Empujados por el miedo, la incertidumbre o la sombra del fracaso eligieron el camino equivocado. Algunos mantuvieron su postura férrea durante muchos años, otros, por el contrario, reconocieron que aquella decisión no fue la acertada. Quienes pusieron en marcha las grandes empresas tecnológicas que ahora lideran el mercado, aquellos otros que tomaron las riendas o los que se sumaron más tarde a la fiesta, ninguno de ellos escapa de las garras del error, del desacierto que, aún a día de hoy, sigue sembrando el pánico.
Estas son algunas de esas historias. Algunas tuvieron un final feliz. Otras no tanto. Algunos de estos errores quedaron en simple anécdota. Otros pasarán a la historia de aquellas compañías que no han conseguido rehacerse y cuyo futuro depende de conseguir enmendar aquel desaguisado. Aunque… todo tiene solución.
El desatino en los inicios de Apple
El “debí haberlo hecho” que aún resuena en la mente de Nolan Bushnell bien podría aplicarse a todos aquellos que se permitieron el lujo de rechazar las geniales locuras que más tarde llevarían a Steve Jobs y Stephen Wozniak a revolucinar el mundo de la tecnología con Apple. El fundador de Atari no supo pronosticar hasta dónde podría llegar la creatividad que encerraban las prodigiosas mentes de aquellos jóvenes y aún se lamenta de su decisión en algunas de las charlas que imparte alrededor de todo el mundo.
Nolan Bushnell fue uno de los primeros jefes del Steve Jobs en Atari, donde dio sus primeros pasos. El promotor de hasta 20 compañías dedicadas al mundo de la tecnología entabló muy buena amistad con el joven Jobs cuando este le contó, en el París de 1980, sus intenciones de crear la compañía de la manzana mordida. Para llevar a cabo su idea le propuso a Bushnell invertir en ella, pero él rechazó la oportunidad de hacerse con una tercera parte de la compañía de los de Cupertino por apenas 50.000 dólares.
Pero Bushnell no fue el único al que le fallaron sus dotes de visionario. Antes de emprender la aventura que les llevaría a fundar Apple, mientras Jobs hacía de las suyas en Atari, Stephen Wozniak trabajaba en HP. Allí, el bueno de ‘Woz’ participaba en el proyecto de una calculadora electrónicas, mientras su tiempo libre lo dedicaba a diseñar el Apple 1. Un invento revolucionario que en hasta en cinco ocasiones Wozniak propuso a los directivos de la compañía invertir en el proyecto, y así evitar el famoso “debí haberlo hecho” de Bushnell. Pero en ninguna de ellas obtuvo un sí por respuesta. Un error, sin duda, por parte de la compañía estadounidense, entonces comandada por John Young.
Muy diferentes circunstancias fueron las que empujaron a Ronald Wayne a decir no a la propuesta de Jobs y Wozniak. Y es que, cuando por fin consiguieron poner en marcha Apple, el tercero en discordia decidió abandonar el barco. Wayne, compañero de Steve Jobs en Atari, algo más mayor e inexperto en cuestiones técnicas que sus compañeros de fatigas, actuaba de perfecto complemento entre las dos mentes pensantes del proyecto. Pero por aquel entonces su situación no era la más propensa para embarcarse en un proyecto como el que le proponían sus atrevidos compañeros.
Sus últimos varapalos empresariales le habían llevado a acumular una importante cantidad de deudas que quería saldar antes de aventurarse en otro proyecto, más aún, tan arriesgado como el que ‘Woz’ y Jobs le ofrecían. Por eso, el 13 de abril de 1976 decidió vender el 10% de acciones de la empresa por tan solo 800 míseros dólares. De no haber actuado así, ahora posiblemente estaría entre las personas más ricas del planeta. No obstante, pese a todo, parece tener la conciencia muy tranquila. “Creo que decir que he perdido una fortuna es inapropiado. Jamás me he arrepentido de aquella decisión”, aseguraba Ron en 2012.
Pero los errores siempre vuelven...
En 1985, con Apple en pleno proceso de transición después del lanzamiento de su primer Macintosh, Steve Jobs apostó por contratar al antiguo CEO de Pepsi-Cola, John Sculley, para que asumiese las riendas de la compañía y contribuyese a su crecimiento. Pero, en esta ocasión, fue Jobs quien patinó. Él se encontraba al frente de la división responsable de Macintosh. Con su carisma y dinámica consiguió dar aliento a su equipo y a toda la empresa, pero su temperamento propició que surgieran tensiones internas que acabaron por explotar pocos meses después.
