“Estoy en Raqqa y recibí amenazas de muerte. Cuando el ISIS me arreste y mate estará bien, porque me cortarán la cabeza. Tengo dignidad y eso es mejor que vivir humillada por ellos”. Estas fueron las últimas palabras de Ruqia Hasan, una activista opositora al régimen de Bachar Al Assad y al autoproclamado Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés)últimas palabras de Ruqia Hasan y muy crítica con ambos. Se cree que la organización terrorista la capturó en julio y la asesinó en septiembre, aunque sus compañeros no se cercioraron hasta finales del año pasado. Los captores habían estado utilizando su cuenta de Facebook para obtener información sobre otros activistas.
Desafortunadamente, no es la única víctima del ISIS. Desde principios de 2014, al menos cinco activistas han sido asesinados a manos del grupo. Solo en 2015 el ISIS mató a otros tres en suelo turco, dos de ellos decapitados en su piso y el último, Naji Jerf, tiroteado a plena luz del día al sur del país. La procedencia de todos es la misma: Raqqa.
Al norte de Siria, junto a la frontera con Turquía y a poco más de 200 kilómetros de Hama, donde comenzó la pacífica y ahora frustrada revolución siria contra el régimen de Bashar Al Assad, la vida de Raqqa discurre en tinieblas, a trompicones, enfrentándose en cada esquina con quienes quieren apagarla. Lo hace entre una lluvia de bombas y un ambiente tan represivo, angustioso y terrorífico que corta el aire y los cuellos de quienes se atreven a cuestionar el nuevo orden.
A falta de periodistas sobre el terreno - tanto nacionales como internacionales -, el sufrimiento, los secuestros, las crucifixiones, las decapitaciones y las prohibiciones que el ISIS ha impuesto a esta zona se retransmiten gracias a una pequeña ventana virtual que se abre al resto del mundo. La campaña 'Raqqa is Being Slaughtered Silently'Raqqa is Being Slaughtered Silently (RBSS), en torno a la que se organiza un grupo de activistas para publicar contenidos en árabe e inglés, es la alternativa más potente. Su nombre es, a la vez, un mensaje: “Raqqa está siendo masacrada en silencio”. Según cuenta a HojaDeRouter.com el activista de RBSS Abu Ibrahim, que habla con nosotros tras un pseudónimo, “refleja la verdadera situación que se vive”.
Desde hace un par de años, los colores de esta provincia se han ido tiñendo progresivamente con el negro de las banderas impuestas por el ISIS. Este lugar, que curiosamente fue el primero en ser liberado de las garras del régimen por el Ejército Libre Sirio, es el mismo que el grupo armado ha secuestrado para utilizarlo como capital de sus dominios.
La primera vez que el ISIS crucificó a uno de sus prisioneros, fue el propio Abu Ibrahim quien se lo contó al mundo. Gracias a una cámara oculta que guardaba en su manga, grabó la escena con manos temblorosas. Unas semanas después de la llegada del grupo terrorista, el 16 de abril de 2014, el joven, que había participado en la revolución, miraba pensativo su portátil recordando las crueldades que había presenciado. “Me decía a mi mismo que no podía seguir esperando para hacer algo”, confiesa.
Sabía que nadie iba a contar lo que estaba ocurriendo en Raqqa y se movilizó para hacerlo él mismo, con ayuda de otros ciudadanos. En un rato creó la página de Facebook (que tiene actualmente más de 300.000 seguidores) y la distribuyó entre sus contactos para que más gente se uniera a “una campaña contra el ISIS”, como él mismo la define. Después crearon vías seguras de comunicación entre los voluntarios que se unieron a la alianza. Un par de días más tarde llegó el Twitter, que ahora tiene más de 53.000 seguidores; y en cuatro meses ya tenían la web, que se actualiza con toda la constancia posible.
Ibrahim nos cuenta que son 18 los miembros implicados desde Raqqa, a los que se unen decenas los voluntarios que esporádicamente aportan cualquier dato relevante que pueda ser publicado. “Muchos quieren unirse, no les gusta el ISIS y no lo quieren en Raqqa. Al final todo el mundo envía información relacionada con ellos, pero nadie puede hacer nada para echarlos”, se lamenta Abu Ibrahim.
La mayor parte son aún jóvenes universitarios, amigos, que utilizan las redes sociales, una arriesgada conexión a internet y unos cuantos ordenadores con conexiones cifradas para comunicarse con el exterior mientras ponen en juego su vida. Desde fuera, otra decena de personas ayuda en la labor. A ellos se unió hace un par de meses el propio Abu Ibrahim, en cuanto tuvo la oportunidad de escapar.
