Si hoy quisieras saber cómo le va a un amigo del instituto con el que perdiste el contacto o localizar a tu primer amor de adolescencia, bastaría con darte una vuelta por Facebook con su nombre y apellidos. O probar suerte en Google con las palabras adecuadas. En 1998, los internautas españoles necesitaban bastante más suerte y pericia, pero podían recurrir a una “guía electrónica” patria de direcciones de correo: “Hemos reunido para usted varios millones de emails donde podrá buscar antiguos conocidos, compañer@s de estudios o de trabajo, exnovi@s, y mucho más”, ofrecía por entonces la página de Hispavista.
El portal ya había experimentado algunos cambios desde su estreno en 1996. En dos años, sus fundadores añadieron a este directorio en formato digital –tenían que incluir los registros manualmente– secciones con contenidos, foros y noticias de diferentes temáticas que lo convirtieron, además de en uno de los primeros sitios de búsquedas de nuestro país, en una fuente de información actualizada.
Aunque las páginas de algunas universidades llevaban varios años surcando las todavía misteriosas aguas cibernéticas, la proliferación de proveedores de internet y la mejora de las conexiones impulsó definitivamente la creación de empresas relacionadas con el entorno web. Más allá del ámbito académico, Hispavista, que sobrepasa la veintena, forma parte del escaso grupo de proyectos nacidos en la internet de los noventa que hoy en día siguen vivitos y coleando, pese a encontrarse en un contexto que poco o nada se parece a aquel que les vio nacer.
Para Unai Elosegi, cofundador y director general de la empresa, llegaron demasiado pronto. “Nos costó mucho hacer entender a los usuarios qué era un directorio y que apreciaran lo bueno que era”, cuenta a HojaDeRouter.com. “Fue difícil vender lo que después Google consiguió de forma natural, en parte porque hubo otros antes que ya habían demostrado las bondades de los buscadores y en parte porque llegó en un buen momento y lo hizo muy bien”.
La falta de conocimiento sobre la Red también se interponía a la hora de encontrar un modelo de negocio. “Cuando intentábamos vender publicidad, mucha gente no sabía ni lo que era internet”, recuerda el cofundador de Hispavista. Les costó un poco lograr que las empresas pagaran por anunciarse en la plataforma, aunque finalmente lo consiguieron. Desde entonces, Elosegi y su equipo han tenido que virar el rumbo muchas veces para mantenerse a flote.
“Lo que somos hoy no tiene nada que ver con lo que éramos hace veinte años. El buscador representa una ínfima parte de nuestro negocio actual”, asegura el responsable de la firma vasca. En el sector tecnológico, y en la Web en particular, la innovación avanza rápidamente, y la única estrategia posible consiste en renovarse o morir. “En un mundo que cambia tanto como internet, todos los productos y servicios tiene sus ciclos […] Si quieres seguir en el negocio, tienes que estar continuamente cerrando unas puertas y abriendo unas nuevas”, explica Elósegui.
Si te descuidas “puede salir una nueva tecnología y dejarte fuera del mercado fácilmente”, prosigue el director de Hispavista. Por eso, ellos siempre han tratado de diversificar al máximo su oferta y de llegar a otros países, “para no depender de un solo nicho” que pueda no tener éxito entre clientes o usuarios. “Reinventarse forma parte del ADN de cualquier empresa de internet”, sostiene Elósegui. Parte del secreto radica también en elegir bien la próxima puerta que empujar: encontrar esa nueva tecnología “que es perdurable en el tiempo, que se va a quedar”. Aunque es fácil equivocarse, un fallo puede significar grandes pérdidas en términos de tiempo y dinero.
Uno de los momentos más decisivos, recuerda, fue el estallido de la burbuja 'puntocom’. “En el 2002, tuvimos que repensar lo que hacíamos y por eso lanzamos la división Hispavista Soluciones, para poner al servicio de las empresas el conocimiento que teníamos de internet”, relata Elósegui. Este tipo de cambios no se producían de la noche a la mañana, sino que se daba un proceso de “selección natural”. “Al final uno dedica más tiempo a lo que es rentable, y lo que es menos rentable lo vas abandonando. Es una cuestión de subsistencia”, afirma el empresario vasco.
