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Monero, la alternativa a Bitcoin que se ha convertido en la divisa de los criminales

No es la más famosa y, de hecho, no fue diseñada precisamente para convertirse en la criptomoneda más popular del mundo. Aunque Monero comparte algunas características con Bitcoin, es precisamente lo que la diferencia de la divisa creada hace casi una década por Satoshi Nakamoto lo que ha hecho de ella la herramienta idónea para comerciar con productos o servicios ilegales en la internet oscura. La principal razón de su éxito es que proporciona un anonimato absoluto a la hora de hacer transferencias.

“Monero está trayendo al mercado más oscuridad y más facilidad para cometer actos criminales y ser pagado por ello”, afirma Pablo Fernández Burgueño, jurista socio de Abanlex y miembro del grupo de expertos en 'blockchain' de Europol. Su éxito, por desgracia, lo demuestra: Monero (que significa “moneda” en esperanto) fue la criptodivisa con mayor crecimiento en 2016, ya que su valor se multiplicó casi por 27 en solo un año. Si hace doce meses un monero se cambiaba apenas por 50 céntimos de euro, hoy la conversión se sitúa en torno a los 12 euros (con las habituales fluctuaciones de las criptodivisas).

El punto de inflexión llegó el pasado mes de agosto. Fue entonces cuando AlphaBay, una de los principales puntos de venta de drogas en la internet oscura, anunció que comenzaba a aceptar pagos en moneros por sus ilegales productos. “La gente que quería comprar drogas, y otros simplemente por especulación, empezaron a comprar moneros, de tal forma que la demanda superó a la oferta y su valor ascendió”, explica Fernández Burgueño. “Además, se cree que desde la propia AlphaBay se compró una gran cantidad de moneros antes de decir que iba a aceptarlos para especular ellos mismos manipulando el mercado”.

Más privacidad que Bitcoin

“A pesar de que Bitcoin se empezase a usar en la ‘deep web’, porque no es necesario dar tu nombre y apellidos para tener un monedero de bitcoines, lo cierto es que no fue diseñada para eso. Sin embargo, Monero sí”, explica Alberto Gómez Toribio, director de tecnología de la ‘startup’ especializada en criptodivisas Clluc. En concreto, la principal diferencia entre una moneda y otra es que la creada en 2014 hace que las transacciones sean totalmente opacas: no hay forma alguna de conocer cuánto dinero se mueve o en qué dirección lo hace.

“Yo meto los moneros que te quiero enviar a ti en una bolsa, igual que muchísima otra gente mete los moneros que les quieren enviar a otros”, explica Fernández Burgueño. Una vez mezclados, el caos está servido: los destinatarios del dinero recibirán la cantidad que se les envió, pero no exactamente los moneros originales que salieron de la cuenta del emisor. “A ti te va a llegar la cantidad que yo quiero, pero no los mío, te van a llegar otros, de otra persona. Mientras tanto, a esa otra persona le van a llegar los moneros que quería recibir, pero no los de quien se los había enviado, sino los míos”, resume.

Además, Monero prepara ya la implementación de otra característica con la que no solo las transacciones serían imposibles de rastrear, sino que las direcciones IP de los involucrados también estarían ocultas. Se trata del ‘software’ I2P, con el que el anonimato se llevará otro paso más allá: si bien en el caso del envío de bitcoines el destinatario no conoce la dirección IP del remitente, aquellos que minan la criptomoneda creada por Nakamoto sí pueden saber cuál es. Sin embargo, cuando se implemente esa tecnología en Monero, ni siquiera ellos podrán saberlo.

Monero es una de las pocas criptomonedas que no se han creado a partir de la tecnología de Bitcoin. En concreto, se levantó sobre el protocolo CryptoNote, un sistema de cifrado que hace que las transacciones no estén firmadas por una sola persona, sino por varias a la vez. Para ello, el sistema divide la cantidad de moneros en dos partes (desiguales) y mezcla ambas con los moneros de otros usuarios. “Al final lo que hace es ofuscar, mezclarlo todo para hacer las transferencias de tal manera que sea imposible saber el origen de los fondos y cuál es el destino”, resume Fernández Burgueño.

