“Al final todo invento tecnológico acaba sufriendo las modificaciones necesarias para ver tías en pelotas”. Así de contundente es la Ley de Kerensky, uno de los diez mandamientos que rigen internet, que parece cumplirse cada vez que sale al mercado un nuevo artilugio. Ya se confirmó cuando la industria pornográfica hizo suya la 'webcam', la PlayStation, los 'smartphones' y tabletas; y sigue siendo cierta hoy en día con la utilización de inventos tan recientes como las Google Glass o las Oculus Rift para hacer porno.
No gusta demasiado a las padres de tales dispositivos, que suelen prohibir a los desarrolladores (como sucedió con las gafas de Google) crear aplicaciones para adultos. Restricciones que casi nunca tienen éxito porque espectadores no faltan para este tipo de películas. En todo el mundo, y sobre todo en nuestra nación: según los últimos datos de Comscore, España es el sexto país que más porno consume en internet.
Las conquistas del cine X
La realidad virtual erótica tiene sello español. VirtualRealPorn, nacida a principios de 2014, es una web 'made in Spain' que ofrece a los espectadores porno en su versión más realista. Para disfrutar de los veintiséis vídeos que ya están disponibles en su web, solo hacen falta unas Oculus Rift - las gafas más famosas, ahora propiedad de Facebook - o cualquier otro dispositivo de realidad virtual “como Google Cardboard, Durovis Dive, DODOas o Zeiss VR One”, explica a HojaDeRouter.com Linda Wells, portavoz de la compañía.
Producir este tipo de vídeos resulta mucho más complicado de lo que parece. “La continua I+D necesaria para el desarrollo del sistema de grabación es la principal causa. La planificación de los rodajes es más laboriosa, además de la compleja posproducción”.
También de gafas va la cosa en Pornogafas.com, un portal de la productora catalana Thagson Digital Media que ofrece a los usuarios la experiencia del sexo desde el punto de vista de unas Google Glass. La compañía se sirve de las gafas de realidad aumentada de Google para que sean los propios actores los que graben sus posturas. Un factor que, técnicamente, complica el asunto.
“Tienes que parar, tienes que mirar lo que se ha grabado porque no se va a volver a repetir. Y el director no es el mismo: es el actor el que está actuando y a la vez está grabando”, nos cuenta Sandra Torres, portavoz de Thagson.
Las Google Glass y las Oculus Rift han sido las dos últimas innovaciones tecnológicas que ha incorporado la industria del cine X, pero no han sido las únicas. El pasado mes de noviembre, la compañía de contenidos 'bondage' Kink.com presentó la nueva técnica de grabación de uno de sus directores: colocar, en una vara con un juguete erótico en su extremo, una GoPro. La cámara favorita no solo de los profesionales del porno, sino también de las parejas 'amateur' que deciden colgar en internet sus experimentos con el diminuto objetivo.
Tampoco la PlayStation 4 se ha librado de su uso explícitamente sexual. PornHub, una de las plataformas de vídeo más conocidas del sector, ha adaptado muchos de sus cortometrajes para la consola de Sony. Y hace poco, una agencia de publicidad neoyorquina publicó un par de escenas grabadas por un dron.
Plataformas que compiten aún con la tradicional 'webcam', la tecnología que sigue permitiendo a las productoras sacar mayor tajada del porno 'online'. Una innovación que, en su tiempo, también conllevó bastante esfuerzo técnico. Como señala Juli Simón, director del Salón Erótico de Barcelona, “detrás de la 'webcam' hay todo un equipo”, aunque no lo parezca. “No es sólo una cámara: aquí hay tecnología para poder chatear con seis o siete personas a la vez, para tener la plataforma de pago, para promocionarlo adecuadamente...”
“Hoy en día, en la época tecnológica en la que estamos, donde enciendo el ordenador y ya puedo ver porno, para fidelizar a la gente necesitas novedad constantemente”, explica Simón. Y es precisamente esa renovación la que intenta combatir el principal problema de la industria X en internet: la piratería.
De momento, la única que gana la batalla a la copia ilegal es la 'webcam' porque, como señala Simón, el 'show' que llevan a cabo los actores se emite en directo.
La piratería no es el único problema que se encuentra el sector del porno 'online'. Los que buscando reciclarse deciden emplear un nuevo invento tecnológico se topan a menudo con las prohibiciones de los inventores, a los que no entusiasma la idea de que sus dispositivos se empleen para grabar o reproducir sexo. Tal ha sido el caso de Google, que el pasado año vetó las aplicaciones de contenido erótico para sus Glass. Una política que también sigue Apple en su tienda de aplicaciones.
Todo un dilema para las empresas del sector, que intentan dar con la fórmula para salirse con la suya a expensas de los gigantes. “Estamos mirando cómo tratar este tema para ver si, cuando se tiene el monopolio de algo, se puede prohibir que ciertas empresas desarrollen su actividad”, afirma Torres, y nos recuerda que “el porno es totalmente legal, y por él estamos pagando los mismos impuestos que todo el mundo”.
Tecnología y porno de la mano: ¿por qué?
Las ansias de novedad por parte de los usuarios y la competencia feroz del sector están detrás de la estrecha relación que existe entre el porno y la tecnología. De acuerdo con Simón, “no hace falta ser un genio para hacer una peli porno. Se hacen decenas al año y la competencia brutal hace que sea necesario innovar constantemente para poder vivir de esto”.
Para el director del Salón Erótico de Barcelona, aquella empresa que no innova en el uso de la tecnología acaba saliendo del mercado. De ahí que resulte incluso más importante la técnica que las propias escenas. “Siempre tenemos que buscar la maneras de innovar, nuevas formas para llegar a nuestro público”, añade Sandra Torres.
Aunque en VirtualRealPorn consideran que, más allá de la innovación, es la propia naturaleza del porno la responsable del idilio. “El porno siempre ha buscado la máxima inmersión y sensación de realidad en los contenidos, y es con las nuevas tecnologías como se consigue incrementarla”. Y aquí está el origen de un romance que, a pesar de las muchas piedras en el camino, será difícil de romper.
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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de Sergey Galyonkin (y 2), Karlis Dambrans, Me and the Sysop , Nainerouge y Robert Scoble