Veinte años de periodismo en internet
“Empezamos en marzo de 1995 y las primeras empresas que daban conexión a internet habían surgido en enero”, recuerda el periodista Vicent Partal, confundador de VilawebVicent PartalVilaweb, un medio de comunicación en catalán que lleva más de dos décadas informando en la Red. Antes de la plataforma, ya había probado con su mujer, también periodista y su compañera en aquella aventura, a abrir una BBS (de Bulletin Board System o tablón de anuncios electrónico), “muy cutre vista desde hoy”. Más tarde crearon Vilaweb “sin saber demasiado bien lo que estábamos haciendo más allá de que era una oportunidad”, admite el valenciano.
La web nació como un directorio. “Por aquel entonces emergió Yahoo y nos pareció que su manera de ordenar información a través de un directorio era la manera de hacer periodismo”, cuenta Partal. En 1995, sobraban dedos de la mano para contar los periódicos digitales europeos: ‘Spiegel Online’ había visto la luz en octubre de 1994, solo un día antes que la edición virtual de ‘Time’, pero comenzó publicando artículos de la versión impresa. “Nadie teníamos ni idea de lo que era hacer periodismo en internet”, admite el comunicador.
Después de un año en funcionamiento, aparecieron las primeras noticias propias en Vilaweb, de nuevo por la influencia de Yahoo, una de las pocas plataformas que tenían un halo periodístico cuando “no había nadie a quién copiar”, dice Partal. Empezaron a reestructurar la página con un enfoque comunicativo, pero “hasta los años 2000 lo que hacíamos era una cosa muy de frikis”.
El arranque fue lento, en parte porque la internet de mediados de los 90 funcionaba con cuentagotas. “Te conectabas para escribir la noticia y te desconectabas”, recuerda el periodista valenciano. “El concepto de desconectarse es hoy imposible de entender”. Las elaboraban con el sistema operativo UNIX y las redactaban en HTML. “Lo hacías una vez al día como mucho. Esto de tener información las 24 horas estaba muy lejos”, señala Partal.
Como la publicidad todavía no era una alternativa viable, obtenían ingresos desarrollando webs para otras empresas. “Hicimos la primera página de Red Eléctrica de España o la de Sol Meliá”, rememora. Después pasarían a un modelo de negocio basado en anunciantes y en acuerdos con diferentes compañías, hasta que la sombra de la crisis espantó a los clientes. “En cuestión de dos semanas cayeron estrepitosamente los ingresos por publicidad, así que tuvimos que inventarnos un servicio de suscripción y reducir al mínimo la empresa”, dice Partal.
Como Hispavista, Vilaweb ha ido sufriendo distintas reformas a lo largo de los años. La plataforma se ha mudado varias veces de servidor. Primero estaba en uno londinense, donde obtuvieron un dominio .com, entonces bastante escasos: “Telefónica llamó preguntándonos cómo era posible, porque en aquel momento parecía que solo los americanos podían tenerlos”, relata divertido el periodista.
También cambiaron de nombre a Infopista, aunque pronto regresaron al original, en parte por cuestiones legales y en parte porque Vilaweb reflejaba mejor su razón de ser. “Era la ciudad de la web. Entonces se hablaba mucho de comunidades virtuales”, detalla Partal.
Los avances técnicos fueron los más difíciles de incorporar. Cuando el HTML dejó paso a lenguajes de programación más complejos, decidieron dejar la parte informática en manos de especialistas, hasta que “hubo un momento en que había más técnicos que periodistas porque todo era muy complicado”, rememora el valenciano. La situación les llevó a externalizar la gestión tecnológica. Mientras que al principio tenían sus propios servidores y trabajadores dedicados a su gestión, con el tiempo decidieron “aprovechar la infraestructura de otros”. Ahora se alojan en los almacenes virtuales de Amazon.
Pese a los obstáculos, “no ha habido ni un solo año que el proyecto no haya sido rentable, porque no teníamos otra alternativa: o ganábamos dinero o cerrábamos”, afirma Partal, quien asegura que actualmente son el medio nacido en internet más antiguo de Europa.
El predecesor español de Google
Como ha quedado patente, lo que abundaba en la Red de mediados de los 90 eran los directorios. En torno a 1996 vieron la luz ¡Olé! y Ozú, dos buscadores patrios que, en la práctica, formaban parte de la lista de catálogos o guías virtuales. Solo algunas plataformas a nivel internacional incorporaban ya versiones primitivas de las famosas arañas que Google ha popularizado. En nuestro país, la empresa valenciana ComBios desarrolló el primer motor de búsqueda patrio que utilizaba estos robots para indexar automáticamente direcciones web: Trovator.ComBios Trovator
“Eran los primeros años de internet en España y continuamente aparecían cosas que probar y desarrollar”, describe José Peris, responsable de la revolucionaria idea cuyo objetivo era “ofrecer una alternativa a los buscadores anglosajones”. Sus comienzos tampoco fueron fáciles. “Apenas existían herramientas y en el sector privado era muy caro habilitar un servidor; muchas veces nos veíamos obligados a ubicar los servicios con más tráfico en servidores en Estados Unidos porque nuestra línea en Valencia se saturaba continuamente”, señala este pionero.
