“En casa le llamamos Abraham, por su nombre. Él es mi hijo, el personaje se queda fuera”, dice Isabel. Sus amigos de Málaga y casi 1.400.000 internautas le dicen Sr. Cheeto. Como explica Mari Carmen, con su hija Abigaíl ocurre igual: solo sus primos pequeños la llaman Adelita, a modo de broma. Así, y como Abi Power, la conocen también en internet cientos de miles de personas.
Ellos son jóvenes de 23 y 24 años que se han hecho un importante hueco en el negocio digital a base de un particular sentido del humor. Ellas, de 53 y 50 años, han entrado en el mundo de los 'youtubers' casi por obligación. Conocen los inicios más chapuceros y, a pesar de lo insólito de su oficio, han asimilado que la Red se ha convertido en la mejor ocupación que podrían desear para sus hijos. Estas mujeres son las que mejor conocen todos los secretos que se esconden detrás de sus cámaras.
A la madre de Adelita Power no le cogió por sorpresa: desde que era pequeña supo que se dedicaría a algo así. “Siempre estaba haciendo el payaso, imitaciones...”, explica a HojaDeRouter.com. “Y quiso estudiar interpretación o arte dramático en Sevilla, pero por circunstancias de la vida no pudo ir”. Antes de ser popular como 'youtuber' ya tenía un grupo de teatro con el que también grababa vídeos.
La carrera profesional de Abigaíl comenzó en un dormitorio de Jerez de la Frontera que en 2012 se convirtió en su plató. Dos años después, su andadura siguió en Madrid. En tierras andaluzas se encerraba en el cuarto y, desde fuera, tenían la sensación de que hablaba sola. Su madre pensaba que “algo pasaba con la niña” y al final tuvo que confesarlo: “Mamá, voy a grabarme para subirlo a internet”.
Desde entonces, Mari Carmen ha ido comprendiendo ese mundillo y ahora incluso le extraña la reacción de otros padres que no aceptan el trabajo de sus hijos. “Conozco compañeros de ella a los que incluso les han llevado al psicólogo y les tenían prohibido hacer vídeos porque pensaban que eso no era normal”.
En casa de 'los Power', sin embargo, las cosas fluyeron desde el principio, y por eso su familia siempre ha visto los vídeos en exclusiva antes que nadie. Al comienzo, el día a día de Abigaíl seguía siempre la misma rutina: llegaba del instituto, donde estudiaba un módulo de formación profesional en audiovisuales, comía, avisaba a su madre de que iba a grabar, cerraba la puerta del salón, del pasillo y de la habitación para que no se escucharan los ruidos de fuera, y se convertía en Adelita.
Otras veces pedía silencio en casa, desplegaba su escenario en medio del pasillo y actuaba. Su madre y su hermano se quedaban callados en el salón, cómplices, hasta que la actriz de la familia daba permiso para volver a hablar.
A Isabel, su hijo no le explicó la situación hasta que todo comenzaba a tomar forma. Antes de eso, él mismo lo consideraba un pasatiempo sin mayor repercusión, algo entre amigos, una pasión como la que sentía de niño por los videojuegos. Después no tuvo más remedio que abrirse y confesar, tratando de que su familia comprendiera la oportunidad que se le estaba presentando. “Me dijo que hacía vídeos, que los subía a YouTube. 'Vale, pero ¿y eso qué es?', le pregunté yo, que no entendía absolutamente nada”, recuerda su madre. De eso han pasado ya más de tres años.
Él le enseñó algunos trabajos, le explicó que miles de personas le seguían y que la gente ya le conocía por la calle o cuando iba en coche. Ella solo fue consciente de la realidad cuando vio con sus propios ojos que se le acercaban extraños para hablarle. “Claro, yo alucinaba y le preguntaba si les conocía”, nos relata. Evidentemente, no era así.
Abraham no hacía tanto ruido como Abigaíl a la hora de desplegar sus virtudes frente a la cámara. Se convertía en Sr. Cheeto aprovechando la ausencia de sus padres y solía grabar cuando Isabel estaba trabajando. Cuando la mujer veía los vídeos, descubría en ellos su cocina de Málaga, que momentos antes había estado llena de harina y trastos. “Después limpiaba todo y dejaba la casa como estaba, así que cuando llegaba yo me lo encontraba igual que antes”, dice. Por eso reconoce que, si no le hubiera enseñado los vídeos, ni se hubiera enterado.
A diferencia de Abigaíl, Abraham nunca fue el típico niño que tenía claro qué quería ser de mayor. Cuando empezó a experimentar con internet estaba en tercero de Magisterio y, como muchos otros estudiantes, no tenía un sueldo a fin de mes. Eso cambió cuando su canal empezó a darle ingresos, aunque su madre no llegaba a comprender cómo obtenía el dinero.
“Yo jamás pudiera haber pensado que pudiera vivir de internet”, admite. “Él me lo decia: 'Mamá, que yo de esto puedo vivir'. Y yo le decia: '¿Pero tú cómo vas a vivir de esto?”. Ahora es obvio a quién dio el tiempo la razón.
Por aquel entonces dedicaba demasiado tiempo a ser Cheeto y poco a estudiar, así que hizo balance sobre lo que tenía y lo que podía llegar a tener y tomó la decisión definitiva: apostar al 100% por YouTube. Isabel se mostraba reacia, le animaba a terminar sus estudios, pero él insistía en que ese “era el momento” adecuado y no estaba dispuesto a estudiar unas oposiciones que, desgraciadamente, no le iban a dar un futuro aunque obtuviera buenas calificaciones.