Imposible de rastrear

Esas diferencias entre Monero y Bitcoin son las que hacen que, a día de hoy, la criptodivisa que más creció en 2016 sea la cómplice ideal de aquellos que pululan por la internet oscura ofreciendo o adquiriendo productos de indudable ilegalidad. De hecho, la autoría de algunos delitos que con Bitcoin sería rastreable, con Monero resulta imposible de determinar.

Así lo explica Gómez Toribio, que hace año y medio presentó a Europol una herramienta que permitió identificar a los responsables del ‘ransomware’ CryptoLocker, que cifra archivos almacenados en el disco de la víctima para luego pedir una suerte de rescate en bitcoines. “Fuimos capaces de identificar a dos empresas responsables: una se llama Profit12 y tiene su sede en Reino Unido y la otra está en Estados Unidos y el FBI sigue tras su pista”, recuerda. “En el caso de Monero, habría sido directamente imposible”.

“Como no sabemos el dinero que entra o sale de una cuenta de Monero, podría depositarse instantes después en una casa de cambio y no habría forma de saber de dónde viene ese dinero”, resume Gómez Toribio.

Ante la situación que plantea el anonimato proporcionado por Monero, las autoridades ya están dando la voz de alarma. El FBI ya lo ha hecho y la española Oficina Nacional de Investigacion del Fraude (ONIF), dependiente del Ministerio de Hacienda, investiga ya las transacciones realizadas con Bitcoin y, además, cuenta ahora con un área de investigación sobre Monero y otras criptomonedas que permiten el anonimato. Mientras tanto, “en el grupo de expertos de Europol lo que estamos haciendo también es investigar este tipo de acciones para poder prever las consecuencias que se vayan a derivar de este movimiento”, explica Fernández Burgueño.

El lado bueno de las cosas

La privacidad que proporciona Monero no solo sirve para financiar actividades delictivas. De hecho, hay un caso de uso completamente lícito: que el propietario de moneros no quiera que se sepa cuánto dinero tiene.

“Hay personas que deciden tener el dinero bajo el colchón de casa porque se sienten más seguros y porque no quieren que nadie sepa que tienen mucho dinero”, ejemplifica Gómez Toribio. Además, el responsable de Clluc explica que esa relativa transparencia de Bitcoin puede poner en problemas a algunos usuarios de la criptodivisa: “Se ha dado el caso en Estados Unidos de usuarios que han publicado cuál es su dirección de Bitcoin para recibir donativos y, así, cualquiera puede saber cuál era el balance de su cuenta”, explica. “Al darse cuenta de que esas personas tenían decenas de miles de euros en bitcoines, han sido atacadas o incluso secuestradas para que den su clave y así poder acceder a todos sus fondos”.

No obstante, Monero no es la única criptodivisa que aporta anonimato a las transacciones. De hecho, mientras esta comenzaba a ser aceptada en la internet oscura, llegaba al mundo del dinero digital Zcash. “Es otra moneda, más avanzada que Monero, que está específicamente diseñada para esto: para mantener el anonimato con un fin muy concreto, que no es otro que comprar armas y drogas a través de internet”, explica Gómez Toribio.

Como sucede con el dopaje en el deporte, las técnicas para lograr el anonimato en las transacciones ilegales a través de la Red avanzan más deprisa que los sistemas para controlar el flujo de dinero. No obstante, el propio Gómez Toribio señala que el final de estas criptodivisas podría estar cerca.

Al menos en territorio europeo, donde Europol pretende convencer a los estados miembros de que las casas de cambio tengan que identificar a las personas que operan con este tipo de monedas y de que, además, exijan una prueba del origen de los fondos. “Eso va a hacer que criptomonedas como Bitcoin sigan siendo viables, pero que otras como Monero o Zcash no lo sean, porque es imposible probar, aunque quieras hacerlo, de dónde viene el dinero”, sentencia.

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Lealana, WorldCoinIndex, Christiaan Colen y Doug Kline.