Ahogados por la caída en las ventas debido a la férrea competencia de IBM y Compac, la relación entre Steve Jobs y Sculley se fue deteriorando hasta el punto de que el segundo logró convencer a los inversores para que prescindieran del que fuera cofundador de la empresa. Una decisión que el tiempo se encargó de demostrar que era totalmente errónea, ya que durante los once años que Apple estuvo sin Jobs a la cabeza la empresa se vio sumida en un enorme pozo. La innovación desapareció y, pese a los cambios al frente de la compañía, los ingresos y la valoración en bolsa no hacían nada más que bajar. Por suerte, los directivos enmendaron su error y rescataron a Steve Jobs para que asumiese el mando.
Tras la muerte del 'iGod', y a pesar de sus conflictos en los despachos, John Sculley tan solo tuvo palabras de elogio para la persona que apostó por él y a la acabó por desterrar de su propio reino.
No se fiaban de Mark Zuckerberg...
Pero los creadores de Apple no fueron los únicos que tuvieron que esquivar los obstáculos que en forma de desaciertos pusieron trabas a sus creaciones, ahora multimillonarias. Mark Zuckerberg también se encontró con el no por respuesta cuando propuso tomar parte en Facebook a su compañero de habitación en la Universidad de Harvard, Joe Green. Aunque ambos ya habían creado antes Facemash, Green optó por no sumarse al proyecto de red social que le proponía Zuckerberg. Tras los problemas que trajo consigo el primer experimento conjunto, el padre de Green disuadió a su hijo para que no tomase partido en Facebook. Una decisión que, en base a los porcentajes que más tarde atribuyó Mark, le privó de quedarse con un 5% por ciento de la compañía, que a día de hoy podría tener un valor de tres mil millones de dólares. Craso error.
No obstante, si alguien metió la pata en los inicios de Facebook, al menos según su relato de los hechos, esos fueron los hermanos Winklevoss que, tras casi una década de la puesta en marcha de la red social más popular del mundo, aún tratan de degustar su parte el pastel. Empeñados en demostrar que la idea de la plataforma que Zuckerberg acabaría por apropiarse era suya, emprendieron acciones legales contra él. Tras cuatro años de litigios, los gemelos recibieron 20 millones de dólares en efectivo más 45 millones de dólares en acciones de la compañía. Pero no contentos con su botín, trataron de reabrir el juicio ya que, según ellos, debían recibir 65 millones de dólares, optando por poner punto y final al proceso judicial en junio de 2011. ¿No habría sido más sencillo no contarle la idea?
Pero los genios también fallán
Al margen de aquellos primeros contratiempos a los que tuvo que hacer frente Mark Zuckerberg por culpa de su forma poco ortodoxa de llevar a cabo la idea, lo cierto es que si repasamos el currículum del creador de la red social más popular del mundo podemos comprobar que también ha tenido algún que otro desatino empresarial. Más allá de su desastrosa salida a bolsa (en un año sus acciones perdieron un tercio de su valor), la compañía de Menlo Park erró en 2007 con el lanzamiento de Beacon, una aplicación que permitía a los usuarios de la red social compartir con sus amigos todas sus compras en línea.
Aquella idea, que los de Zuckerberg trataron de vender como “una nueva manera de socializar con la distribución de información”, acabó por provocar que los usuarios se rebelasen. Porque… ¿Y si un tipo compraba un anillo de boda a su pareja? La sorpresa se iría al garete porque ella podría conocer esa compra de forma inmediata. O si, por el contrario, la situación se tornaba más esperpéntica y ese mismo tipo compraba un regalo a su amante… Entonces mejor no imaginar las consecuencias que podría acarrear Beacon.
Aunque en redes sociales, Google se lleva la palma en lo que a errores se refiere. Así, más allá del discutible éxito de sus adquisiciones o sus ventas, sus principales tropiezos han sido obra de sus apuestas por este tipo de plataformas. El primer varapalo llegó con Google Wave. En una maniobra arriesgada, la compañía presentó en 2009 una plataforma con la que pretendía combinar lo mejor del correo electrónico, las redes sociales y la mensajería instantánea. Finalmente no consiguió ninguno de estos tres propósitos. Falló una cosa: no encontraron usuarios dispuestos a utilizarla. Un factor sin duda importante…
Pero como el ser humano tiende a tropezar en la misma piedra, el caso de los responsables de la compañía de Mountain View no iba a ser una excepción. Su creatividad volvió a demostrar que no es infalible cuando en 2010 lanzaron Google Buzz. Esta nueva red social que, integrada en Gmail, permitía a los usuarios compartir contenidos acabó por fracasar debido a las fuertes críticas que recibió por sus férreos controles de privacidad. La polémica llegó hasta tal punto que incluso tuvo que intervenir un tribunal estadounidense, tras la denuncia de un estudiante de derecho de la Universidad de Harvard que aseguraba que Google violaba diversas leyes de protección de privacidad. Otro desastre y otro invento al garete.
