Zuckerberg y su torpe intento de comprar Twitter: “Es raro, pero sigámosle el rollo”

Twitter siempre ha tenido muchos novios. Personas que quisieron invertir dinero en ese servicio de 140 caracteres o que directamente desearon adquirirlo. Uno de esos pretendientes tempraneros fue el líder de Facebook, Mark Zuckerberg, quien en 2008 quiso adquirir la joven 'startup' por 500 millones de dólares (unos 457 millones de euros al cambio actual).

En aquel entonces, ya lo sabemos, Twitter no aceptó la propuesta. Lo que ahora hemos conocido de nuevas es la intrahistoria de aquella jornada en que se hizo la oferta, o al menos la versión de uno de sus protagonistas. Biz Stone, cofundador de Twitter, publicó un libro, 'Cosas que me contó un pajarito', en el que desgrana su vida personal y profesional. Y entre consejos motivadores para todo aquel que lo lea, cuenta anécdotas tan jugosas como la del día que Facebook estuvo a punto de comprar Twitter.

Mark Zuckerberg no queda muy bien en su versión, precisamente, pero comencemos la historia por el principio. Últimos meses de 2008. Evan Williams acaba de relevar a Jack Dorsey como consejero delegado de Twitter, no sin cierta polémica alrededor. Un día, Biz despierta en su casa de Berkeley. Se pone una simple camisa blanca que encuentra en el armario. No es su vestimenta habitual, pero su pareja, Livia, le recomienda que la vista, y a él también le había llamado la atención.

Dos horas después, ya en las oficinas de Twitter, a las que va andando y en transporte público, se mostraría arrepentido: estaba sudado y se notaba en la camisa. “Sabía que aquella elección había sido un error”, escribe en el libro. Al llegar le dicen que regrese a la calle, que Ev lo está esperando en su coche.

‒ ¿Adónde vamos?

‒ A Palo Alto.

Ev conducía a gran velocidad (le gusta correr) por la 101 Sur. Le explica a Biz que no van a su antigua empresa, Google (ambos estuvieron en el equipo de Blogger, que Ev había creado antes de ser comprada por el gigante del buscador), sino a Facebook: van a ver a Mark Zuckerberg. “Facebook nos quiere comprar”, le suelta Ev sin apenas inmutarse.

A gran velocidad por las carreteras de California, “entrando y saliendo del carril rápido” y con una camisa que incomodaba sobremanera a su portador, comienzan las dudas: “Pero, ¿queremos que nos compren?”, pregunta Biz. “No lo sé, probablemente no”, responde Ev. Biz insiste y Ev reconoce que no quiere vender.

Aunque el nuevo CEO no creía que llegaran a hablar de cifras, Biz sugirió que, ya que no querían vender, pensaran en “un precio tan ridículo que nadie esté nunca dispuesto a pagarlo. De esta forma, cumplimos con la obligación de hablar del tema pero salimos de la encrucijada”. A Biz no se le ocurre cifra mejor que 500 millones de dólares: “Bajábamos a toda máquina por la 101 riéndonos a carcajadas, imaginando lo divertido que sería si Mark Zuckerberg nos preguntaba por cuánto venderíamos la empresa”.

Luego se les helaría la sonrisa. Y no solo porque Zuckerberg propondría esa cifra, sino porque, según el relato de Biz, aquel debió de ser uno de los días más surrealistas de su vida.

Esto es Facebook

Al llegar a la sede de Facebook, una recepcionista les entregó sendas tarjetas identificativas de visitantes y les pidió que las llevaran visibles. Cuando las colgaron en sus camisas (sí, Ev también llevaba camisa), los llevaron a ver al todopoderoso Mark.

Nada más conocerlo y tras las presentaciones oficiales, comenzaron las situaciones extrañas. Zuckerberg les dijo: “No hacía falta que llevarais identificación”, algo que negaron los tuiteros: “Sí, sí que hace falta. Nos lo ha dicho la mujer de recepción”, contestó Ev. Zuckerberg pareció hacer caso omiso y les preguntó si querían conocer las oficinas. “Le dijimos que por supuesto”, recuerda con los años Biz.

Sin embargo, el recorrido no parecía el propio de un guía experimentado: “Mientras lo seguíamos, él gesticulaba hacia un grupo de gente que trabajaba con sus ordenadores y decía cosas tipo: 'Estos son algunos integrantes de nuestro equipo, trabajando'. Obvio”. Al lado de los ascensores había una pared con grafitis. “Nos dijo: 'Este es nuestro muro de los grafitis'. Desde luego que lo era”.