Sus padres acabaron accediendo a que se fuera a Madrid para trabajar y estudiar realización. Tiempo después, cuando vieron que se mantenía sin ayuda, se dieron cuenta de que era posible dedicarse a esto y de que no podían obligarle a renunciar. “Son cosas que no comprendo, pero lo más importante en esta vida es que él sea feliz”, sentencia. “Te acostumbras”.
Los mejores fans
Mari Carmen conoce todas las técnicas de su hija. Explica que es de esas personas que trabajan mucho antes de grabar, que va andando por la calle y apunta ideas en una libreta o en el móvil. Después, para un vídeo de tres minutos, tal vez graba durante 20 o 30, lo monta y lo edita. Aprendió sola y desde casa, con el Sony Vegas. “Lo trae en la sangre, sirve y ya está”, afirma su orgullosa madre.
“Me riñe porque dice que soy su 'community manager'”, bromea. Cada vez que le encargan un vídeo, le pide opinión e inspiración. “Me dice: 'Mamá ponme esta voz, tírame este cacharro a la cabeza'”, y ella misma le compró un croma verde que aún sigue utilizando. “A veces lo enganchamos a la puerta del lavadero, a la de la cocina. Me dice: 'Mamá, estira por aquí que se ve una arruga'”, comenta entre risas. La madre, mientras tanto, anima a Abigaíl a que apueste por los monólogos.
Tanto Isabel como Mari Carmen siguen con interés la trayectoria de sus hijos. Para sus primos, Abraham es un ídolo, y el orgullo de la familia desde el punto de vista de unos abuelos que, aunque no llegan a comprender lo que hace, siempre presumen de su trabajo. Por eso, y aunque solo sea un personaje ficticio, Cheeto acaba convirtiéndose siempre en la conversación perfecta de Nochebuena.
La madre de Abigaíl define a la suya como una “familia tecnológica”: el primer televisior que tuvieron en casa lo montó su padre, y la niña, desde que tenía dos o tres años, tuvo la suerte de aprender a usar el ordenador. Tal vez por eso ella no es una madre como las demás. No pierde la pista a su hija, sigue todas sus publicaciones en Instagram, Facebook y Twitter, e incluso su móvil le avisa cada vez que hay un vídeo nuevo de los personajes que interpreta.
La fama, sin embargo, le ha costado un poco. Recuerda una anécdota al respecto: en los comienzos, su hija necesitaba una ortodoncia que no podía pagar. “Tenía los dientes supertorcidos, y en uno de los primeros vídeos que hizo le decían que antes de grabarlos tenía que arreglarse la boca”. Mari Carmen tuvo que evitar la tentación de responderles y aprendió que, en esas circunstancias, podía recibir comentarios de todo tipo. “Abi me decía que no me lo tomara mal, pero yo, como madre, lo veía de otra manera”.
No por ello ha dudado en participar en algún vídeo. De hecho, algunos internautas ya la llaman Mami Power y reclaman que vuelva a aparecer. El padre de Abigaíl, su perra y sus amigos del barrio también han protagonizado algunos trabajos. “Toda la familia está deseando aparecer en ellos”, afirma la joven, aunque prefiere tomarlo con cautela porque no iba a llevar del todo bien que criticaran a sus seres queridos. Aun así, ha aprendido a boxear con el cabeza de familia y a entrenar con su mascota.
“Mi hijo es youtuber”
Explicar a qué se dedican Abraham y Abigaíl no es sencillo para su familia, aunque tampoco suele ser fácil de entender para los que preguntan. “¿Y eso qué es? ¿Cómo le pagan?”. Ocurre sobre todo con la gente de su generación, porque “prácticamente nadie tiene Twitter, Facebook o Instagram y directamente no saben lo que es un 'youtuber'”, explica Mari Carmen.
Ella, que siempre lleva el móvil en el bolsillo, sabe que una imagen vale más que mil palabras, así que enseña los vídeos directamente cuando alguien tiene dudas. Por supuesto, no pierde el tiempo: “Siempre les animo y les explico que si le dan a 'me gusta' a ellos no les cuesta dinero y a mi hija le cuenta como suscriptor”.
Mientras tanto, el barrio ya está más que acostumbrado a tener una vecina famosa en la Red. Casi todo el mundo la conoce - a ella y a la perra -, le piden fotos e incluso gritan “¡Adelitaaaa, Adelitaaaaa!” cuando la ven pasar. Los niños de la zona “nos llaman a la puerta. Abrimos y no hay nadie, pero nos dejan un papelito que dice: 'Adelita, te queremos y queremos hacer un vídeo contigo'”, cuenta Mari Carmen. Más de uno ha intentado colarse en la habitación de la 'youtuber' ante la perplejidad de su familia.
Oye, ¿y por qué yo no?
Ahora puede ser el turno de las madres. Mari Carmen no descarta crear su propio canal en YouTube, aunque sabe que sería difícil atraer a la gente de su edad y trabajar un tema con tirón (el deporte, que es a lo que se dedica ella, ya está muy visto). También está pensando en coger las maletas y marcharse a la capital, donde tal vez haya más oportunidades de futuro.
Isabel arriesga menos. Nunca ha aparecido en un vídeo de Cheeto ni tiene intención de que suceda. “Eso lo dejo para él, que lo hace muy bien”, se justifica. Es algo que Abraham ve con buenos ojos, pues prefiere que su familia viva tranquila ante los vaivenes de la popularidad que, aunque agradece, nunca ha buscado.
--------------
Las imágenes utilizadas en este artículo son propiedad de Adelita Power y Sr. Cheeto