Yahoo!... ¿la empresa de los desatinos?
No obstante, si hay una empresa especializada en el desacierto esa es sin duda Yahoo!. Su “avezado” instinto les llevó a rechazar el motor de búsqueda que les ofrecían dos estudiantes de la Universidad de Stanford llamados Larry Page y Sergey Brin. Sí, esos mismos que años más tarde, tras ofrecerle su invento a Altavista y encontrarse con otra puerta cerrada, decidieron apostar por él y crearon Google. Y al final les fue bien.
Aunque los directivos de Yahoo! no solo erraron en sus compras. Las ventas tampoco han sido su fuerte. Y es que, pese a rechazar la tecnología del buscador más famoso del mundo, la compañía liderada por su CEO y cofundador Jerry Yang, llegó a capitanear en la década de 1990 el sector de los motores de búsqueda. Un momento en que podía permitirse el lujo de adquirir nuevas empresas, como fue el caso de Flickr, y ampliar su cartera de negocios creando portales de información. Pero la entrada en escena de Facebook y Google (sí, el invento de aquellos jóvenes que se atrevieron a rechazar) resultó demoledora para los intereses de Yahoo!, que vio como sus ingresos decrecían al tiempo que sus competidores ganaban dinero y terreno entre los internautas.
Esta situación contrastaba con el buen momento que estaba atravesando Microsoft. En pleno proceso de expansión, la compañía de Bill Gates presentó en febrero de 2008 una oferta de 47.000 millones de dólares para adquirir Yahoo!. Sin miramientos, Jerry Yang rechazó la tentativa alegando que la oferta devaluaba la compañía y que los accionistas no querían vender. Una excusa que él mismo se inventó, ya que algunos inversores de la compañía, conscientes de que era el momento de abandonar un barco que sin duda navegaba a la deriva, trataron de enmendar el error. Pero no lo consiguieron.
El CEO de Microsoft, Steve Ballmer, desechó la opción de compra y Microsoft apostó por crear su nuevo motor de búsqueda, Bing. Por su parte, Yahoo! tuvo que afrontar una intensa ronda de despidos en 2008 mientras su valor en bolsa caía a un ritmo vertiginoso. En septiembre de 2011, con Carol Bartz como nueva CEO, la capitalización de Yahoo! había caído a los 17,660 de millones de dólares, la tercera parte de lo que Microsoft les había propuesto.
Pero ahí no acaba todo, porque en materia de ventas Yahoo! es uno de los gigantes tecnológicos que más errores acumula a sus espaldas. Sin ir más lejos, cuando en 2012 decidió vender el 40% que poseía de Alibaba, la empresa china de comercio electrónico, ejecutó la que para muchos es la peor maniobra que podría haber efectuado la compañía.
Con la intención de aliviar la sed de dividendos de sus accionistas, Marissa Mayer, CEO de Yahoo!, optó por vender las participaciones en la empresa que domina el mercado asiático que más rápido crece en el mundo, tanto que se espera que este año supere al de Estados Unidos. Una empresa que, según las previsiones de Morgan Stanley continuará su crecimiento en 2013, lo hará un 59%, y en 2014, cuando incrementará sus ganancias en un 44%. Todo ello, a pesar de que a día de hoy su capacidad rebasa la de Amazon y eBay juntas y multiplica por diez las ganancias de Facebook.
Lo sencillo no siempre es la mejor opción
Entre tanta venta y tanta compra, la que para muchos ha sido la decisión empresarial más nefasta tomada en el ámbito de la tecnología es la que llevó a PayPal a ser adquirida por eBay en julio de 2002 por 1.500 millones de dólares. En un momento en que las puntocom aún estaban dando sus primeros pasos, la ‘Mafia PayPal’, como se conocía a los jóvenes talentos que habían creado y trabajaban en la compañía, se decantaron por el camino fácil.
