El pegamento de internet: ¿por qué pronto empezarás a oír hablar de las APIs?
Llámalas tendencias, olas o revoluciones: que si del 1.0 al 2, las redes sociales, y hasta la web semántica de la que tanto se habló hace unos años. Internet va escribiendo su propia biografía y el último gran capítulo al que ha llegado se llama web programable y se apoya en las APIs, o funciones que ofrece una web para que otros hagan cosas con ellas.
“Hasta ahora cuando las empresas querían ofrecer un servicio, hacían algo, pero eran estancos. Yo hago una aplicación de calendario y te la hago para ti. Pero si esa aplicación de calendario tiene una API y se integra con la API de una web de recetas, pueden hacer cosas juntas [una 'app' que te recomiende recetas según la temporada, por ejemplo]. Lo que estamos haciendo es programar y conectar internet: antes eran carreteras únicas y con esto lo puedes conectar para que todas interactúen”, explica Carlos Kuchkovsky, uno de los organizadores del evento The API Hour.
Ya dijo la revista Wired en 2012 que esas tres siglas podrían cambiar el mundo. Aunque las 'application programming interfaces' (interfaces de programación de aplicaciones), la definición técnica del término, ya tiene sus años, el uso 'masivo' comenzó hace solo dos o tres. Y su popularización entre los círculos no especializados (entre nosotros) está, creemos, a la vuelta de la esquina. Hemos encontrado varias razones por las que probablemente empieces pronto a oír hablar de ellas.
Porque ya las usas cada día
El ejemplo más clásico es Google Maps: cada vez que visitas una página que no es Google, pero lleva un mapa de Google, esa web está 'llamando' al mapa para que aparezca ahí. Servicios como este permiten a otros coger funciones definidas (eso es una API) e integrarlas sencillamente en sus webs. Así, en lugar de crear sus propios mapas, pueden usar los que ya existen e incluso construir servicios mejores alrededor.
Otro clásico es Twitter: si no lo visitas desde la web, sino desde alguna aplicación externa, que sepas que es gracias a su API. Alguien se ha encargado de crear otra herramienta partiendo de las funciones que deja usar la empresa de los 140 caracteres.
Porque son el pegamento de Internet
O su “salsa secreta”, o la metáfora que más te guste para explicar que las APIs abiertas (porque hay empresas que las usan para sus propios propósitos, de forma cerrada), son lo que hace que esté todo conectado. “Si antes querías hacer un diccionario o un juego de palabras necesitabas construirte un diccionario y a partir de ahí hacer cosas con él. Ahora tienes APIs de diccionario: en vez de construirlo, alguien te da esa información. Permite que todo se haga más rápido”, añade Eduardo Basterrechea, fundador de Molino de Ideas y uno de los organizadores del evento Apidays Mediterránea.
Porque el mercado API 'is on fire'
El titular es de Forbes, que en este artículo cuenta cómo varias grandes empresas tecnológicas se han hecho recientemente con otras dedicadas a la gestión de APIs para mejorar los servicios que ofrecen en un internet que vive en la ‘nube’ y que necesita de este pegamento para funcionar.
Pero más allá del sector tecnológico (de los proveedores de espacio en internet), hay otros más tradicionales que también están viendo el interés. Aunque muchas empresas ya contaran con ellas para uso interno, hay ejemplos de APIs abiertas en muchos más campos: Bloomberg tiene una con datos de mercado, medios (¡medios!) como The Guardian también y hasta un banco francés tiene la suya.
Porque una empresa puede tener a 'todo el mundo' trabajando para ella
Una noche cualquiera, en una conversación de Facebook cualquiera, preguntamos a un colega informático. “¿Qué opinas de las APIs”. “Son geniales, porque básicamente puedes tener a un montón de gente trabajando para ti”. Volviendo al ejemplo del banco, como explica Kuchkovsky, “tú haces una aplicación para mostrar los últimos pagos con tarjeta, y tienes que hacer una para móvil, otra para web, otra para cajero... Un desarrollo nuevo para llegar a esa base de datos. Pues si haces una API única y cada aplicación la 'llama', es más económico”.
Si la abres, además, dejas que terceros hagan cosas que, en primer lugar, a ti no se te habían ocurrido y, en segundo lugar, no te merece la pena desarrollar tú mismo porque las va a usar poca gente. Y a las empresas esto le interesa, claro. ¿Otros ejemplo? Evernote tiene a unos 25.000 desarrolladores construyendo aplicaciones a partir de su API.
Porque hay negocio
Y no es que lo digan nuestros colegas, es que la API puede ser un producto más y hay negocio tanto para el que la abre, si cobra por ella (Google Maps, por ejemplo, cobra a partir de cierto uso), como para el que la utiliza si la integra en algo con lo que gane dinero o directamente construye un servicio. En 2011 había 150.000 servicios surgidos a partir de la API de Twitter (¿te suenan Tweetbot, Tweetdeck…?) y también son muchos los que construyen alrededor de Evernote. Por eso algunas empresas tienen miedo a que al abrir su API surja un conflicto de intereses, es decir, a que alguien haga un producto mejor que el suyo partiendo de su código. Por eso tanto Twitter como Evernote han empezado a limitar sus funcionalidades para terceros.
En el fondo, la empresa que abre la suya es un proveedor y sus clientes son otros desarrolladores o empresas que desarollen algo con ella. Es lo que llaman la economía de las APIs.
