El caos de la famosa web de Homer Simpson, con su cacofonía y sus descontroladas imágenes en movimiento, se queda ya en un simple chiste si lo comparamos con lo que tienen que sufrir a diario millones de internautas. Si los molestos anuncios que salen de la nada o acaparan toda la pantalla te sacan de tus casillas, imagina lo que pueden suponer para los usuarios invidentes que navegan de oído.
“El principal problema es que no logran salir de ahí, se quedan bloqueados en esa publicidad”, explica a HojaDeRouter.com el profesor de la Universidad de Alicante y experto en accesibilidad web Sergio Luján. Sucede así porque la publicidad invasiva dificulta la labor a los lectores de pantallalectores de pantalla, esos programas capaces de leer y explicar el contenido de una página para que las personas ciegas puedan orientarse.
Cuando la publicidad aparece, o al menos durante los primeros segundos (mientras carga), la confusión es la sensación dominante. Tras acceder a una web cargada de anuncios, en lugar de escuchar la descripción del contenido, el internauta invidente solo escucha al lector de pantalla vomitando un código indescifrable. Podría ser publicidad o un error de la página. El usuario tiene que esperar a que el misterio se desvele por sí solo.
Y este es el mejor de los casos, pues el usuario sabe al instante que hay algo en pantalla distinto a lo esperado. La situación empeora si todo lo que oye es silencio. “Sabes que hay imágenes pero no tienen una descripción alternativa para las personas ciegas”, explica Lourdes González, usuaria invidente y responsable de Desarrollo de Negocio y Conocimiento de Ilunion, el grupo empresarial de la ONCE. La causa es que los 'banners' rara vez están etiquetados con un texto para los lectores de pantalla. No es algo que preocupe a sus diseñadores.
Son muchos los problemas que le pueden surgir a un internauta ciego por culpa de la publicidad. Uno de ellos se produce cuando, al hacer clic en un enlace, se abren varias pestañas o una nueva ventana con anuncios. Tras comprobar lo que ha sucedido gracias al lector de pantalla, un atajo de teclado es suficiente para cerrar las que no son interesantes.
“El problema se produce cuando en la misma página están la publicidad y el contenido útil”, aclara el investigador invidente experto en accesibilidad Jonathan Chacón. Primero, porque “no somos conscientes de la parte que ocupa la publicidad”, explica González. No hay ninguna orientación respecto al tamaño de los 'banners'.
Segundo, porque la cosa se complica cuando los anuncios incluyen un vídeo o cualquier tipo de contenido multimedia que se reproduce automáticamente al entrar en la web. “Aunque haya un botoncito que diga ‘cerrar’ y ese botoncito esté bien etiquetado para que mi lector me lo lea, ese sonido publicitario suena tan alto que ahoga la voz del lector, no lo oigo”, describe Lourdes. En este caso, la única solución pasa por esperar a que el ruido publicitario cese para retomar el control o, en caso de que sea insoportable la incomprensible algarabía, cerrar directamente la pestaña.
La dichosa X
Incluso sin dificultad añadida para ver lo que se muestra en pantalla, localizar el diminuto botón a veces resulta complicado, sobre todo si se encuentra en un lugar inusual o solo aparece cuando ya han transcurrido varios segundos. Sin ver, claro, la dificultad es mayor. “El problema no solo es el tiempo que se tarda en averiguar dónde cerrar la publicidad, sino que además este tipo de publicidad suele venir en cascada… Cierras una y te aparecen dos más”, protesta Chacón. Así, el propio investigador estima que “la pérdida de tiempo es de un orden de 1 a 6 minutos de media”.
La solución que él mismo propone, más allá de respetar las pautas de accesibilidad establecidas por el W3C, pasa por seguir el ejemplo de la conocida como Ley de Cookies. “Es necesario que haya una ley que obligue a que haya un mecanismo claro, sencillo y accesible de eludir o cerrar esta publicidad”, opina.
Sin embargo, el panorama normativo a este respecto parece desolador: si bien el Real Decreto 1494/2007 ya obligaba en 2008 a las Administraciones y las empresas con financiación pública a cumplir con estas reglas del diseño accesible, lo cierto es que ni sitios como el de Renfe lo cumplen hoy en día.
Precisamente los avisos de ‘cookies’ son un buen ejemplo de cómo deberían diseñarse los anuncios. “El lector de pantalla a mí me dice ‘este sitio tiene cookies’ y que hay un enlace debajo: 'Cerrar'. Y ya está. Lo cierro”, resume González.
Las alternativas
Cuando las personas ciegas visitan una web cargada de publicidad, no tienen el control de lo que sucede hasta pasados unos segundos o minutos. No obstante, cuando el diseño de una web y sus anuncios deja que desear, la costumbre pone de su parte: “Al final la barrera esta ahí, sabes que existe y aprendes a convivir con ella. Aprendes a sortear dónde esta esa barrera para llegar a la información que te interesa”, se lamenta González.
Mientras tanto, las empresas que están detrás de estos 'banners' y las webs que los incluyen no parecen ser conscientes de la situación. La propia González explica que, según un estudio actualizado que están llevando a cabo en Ilunion, la accesibilidad en las páginas de información (tanto de prensa escrita como de radio y televisión) deja mucho que desear. “Los resultados son malísimos”, sentencia.
No obstante, como usuarios, le tienen tomada la medida a la internet patria y saben cuál es la forma más sencilla de acceder a lo que buscan. Así, estar al tanto de la actualidad a través de redes sociales como Twitter o usar las aplicaciones móviles de los medios de comunicación son, en la mayoría de los casos, las mejores vías para estar informado sin caer en el caos de la publicidad invasiva.
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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de Karola Rieger e Ilunion.