Los ‘bots’ creados por Peris hurgaban en el directorio Señas (un listín de páginas mantenido manualmente por ComBios) para devolver los mejores resultados. “Al principio no se indexaba su contenido, solo el título y la descripción, luego sí comenzamos a indexarlo usando Trovator”, detalla Peris. También añadió diferentes secciones sobre temas como videojuegos, salud y educación, y adaptó los algoritmos “para que hicieran la clasificación temática en función de palabras claves y enlaces”.
La actualización continua, aunque paulatina, era el pilar de la evolución del buscador. “Intentaba aplicar herramientas de indexado de textos orientadas a español a medida que aparecían”, cuenta el valenciano. Incorporó el formato RSS y páginas en otros idiomas. Pero en septiembre de 1998 llegó Google, con un motor que Peris considera superior a los que ya existían porque “su algoritmo ordenaba mejor la información”. Pese al éxito de la multinacional californiana, las arañas de Trovator continúan respondiendo a las pesquisas de los usuarios.
El refugio pirata más antiguo
Más allá de directorios y webs de empresas y universidades, en los 90 también existían otro tipo de actividades en internet. Isla Tortuga nació en noviembre de 1996 como una plataforma de contenidos relacionados con tecnología que ofrecía, además, servicios de alojamientoIsla Tortuga . Sus clientes eran principalmente creadores de sitios que querían escapar de la vigilancia y la censura, tanto webs que distribuían programas como páginas cargadas de pornografía. Los anuncios proporcionaban a los responsables de la ciberisla los ingresos necesarios para mantener la infraestructura tecnológica.
“Al principio era una web en HTML, pero luego se convirtió en la segunda en español basada en PHP”, explica Ángel Badia, popularmente conocido como Angeloso, cofundador de la ciberisla que pronto se convertiría en el refugio de la comunidad de ‘crackers’, ‘hackers’ e integrantes de la escena ‘warez’ patria.
En 1997, la Business Software Alliance, una organización internacional que defiende los intereses de los fabricantes de ‘software’, tomó represalias legales contra los fundadores de la plataforma, que llegó a tener 4.000 visitas diarias. Les acusaba de vulnerar los derechos de propiedad intelectual y actividad ilícita con tarjetas de crédito. Los cuerpos de seguridad requisaron los equipos y les cerraron el servidor.
Sin embargo, Isla Tortuga resurgió de sus cenizas tan solo una semana y cuatro días después. Sus regentes lograron recuperar gran parte del contenido y, a partir de entonces, censuraron las prácticas ilegales en la web. “Bajó un poco el nivel de hospedados, pero se empezó a recuperar poco a poco”, indica Badia, aunque con el paso del tiempo las visitas y los anunciantes fueron mermando hasta que los clientes desaparecieron.
En 1998, la página anunciaba su cierre temporal, pero el catalán reimpulsó el proyecto desde Estados Unidos, donde se mudó durante el proceso judicial. Transformó la isla en un portal de información sobre tecnología y cambió el dominio un par de veces hasta que, en el 2012, recuperó su nombre original. “Isla Tortuga nunca ha sido rentable, sigue abierta y actualizándose lentamente por un ideal”, afirma Badia.
El peso de los años
Dos décadas dan para muchos éxitos y fracasos, ya se trate de un proyecto puramente empresarial o mantenido únicamente por entusiasmo. La única manera de mantenerse a flote en la Web durante tanto tiempo es no parar de remar: “En internet, lo que hoy es tu negocio, mañana puede no serlo”, insiste Elósegui.
En opinión de Partal, ese esfuerzo continuo representa la mayor dificultad. “Te provoca cierto cansancio no poder descansar nunca, siempre hay algo que pensar”, admite el valenciano. “Tienes la sensación de que nunca llega un punto en el que va a estar todo inventado, siempre va a haber algo nuevo”. Ojalá el agotamiento no impida que estos proyectos pioneros sigan surcando las aguas de internet al menos otra década.