El ascensor los llevó a la planta baja. Zuckerberg los invitó a seguir viendo edificios. Ev y Biz se miraron “con una mirada que decía: 'Esto es un poco raro, pero sigámosle el rollo'”.

Entraron en otro edificio, donde había más gente trabajando. Y sí, Zuckerberg describió la situacion de la misma manera: “Aquí veis a más gente trabajando”. Ev tuvo que aguantarse la risa. En aquel lugar, Mark los llevó a una pequeña sala para hablar. Apenas cabían una silla y un sofá.

Al entrar los tres, Ev preguntó si dejaban la puerta abierta o cerrada. Mark respondió: “Sí”. ¿Qué clase de respuesta era esa? “Ev se quedó quieto un momento, esperando a que Mark rectificara su respuesta, pero al ver que no llegaba ninguna instrucción más, dijo: 'Vale, la dejo entreabierta', y ajustó con cuidado la puerta hasta una posición ligeramente entornada”.

Resumiendo: habían ido a Palo Alto a hablar de una oferta que no pretendían aceptar, Biz vestía una camisa con la que estaba incómodo, Zuckerberg les había paseado por dos edificios explicándoles obviedades y ahora se encontraban apretados en una sala minúscula donde cualquiera que pasara o estuviera cerca podría oír de lo que hablaban. Por suerte, las tarjetas identificadoras que supuestamente no debían llevar también cabían.

Mark fue al grano: “Cuando se trata de asociaciones, no me gusta hablar de números. Pero, si pusierais una cifra, os podría decir sí o no de inmediato”. Tras unos segundos, Ev contestó con la cifra mágica: 500 millones de dólares. “Es una cifra muy elevada”, respondió el de Facebook. Y Biz decidió contestarle con una broma: “Has dicho que dirías sí o no, pero en cambio has dicho: 'Es una cifra muy elevada'”.

Ev se rio, pero Mark no.

Zuckerberg los invitó a comer. Evidentemente, el almuerzo también tuvo su punto anecdótico. El jefazo los llevó a la cafetería de la empresa, en otro edificio de la sede de Palo Alto. “Había una cola larguísima que salía por la puerta y daba la vuelta a la manzana”, describe Biz en su libro. Ev creyó que había que ponerle algo de humor a la espera: “¿No eres el jefe? ¿No puedes saltarte toda la cola del restaurante?”. El susodicho jefe lo miró y dijo: “Aquí no hacemos las cosas así”. Y dio la espalda a ambos.

La situación se estaba poniendo muy tensa y Biz decidió huir de allí. Sacó la que denomina “mi excusa de emergencia habitual”: “Oh, Dios mío, Ev. ¡Tenemos aquello!”. Su compañero le entendió y Biz le dijo a Mark que se marchaban, que tenían “una cosa” que les esperaba en el despacho. “Tal vez me creyó o tal vez no”, explica ahora Biz, “pero como era evidente que hablábamos idiomas distintos, era imposible saber cómo se lo tomó”.

La oferta de los 500 millones de dólares

Esa misma semana recibieron una oferta formal de Zuckerberg: una mezcla de dinero en efectivo y acciones que sumaba, cómo no, 500 millones de dólares. Lo que había empezado como una broma de Biz Stone se terminó convirtiendo en algo real. ¿Quién sabe? Si hubiese dicho una cifra más alta en el coche la propuesta podría haber sido mayor...

En su libro, Biz califica la oferta como una “sorpresa tremenda y un día de celebración para Twitter”. Ev redactó una carta para la junta de accionistas en la que explicaba que no estaban preparados para vender: Twitter tenía potencial y apenas estaban dando los primeros pasos.

No les faltaba razón: ahora la empresa vale en bolsa más de 10.000 millones de dólares, unos 9.000 millones de euros, aunque depende del día. Recientemente superó los 11.500 millones de euros, cuando se rumoreó que había varios pretendientes interesados. Porque a la red del pájaro azul no dejan de salirle supuestas novias, incluida Google. Habría que preguntarse si todas hacen reuniones tan surrealistas como las de Mark Zuckerberg.

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Las imágenes son de Scott Beale, JD Lasica, Ian Kennedy y Jakob Steinschaden