Así eran los memes en tiempos del fax y las primeras fotocopiadoras

Los comentarios hilarantes en Twitter, las frases irónicas colocadas sobre fotos de gatitos o de un Julio Iglesias acusador y cualquier tipo de chiste que encaje en esos correos que amenizan las jornadas laborales de los viernes son las insignias del humor del siglo XXI. ¿Quién podría imaginar ya internet sin memes y sin GIF animados con los que expresar cualquier emoción, por difícil que parezca?

Aunque probablemente nunca haya existido un escaparate tan global para graciosillos y cómicos de a pie, la sátira es inherente al ser humano y el humor viral lo es a la tecnología. Si la llegada del teléfono trajo consigo las primeras bromas contadas por auricular, las máquinas de oficina de finales del siglo pasado parieron los primeros chistes en formato meme, sin Photoshop ni fotografías en color de por medio.

“Toda innovación tecnológica parece dejar una huella inconfundible en la sabiduría popular de nuestra cultura”. Así comenzaba Michael J. Preston su ensayo ‘Xerox-lore’, donde este experto en folclore hablado y escrito acuñaba en 1974 el término que daba título al documento: una combinación de ‘xerox’ -por la empresa Xerox Corporation, cuya marca se ha generalizado en Estados Unidos como sinónimo de fotocopiadora- y la palabra inglesa ‘lore’, que significa conocimiento popular.

Preston, hoy retirado de su labor investigadora en la Universidad de Colorado, bautizó así al conjunto de textos jocosos, aislados o acompañados de imágenes, que se difundieron a partir de los años 50 gracias a las máquinas de fotocopias. Varias décadas después, reafirmaba aquella primera frase de su ensayo con otra publicación, en la que inventaba otro término, el ‘faxlore’, para referirse a los mensajes satíricos enviados a través de fax.

“Al principio, las máquinas fotocopiadoras eran enormes y muy caras, así que solo las grandes instituciones podían comprarlas”, explica Preston a HojaDeRouter.com. Aunque teóricamente debían utilizarse solo para asuntos de trabajo, los empleados pronto les encontraron otras aplicaciones: “Las usaban para copiar materiales humorísticos que antes habían sido modificados, reescritos o reproducidos mediante mimeógrafos”, afirma el experto. Unos memes rudimentarios.

Xerox Corporation fue la primera empresa en comercializar estas máquinas en 1959 (era un invento del físico Chester Carlson), de ahí que el estadounidense la eligiera para el nombre, pero a la marca no le hizo mucha gracia. Por eso, “la alternativa ‘photocopylore’ [una aportación de otro investigador en folclore popular] se convirtió en el sinónimo más extendido”, aclara Preston, que no volvió a considerar a la compañía para nuevos calificativos pese a ser también una de las primeras en patentar un modelo de máquina de fax moderno.

Humor de oficina

A medida que el precio de las fotocopiadoras disminuía, los aparatos comenzaban a estar disponibles en establecimientos para su uso público. “Funcionaban con monedas y costaban unos cincuenta céntimos de dólar por página, un precio significativo a finales de los 50”, recuerda el profesor retirado.

Pero, como en general continuaban siendo máquinas de oficina, el ‘xeroxlore’ era una estrategia de los trabajadores para difundir mensajes graciosos en los que casi siempre se burlaban de sus superiores. Los mensajes, que imitaban a los anuncios corporativos, ponían en evidencia a los jefes de una empresa o exageraban las normas, como las relacionadas con ausencias injustificadas y los despidos.

“Últimamente se pasa demasiado tiempo en el baño”, comienza uno de los textos. A continuación, establece que en el futuro se acudirá por turnos y por orden alfabético, según la inicial del nombre del empleado. “Si no puedes ir a tu hora, tendrás que esperar hasta tu turno del día siguiente”, sentencia el viejo meme.

Reflejaban los valores y preocupaciones de los empleados. Al principio solo de los hombres, pero después comenzaron a aparecer voces femeninas”, indica el investigador. Los textos, acompañados por imágenes, podían incluir también referencias sexuales o escatológicas, alusiones políticas, étnicas o de género, como chistes racistas sobre polacos.

“Algunas veces solo se veía un borrón con forma de mariposa, pero cuando la hoja se doblaba y mirabas el papel a contraluz podías ver personas en diferentes posturas sexuales”, cuenta Preston. Otras veces. se trataba de falsas tarjetas de Navidad o folios que plegados mostraban un dibujo y estirados otro muy distinto. Por desgracia, al copiarse una y otra vez, la calidad de las piezas disminuía constantemente.

El ‘xeroxlore’ se transmitía de buzón a buzón dentro de una compañía. En vez de comenzar con “a todos los empleados” o “a todo el personal” (una fórmula común en los comunicados oficiales), la misiva podía dirigirse, irónicamente, a “todos los que pagan impuestos”, por ejemplo. Los mensajes eran anónimos y pasaban de los trabajadores de un departamento o institución a sus amigos y familiares.

Viñetas anónimas o anonimizadas

Una variante consistía en modificar viñetas de una publicación, como un periódico o una revista. “La firma del ilustrador se perdía en el proceso”, indica el experto. También ocurría al contrario: algunas piezas terminaban en las páginas de algún diario o magacín.

Aunque el remitente del ‘faxlore’ se conocía inicialmente (como el de un email o una llamada telefónica), la pista original desaparecía a medida que el material se reenviaba.

“Siempre hay alguien que empieza cualquier manifestación de folclore, pero suele ser difícil identificar al autor: se convierten en anónimas porque a nadie le importa realmente su atribución”, sostiene Preston. Lo mismo que sucede con los memes hoy en día.

Un supuesto comunicado sobre absentismo laboral estipula que “no se aceptarán más justificantes médicos como prueba de enfermedad” porque “si te encuentras suficientemente bien como para ir al médico, lo estás también para ir a trabajar”.

Listas de razones por las que “una calabaza es mejor que un hombre” o “por qué una cerveza es mejor que una mujer” también circulaban como ‘faxlore’. Y, como esos mensajes de WhatsApp que informan sobre falsos avisos policiales, había quien enviaba faxes amedrentadores que difundían leyendas urbanas. “Solían referirse a una alerta de la policía local sobre personas que vendían drogas a estudiantes en los colegios o supuestos grupos violentos”, señala el estadounidense. “No había ninguna manera de comprobar su veracidad exceptuando el sentido común”.

“Mientras nuestras formas de comunicación continúen evolucionando, la sociedad seguirá remodelando el folclore y la sabiduría popular para incluir los nuevos elementos”, afirma Preston. Este tipo de cultura es dinámica, está viva y, por lo tanto, “debe cambiar y adaptarse a nuevas situaciones e intereses, así como a las nuevas formas de difusión”. Así pues, ¿qué vendrá después de los memes?

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La segunda imagen de este artículo es propiedad de Lukas