La adicción a las drogas es un problema global; superarla, un proceso largo y difícil. En la última década, el número anual de pacientes que han recibido tratamiento por este motivo en España ha oscilado entre 49.000 y 53.000, según el último Informe del país sobre drogas. Los datos recogidos el año pasado por el Observatorio de Proyecto Hombre revelan que el alcohol, la cocaína y el cannabis encabezan la lista de sustancias que llevan a los consumidores a necesitar asistencia.
Como ha ocurrido en otros ámbitos de la salud, el sector tecnológico ha reaccionado a cifras como estas vomitando un sinfín de aplicaciones dirigidas a los afectados en rehabilitación. Ofrecen asesoramiento, apoyo y herramientas para hacer un seguimiento del cambio de conducta y los logros conseguidos. Algunas recurren al ‘big data’ para, incluso, predecir si un usuario va a recaer y proporcionarle ayuda para evitarlo.
“Hay montones y montones de ‘apps’, pero el 99 % de ellas no están respaldadas por datos”, apunta Cristina Botella, directora del Laboratorio de Psicología y Tecnología de la Universidad Jaume I (UJI). Esta experta indica a HojaDeRouter.com que, para comprobar si realmente funcionan, es necesario someterlas a prueba mediante estudios científicos exhaustivamente diseñados. Sus responsables, ya sean ingenieros o psicólogos, suelen tener buenas intenciones y quieren ayudar a las personas. No obstante, “es mucho más sencillo desarrollar una aplicación que someterla a prueba”.
Estrategias de motivación
La herramienta QuitThat! ofrece ayuda para abandonar malos hábitos y dejar de consumir sustancias que van desde el tabaco a los refrescos, pasando por la heroína y la metadona. Otras dos, SoberTool y TriggrHealth, se basan en un sistema de recompensas para incentivar a los usuarios y acompañarles para superar la ansiedad y el síndrome de abstinencia. Esta última presume, además, de analizar patrones de uso de móvil para prever las recaídas: estudia cómo escriben, sus rutinas de sueño, sus registros de llamadas y mensajes, su localización o el tiempo que pasan ante la pantalla.
La plataforma combina estos datos con información extraída de las conversaciones que los usuarios mantienen con el equipo de la ‘startup’ —varias personas chatean con ellos durante todo el día—, como aquella relacionada con el historial de consumo, el tipo de droga o la presencia de palabras alarmantes como ansiedad o estrés.
Empleando un algoritmo de ‘machine learning’ entrenado con datos de miles de participantes en programas de rehabilitación estadounidenses, la herramienta es capaz de saber si se avecina una reincidencia con un 92 % de precisión, según sus creadores. Cuando la probabilidad de que se produzca es muy alta, uno de los guías intenta ayudar al afectado o avisa a alguna de las personas que este ha nombrado como apoyo externo.
John Haskell, uno de sus cofundadores, concibió la idea de TriggerHealth a partir de una experiencia universitaria: cuando estudiaba fue testigo de la lucha de una amiga por superar la adicción. Lanzó la ‘startup’ en 2014 y actualmente tiene casi una veintena de empleados, la mayoría ingenieros. Aunque el equipo cuenta con el apoyo de expertos en psicología y psiquiatría de diferentes universidades, no ha publicado ningún estudio que demuestre la efectividad de la aplicación. No lo necesitan para estar en el mercado: la mayoría de las ‘apps’ de salud en Estados Unidos no están reguladas por la FDA.
Tampoco en España existe un filtro oficial. “Cualquiera las puede usar y no tiene por qué hacerle daño, pero no hay garantías de que vayan a ayudar”, advierte Botella. Hay que tener cuidado, dice, porque “ninguna intervención humana es inocua y necesita la supervisión de un clínico”.
Los creadores de la aplicación Squirrel Recovery: Addiction son un grupo de investigadores y estudiantes de la Universidad de Ohio. Los respaldan expertos como Brad Lander, director del programa de medicina de la adicción en el Centro Médico Wexner adscrito a la institución, aunque no cuentan con un estudio que haya demostrado su eficacia.
La herramienta registra los días que el usuario lleva sin consumir una sustancia y lo incentiva con premios y mensajes de motivación. No obstante, “el principal objetivo de la app es proporcionar una red de apoyo: monitoriza el estado de ánimo de una persona y avisa a los integrantes de un círculo que ella ha designado”, explica Lander, quien la describe como una herramienta adicional que no sustituye en ningún caso al tratamiento. El psicólogo admite no creer en la regulación y confía más en los comentarios de los usuarios o sellos de calidad proporcionados por organizaciones como Consumer Reports.
Pero, según Botella, descargarse una de estas aplicaciones no es lo mismo que comprarse unos zapatos. “La idea de que vas a Google Play, te bajas una ‘app’ y te pones bien es totalmente falsa”, recalca. Los usuarios deben ser cautos y no fiarse de las promesas. “Pueden disuadir a las personas de buscar ayuda y llevarles a pensar que basta con una aplicación”, señala la investigadora.
Un centro de reuniones virtual
La española QuitNow! nació en 2010 como una aplicación para dejar de fumar que combina la monitorización del progreso personal —los días de abstinencia, los cigarrillos no consumidos, el dinero ahorrado o los beneficios para la salud— con la gamificación. Utiliza un sistema de logros que el usuario va desbloqueando a medida que pasa más y más tiempo sin tabaco.
La herramienta dispone también de una comunidad, “un sitio de encuentro que ofrecemos a los exfumadores para que puedan ver que no están solos”, describe Esteve Aguilera, uno de sus fundadores. Es un foro donde comparten sus progresos y sensaciones y conversan sobre cualquier otro tema. “Hemos tenido ocasión de hablar con algunos médicos, que nos han dado su ‘feedback’, pero nunca ha sido nada oficial”, reconoce Aguilera. Lo que sí han tenido muy presente a la hora de introducir cambios en la aplicación son las opiniones y críticas de los usuarios, “que al final son quienes la utilizan y saben mejor que nadie lo que necesitan”.
Botella señala que los foros como este deben estar supervisados por un profesional que controle quién entra y quién no y lo que se dice. “Porque hay quien puede dedicarse a fastidiar o enviar mensajes erróneos y hacer un enorme daño”, arguye.
Algunas aplicaciones, como WEconnect, están fundadas por personas que consiguieron superar y adicción y decidieron ayudar a otros a lograrlo. La plataforma también recoge datos sobre los hábitos diarios de los afectados y les permite comunicarse con amigos, familiares o con profesionales médicos. Sus creadores ofrecen la plataforma a centros y clínicas de rehabilitación para que la utilicen en el seguimiento de los pacientes, pero tampoco disponen de datos sobre su funcionamiento.
No obstante, su planteamiento es acertado. Con el diseño idóneo, las ‘apps’ de este tipo pueden convertirse en herramientas muy útiles en manos de los especialistas que supervisan el tratamiento o la terapia. “Puede ayudarles a tener datos más precisos, a enviar mensajes, a motivar a los pacientes para que se integren, continúen y sigan las directrices que les han indicado”, indica Botella.
Esta experta asegura que en un futuro no muy lejano se crearán sellos de calidad para este tipo de aplicaciones expedidos por organismos como la Asociación Estadounidense de Psicología o los colegios de psicólogos o psiquiatras. Mientras tanto, pide cautela a los usuarios: que busquen toda la información disponible sobre una aplicación antes de utilizarla y que no se crean todo lo que dicen.
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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de la Universidad Estatal de Ohio, TriggrHealth y Shannon Holman