A estas alturas de la película, pocos esperaban ya que Nokia fuera capaz de remontar. La compañía que dominó la era de los móviles no llegó a tiempo a la de los 'smartphones' y, pese a que sigue siendo el segundo fabricante de teléfonos del mundo, su decadencia es evidente.
Nokia es una compañía centenaria que empezó como fabricante de papel en el siglo XIX. A medida que la empresa empezó a crecer, su negocio empezó a diversificarse: calzado, neumáticos, pelotas y hasta juguetes. No fue hasta principios del siglo XX cuando su unión con una empresa de cables hizo que empezara a moverse hacia lo que es hoy, un gigante de la electrónica. Su buen hacer convirtió a los finlandeses en el primer fabricante de telefonía móvil del mundo durante años... Hasta que llegaron los 'smartphones'.
cuando Nokia era el rey
Basta con teclear Nokia 3310 en un buscador de imágenes de internet para darse cuenta de la cantidad de bromas y chistes que se han hecho sobre su resistencia y calidad. En los 90 y principios de los 2000, Nokia era sinónimo de móviles avanzados, con un diseño innovador y prácticamente indestructibles. Pero llegó la era de los teléfonos inteligentes, los móviles dejaron las teclas por las pantallas táctiles y, en ese momento, todo cambió.
A partir de 2007 y 2008, la llegada de terminales como el iPhone de Apple y el Dream de HTC empezó a marcar un nuevo rumbo. Las pantallas habían crecido, las capacidades también, pero sobre todo el 'software', el sistema operativo. iOS y Android estaban ofreciendo un concepto nuevo, que estaba calando de verdad entre los consumidores. ¿Qué estaba haciendo Nokia mientras tanto? Confiar en lo que le había funcionado durante quince años, hacer lo de siempre. Pero lo de siempre tiene un límite, y Nokia no se dio cuenta de eso hasta que fue demasiado tarde.
La maldición de Symbian
Cuando los móviles no eran tan inteligentes, Symbian era el rey. Era el sistema operativo perfecto: flexible, rápido, con multitud de opciones, altamente configurable y lleno de aplicaciones interesantes. Los Nokia de los noventa y los 2000 le deben parte de su éxito a las diferentes versiones de este sistema operativo, que consiguió una integración casi perfecta con los terminales finlandeses. Pero llegaron los 'smartphone', y con ellos iOS y Android, y entonces todo cambió.
Symbian pasó de ser un sistema rápido y eficiente a convertirse en un 'software' lento e incompleto, que no lograba ofrecer una experiencia similar a lo que esperaban los usuarios de Nokia. Mientras tanto, el iPhone y los primeros terminales con Android, como el Dream de HTC, empezaban a ganarse los corazones de todo el mundo.
La compañía finlandesa podría haber adoptado el sistema del robot verde como hicieron muchos de sus rivales, pero prefirió continuar con una estrategia más conservadora y seguir a lo suyo. El resultado: Nokia pasó en pocos años de ser la líder indiscutible del mercado a no estar ni entre los cinco primeros fabricantes de 'smartphones' del mundo, aguantando gracias a su gama media y baja de terminales (con Symbian casi todos, salvando la notable excepción de la gama Asha). Su error ha sido similar al de Motorola, al igual que su destino final.
Microsoft, la última carta que tenía Nokia
Ante la perspectiva de seguir perdiendo cuota de mercado, Nokia jugó una carta arriesgada, la carta de Microsoft. Su alianza con la compañía de Redmond colocaba a Windows como sistema operativo de bandera de la compañía que, esta vez sí, apostaba por poner toda la carne en el asador con sus nuevos terminales. Nacía la gama Lumia, a la altura de los mejores teléfonos del mercado.
Sin embargo, las buenas ventas no han sido suficientes para revertir la situación y la empresa finalmente ha claudicado. La división de móviles de Nokia es ya propiedad de Microsoft.
La importancia de integrar 'hardware' y 'software'
Microsoft domina el mercado de los sistemas operativos de escritorio. Tal vez por eso nunca ha sentido la necesidad de adquirir una empresa fabricante de ordenadores y ponerles su marca, pero en el ámbito de las tecnologías móviles es diferente. En este sector, Apple con iOS y Google con su Android son los amos y Windows no ha llegado ni a inquietar a los grandes.
Para no quedarse definitivamente descolgado, Microsoft ha decidido adquirir Nokia, con la que se asegura de un plumazo una fabricante para desarrollar dispositivos a su manera, con una marca que pese a todo sigue siendo sinónimo de calidad, patentes y 'know-how'.
Este movimiento de Microsoft evidencia la importancia que tiene para las grandes compañías el contar con su propia división de dispositivos. Las que en un principio fueron empresas de 'software' como Google, Microsoft o Amazon, quieren ahora dominar también el campo del 'hardware' y no quedarse fuera de un mercado (el de la tecnología móvil) que está lejos de tocar techo.
¿Era esta su única salida?
Nokia ha invertido demasiado dinero en volver a estar en el 'top' de los fabricantes de dispositivos, incluso cuando hacía ya tiempo que había perdido su posición privilegiada. Desarrollar móviles de alta gama es complejo y requiere de importantes inversiones, por un lado, y de buenas ventas por otro para funcionar. Sin embargo, Nokia podría haber tomado otro camino, no tan ambicioso, pero seguramente mucho más lucrativo.
Nokia sigue siendo el líder mundial de los móviles tradicionales (los llamados 'feature phone'). Su cuota de mercado en las economías emergentes es excepcional y sus ventas son millonarias. Solo el modelo 1100 ha colocado más de 200 millones de unidades y es el más vendido de todos los tiempos. Entonces, si el dominio de los finlandeses en este campo es tan grande, ¿por qué no se centra en él? Quizá sus propietarios no lo vieran tan atractivo, ya que dejar de competir en la gama alta sería dar por perdido el mercado de las economías desarrolladas y echar a perder su imagen . No obstante, si nos ceñimos a las cifras, es probable que Nokia hubiera conseguido mejores resultados si hubiera seguido con su 'si funciona, no lo toques'.
Ahora con el cambio de propiedad de la empresa, su futuro es incierto. Microsoft tiene la capacidad para darle un nuevo aire a la marca, aunque nada garantiza que vaya a resucitar. Es difícil decir qué saldrá de esta adquisición, pero 5.400 millones por una de las compañías más laureadas de la historia de la telefonía móvil no parece un mal negocio.