El fin de Vertu, desde dentro: así quebró la empresa que vendía móviles a los ricos

Hechos en Inglaterra, montados pieza a pieza por un especialista que dejaba en ellos su firma y recubiertos de oro, titanio o cristal de zafiro, los teléfonos de Vertu estaban destinados a ocupar los bolsillos de los más ricos. Sus precios, que en función del modelo llegaron a alcanzar los más de 40.000 euros, no echaron para atrás a una buena ristra de compradores con gran poder adquisitivo que se hicieron con uno de sus terminales cuando la compañía se promocionaba como signo de lujo y exclusividad.

Sin embargo, y aunque tras su nacimiento en 1998 la empresa logró encadenar varios años de buenas ventas, las limitaciones de su ‘software’, empaquetado en un envoltorio lujoso y extravagante, han terminado pasando factura a la marca. Tras cambiar varias veces de manos, la empresa de móviles para los más ostentosos se ha declarado en bancarrota y ha cerrado su única fábricaha cerrado su única fábrica.

La historia de Vertu comienza a finales de los años 90 en el seno de Nokia. Allí Frank Nuovo, jefe de diseño de la compañía finlandesa, llevaba años trabajando en la idea de la segmentación de mercado en la industria del teléfono móvil. “Bajo la guía de Frank, en Nokia creamos teléfonos para gente joven, para gente mayor, para gente de negocios… pero había un trozo de la segmentación que aún estaba sin explotar, el del lujo”, explica a HojaDeRouter.com Michael 'Hutch' Hutchinson, quien se convertiría primero en jefe de ingeniería y luego en jefe de concepto y de diseño de Vertu.

Con la idea de fabricar móviles que conquistaran el sector más acaudalado del mercado, Nuovo y un equipo de cuatro personas entre los que estaba Hutch consiguieron financiación de la junta de Nokia y comenzaron a trabajar envueltos en el mayor de los secretismos. Estaban convencidos de que el primero que se adentrara en el sector de lujo móvil contaría con una gran ventaja. Además, también decidieron que los teléfonos para ricos de Nokia se comercializarían bajo una marca diferente, Vertu.

“Comenzamos a construir un equipo de talentos muy diversos. Reclutamos a gente de industrias obvias como la fabricación de relojes, pero también de otros campos tan diversos como la Fórmula 1 o la industria del cuero. Teníamos incluso a un ingeniero de cohetes”, rememora Hutchinson.

Vertu llegaba en un buen momento. “A finales de los 90, el mercado de divisas estaba en auge”, explica Michael. “El lujo estaba bien y era un concepto socialmente aceptado y una característica propia de las nuevas economías en alza”.

Según afirma el experto, y en paralelo a esta bonanza económica, los teléfonos móviles se habían democratizado: todo el mundo tenía uno, pero ninguno era “especial”. “Si un hombre llevaba un Rolex, conducía un Mercedes AMG y llevaba zapatos hechos a mano, ¿por qué iba a usar el mismo teléfono que su sirvienta?”, se pregunta.

Es en ese contexto de exceso y ostentación en el que sus teléfonos con pantalla de cristal de zafiro, funda de cuero o bañados en oro podía triunfar. Su gama Signature, por ejemplo, partía de los 12.500 euros por terminal, aunque los modelos más caros, con oro de 18 quilates, podían superar los 40.000 euros. Y en 2013 lanzaban un servicio de secretario o asistente personal asociado al teléfono: con solo apretar un botón, tenías a tu disponibilidad un trabajador que te podría conseguir reservas en los locales más exclusivos, gestionarte viajes o billetes o hacerte recomendaciones.

Sin embargo, para entonces, entrada la segunda década de los 2000, ya había comenzado su declive. La llegada de los ‘smartphone’ y la transformación del teléfono en una suerte de miniordenador hacía que necesitaran algo más que un embalaje para convencer al comprador. Y su ‘software’ nunca consiguió destacar: sus terminales llegaban al lanzamiento anticuados y sin ofrecer prestaciones que otros competidores sí que proporcionaban por miles de euros menos.

Las compañías de tecnología de lujo necesitan una tecnológica hermana mayor para amortizar los costes de I+D de los componentes tecnológicos de primera clase (circuitos, ‘software’, licencias)”, defiende Hutch. “Piensa en Rolls Royce y BMW o Volkswagen y Lamborghini. Tienes que hacer cientos de miles de productos para financiar el desarrollo de nuevos motores y trenes de potencia”, añade. “Esto se hizo cada vez más claro cuando fuimos vendidos por Nokia”.

En 2012, el gigante finlandés se deshacía de Vertu, que empezaba así una peregrinación por el desierto: primero el grupo sueco EQT, de ahí a Godin Holdings, un grupo de inversión chino, y más tarde a las manos del magnate turco Hakan Uzan bajo las que se ha declarado en bancarrota. Con cada venta, la valoración de la marca alcanzaba cifras menos multimillonarias. Y aunque con su partida de Nokia, los teléfonos de Vertu abandonaban el sistema Symbian y apostaban por Android, seguían a años luz del 'software' de otros competidores. “Yo diría que la naturaleza de este tipo de grupos inversores es comprar y vender rápidamente. Y la verdadera calidad no puede ser apresurada”, defiende el experto. 

Sin embargo, no ha sido solo el cambio de manos y la falta de inversión en tecnología la única razón tras el fracaso de la empresa. El antiguo responsable ve al menos otro par de factores claros. “Otro de los motivos detrás del inicio del descenso de la compañía fue el cambio por el cual los teléfonos móviles dejaron de ser ‘teléfonos’ y se convirtieron en ordenadores pequeños que caben en tu mano y con los que puedes hablar”, relata Hutch.

“El teléfono era un dispositivo muy personal, que decía algo de ti y parte de esa colección de cosas que la gente ve como sus ‘objetos queridos’ (cartera, joyería, coches, zapatos, los sujetos habituales del lujo)”. Sin embargo, y según el experto, los ordenadores y las tabletas no forman parte de este grupo, pueden ser “buenos amigos”, pero no cruzan la línea que los separa del lujo. “Y los smartphone modernos y poco diferenciados se han unido a ellos”. Así, y de acuerdo a Hutch, el objeto que fabricaban ya no era considerado parte del sector del lujo, aunque ellos intentaban venderlo como tal.

Además, el experto también cree que la ostentación de la que se hizo gala en décadas anteriores ha pasado a mejor vida. Un móvil revestido de zafiros ya no está bien visto por la sociedad. “Después de lo que sucedió con Lehman Brothers y todas sus repercusiones posteriores, el lujo ha dejado de ser tan aceptado y el mundo ha tomado una naturaleza más austera”, sentencia.

Falta de innovación tecnológica y de inversión, cambios de manos, la llegada del 'smartphone' y también una clara falta de público en el sector del lujo han terminado por sentenciar a una empresa que en su día tuvo a los famosos de su lado en cada lanzamiento. Por ahora, y aunque su último dueño afirma que planea conservar la marca, Vertu ya no creará más terminales ostentosos propios de los ricos más horteras.

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