Las redes sociales parecen pensadas sólo para gente feliz, o al menos esa es la reflexión que se puede extraer de las campañas repletas de confeti con las que nos bombardean. Sin embargo, Facebook se llevó un buen baño de realidad tras poner en marcha, durante las pasadas Navidades, una acción que pretendía ser el broche de autocomplacencia al 2014 de sus usuarios. Una selección de fotografías acompañadas por el siguiente mensaje: “Este año ha sido fabuloso. Gracias por haber formado parte de él” .
Sin embargo, para Erick no fue un gran año. Su hija había fallecido solo unos meses antes y el algoritmo de Facebook le jugó una mala pasada: incluyó la fotografía de la pequeña enmarcada en una ilustración de gente feliz brindando bajo el el titulo “¡Erick, así fue tu año!”. Es obvio que no había nada que celebrar.
Es sólo un ejemplo de cómo las redes sociales no son sólo un escaparate de momentos alegres, sino también un muro de las lamentaciones en el que muchos buscan el consuelo de amigos virtuales: un espacio en el que difundir sus miedos, sus problemas, sus rupturas, pérdidas...
Precisamente es el acceso a esa información, y no el uso de la tecnología en sí, lo que según el estudio 'Social Media and the Cost of Caring' elaborado por el Pew Research Center (con sede en Washington), genera estrés a los internautas.
Del estudio, con una muestra de 1800 individuos, se desprende que nuesta forma hiperconectada de vivir (entre chats, estados, tuits, mensajes y correos electrónicos), en sí misma, no altera nuestros niveles de estrés, contradiciendo las profecías derrotistas en este sentido. De hecho, desde el centro de investigación admiten haber puesto en marcha el estudio pensando que detectarían que el uso constante de la tecnología genera presión, y que se vieron sorprendidos por los resultados.
Entre las mujeres, expuestas a niveles más altos de ansiedad que los hombres, han visto como los valores de estrés descienden un 21% para aquellas que “usan Twitter muchas veces al día, envían o reciben al menos 25 emails cada 24 horas y comparten asiduamente fotos con el teléfono”. Por su parte, en los hombres se muestran los mismos niveles independientemente de la utilización de redes sociales.
No obstante, lo paradójico del asunto es que, según el mismo informe, pese a que la tecnología no estresa, sí lo hacen los contactos que establecemos a través de ésta. Las redes sociales incrementan la toma de conciencia sobre los eventos traumáticos en la vida de amigos cercanos y lejanos. Es precisamente ese mayor conocimiento sobre los demás lo que genera un incremento del estrés. “Es el precio que se debe pagar por preocuparse de la vida de los otros ('cost of caring')”, afirman los investigadores, “y es una variable humana, no tecnológica”.
El estudio recoge información, además, sobre las noticias que más afectan a mujeres y hombres cuando las reciben a través de las redes sociales. Ellas sufren más cuando se enteran de la muerte de un ser querido de sus amigos o cuando alguno de ellos está enfermo u hospitalizado, mientras que ellos muestran una mayor ansiedad al saber que algún amigo ha sido despedido o arrestado.
Ahora bien, no todo van a ser malas noticias y ese 'networking' también cuenta con un lado positivo. El mismo centro de investigaciones recogía en un estudio precendente que el usuario medio de Facebook no está solamente más expuesto a los acontecimientos que componen la vida de sus contactos, sino que tiende a “tener más amigos estrechos, más confianza en el prójimo, a sentirse más ayudado y estar más comprometido con la política”.
A juzgar por las conclusiones de estos informes, tal vez esas toneladas de confeti virtual que Facebook se empeña en que derrochemos de vez en cuando, sirva para apaciguar nuestro estrés.
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Las imágenes de este reportaje son obra de dkalo, Vernon Chan y Life-Of-Pix