París, 13 de agosto de 1960. Vehículos a gas transitan por una selva de rascacielos de acero y vidrio. La ciudad te resulta fría y algo inhóspita. Parece que a nadie le interesa lo que hagas o qué va a ser de ti. Te sientes extremadamente solo. Entras en una librería con la esperanza de comprar las obras completas de Víctor Hugo, pero ninguno de los dependientes ha oído hablar de él. A tu alrededor solo hay manuales y tratados técnicos, tecnología y más tecnología, pero la cultura parece no importarle a nadie lo más mínimo. La burocracia es insufrible y el progreso ha acabado por aislar a las personas.
Afortunadamente, es solo uno de los muchos futuros distópicos que ha imaginado la ciencia ficción. Este en concreto salió de la genial pluma de Julio Verne, que escribió en 1863 'París en el siglo XXI', una novela que permaneció oculta hasta 1994, muchos años después de la muerte de su autor. No es ni de lejos la obra más célebre del francés, pero sí el primer relato que predijo con acierto una futura red global de comunicaciones similar a la actual internet.
No hemos logrado dar con un relato anterior en el que se manejase este concepto, lo que convierte a Julio Verne en la primer hombre que anticipó, más de un siglo antes, el nacimiento de la Red de redes. Aunque, por supuesto, no fue el único.
El 'telectroscopio' de Mark Twain
Algunos años más tarde, en 1898, Mark Twain sería el siguiente en ver la Red reflejada en su bola de cristal. Y es que, aunque no sea su faceta más conocida, el padre de Tom Sawyer y Huckelberry Finn también hizo sus pinitos en la ciencia ficción. Sería en uno de sus relatos cortos, 'From the London Times of 1904', no precisamente de los mejores, donde desarrollase la idea del 'telectroscopio', un ficticio artilugio que se acoplaba al teléfono y daba acceso a un sistema global de información compartida.
Aunque el nombre ya hubiera sido utilizado por el científico francés Constantin Senlecq para una especie de televisor muy rudimentario, el mérito de Twain es doble: no solo internet quedaba aún enormemente lejos, sino que la propia telefonía era por aquel entonces una tecnología novedosa y escasamente extendida.
“Los quehaceres cotidianos del mundo, visibles para todos y audiblemente debatibles por testigos separados por cualquier número de leguas”. ¡Menuda frase! Pese a haber sido escrita por el estadounidense hace 115 años, podría servir de slogan a cualquier red social de nuestros tiempos. Adaptando el lenguaje, claro está.
Y esto no es todo. El propio argumento de la historia podría estar desarrollándose ahora mismo (o casi) en cualquier rincón del planeta. En el relato, un militar es acusado de asesinar al inventor del 'telectroscopio' y acaba en el corredor de la muerte. Para su fortuna, mientras espera su fatal desenlace, recibe permiso para utilizar la máquina, así que dedica día y noche a hablar con gente de todo el planeta en busca de alguna pista que le permita demostrar su inocencia. Finalmente, con la ayuda del preso de la celda contigua, descubre que su supuesta víctima está viva y logra detener la ejecución.
Cambia 'telectroscopio' por Facebook y a su creador por Mark Zuckerberg y seguro que cualquier diario lo publica.
El nuevo milenio, un siglo antes
Para encontrar la siguiente profecía no hemos tenido que alejarnos mucho en el tiempo. En el año 1900, un articulo publicado en la revista 'Ladies Home Journal' bajo el título '¿Qué podía pasar en los próximos cien años?' profundizaba un poco más en la idea. Su premonitoria visión del futuro incluía una especie de red de cámaras y pantallas capaz de captar y transmitir imágenes y sonidos a “miles de millas” de distancia para después proyectarlos gracias a un instrumento similar a un teléfono gigante. Algo enrevesado, pero en el fondo similar a la red de ordenadores conectados de la que disfrutamos hoy en día gracias a internet.