Por aquel entonces, PayPal había hecho pública una valoración tasada en 1,2 mil millones de dólares y tenía una previsión de ingresos de 80 millones de dólares. Sin embargo, aunque los números eran esperanzadores y el talento existente en la empresa auguraba un futuro próspero sobre la misma, la operación se llevó a cabo. Lo que no contemplaron los firmantes era que, si no hubiesen vendido, la valoración de la firma a día de hoy podría rondar los 30 mil millones de dólares. Y es que, lejos de lo que podrían pensar sus antiguos propietarios, PayPal superó en beneficios a eBay.
Y es que la opción de ir por la vía fácil siempre resulta muy tentadora. Si no que se lo digan a los accionistas de Odeo, la primera compañía fundada por los creadores de Twitter, que atendiendo a las palabras de Evan Williams y sus malos augurios, se decantaron por tomar la opción que este les proponía. El cofundador de la firma se ofreció a comprarles sus acciones si no estaban seguros de apostar por Twitter, un proyecto que, bajo su punto de vista, tenía riesgo de no ser rentable. Tan solo le costaron 5 millones de euros. Y digo tan solo porque cinco años más tarde el valor de las mismas se había multiplicado por mil.
La diferenciación no siempre es positiva
Pese a que otras compañías ya habían mostrado cual era la ruta del éxito en el terreno de los ‘smartphone’, la única capaz de competir con el iOS de Apple, Nokia apostó por arriesgar. En lugar de llegar a un acuerdo con Google para incorporar a sus dispositivos móviles sus sistema operativo, la marca finlandesa decidió que cogería el sendero más peligroso: Windows Phone 8. Una decisión que venía precedida de una situación sumamente comprometida, ya que cayeron tarde en la cuenta del error que habían cometido al permanecer durante tanto tiempo operando con el sistema operativo Symbian en sus terminales.
Con el firme propósito de incorporar un sistema operativo completamente novedoso a sus dispositivos móviles, la compañía que reinaba el mercado desde la década de 1990 perdió sus opciones de victoria en la batalla de los 'smartphone' cuando trató de idear un sistema de código abierto basado en Linux (Meego). El experimento fue un completo fracaso y, sin valorar la situación del mercado ni la amenaza que suponían otros competidores como el iPhone, se decantó en febrero de 2011 por Windows Phone 8. Un hecho que, a la espera de ver los resultados del nuevo Lumia 1020 y su cámara de 41 megapíxeles, ya ha pasado a engrosar el historia de pifias de la compañía que ha vendido 5,6 millones de teléfonos inteligentes Lumia durante el primer trimestre de 2013, según los datos de la propia compañía, mientras en ese mismo periodo Apple ha colocado 37 millones de iPhone y Samsung 70 millones de ‘smartphone’, como refleja el último informe de la firma IDC.
Hay quien duda si la apuesta por Android habría salvado los muebles de una empresa que lastraba malos resultados, o incluso si esta es la única forma que tiene la compañía finlandesa para tratar de reconquistar el terreno perdido en el mercado de los teléfonos inteligentes. Lo único cierto es que, pese a que Microsoft realizan un importante esfuerzo económico para apoyar a su nuevo ‘socio’ en esta transición a su nueva plataforma, la estrategia no parece estar dando los resultados esperados.
En el mercado de los teléfonos inteligentes, Intel tampoco supo jugar bien sus cartas. Como Nokia, la compañía americana no supo detectar aquello que triunfaría en el futuro. Si no, resulta difícil entender cómo pudo rechazar la fabricación de los chips del iPhone de Apple. Paul Otellini, CEO de la compañía hasta el pasado mes de mayo, explicaba que no se atrevieron a aliarse con la firma de la manzana mordida porque no preveían que su invento fuese a triunfar. Eso, unido a que desecharon reducir sus precios para entrar en el mercado de los teléfonos inteligentes y a que sus procesadores consumen más energía que aquellos que fabrican Qualcomm o la propia Apple, acabaron por apartarles de la batalla de los ‘smartphone’. No obstante, según los últimos datos, la compañía no habría tirado aún la toalla y, tal y como algunos vaticinan, podría volver a recuperar el terreno perdido.
Cuando todos les daban por muertos, debido a la magnitud de sus errores, los gigantes tecnológicos supieron reponerse y buscar soluciones para seguir adelante. Con mayor o menor éxito, con mejores o peores resultados, pero sin arrepentimientos y con las palabras de Nolan Bushnell siempre presentes, “debí haberlo hecho”, para no tropezar con las mismas piedras.