Algunos ven una apuesta de futuro donde otros ven una burbuja a punto de estallar. En cualquier caso, las criptomonedas son una de las mejores inversiones que se puede hacer actualmente. El Bitcoin, tras su crisis interna y posterior fractura este mismo verano, no ha dejado de crecer hasta alcanzar máximos históricos por encima de los 7.000 dólares (algo más de 6.000 euros), aunque estos días ha vivido varias subidas y bajadas junto a su hermana Bitcoin Cash.
En este contexto acaba de estrenarse la primera red española dedicada a minar criptomonedas. La compañía Goliat Mining se dedicará a minar bitcoines, un proceso que consiste en destinar los recursos informáticos de un ordenador o una tarjeta gráfica (o, más bien, una enorme cantidad de ellos) a la resolución de una serie de complejas fórmulas matemáticas. Millones de ordenadores se baten por descifrarlas, pues la recompensa es el dinero virtual. Aunque estas transacciones quedan registradas en un gran libro conocido como ‘blockchain' (cadena de bloques), son totalmente anónimas y nadie sabrá quién las ha realizado.
Muchos se han convertido en millonarios gracias a las criptodivisas. Japón, Estados Unidos y Corea del Sur son los países que lideran el uso de monedas virtuales. Sin embargo, no gustan a todos por igual. Bolivia es de momento el único país que las ha prohibido, mientras que China o la propia Corea del Sur han establecido restricciones y Rusia no descarta hacerlo a corto plazo. Por su parte, la banca las mira con recelo, ya que escapan al control de los Estados y los organismos que supervisan los mercados financieros, convirtiéndose en ocasiones en un arma perfecta para los delincuentes.
Un éxito al que no dar la espalda
Cada vez hay más interesados en estas criptomonedas. Según una encuesta de la firma de capital riesgo Blockchain Capital, alrededor del 30 % de los jóvenes entre los 18 y los 34 años preferirían ser propietarios de bitcoines por valor de 1.000 dólares (algo más de 850 euros) que tener bonos del Estado o acciones por el mismo valor.
Ante la creciente expectación que suscitan, el Fondo Monetario Internacional (FMI) solicitó recientemente a los agentes económicos que fijen su vista en las monedas virtuales. Para Christine Lagarde, directora gerente del FMI, es poco probable que las divisas digitales reemplacen a corto plazo a las tradiciones; sin embargo, “no hay que ignorarlas”. El primer país en legislar al respecto ha sido Japón: en abril de este año, el país nipón consideraba Bitcoin y otras monedas virtuales como métodos de pago o intercambio legal, pero no como una moneda.
En un principio, la banca mundial comenzó mirando a las criptomonedas con un gran recelo. Sin embargo, acabó sucumbiendo al interés por la tecnología ‘blockchain’. En 2016, entidades financieras como UBS, BNY Mellon, Deutsche Bank, Santander y NEX junto a la 'startup' Clearmatics anunciaron la creación del proyecto Utility Settlement Coin (USC)Utility Settlement Coin .
Su objetivo es preparar a los bancos centrales para que el día de mañana puedan tener sus propias criptodivisas, asegurando así unas transacciones mucho más rápidas y seguras. Recientemente se han unido a la iniciativa nombres como Barclays, CIBC, Credit Suisse, HSBC, MUFG y State Street. Por el momento, nadie se atreve a hablar de fechas concretas.
Prohibiciones y miedo ante el impacto medioambiental
En 2014, el Banco Central de Bolivia (BCB) prohibió el uso de monedas virtuales. Esta intervención se fundamenta en que no pueden regular el riesgo, algo que recordó recientemente la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (Asfi) al darse una oleada de estafas a través de Bitcoin Cash. En contra de estas prohibiciones, numerosos activistas bolivianos han salido a defender su autorización señalando como ejemplos de éxito a otros países, aunque las autoridades, de momento, han hecho caso omiso.
China y Corea del SurCorea del Sur no lo han prohibido tal cual, pero sí han establecido restricciones. Ambos gobiernos ilegalizaron las ICO (siglas de Initial Coin Offering), un mecanismo de financiación cada vez más popular que permite a un proyecto lanzar su propia criptomoneda para recaudar en poco tiempo grandes cantidades de dinero.
Por su parte, Rusia está considerando prohibir la minería en casas particulares debido al gasto de energía que está suponiendo para el país. El consumo en una transacción de Bitcoin puede llegar a suponer el gasto de un hogar medio durante toda una semana; algo que, sin duda, acelera la contaminación por CO2 y otros gases tóxicos.
Paralelamente, las autoridades rusas prevén reconocer las monedas virtuales en 2018 con el fin de controlar las transacciones y hacer un seguimiento que acabe con el blanqueo de dinero y otras prácticas fraudulentas.
Un mercado indomable que todos quieren controlar
Europa también las mira de cerca. La Comisión Europea anunció este verano la puesta en marcha del proyecto Titanium destinado a crear herramientas que detecten el uso fraudulento de las criptomonedas. En este programa, que cuenta con una dotación económica de 5 millones de euros y durará 3 años, trabajarán la Policía Nacional y el Ministerio de Interior junto con la Interpol y otros organismos policiales europeos.
También en Estados Unidos están preocupados por su uso para fines ilícitos. Así lo ha confesado recientemente el actual Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, quien también aseguró que es necesario un marco legal para atajar este problema.
Los ciberataques a escala global que tuvieron lugar este verano, con el 'ransomware' WannaCry como protagonista, hicieron saltar las alarmas, ya que sus promotores pedían el rescate en bitcoines. Esta moneda es difícil de rastrear y puede convertirse fácilmente en legal transfiriéndola a cajeros automáticos o tarjetas de prepagadas. Aún así, los riesgos parecen mínimos. Según un estudio del Gobierno de Reino Unido, la incidencia del uso de monedas digitales para actividades ilícitas y blanqueo de dinero es mucho más baja de lo que cabía esperar.
El debate está servido. Mientras muchos ven en las criptomonedas la llave para convertirse en millonarios, algunos países quieren ponerles freno con la excusa de evitar posibles riesgos asociados. Sin duda, las divisas virtuales no dejan indiferente a nadie y solo el futuro tiene las respuestas ante la evolución de estos mercados virtuales que no paran de crecer.
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