Tan solo nueve años más tarde, en 1909, Nikola Tesla, uno de los científicos más laureados de todos los tiempos, daba otra vuelta de tuerca al concepto. “Será sencillo mantener constantemente conectados los lugares más alejados del planeta”, afirmaba en unas declaraciones para The New York Times que se conservan gracias a un artículo publicado en la revista Popular Mechanics.
Y no solo eso. Por si fuera poco, el padre de la corriente alterna también formuló en aquella ocasión un concepto que recuerda a los actuales 'smartphones' y a la internet móvil: “Un instrumento barato, no más grande que un reloj […] que hará que un hombre de negocios pueda dictar instrucciones desde Nueva York y que aparezcan al instante en su oficina de Londres o cualquier otro lugar del mundo”. Como veis, este visionario se equivocaba solo en el tamaño (o también predijo los 'smartwatch').
¿Todavía más detalle? Sí, es posible
Aunque resulta difícil superar la escalofriantemente precisa descripción de Tesla, unos cuantos adelantados a su tiempo trataron de llevar aún más allá la idea unas décadas más tarde. Uno de ellos es Paul Otlet, el padre de la documentación, que en 1934 describió con pelos y señales un sistema capaz de transmitir texto, sonido e imágenes en movimiento a través de la red telefónica. ¿No es lo mismo que hemos estado viendo hasta ahora? Ni por asomo. Lo verdaderamente alucinante es que en su propuesta ya se vislumbraban, con distintas nomenclaturas, conceptos como los de hipervínculo, buscador o red social.
Pieza a pieza, a través de las palabras de estos visionarios, estamos viendo como el puzzle de lo que hoy conocemos como internet toma forma ante nuestros ojos. Estamos en 1937 y ya no quedan tantos años para que ARPANET comience a dar sus tímidos primeros pasos. Ahora quien nos alumbra es H.G.Wells, que también nos legó algunas interesantes reflexiones sobre la comunicación global:
“La memoria humana al completo puede ser, y probablemente será muy pronto, accesible para todo individuo […] Puede ser reproducida de forma exacta y completa, en Perú, China, Islandia, África Central o cualquier otra parte […] No se trata de un sueño remoto, ni de una fantasía […] Resulta difícil no creer que, en el futuro próximo, existirá esta Enciclopedia Permanente del Mundo, tan compacta en su forma y tan gigante en su alcance y posible influencia”, escribía el británico en un ensayo titulado 'World Brain'.
Suponemos que la idea os suena porque, efectivamente, es poco más o menos la filosofía detrás de Wikipedia, formulada nada menos que seis décadas antes de que Jimmy Wales y Larry Sanger dieran el pistoletazo de salida a la andadura de la “enciclopedia libre”.
Una profecía de película
Lo que viene ahora ya es de sobra conocido. Gran parte de las predicciones que hemos venido comentando se fueron cumpliendo con el nacimiento del primer módem (1958), el primer mensaje y los primeros enlaces de la red de ARPANET (1969), el primer correo electrónico (1972) y la World Wide Web (1991).
Pero, entre medias, la ciencia ficción, y ahora también las empresas, siguieron adelantándose (conceptualmente) a los pasos que daban los investigadores. Es el caso, por ejemplo, de Philco, el mayor fabricante de radios de la época, que predijo en 1967 el email y el comercio electrónico en un vídeo para celebrar su 75 aniversario.
Uno año más tarde, en 1968, el maestro de la ciencia ficción Arthur C. Clarke predijo el iPad y los diarios digitales en su célebre novela '2001: Odisea en el Espacio', maravillosamente trasladada al cine por Stanley Kubrick.
Casi acierta hasta con el nombre (Newspad) y tal fue el grado de precisión que alcanzó que Samsung utilizó su dispositivo como argumento en su juicio contra Apple por una supuesta violación de sus patentes. ¿Se inspiró Steve Jobs en este 'gadget' para revolucionar la tecnología con los productos de la manzana mordida?