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Los pioneros olvidados del PC que llegaron antes que Steve Jobs y Bill Gates

30 de agosto de 1976, Atlantic City (Nueva Jersey). Un par de jóvenes ‘hippies’ presentan en la conferencia PC’76 una máquina que haría historia: el Apple I. Sin embargo, el aparato no fue el único éxito de la feria. “Nosotros fuimos las estrellas del ‘show’”, asegura a HojaDeRouter.com Lee Felsenstein.

Miembro original del Homebrew Computer Club de Silicon Valley, en el que los dos Steve (Wozniak y Jobs) enseñaron su primer ordenador, Felsenstein presentaba en el PC’76 su propia invención, el poco recordado Sol-20Sol-20. Según anunciaba la empresa para la que trabajaba, Processor Technology, aquel 'kit' que se vendía por 995 dólares (algo más que los satánicos 666,66 dólares del Apple I) era “el primer ordenador personal completo”.

Felsenstein ocupa hoy un hueco en la historia de la informática por idear la primera arquitectura de pantalla, un sistema de memoria compartida que permitía ver gráficos y textos en el monitor tal y como los contemplas hoy en día. Eso sí, ni el Sol-20 fue realmente el primer ordenador personal ni tampoco lo fue el Apple II, la primera máquina de producción masiva de los de Cupertino —presentado meses más tarde— o el revolucionario IBM PC, de cuyo nacimiento se acaban de cumplir 35 años.IBM PC Por el camino hubo otros muchos que han caído en el olvido y a los que se ha otorgado el título de pioneros por diferentes razones.

Los texanos que idearon el microprocesador

En 1968, cuando Bill Gates y Steve Jobs estaban en el instituto, dos exingenieros de la NASA fundaron Computer Terminal Corporation (CTC) con una idea en mente: fabricar un ordenador personal. “Si hubieras dicho a los potenciales inversores que ibas a construir un ordenador para el escritorio, se habrían reído. Si les hubieras dicho que ibas a competir con IBM, te habrían echado de la sala. El plan de negocio original para iniciar la empresa y fabricar el 3300 se había formulado intencionadamente en términos que quitarían a la gente sin conocimientos técnicos el temor de que estabas intentando hacer algo que no podía hacerse”, defendía por entonces Gus Roche, uno de los fundadores de aquella empresa texana, según recoge un exhaustivo libro sobre la historia de la empresa.

La jugada les salió bien. Su Datapoint 3300, un terminal que emulaba a un teletipo, triunfó. Gracias a ello, pudieron centrarse en desarrollar su “ordenador digital de propósito general”, según lo definió la compañía en 1970. Eso sí, para lograr reducir considerablemente el tamaño de esta máquina, necesitaban reunir todas las funciones del procesador en un solo chip. Así que viajaron a California para pedir a Bob Noyce, cofundador de otra ‘startup’, Intel, que fabricara para ellos el primer microprocesador para un ordenador siguiendo su diseño y sus especificaciones.

“Después de varias horas de persuasión fallida, él [Bob Noyce] se negó porque sentía que un microprocesador era 'una idea estúpida'”, asegura Jack Frassanito, inventor del Datapoint 2200, a HojaDeRouter.com. Según este ingeniero, consiguieron llegar a un acuerdo. CTC pagaría una cuantiosa cantidad por el desarrollo de chip y por quedarse con los derechos de propiedad intelectual. Si Intel quería venderlo después, ofrecerían licencias para hacerlo.

El proyecto se retrasó, así que CTC sacó a la venta el Datapoint 2200, dotado de pantalla, teclado, dos unidades de cinta magnética y sistema operativo, sin el microprocesador. “Atemorice a su secretaria. Cómprele un ordenador”, rezaba uno de los folletos de aquella máquina de 20 kilos que incluía un editor de textos y pretendía revolucionar las oficinas. “Suficientemente bello, no requiere una formación especial”, proseguía el folleto.

“En el momento en que nosotros patentamos el 2200 (y el 3300) el término [ordenador personal] no existía. En cualquier otro sentido, el Datapoint 2200 era y es el primer ordenador personal”, defiende Jack Frassanito. En un año habían vendido 1.000 equipos con discos duros, impresoras y módems incluidos. Eso sí, no eran precisamente baratos: dependiendo del modelo, el Datapoint 2200 costaba desde 6.000 dólares (unos 33.000 euros) hasta 13.300 dólares (72.000 euros).

Mientras tanto, Intel desarrollaba el 40044004, el primer microprocesador de la historia, para una empresa japonesa. Estrenó aquel chip de 4 bits, apto para calculadoras, en 1971. A finales de ese año, con un retraso considerable, enviaban a CTC el microprocesador que les habían encargado. Ya era tarde. La compañía texana estaba desarrollando la segunda versión del Datapoint 2200 y consideraron que aquel chip se les quedaba pequeño.

