De becaria en Google y Facebook a crear un lenguaje que protege la privacidad

Cada día, miles de usuarios vuelcan información privada en internet a través de las redes sociales, mensajes de correo electrónico o un simple formulario. Por eso, cuando los programadores dan forma a todas las herramientas que utilizamos, deben asegurarse de proteger cada fragmento del código que escriben.

No es una tarea fácil. “Hay un montón de problemas para conseguir que el 'software' sea seguro. Se trata de muchas piezas trabajando juntas y muchos vacíos de seguridad entre ellas”, explica a HojaDeRouter.com la investigadora y profesora Jean Yang, de la Universidad Carnegie Mellon (Pensilvania, Estados Unidos).

Para hacer la vida más fácil a los desarrolladores, Yang ha creado Jeeves, un lenguaje de programación que incorpora un mecanismo para proteger los datos. Su sistema crea un módulo para preservar la información delicada a medida que se escribe el código. Así, aparte de ahorrar tiempo, disminuye la posibilidad de que se cuelen vulnerabilidades.

Cualquiera puede utilizar este lenguaje porque la investigadora lo ha compartido en una librería de código abierto. “Hace falta más estudio para que una compañía lo implemente”, admite, “pero es un buen prototipo para trabajar con él”.

Gracias a esta creación, que fue su proyecto de doctorado, Yang ha entrado en la prestigiosa lista de visionarios menores de 35 añoslista de visionarios menores de 35 años que publica la revista del MIT. Entre los nombres conocidos que han figurado en ella se encuentran Larry Page, cofundador de Google, o Mark Zuckerberg, creador de Facebook.

Este reconocimiento no supone una presión para la profesora, que se alegra de que empiecen a cobrar relevancia trabajos como el suyo, tan difíciles de entender para la mayoría de la población. “Trabajar en programación no es muy glamuroso”, afirma. “Es un área muy poco accesible”.

“Quiero que la gente entienda que muchos de los problemas que tenemos, como la falta de seguridad, en parte nacen en los lenguajes de programación”, prosigue la investigadora. “Deberíamos prestar más atención a la gente que está trabajando en esto, aunque sea difícil de entender”.

Yang comenzó a interesarse por la programación cuando era muy pequeña, con solo siete años. Sus padres son informáticos. Al ver que no le interesaban las matemáticas, le mostraron cómo funcionaba el lenguaje Visual Basic. Desde entonces no ha dejado de sumergirse en el complejo océano del código. 

Su pasión por la seguridad informática surgió durante la carrera y fue en Facebook, durante sus segundas prácticas, donde aprendió acerca de la privacidad y “los problemas reales de la gente”. Cuatros años antes ya se había sumergido en la industria pasando un verano como becaria en Google. “Son empresas muy estrictas”, asegura.

Un lenguaje capaz de cambiar el mundo

Jeeves es una tecnología que, además de aumentar la fiabilidad del código, facilita el trabajo a los 'hackers'. Sin embargo, Yang advierte de las consecuencias de que personas sin conocimientos sobre la materia aprendan rápidamente un lenguaje informático y lo pongan en práctica. Cada vez son más las personas que se animan a programar y en la Red pueden encontrar tutoriales, foros y blogs que facilitan la tarea.

“Desarrollar con los lenguajes correctos ayuda, pero puede ser arriesgado y peligroso”. La informática menciona un programa, MIT App Inventor, que permite a usuarios sin experiencia diseñar y programar ‘apps’. La herramienta saltó a los medios de comunicación después de que un grupo de adolescentes de la India la utilizara para resolver los problemas de su barrio, situado en una región pobre.

Las chicas desarrollaron varias aplicaciones móviles para enfrentar problemas como el acoso sexual, las deficiencias del sistema educativo o el acceso al agua. Aunque la investigadora resalta el lado positivo de la noticia, también resalta la inseguridad de estos sistemas, que obtienen información que debe protegerse como la ubicación de las personas que las usan. “Recopilar datos personales con aplicaciones que no son fiables es muy arriesgado”, considera.

Aunque piensa que en el sector informático debe proporcionar lenguajes cada vez más seguros, opina que la solución debe ser también cultural y política: “El 'software' puede ser peligroso. Es importante enseñar a los niños lo que pueden hacer porque se les da una manera fácil de programar y no tienen experiencia”.

La profesora también destaca el papel de la sociedad para favorecer la integración de las mujeres en el sector, donde asegura, en base a su propia experiencia, lo tienen más difícil. “Programar no ha sido un problema, la contrariedad ha sido que tenía muchas inseguridades porque la gente me decía que no podía hacerlo”. Yang recuerda que, en las clases, sus compañeros no le pedían que hiciera los trabajos con ellos o cómo había gente que le decía que no era profesión para una chica.

Nunca pensó en dejarlo. “Adoro programar, es una de las cosas que tiene más sentido para mí”. Asegura que la programación tiene el poder de cambiar la vida de la gente, su forma de pensar y la manera en que se relaciona con el mundo. Por eso siente tal pasión por la informática y quiere contribuir a que los desarrolladores puedan escribir su código de forma más sencilla y segura.

“Las herramientas que tienes para programar afectan mucho a lo que puedes hacer”, explica. Compara lenguajes de programación como JavaScript, PHP o Python con los idiomas: del mismo modo que hablar inglés puede influir en cómo piensa la gente, los lenguajes de programación afectan a lo que los profesionales hacen y crean.

En el futuro, Yang quiere escribir un libro para desterrar algunos mitos. “El software no es magia, es algo que se piensa y lo puedes llegar a entender si quieres”, nos recuerda. Otro de sus planes es investigar en el campo de biología computacional, una ciencia que utiliza algoritmos y programas informáticos para entender problemas relacionados con los seres vivos. Aún tiene mucha carrera por delante. Su cruzada por hacer de la seguridad algo más cercano y comprensible seguirá por mucho tiempo, haciendo de internet un sitio un poco menos peligroso a cada paso.

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Todas las imágenes pertenecen a Jean Yang