Son “periodistas ciudadanos que se han convertido en una de las pocas fuentes fiables e independientes de noticias en la ciudad”, asegura Sherif Mansour, activista y portavoz de Comité para la Protección de los Periodistas, una organización sin ánimo de lucro que defiende la libertad de prensa en zonas de conflicto. Sin ellos, las diarias violaciones de derechos humanos y las prácticas medievales del ISIS podrían pasar desapercibidas. La represión ocurriría a espaldas del mundo: sin cámaras, sin mensajeros, la población moriría sin pruebas. Gracias al RBSS, aunque se sigan perdiendo vidas, al menos nos enteramos.
Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras o Amnistía Internacional pueden denunciar lo que ocurre gracias a su información. Saben, entre otras cosas, que alrededor del 70 % de los que se han unido a los terroristas en Raqqa son extranjeros procedentes de Europa, Australia y América, que se desplazan hasta allí con mujeres e hijos y a los que se colma de unos privilegios con los que la población local no puede ni soñar.
Desde RBSS documentan todo tipo de acontecimientos y “proporcionan al mundo una contranarrativa a la versión producida hábilmente por el Estado Islámico”, añade Mansour. Se refiere a esa “atractiva” propaganda del ISIS que intenta convencer a más jóvenes para que se unan a sus filas. También intentan revelar la localización de sus sedes y lugares de entrenamiento para que los bombardeos, al menos, se dirijan a estos puntos y no a los civiles. Según sus denuncias, el lugar es blanco de todo tipo de munición con la excusa de la presencia del ISIS.
Este arriesgado trabajo tiene que superar muchos obstáculos en un país, Siria, considerado desde 2013 el más peligroso para los informadores. Entre otras cosas, la conexión a internet en Raqqa no es estable desde ese mismo año. “Los bombardeos destruyeron muchas de las infraestructuras”, explica Abu Ibrahim, y en julio del año pasado el grupo terrorista prohibía acceder a la Red a todos los ciudadanos de la provincia. “No quieren que la gente tenga internet ni televisión”, añade, para asegurarse de que “todo el mundo está bajo control y cumple sus reglas”.
Los periodistas ciudadanos esquivan las restricciones con dispositivos de conexión vía satélite desde lugares secretos. Sin embargo, sigue siendo peligroso utilizarlos “porque pueden detectar la señal”. Por eso el intercambio de información tiene que hacerse con rapidez y la conexión debe cortarse de inmediato cuando se haya enviado.
Quienes reciben las noticias están al otro lado de la frontera, supuestamente fuera de peligro. Ellos se encargan de publicarlas en las redes y de hablar con periodistas extranjeros para que les den difusión, puesto que, en principio, los de dentro no pueden comunicarse con nadie del exterior ajeno a la campaña (por cuestiones técnicas y también por motivos de seguridad). “Esa es la única forma de asegurarnos de que la información esté a salvo y llegue”, afirma Ibrahim, aunque lo haga, generalmente, con un par de días de retraso.
Aún así, los combatientes del ISIS organizan registros periódicos, casa por casa, en busca de los integrantes de la red activista clandestina. Por precaución, nunca se desplazan juntos cuando van a cubrir un evento. Por ejemplo, si va a tener lugar una ejecución pública, se coordinan para grabarla cada uno desde una posición diferente (desde una tienda, desde primera línea, desde un edificio cercano...) Abu Ibrahim admite que no es fácil informar con miedo a ser encontrado en cualquier momento.
Raqqa es uno de los lugares “más censurados y peligrosos” para ejercer el periodismo, indica Mansour. Un lugar donde pueden arrestarte y acusarte de espionaje solo por tomar fotos de la ciudad o escribir una opinión en Facebook, excepto si es propaganda del ISIS que anime a otros a unirse a la causa.
“Por culpa de esta campaña el ISIS está furioso, y ha dicho que quien encuentre a algún miembro puede matarle”, dice Abu Ibrahim. La resistencia virtual y pacífica ha convertido a este tipo de activistas en el número uno en la lista de los más buscados por los terroristas e incluso les han definido como “enemigos del señor”. No saben cómo están logrando esconderse y, a pesar de las dificultades, no han parado de difundir contenido en las redes.
¿Miedo a morir? Por supuesto. “Somos humanos, claro que tenemos miedo a morir”, señala Abu Ibrahim. Algunos compañeros han sido asesinados porque la campaña está siendo “muy efectiva y necesitan pararla. Somos peligrosos”, asegura. Lo más importante es que luchan en el mismo escenario que su enemigo. “Ellos utilizan las redes, reclutan a gente y nosotros también”. Y seguirán haciéndolo a menos que el ISIS los mate a todos o abandone la ciudad de Raqqa.
Ibrahim define la Red como un campo de batalla virtual donde, quien venza, ganará la guerra. Para ello, asegura, es necesario que los de fuera reciban este mensaje: “No creáis al ISIS, no creáis que existe un califato. No os unáis a él porque si venis a Raqqa lo perderéis todo”.
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