En contra de los deseos de Gus Roche y Jack Frassanito, la compañía tomó la equivocada decisión de renunciar a todos sus derechos sobre aquel microprocesador que creían obsoleto. Intel lo vendería después con el nombre de 8008. Fue el primer microprocesador de 8 bits y el abuelo del Intel 8088 del revolucionario IBM PC. “Diez años después, esta mala decisión de no retener la propiedad intelectual y utilizar microprocesadores fue perjudicial”, reconoce Frassanito, que ha llegado a calificar aquella resolución como una de las peores decisiones empresariales de la historia.

No en vano, Intel se convertiría en el gigante de los microprocesadores y Datapoint Corporation (su segundo nombre tras CTC), nunca se embolsó un dólar por el 8008. Pese a ello, siguió creciendo en los 80, llegando a tener 8.000 empleados. A juicio de Frassanito, cuando los fundadores abandonaron la compañía, los altos mandos no supusieron adaptarse a los nuevos tiempos en los que IBM y Microsoft dominaban el mercado.

Ahora bien, ¿por qué no se conoce la génesis del Datapoint 2200 si, según Frassanito, tuvo un papel tan fundamental en el desarrollo de los microprocesadores? “La única explicación que puedo pensar es que la narrativa de California ha controlado el imaginario público”, opina. Los dos fundadores fallecieron hace décadas, así que ahora él intenta hacer justicia a la memoria de la ya desaparecida Datapoint Corporation.

Kenbak- 1, el pionero ordenador educativo

Casi al mismo tiempo que CTC rechazaba el Intel 8008, John Blankenbaker presentaba el Kenbak-1, un ordenador “divertido y funcional” con un precio (750 dólares, unos 4.000 euros al cambio actual teniendo en cuenta la inflación) “que incluso los usuarios particulares y los pequeños colegios pueden permitirse”.

Este estadounidense llevaba pensando en construir su propio ordenador desde los 50, cuando leyó sobre uno de grandes dimensiones en Popular Science y se obsesionó con comprender cómo demonios funcionaba el lenguaje binario. Tras trabajar en el desarrollo de los mastodontes de la época, se fijó la meta de diseñar una máquina para uso personal, que fuera barata, educativa y capaz de satisfacer al usuario rápidamente a través de sus sencillos programas.

Como no podía ser de otra forma, Blankenbaker construyó aquel ordenador de 8 bits y 256 bytes de memoria en su propio garaje de Los Ángeles. Desde allí también comenzó a venderlo. Sin embargo, la tarea no se le dio demasiado bien a este emprendedor solitario. Solo se fabricaron cuarenta, que distribuyó en Estados Unidos y en algunos países de Europa, España incluida.

Mi error fue el ‘marketing’, pero la máquina fue un éxito a su limitado modo”, ha reconocido años después. Si lo hubiera dirigido a los primeros aficionados a la informática en lugar de a los colegios, que no mostraron tanto entusiasmo por él, tal vez el Kenbak-1 hubiera sido un gran éxito previo a la llegada de los microprocesadores.

Eso sí, el Kenbak-1 ostenta al menos el honor de ser el primer ordenador personal según el Computer Museum de BostonComputer Museum de Boston. Esta institución celebró en 1986 un concurso para determinar cuál era el pionero, y los jurados premiaron la labor de Blankenbaker, recordada hoy gracias a los emuladores y 'kits' que puedes encontrar ‘online’.

Jack Frassanito, el diseñador del Datapoint 2200, critica que se considere al Kenbak-1 el primero, al carecer de “pantalla, teclado o capacidad de almacenamiento masivo”. “Si definimos ordenador personal como aquel capaz de ejecutar programas, que puede ser comprado y manejado por un particular sin ánimo de recuperar su inversión, entonces el Kenbak-1 sirve”, señala Lee Felsenstein por su parte.

Del equipo francés al 'kit' que atrajo a Gates

De un modo u otro, no fue el Kenbak-1 el primero en aprovecharse de las ventajas del Intel 8008 que tantos beneficios podría haber traído a la desaparecida Datapoint. En 1973, el francés François Gernelle desarrolló el Micral N, considerado ahora como uno de los primeros ordenadores personales comerciales que utilizó un microprocesador.

Ahora bien, a este ingeniero le ha costado su trabajo que le reconozcan ese mérito. André Truong, el dueño de la compañía en la que trabajaba cuando ideó el Micral, quiso reclamar la paternidad del invento. Gernelle le venció en los tribunales en los 90, pero el Computer History Museum sigue citándolos a ambos como padres del equipo.

A juicio de Gernelle, los errores de Truong a la hora de vender el Micral (la empresa Honeywell le llegó a ofrecer 2 millones de dólares por él y se le ocurrió duplicar la cifra, echando por tierra el acuerdo) provocaron el descalabro. El ordenador, que costaba 1.750 dólares (8.500 euros actuales), nunca consiguió penetrar en el mercado estadounidense. “Pude haber sido Bill Gates”, aseguraba Gernelle hace años. El francés intentó montárselo por su cuenta en los 80, aunque ya era tarde. Los dos ‘hippies’ y el fundador de Microsoft ya se habían hecho con la fama.

