Adivinar el futuro no es una ocupación exclusiva de las películas de fantasía y ciencia ficción. Actualmente, los miles de datos que se mueven en la Red y la cantidad ingente de información que se genera cada día permiten a los futurólogos vislumbrar posibles realidades que aún no han sucedido.
Amy Webb, fundadora de Future Today InstituteFuture Today Institute, es una de las profesionales que vive de anticipar el porvenir. En lugar de una bola de cristal, utiliza las nuevas tecnologías para recopilar información y simular posibles escenarios. La investigadora insiste en hablar de “futuros posibles”, puesto que el mañana no está escrito. “Es algo a lo que todos contribuimos y que todos estamos creando en el presente”, cuenta a HojaDeRouter.com.
La futuróloga lleva años aconsejando a todo tipo de empresas e instituciones, desde compañías tecnológicas hasta agencias gubernamentales. Su misión consiste en anticipar cuál será la próxima realidad y, en ocasiones, ayudar a crearla. Su día a día es el propio de un científico o investigador: la jornada se divide entre investigar tendencias, leer y construir modelos en el ordenador. “El nombre de mi trabajo puede parecer interesante, pero la mayoría de lo que hago suena bastante aburrido”, confiesa.
También debe hablar con frecuencia con expertos y estar al tanto de las últimas patentes. Al final de la jornada, reúne una serie de datos con los que trata de anticipar las próximas revoluciones tecnológicas. “Pequeños cambios que podrían parecer insignificantes pueden tener consecuencias a largo plazo”, explica. “Los eventos futuros están determinados por las condiciones iniciales, pero esas condiciones iniciales se están reiniciando continuamente”.
A pesar de que el 'big data' y las nuevas herramientas informáticas son parte esencial del trabajo de un profesional moderno, la futurología no es un campo reciente. Comenzó hace más de 100 años. En sus anales figuran nombres célebres como Arthur Clarke, el visionario que escribió la novela y la película '2001: Una odisea del espacio', o Herman Kahn, uno de los principales pensadores estadounidenses.
Según Webb, actualmente nos encontramos con la tercera ola de futurólogos, que utilizan ordenadores y simulaciones para realizar previsiones. Sin embargo, cada profesional diseña y utiliza su propio sistema y pueden diferir mucho entre sí. La investigadora ha desarrollado un método que sigue seis pasos y está pensado para que cualquiera pueda aplicarlo. Consiste en indagar las corrientes alternativas, identificar una tendencia tecnológica emergente y seguirla hacia la corriente principal. Además, se basa en una herramienta que ha bautizado como CRISPR, acrónimo en inglés de contradicciones, inflexiones, costumbres, ‘hacks’, extremos y rarezas.
El investigador que aplique este método también se debe preguntar ciertas cuestiones, como en qué está empleando la gente su tiempo, cómo son aquellas personas que tienen dificultades para asimilar la tecnología, de qué manera la gente quiere ser percibida o dónde buscan los usuarios la información. Al final, cada paso permite identificar una senda futura, que se deberá revisar y analizar. Por último, las dos etapas finales del proceso sirven para construir una estrategia de actuación en cuanto a la tendencia que haya sido descubierta. El trabajo del futurólogo no consiste solo en realizar predicciones, sino también en aconsejar sobre ellas.
Una de las fuentes principales para estudiar el futuro es Google. Analizar cómo y qué buscan los internautas es un buen método para alimentar un pronóstico. Es el que utiliza Dixon Jones, director de marketing en Majestic. “Hay varias herramientas en el mundo del SEO que nos ayudan a predecir el futuro, basándonos en patrones del pasado”, explica.
Su empresa cuenta con una de las mayores bases de datos de los enlaces de webs de todo el mundo. Esta información, junto la que aportan herramientas de Google y de redes sociales como Twitter, se puede usar para ver ver cómo cambia la gente con el tiempo. Por ejemplo, Microsoft ofrece un programa, Bing Predicts, que se sirve del aprendizaje automático obtenido a partir de datos de las redes sociales y del propio buscador Bing.
“Localizar las tendencias no es tan difícil. Más complicado es predecir el punto de inflexión en el futuro, donde la línea de tendencia cambiará”, razona Jones. “La pregunta es el 'cuándo' y no el 'si'”.
Al alcance de cualquier ciudadano
Antes de adentrarse en esta curiosa profesión, Amy Webb era periodista. Para ella, se trata de dos trabajos similares: en lugar de informar sobre lo que ya ha sucedido, ahora muestra lo que está empezando a suceder.
Comenzó a interesarse por la futurología cuando trabajaba en Japón, a mediados de los noventa. “Descubrí que estaba mucho menos interesada en informar sobre la tecnología y más interesada en cómo esa tecnología revolucionaría el negocio de noticias”, explica. “Eso me llevó a preguntarme si había un trabajo donde pudiera modelar el futuro de la tecnología y ayudar a las organizaciones a desarrollar un pensamiento estratégico”.
Ahora quiere ir más allá. Además de aconsejar a las compañías, desea transmitir sus conocimientos para que cualquier persona o empresa pueda estudiar el presente y sacar conclusiones a través de las herramientas disponibles. “Si todos estamos escuchando las señales y pensando críticamente sobre lo que significan, sentiremos menos ansiedad acerca de lo que viene a continuación”, nos cuenta. “También podremos hacer un mejor trabajo de gestión de puestos de trabajo, educación, medio ambiente y otras áreas de la vida cotidiana”.
Con esto en mente, ha escrito 'The Signals Are Talking: Why Today’s Fringe is Tomorrow’s Mainstream'The Signals Are Talking: Why Today’s Fringe is Tomorrow’s Mainstream, un libro que enseña al lector a descubrir las señales del presente de un determinado sector para prever los posibles cambios. “No hay manera de conocer definitivamente el futuro, pero con las herramientas adecuadas, cualquiera puede ver las posibilidades que están en el horizonte”, asegura. “Tenemos el poder, y por lo tanto la gran responsabilidad, de crear nuestros propios futuros preferidos. Las personas que entienden este concepto tienen una perspectiva radicalmente diferente del mundo”.
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La imágenes de este artículo son propiedad de Amy Webb (1,3) y CDC/ Amanda Mills (2)