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Perdidos en la Red: cuando el porno se convierte en escuela

Imaginemos por un momento a un chico de 16 años en los años 80 o los 90. Si quería ver una película porno tenía que vivir en una ciudad relativamente grande, acudir a un videoclub que contara con este tipo de contenido y vencer su vergüenza para poder entrar y alquilar la cinta (si le dejaban). Una vez conseguido esto, tenía que encontrar el momento adecuado para poder verla en la televisión, lejos de presencias incómodas.

Traslademos a ese adolescente al día de hoy. Todo el proceso anterior queda reducido a un 'smartphone'. ¿Algún problema? Tal vez sí. Según varios estudios, alejados de argumentos puritanos, ese acceso ilimitado al porno que brinda la Red puede tener consecuencias principalmente para los nativos digitales que han tomado esos comportamientos como patrones de realidad.

Según un estudio elaborado en Reino Unido, un 6% de los menores de 15 años acceden al menos una vez al mes a páginas de contenido pornográfico, y un 5% del total de los visitantes de estas webs eran menores de 18 años. La investigación también señala que en el último año, al menos 473.000 niños con edades comprendidas entre los 6 y los 17 años visitaron contenido para adultos.

“Tengo 22 años, soy virgen y llevo sin masturbarme cuatro meses. Veo porno desde los 12, porno duro desde los 16 y me siento perdido para tener relaciones sexuales”. Habla un joven que participó, tras el seudónimo Johnnymace, en el proyecto yourbrainonporn.com, puesto en marcha por el neurocientífico estadounidense Gary Wilson para explicar los efectos que el porno puede tener en el cerebro humano.

Según Wilson, tener acceso a cantidades casi ilimitadas de pornografía aumenta la producción de dopamina - sustancia relacionada con la satisfacción y el placer - de nuestro cerebro. Los usuarios se enganchan y buscan cada vez más porno y más extremo. Ese exceso de dopamina, sostiene el científico, puede conducir a una respuesta “adormecida” en otras áreas de la vida, una hiperreactividad a la pornografía y una adicción a sentirse excitado.

A una conclusión muy similar llegaron los investigadores del Instituto Max Planck en Berlín. En un estudio publicado recientemente, aseguraban que consumir con asiduidad este tipo de contenido podía derivar en una reducción de la actividad cerebral.

“Hemos encontrado un importante vínculo negativo entre el acto de ver pornografía varias horas a la semana y el volumen de materia gris en el lóbulo derecho del cerebro, así como la actividad de la corteza prefrontal”, afirmaban los investigadores. “Estos efectos podrían incluir cambios en la plasticidad neuronal resultante de la intensa estimulación del centro del placer”.

Dentro de la comunidad creada por Wilson encontramos un sinfín de testimonios de jóvenes que señalan que son más felices, tienen más energía y más seguridad desde que dejaron de lado la pornografía. Entre ellos se encuentra Richard, quien a los 21 estaba consumiendo porno entre cinco y siete veces por semana. “Cuando lo dejé tenía más probabilidades de alcanzar el clímax durante el sexo. Ahorré tiempo porque no lo estaba perdiendo con el porno y tuve relaciones más significativas”.

Según el proyecto Steve, desarrollado por investigadores italianos para identificar las tendencias globales entre los jóvenes, la pornografía forma parte de la cotidianidad de sus vidas. El resultado del estudio da que pensar: todos los entrevistados conocían al menos una web con contenido pornográfico, el 86% hasta tres y el 14% más de tres. Asimismo, se extraían datos como que los encuestados conocían términos y técnicas del sexo extremo. Por poner algunos ejemplos, el 72% sabía qué es el 'fisting' y el 88% había oído hablar del 'gangbang'. Sin embargo, sólo un 8% había llevado a cabo alguna de estas prácticas.

El aspecto más llamativo que sale de esta investigación es que en sus encuentros sexuales, las parejas imitan los vídeos pornográficos. Según el texto, puede deberse a que, gracias a internet, las mujeres han tenido un mayor acceso a este material tradicionalmente consumido por los hombres. De este modo, la pornografía se considera como el modelo a imitar desde ambos géneros. Así, la mayor parte de las mujeres encuestadas valora que un encuentro con su pareja no se ha conseguido llevar a buen término si éste no eyacula en su rostro, tal y como sucede comúnmente en los vídeos para adultos.

El tema de la particular relación que los nativos digitales mantienen con el sexo ha sido tratado incluso en documentales, como 'Sexy baby', que sigue los pasos de chavales como Winnifred, que a sus 12 años descubre la pornografía; o Laura, profesora de 22 decidida a hacerse una cirugía genital (una labioplastia) a petición de su novio.

Ante esta realidad, hay un corriente de expertos que claman por que se lleve a cabo una educación en la pornografía. Es el caso del sexólogo californiano Marty Klein, que impartió a lo largo de 2013 varias conferencias en Estados Unidos con este fin. En las mismas señalaba que, dado que los jóvenes entran en contacto con la pornografía a una edad en la que carecen de los instrumentos para entender que se trata (de fantasías llevadas al exceso y no de hechos reales), era necesario educarles para interpretar esta forma de espectáculo y distinguirlo de la vida real.

Quién sabe, puede que haya llegado el momento de que los padres expliquen a sus hijos qué es la pornografía y qué es el sexo. Lejos han quedado aquellos rombos de la tele que hacían el trabajo duro.

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Las imágenes utilizadas para este artículo son propiedad de Proyecto Steve y Nicola ZonnoProyecto Steve Nicola Zonno