Porque el gobierno de EE.UU ya trabaja con ellas
‘Ok, now we're talking'. En su estrategia digital, presentada el año pasado, el primer punto va de abrir datos y hacer APIs con ellos. El Gobierno de Estados Unidos contrató incluso a un 'API senior manager', Gary Brooks, para gestionar todo esto. “Muchas veces se tiene información muy valiosa, pero no se sabe. En Estados Unidos hay un papel más implantado: el 'API strategist'. Es la persona que analiza los datos, ve cuáles puedes ser valiosos y la manera en que puede ser útil compartirlos. Están trabajando en el tema de qué parte de los datos se puede publicar y en qué formato se hace. Tienen una batería de 'API strategist' planteando qué puede ser valioso”, explica Kuchkovsky.
Y eso es precisamente lo que hace el señor Brooks: ver qué parte de la información que generan las agencias estatales estadounidenses puede abrirse en forma de API para que cualquiera pueda crear servicios alrededor de ella. De momento, tienen una lista de casi 300 ordenadas por agencia. El ejemplo que da la propia estrategia del Gobierno es el de San Francisco, que tiene una abierta con información del tráfico de la ciudad que ha permitido que se creen aplicaciones (una propia y varias de terceros) con sus datos.
Porque si las ciudades quieren ser inteligentes, las necesitan
Parte de esto está relacionado con las 'smart cities' o ciudades inteligentes y con el 'big data', o la ingente cantidad de datos que estas generan. Las aplicaciones en la vida real son todas las que se te ocurran. Kuchkovsky pone como ejemplo los estudios que el BBVA ha llevado a cabo procesando las transacciones y pagos que se hacen con sus tarjetas durante un tiempo determinado en una zona determinada.
“Se procesan distintos parámetros y eso se expone en APIs”, explica. “Esto se puede ver interesante como negocio, porque hay mucha gente con ganas de pagar para hacer publicidad georeferenciada, o como servicio a la comunidad. A lo mejor con estos datos las fuerzas del orden podrían calcular cuál es el mejor sitio donde poner una ambulancia, o un coche de la policía... Y si lo cruzas con accidentes o incidentes, más”.
Porque mucha gente las pide
Así que hay mucha gente que, pensando en aplicaciones alrededor de estos datos, las demanda. ¿Cómo estamos en España? Se desaprovechan muchos datos. La RAE, por ejemplo, como base de datos del español, podría abrir una API en base a la cual construir aplicaciones. De momento, hay una no oficial que mediante 'screen scrapping' saca los datos ‘a lo bruto’ (en español es algo así como ‘raspado de pantalla’, una técnica poco sofisticada de extraer datos cuando no queda otro remedio).
Otro caso es el de INE, con suficientes estadísticas e información interesante en su base para dar lugar a una API, pero cuyos datos se hacen públicos mediante otro tipo de ficheros, más anticuados. “He trabajado con la Administración y se tiene miedo a mostrar la información. En el INE, por ejemplo, me parece absurdo que no haya. Nuestra idea es poner nuestros datos del español en forma de APIs”, explica Basterrechea.
Su empresa, Molino de Ideas, ha creado Apicultur, una plataforma que comercializa APIs relacionadas con el idioma español a partir de datos que han procesado ellos mismos. Mediante el 'screen scrapping', si el servicio cambia, el invento deja de funcionar, “y yo lo que quiero es 'hacer una llamada' [la jerga para usar una API] a un sitio y olvidarme de ello”, explica. Por otro lado, en el portal de datos abiertos del gobierno de España hay peticiones de ciudadanos y algunos ejemplos: la información turística de Castilla La Mancha o el Instituto Estadístico de Cataluña.
Porque cada vez produces más información, llevas 'gadgets' que la registran
“Llevo años interesado en el 'yo cuantificado'. En el instituto no leía demasiado, así que hice el esfuerzo de leer 75 'must-reads'. En dos años registré en Excel cada página leída (21.278), el número de días (622) y la media de páginas por día […] A medida que crezco he empezado a interesarme en registrar mi salud. Uso varias herramientas para recoger estos datos, pero llevo tiempo queriendo todos en un único lugar […] Siempre he tenido la idea de una API personal que exponga toda la información sobre mí en un documento abierto: quiero jugar con un yo virtual que esté todo dentro de la máquina, quiero publicarme (igual que publicamos tuits, 'check-ins' y fotos, ¿por qué no otro tipo de comportamientos?) y saber si alguien haría algo con esos recursos: ¿sería bueno para alguna investigación? ¿Podría alguien crear 'apps' para mí? ¿O quizá sacar cosas que no sé de mí?”.
El que se preguntaba todo esto era Naveen Selvadurai, cofundador de Foursquare, al tiempo que anunciaba la apertura de una API personal para comprobar lo que podían hacer con toda esa información. Igual suena a locura, pero reflexiona sobre la cantidad de datos que recogen todos los 'cacharritos' que llevas y todo lo que está por venir: gafas, relojes o los dispositivos relacionados con el deporte que ya llevan los 'runners'... ¿Toda esa información no puede resultar interesante?. “Es positivo en cierto sentido: igual en cinco años tienes una enfermedad y puedes mirar datos, y quizá un poco negativo porque dices: estamos vigilados”, piensa Basterrechea. Pero este tema, y todo lo que tenga que ver con la protección de datos, da para otro artículo.