¿Te imaginas viajar a la Luna a bordo de un artefacto armado con una tecnología similar a la de aquella calculadora que utilizabas en bachillerato? ¿Aquel mismo cacharro atestado de botones cuyo uso desconocías por completo? Pues, por imposible que parezca, la primera expedición espacial que ha conseguido trasladar al hombre a la Luna estaba controlada por un dispositivos con la misma potencia.
Para ser más exactos, la expedición del Apolo 11 en la que hicieron historia Neil Armstrong, Edwin E. Aldrin Jr. y Michael Collins, portaba dos de estos artilugios, uno en el llamado módulo lunar y otro en el módulo de mando. Pero si los comparásemos, no con una calculadora, sino por ejemplo con cualquier smartphone como el que podrías estar utilizando para leer esto, las diferencias serían abismales.
De hecho, si los integrantes de esta misión espacial fueran conscientes de lo arcaica y simple que era esa tecnología en comparación con lo que la mayor parte de los ciudadanos del planeta Tierra porta hoy en sus manos, se echarían las manos a la cabeza. Y es que, el Apolo Guidance Computer (AGC), como fue bautizado el ordenador que controlaba todo lo que sucedía en el cohete, no disponía siquiera de multitarea, algo tan común en cualquier portátil o incluso tableta de hoy en día.
En la actualidad su simplicidad sería tal que cualquiera con maña, paciencia y 3000 dólares en su bolsillo podría construirla en cuatro días. No obstante, en 1969 el equipamiento diseñado por la NASA era lo más sofisticado que hasta la fecha había sido inventado. Eso sí, lo que hoy conocemos como ‘usabilidad’ no existía, por entonces, ni como concepto.
Así, para que la computadora ejecutase las acciones los astronautas debían de introducir complejos comandos que combinaban números y verbos, además los astronautas iban diciendo en alto estos códigos para que la base situada en Houston no perdiera detalle alguno de todo lo que hacían.
Si bien la sencillez no era uno de sus puntos fuertes, tampoco lo era la fiabilidad. Pese a que consiguió transportar a la que a la postre se ha convertido en la única expedición que posó sus pies en suelo lunar, lo cierto es que el Apolo Guidance Computer dio algún que otro susto antes de completar la misión. Mientras Neil Armstrong descendía para protagonizar “un pequeño paso para el hombre”, el AGC comenzó a transmitir señales de alarma.
Al parecer, el equipo había sufrido una sobrecarga, es decir, se había quedado sin espacio a la izquierda para continuar realizando operaciones de cálculo. En el momento del alunizaje, el módulo lunar debía desprenderse del módulo de mando, que se quedaba en órbita, para llegar a la superficie de la Luna. Por si se producía algún problema, dejaron encendido el radar que conectaba ambos módulos y que permitiría volver a ensamblarlos. Lo que no contemplaron es que dicho aparato mandaba tal cantidad de datos que acabó por sobrecargar el AGC. Una maniobra que, por suerte, no pasó a mayores y permitió lo que sin duda fue “un gran paso para la humanidad”.