Podemos: 511.000; PSOE: 205.000; Partido Popular: 202.000; IU: 135.000; UpyD: 111.000; Ciudadanos: 91.200. Estas cifras se corresponden con los seguidores que, en el momento de escribir estas líneas, cada uno de los partidos políticos citados tiene en Twitter. Una magnitud que cada vez tienen más en cuenta los analistas políticos para elaborar 'rankings' de popularidad, estimaciones de voto o perfiles de potenciales electores.
“El político que más seguidores tenga va a parecer más popular, y eso puede llegar a convencer a algunos votantes que pueden creer que está mejor valorado”, señala Andreas Schou, consultor en socialocho.com e investigador. Algo que, según el experto, también es aplicable a la cantidad de fans con los que cuenta un candidato o una formación en Facebook o al número de visualizaciones de sus canales en YouTube.
Ante este panorama, y teniendo en cuenta el año que se avecina, con las elecciones municipales y las generales a las puertas, las redes sociales son una plaza importante a la que acudir en busca de votos. Ahora bien, al igual que sucede en el terreno físico, el juego virtual no siempre es limpio.
A lo largo de los últimos meses, han sido numerosos los artículos que han denunciado el aumento de seguidores “fraudulentos” del perfil de Mariano Rajoy o el 'spam' político de algunas cuentas para promocionar a Pedro Sánchez. “En este contexto, lo que se suele definir como 'bot' es una cuenta falsa”, explica el consultor“, ”que no tiene una persona real detrás, sino que está gestionada por un programa de ordenador“.
¿Cómo funcionan y se crean estas redes de falsos 'followers'? Según David Sancho, investigador de 'malware' en Trend Micro, “los encargados de administrarlas de forma centralizada son organizaciones o personas con fines de 'marketing' que logran hacer ruido en la arena política. El equivalente en el mundo real sería contratar a extras para que hagan una pitada en el mitin de un adversario”.
Pese a lo complicado que pueda parecer actuar con esos miles de perfiles falsos, según los expertos, para mantenerlos no se necesitan unos amplios conocimientos: “no hace falta ser ingeniero ni nada por el estilo, ya que se hace a través de un panel web, al que accedes con tu usuario y contraseña, que permite gestionarlos de manera muy sencilla. Sólo hace falta buscar y tener el dinero que piden, que tampoco es una cantidad excesivamente alta”, apunta Josep Albors, director de comunicación de ESET España. “A su vez, la mayoría de esos paneles se basan en una herramienta ya creada, a la que van añadiendo modificaciones según las necesidades. Permiten tener servicio las 24 horas, incluso algunos cuentan con soporte técnico”.
La compra de falsos 'followers' y su utilización por parte de empresas, partidos o artistas ha ido en aumento a medida que las redes sociales cobraban importancia. Un ejemplo se puede ver en un documental de Channel4 que, mediante la compra de reproducciones, fans y 'followers', lanzaba al estrellato de la noche a la mañana a una banda musical ficticia.
Los investigadores italianos Andrea Stroppa y Carlo de Micheli publicaron un estudio en 2013 en el que aseguraban que, de las 500 millones de cuentas que hay en Twitter, al menos 20 millones eran falsas, y estimaban que más de dos docenas de servicios vendían seguidores en la red de 'microblogging', normalmente en lotes de entre mil y un millón de cuentas.
A la hora de ofrecer un servicio de fans falsos, el catálogo es muy amplio: no sólo se pueden comprar 'followers' creados a base de programas informáticos, sino que también existe el servicio manual. “Usan trabajadores baratos de los países del este o la India que se encargan de realizar la consigna que se les indique. Pese a ello, el servicio sigue siendo la misma estafa porque son usuarios que jamás van a comprar el producto al que ponen un 'me gusta' o que nunca van a votar al político al que siguen”, señala Schou.
Cuanto más humano parezca (o sea) el seguidor, más caro. Precisamente ahí entra en juego la opción contaria: comprar 'followers' o fans de la peor calidad para la competencia. ¿El objetivo? Desacreditarlo, que dé la imagen de “tramposo”. Además, con esta práctica se consigue que, en redes sociales como Facebook (que toma como contenido más relevante el que consigue una mayor interacción por parte de los usuarios), una página con miles de seguidores muy poco activos sea “castigada”.
“La práctica de comprar seguidores se utiliza también para hundir a la competencia”, señala Schou. “Si yo a mi competencia le compro seguidores falsos, le hago un feo. Sus publicaciones van a ser menos relevantes, hasta el punto de que se pueda ver obligado a bloquear cuentas por su lugar de procedencia para que no le perjudiquen”.
Las propias plataformas sociales son conscientes de la problemática, y tienen un importante foco de atención puesto en combatir estas malas prácticas. De hecho, con frecuencia hacen redadas en las que eliminan en bloque todos aquellos usuarios que detectan como falsos.
Ante este panorama, lo único que merece la pena recordar a los políticos es que esos seguidores y fans falsos no van a las urnas (al menos, de momento), así que deberían esforzarse por recuperar la confianza de los que sí lo hacemos.
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