Cada vez estamos acostumbrados a tener entre nuestras manos aparatos más pequeños y menos pesados. Aunque muchos se quejan de que los smartphones no acaban de reducir su tamaño como les gustaría, parece que los ordenadores están tomando otro rumbo. Así lo demuestra el fabricante estadounidense IBM, que acaba de presentar el ordenador más pequeño del mundo (al menos hasta la fecha) en su evento anual IBM Think 2018 en Las Vegas.
No se trata de un ordenador al uso. Con unas medidas de un milímetro por un milímetro, este nuevo dispositivo carece de pantalla, teclado o puertos USB. Está pensado para adherirse a cualquier cosa (un alimento, un medicamento...) y ser capaz de “monitorizar, analizar, comunicar e incluso actuar sobre los datos”, como explican desde IBM.
Para ello, este curioso ordenador, que cuenta con la potencia de un chip x86 de 1990, está compuesto por “varios cientos miles de transistores” apenas visibles para el ojo humano que pueden ayudar, entre otras cosas, “a verificar que un producto se haya manejado correctamente durante un largo viaje”.
Sus creadores consideran que es una herramienta potente, entre otras cosas, para luchar contra el fraude asociado a la tecnología blockchainblockchain o realizar pequeñas tareas de inteligencia artificial sin ser visto. A su reducido tamaño se suma su bajo coste: 10 centavos de dólar (unos 8 céntimos de euro al cambio actual).
La llegada de los portátiles: una maleta de 25 kilos
El afán por reducir el tamaño de los ordenadores viene de lejos. No obstante, si echamos la vista atrás, los que en su día fueron revolucionarios por su tamaño hoy son casi una pieza de museo y nos parecen monstruosamente grandes.
La propia IBM fue una de las primeras en llevar al mercado los ordenadores portátiles. En septiembre de 1975 presentaba su modelo 5100, con la gran novedad de que se podía introducir en una maleta y transportarlo. Aunque hoy su peso de casi 25 kilos nos resulte una barbaridad, la posibilidad de que un ordenador integrado en un único chasis con monitor, teclado y una unidad de cinta pudiera llevarse de un lado a otro era innovador para la época. Su precio rondaba entonces los 20.000 dólares (unos 75.000 euros de hoy en día, teniendo en cuenta la inflación), más que algunos coches de su tiempo.
Unos años atrás, a finales de la década de los 60, la idea había salido del ingeniero Alan Kay, quien entonces buscaba crear un ordenador pequeño para niños de todas las edades. Así dio con el concepto de Dynabookconcepto de Dynabook, lo que hoy podríamos ver como una tableta, y que a mediados de los 70 IBM evolucionó y empezó a comercializar con el modelo 5100.
El siguiente en surgir fue el modelo Osborne 1 Osborne 1de la compañía del mismo nombre. Se presentó en marzo de 1981 y comenzó a venderse un mes más tarde. Se trataba de un ordenador con un peso de 13 kilos y un precio de 1.795 dólares (unos 4.150 euros de hoy) que triunfó en el mercado estadounidense. Sin embargo, la llegada de los primeros IBM PC, considerado por muchos el auténtico predecesor de los ordenadores actuales, hizo que su versión mejorada no tuviera tanto éxito.
En 1982 se presentó el Grid Compass 1100, de 5 kilos y el primero en tener la pantalla abatible. Aunque su acogida entre el público no fue la esperada, la NASA sí apostó por él y así pasó a la historia por ser el primer ordenador portátil en visitar el espacio. También los militares estadounidenses lo utilizaron, ya que era tal su ligereza que permitía a los paracaidistas en combate llevarlo a cuestas.
Luego se sucedieron varios modelos en la batalla por ser el más ligero. En 1987 se presentó el Toshiba T1000 con 2,9 kilos de peso y, un año después, NEC Corp anunció su nuevo UltraLite de un kilo menos.
Los siguientes rondaron esos mismos valores. Llegaron los primeros notebook de Apple: el Apple Powerbook 100 en 1991 y el PowerBook Duo un año más tarde, con un peso que rondaba los 2 kilos y algo. A partir de entonces, las principales marcas se preocuparon más de mejorar sus funcionalidades y no tanto por su peso y tamaño.
Torres y placas más diminutas
No solo los portátiles han menguado con el tiempo. Las torres de ordenador también se han reducido considerablemente a lo largo de los últimos años. Si las más pesadas en sus comienzos estaban recubiertas de acero y rondaban los 90 kilos, ahora los mini PC de sobremesa no llegan al medio kilo. Es el caso del Intel NUC, de 450 gramos, y en forma de cuadrado de unos 11,4 x 11,1 x 3 centímetros. También Lenovo ofrece los modelos ThinkCentre Tiny, de 600 gramos, y HP su Stream Mini, de 730 gramos. Y de algo más de un kilo son las propuestas de Apple.
Aunque las que se llevan la palma en reducciones (y buen precio) son las placas que se comercializan sin carcasa. Una de las más famosas es la Raspberry Pi, que en su última versión, la recién estrenada Raspberry Pi 3 Model B+, pesa tan solo 23 gramos. Con ella dispondrás de procesador, memoria RAM, conexiones para un monitor y componentes y hasta conexión Bluetooth y Wi-Fi integrada en la placa.
En busca de miniordenadores para todo
En 1997, el profesor de la Universidad de California Berkeley Kristofer Pister acuñó el término ‘smartdust’smartdust (traducido al español como polvo inteligente) para referirse a una red inalámbrica de minúsculos sensores, tan imperceptibles como las motas de polvo, que sería capaz de recoger cualquier dato de la atmósfera o de la gente. Así Pister imaginaba un futuro con ordenadores del tamaño de la cabeza de un alfiler que cubrirían la Tierra como una nube neuronal. Aunque sus deseos no se han cumplido tal cual hasta la fecha, sí se consiguió que los ordenadores adquirieran un tamaño minúsculo.
Una muestra de ello es la nueva máquina de IBM, aunque no es la único. En 2015, la Universidad de Michigan presentaba el que hasta entonces era el ordenador más pequeño del mundo, el Michigan Micro Mote, o M3Michigan Micro Mote, o M3. Un trabajo que bajo la dirección de los profesores David Blaauw, Dennis Sylvester, David Wentzlof y Prabal Dutta llevó más de 10 años hasta conseguir un equipo de 2 milímetros de ancho.
Se trataba de un circuito integrado de varias capas con células solares, batería, microprocesador, sensores, radio y memoria, con el que se abre todo un mundo de posibilidades.
A medida que la idea del polvo inteligente se va haciendo más viable, los usos comienzan a abarcar todos los ámbitos: desde la monitorización de los procesos internos del cuerpo humano hasta el control del ambiente o las infraestructuras de las ciudades en tiempo real.
Sin duda, la tendencia es a ofrecer más en menos espacio. Ahora el nuevo producto de IBM desbanca al M3 de la Universidad de Michigan disminuyendo su tamaño otro milímetro. Sin embargo, la carrera por miniaturizar la informática hasta el extremo sigue su curso. Seguro que el próximo ordenador más pequeño del mundo se está gestando ya en algún laboratorio.
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Las imágenes son propiedad, por orden de aparición, de IBM y Jeff Keyzer/Wikimedia