En 1978, la cadena de televisión CBS estrenaba la primera temporada de ‘Dallas’, la tira cómica de Garfield daba sus primeros pasos en distintos diarios estadounidenses, fallecían dos papas en Roma con poco más de dos meses de diferencia, llegaban al mundo Kobe Bryant y Carles Puyol y los españoles aprobaban en un referéndum histórico la actual Constitución. En aquel intenso año también nació Data, el primer club de usuarios de ordenadores personales en EspañaData.
“Tenía ganas de montar una red social vía Correos”, explica con humor el creador del club, Alberto Lozano, a HojaDeRouter.com. En realidad, el principal objetivo de esta suerte de asociación formada por los primeros propietarios españoles de ordenadores era ayudarse unos a otros, entre otras cosas a aclararse con aquellas máquinas que parecían llegar desde el futuro sin una utilidad muy clara. “Entonces enchufabas el ordenador y salía en la pantalla un cursor que parpadeaba y ahí te quedabas ‘¿ahora qué hago yo?’”, recuerda Lozano, que está cerca de cumplir los 70 años. “No había forma de conseguir ‘software’”.
“La única manera de enterarte era leer las escasas revistas que llegaban a España en inglés o conocer a gente que sabía lo que pasaba en el exterior, en Estados Unidos, como Alberto Lozano”, explica Emilio Borque, uno de los primeros socios de Data. Él mismo resume lo que supuso el club (y el propio Lozano) para sus miembros: “Era el punto de encuentro de unos frikis que entonces no sabíamos que lo éramos”.
Lozano fue una especie de evangelizador de los primeros ordenadores, ayudando a sus flamantes dueños a encontrar la utilidad de aquellas máquinas por medio de boletines y casetes piratas en lo que fue una brillante estrategia de 'marketing'.
Tal y como cuenta el propio Lozano, que ya por entonces se dedicaba a la electrónica y había construido su propio equipo, todo comenzó cuando el propietario de la empresa Microelectrónica y Control encontró un ordenador en una feria en Hannover, un PET-2001 de Commodore. “Le gustó y lo trajo para ver si lograba venderlo, pero le advertí de que le costaría, porque aquí nadie se iba a aclarar”, rememora. “Imagínate, una máquina que solo hablaba en BASIC y con líneas de comandos”.
Fue ahí cuando se le ocurrió la forma de contribuir a que los Commodore entraran con más facilidad en algunos hogares españoles. “Le dije que por qué no montábamos un club: él me pasaría la dirección de todos los que compraran un ordenador para que yo me pusiera en contacto con ellos por si querían pertenecer al club”, recuerda.
Así comenzó Data. Sus miembros pagaban una cuota y Lozano, a cambio, editaba un precario boletín hecho con una máquina de escribir e impreso en una copistería en formato DIN A5. En esta revista (habitualmente mensual), daba consejos y explicaba cómo sacar partido a los ordenadores. En definitiva, compartía información y novedades técnicas con los miembros del club más aventajados mientras trataba de orientar a aquellos que habían terminado con un equipo en su poder sin saber muy bien para qué.
“A mí lo que me sorprendía es que señores y señoras que no tenían ni idea de informática se compraban un ordenador”, explica, aún incrédulo, Lozano. “Me encontré gente que, ilusionada, compraba un ordenador porque pensaba que iba a hacerle la contabilidad y señoras que pensaban, literalmente, que podrían hacerse un recetario de cocina”, rememora. Sin embargo, los procesadores de texto estaban aún muy verdes y a las hojas de cálculo ni se las esperaba por aquel entonces.
Para que aquellos consejos y tutoriales del boletín no cayeran en saco roto, Lozano se aseguraba de que los miembros del club podían acceder fácilmente al ‘software’ disponible en aquella época. Aprovechaba sus frecuentes viajes a Inglaterra para adquirir casetes con programas que después traducía, copiaba y vendía a través de la propia revista. “Me permitió vivir bastante cómodamente durante un par de años”, explica.
Una decisión importante
A lo largo de su intensa (aunque corta) trayectoria, el club Data sufrió dos cambios de nombre. Al poco tiempo de nacer, un distribuidor de los ordenadores de la compañía Data General advirtió a Lozano de los problemas que podían surgir por los derechos del nombre. El fundador no dudó en cambiarlo y escogió Run, el comando con el que se ejecuta un programa en BASIC.
“Es más feo, desde luego”, reconoce ahora Lozano, “pero igual se me habrían enfadado también los ‘trekkies’ después de ponerle a un club el nombre de Data, uno de los personajes de Star Trek”, bromea.
Aún quedaba un cambio más. Sucedió cuando el club estaba viviendo sus últimos días. De Run pasó a llamarse Fastware en 1981, cuando Lozano montó una tienda de informática en Barcelona llamada Isecom. “Creo que fue la primera en toda España, y al montarla ya no daba abasto con el club: no había tiempo porque había que dedicarse a vender ordenadores, así que el club lo dejamos”, sentencia.
Para entonces, los usuarios habían espabilado y ya no necesitaban un club que les marcase el camino. No obstante, hasta aquel momento, Data había conseguido reunir a un centenar de miembros. Todo un logro si se tiene en cuenta que los ordenadores de la época no eran tan útiles como los de hoy, ni tan económicos. De hecho, el propio Lozano recuerda que el PET-2001 de Commodore costaba unas 160.000 pesetas. En la misma época, el propio Lozano compró un Seat 124. Sorprendentemente, el precio del coche era el mismo que el del Commodore. “Un ordenador personal lo tenía gente con un poder adquisitivo realmente alto”, aclara el padre del club.
Precisamente por lo complejo del proceso de decisión de compra, Emilio Borque recaló en el club. Mientras trabajaba para Telefónica, este técnico de telecomunicaciones conoció con 25 años la existencia de Data. Sucedió en Sonimag, una de esas ferias de la épocauna de esas ferias de la época en las que las compañías fabricantes de microordenadores y sus distribuidoras se daban a conocer.
“A través de estas ferias contactabas con gente e intercambiabas el teléfono”, explica Borque. Así aterrizó en Data, y eso fue lo que le sirvió para decantarse por el que fue su primer equipo: un Apple II Plus, uno de los primeros dispositivos que llegaron a España con la firma de la manzana mordida. “Me acuerdo de que la factura era la número 4”, subraya.
El club estada dedicado en un principio a tres equipos: el PET-2001 de Commodore, el Apple II y el TRS-80. “Estamos hablando de tres ordenadores con sus ‘fanboys’ cada uno de ellos”, comenta con sorna Lozano. A través de la revista “había discusiones, pero muy primitivas”, recuerda.
Cuando el club echó el cierre y Lozano empezó a vender ordenadores, la polémica seguía vigente. A él se le clavó una espinita: su socio en Isecom prefirió no vender equipos de Apple, a pesar de que este era el deseo del padre de Data.
El propio Lozano había conocido años antes en persona a Jobs y Wozniak. En uno de sus viajes a Estados Unidos, un conocido le llevó a ver a “unos chavales que estaban montando ordenadores”. No eran otros que los padres de Apple, a los que el español compró, en el histórico garaje, una placa por 166 dólares (algo más de 700 dólares teniendo en cuenta la inflación, que son cerca de 675 euros al cambio actual). “Estuvimos charlando y compartimos mucho rato una tarde”, explica Lozano. Él, a su manera, también había contribuido a la historia de los ordenadores. En concreto, a la llegada de estos a España gracias a Data, que en paz descanse.
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Las imágenes que aparecen en este artículo son propiedad de Alberto Lozano