El mismo año en el que aquel francés desarrollaba su micrordenador, el centro de investigación de Xerox PARC anunció el nacimiento del Alto. Fue el primero que incluyó una interfaz gráfica de usuario, un elemento revolucionario que Steve Jobs se apresuró a tomar prestado, como también haría después Bill Gates, que sí reconoció la copia. El problema fue que nunca llegó a los hogares. Su altísimo coste de fabricación impedía su comercialización.

Ahora bien, Microsoft nació en realidad inspirándose en otra máquina. En los 70, se puso de moda vender 'kits' de ordenadores que los entusiastas podían montar por su cuenta. Dos de los primeros que promocionaron el ‘hazlo tú mismo’ fueron el Scelbi-8H y el Mark-8, que la revista Radio Electronics ayudó a popularizar.

El realmente exitoso nació poco después. El Altair 8800 de la compañía MITS, basado en el Intel 8080 (el sucesor del 8008), era el “miniordenador más potente jamás presentado” según la revista Popular Electronics. Causó furor entre los entusiastas del Homebrew Computer Club,Homebrew Computer Club que pagaron tan solo 400 dólares de la época (1.600 euros actuales) por este ordenador sin teclado ni pantalla —las luces del panel frontal mostraban los resultados al usuario— que solo entendía lenguaje máquina.

Llamado así por uno de los sistemas planetarios de la mítica serie 'Star Trek', el Altair fue todo un éxito: se vendieron 2.000 el primer mes. Ed Roberts, su creador, ni era ingeniero informático ni vivía en Silicon Valley. Tan solo era un aficionado al ‘cacharreo’ que se convirtió en emprendedor desde su oficina de Albuquerque (Nuevo México).

Entusiasmados por aquel invento, dos amigos enviaron una carta a Roberts afirmando que tenían un intérprete del lenguaje de programación BASIC para aquel ordenador. Roberts les compró la idea. En realidad, aquellos dos jóvenes, Bill Gates y Paul Allen, se habían tirado el pisto. Ni siquiera tenían un Altair por aquel entonces, así que tuvieron que desarrollar el Altair BASIC a toda prisa.

Los dos emprendedores no se llevaron demasiado bien con la comunidad de aficionados a la informática. En 1976, Gates, “socio general de Micro-soft”, se dirigió a ellos en una airada carta abiertaairada carta abierta acusándoles de “robar” su ‘software’. La misiva les enfureció tanto a ellos como al propio Ed Roberts, padre del Altair 8800.

“La mayoría de los miembros del Homebrew Computer Club [...] querían una caja suficientemente barata, que fuera suya, y no querían tener que pagar continuamente por usar el lenguaje BASIC”, rememora Felsenstein. “Esto explica por qué los usuarios del Altair estaban dispuestos a violar el ‘copyright’”.

Por entonces, Lee Felsenstein también estaba trabajando para mejorar el Altair y otros ordenadores del momento. Para aquel desarrolló el VDM-1, un módulo que permitía utilizarlo con una pantalla, posibilitando el desarrollo de los primeros juegos interactivos para los ordenadores personales.

Gracias al éxito de aquel módulo, con el que también acudió al concurso del Computer Museum de Boston, pudo desarrollar el Sol-20, el primer ordenador personal si entendemos como tal que puede conectarse a dispositivos externos y tiene una pantalla que muestra gráficos a gran velocidad. Se vendieron 12.000. Pese a ello, Apple le acabó ganando la carrera. Processor Technology cerró por una disputa personal entre los altos mandos y Felsenstein creó después el Osborne, considerado el primer portátil de éxito comercial, en los 80.

Muchos otros aparatos marcaron el camino de los ordenadores personales, desde la calculadora programable Programma 101 de la firma italiana Olivetti (1964) hasta el TV Typewriter (1967), una curiosa “máquina de escribir para la televisión”. Ahora bien, ¿confiaban todos estos creadores en que no solo los entusiastas, sino cualquiera con un bolsillo no muy abultado, tendría un ordenador en su mesa?

No imaginé que buena parte de la gente corriente los tendría [...] Creía que serían demasiado caros”, reconoce Lee Felsenstein, uno de los pioneros de la informática personal. Su trabajo, como el de tantos otros visionarios olvidados, ayudó a que ahora podamos tener un teclado entre manos, aunque Apple, Microsoft e IBM se hayan llevado casi todos los méritos.

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Las imágenes que aparecen en este reportaje son propiedad de Jack Frassanito (1, 3, 4 y 5), Wikimedia Commons (2), Computer History Museum (7), Lee Felsenstein (11), Xerox PARC (9) y Pascal Terjan (8)