitía leer críticas cinematográficas y de espectáculos teatrales, o de la Wikipedia, ya que había información acerca de cuestiones tan enciclopédicas como las biografías de los primeros ministros británicos.
Incluso puede considerarse un precedente de las páginas de tutoriales o 'how to', al informar de asuntos como los procedimientos necesarios para pedir una pensión. Y, cómo no, también aportaba una información imprescindible para muchos: la previsión meteorológica. Todo ello, con la estética pixelada del teletexto.
“Una vez que la gente comenzó a recibir los ordenadores en casa, la interactividad se incrementó”, explica Lean. Es más, a partir de mediados de los 80 había una especie de salas de chat y juegos 'online' muy simples.
Según la publicidad de aquel entonces, en la base de datos del ordenador había 150.000 páginas de consulta en constante actualización, accesibles desde un teclado. Así, para interactuar con la máquina había que introducir una serie de códigos numéricos. En una estructura muy jerarquizada, un código servía, por ejemplo, para acceder a las noticias, y a partir de ahí seguir profundizando por temas. En ese sentido, se parecía más al teletexto que a un buscador de internet.
Un ciberataque real
Durante su corta historia, el Prestel incluso fue víctima de algún sonado ciberataque. En 1984, dos periodistas accedieron a la cuenta de mensajes del marido de Isabel II, el duque Felipe de Edimburgo, y mandaron mensajes a los administradores de Prestel contando lo que habían hecho. El suceso llevó al Parlamento británico a legislar sobre delitos informáticos: en 1990 se aprobaba la Computer Misuse Act, que todavía hoy sigue vigente. Al parecer, el duque no tenía mensajes realmente personales en su cuenta, sino felicitaciones que la gente le mandaba para Diana de Gales.
A pesar de todo, Prestel jamás llegó a popularizarse: no más de 90.000 personas usaron el servicio antes de su desaparición en 1994. Lean destaca que nadie fue capaz de convencer a la población de su utilidad. En los años 70, “tener un ordenador en casa era básicamente ciencia ficción”. De hecho, a finales de 1980 apenas había 6000 usuarios y las expectativas de alcanzar el millón para 1985 se diluyeron pronto.
Lo que ofrecía no era suficiente para justificar el alto coste de acceder al servicio: el modelo de ordenador más barato equipado con Prestel costaba 650 libras de la época, 722 euros al cambio actual (sin tener en cuenta la inflación). Había que pagar también una tasa por suscripción de 5 libras por trimestre y, en las horas de mayor tráfico, 5 peniques por minuto de uso (era gratis fuera de la hora punta). Además, que el Gobierno de Margaret Thatcher no apoyara el servicio mientras liberalizaba el sector de las telecomunicaciones pudo haber influido en su fracaso. Quizá podían haber hecho como los franceses, que repartieron de forma gratuita miles de terminales de Minitel para dar a conocer el invento.
Aunque en los hogares no tuvo mucho éxito, el predecesor británico de internet sí tuvo cierta aceptación en las empresas. “Prestel llega en el momento correcto para que los hombres de negocios puedan tener acceso a mucha información financiera”, como los precios de las acciones, explica Lean.
A la vez que Prestel desaparecía, internet comenzaba a popularizarse. El resto de la historia ya lo conocemos. Queda para la posteridad como un adelantado (caro) a su tiempo: lo más esencial de internet ya estaba ahí, aunque pocos llegaran a utilizarlo.
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Las imágenes pertenecen, por orden de aparición, a Daniel Rehn, Wikipedia y YouTube