Pocas personas asociaban mentalmente los apellidos Jobs y Wozniak con el nombre Steve hace cuatro décadas. Tampoco había mucha gente que tuviera una tienda de informática en los años 70. Tal vez por la suma de ambos factores, tan solo el propietario de uno de esos escasos establecimientos apostó por el primer ordenador de aquel par de veinteañeros.
Paul —curiosamente, el segundo nombre del fallecido cofundador de Apple— era el dueño de Byte Shop, una tienda en Mountain View especializada en vender los 'kits' de ordenadores que se popularizaron en aquella época. “Les ofrecí un pedido para comprar 50 unidades montadas y probadas pagadas al contado a 500 dólares [unos 1.800 euros teniendo en cuenta la inflación] cada una”, cuenta Paul Terrell a HojaDeRouter.com.
Además de proporcionar con aquella compra de varios Apple I “el capital inicial” de la compañía de la manzana mordida, la idea de fabricar ordenadores listos para su uso acabaría contribuyendo a que esos dos jóvenes triunfaran del modo que lo hicieron.
Fundando una de las primeras tiendas de ordenadores
Las puertas de Byte Shop, “la tienda de informática asequible”, abrieron el día en que Paul Terrell cumplía 32 años. No se quebró demasiado la cabeza buscándole nombre. Acababa de nacer Byte Magazine,Byte Magazine una publicación destinada a los ‘geeks’ del momento, y pensó que su establecimiento bien podría identificarse con aquella revista sobre la “moda” de los ordenadores personales. “Una revolución informática estaba a punto de suceder que sería más significativa que la revolución industrial en el discurrir de la civilización”, afirma Terrell.
Este vendedor, que había aprendido electrónica tras unirse a las Fuerzas Aéreas estadounidenses, había trabajado en IBM cuando Silicon Valley era “un valle de huertos frutales”. En poco tiempo se dio cuenta de que había “mejores oportunidades y salarios” en el ‘marketing’ y las ventas de los productos electrónicos que en la ingeniería. Por eso, cofundó una empresa de representantes comerciales que ofrecía sus servicios a una docena de nuevos fabricantes.
Cuando la compañía MITS presentó el Altair 8800, un asequible miniordenador que animó a Bill Gates y Paul Allen a crear Microsoft, Paul Terrell contactó con su creador. Le ofreció ser el vendedor en exclusiva de sus productos en el norte de California, Oregón, Washington y el norte de Nevada. “Teníamos gente haciendo cola en la puerta de la oficina cada mañana y es cuando decidimos que teníamos que abrir un lugar de venta al por menor”, rememora.
Este vendedor presentaba de vez en cuando los productos de MITS en el Homebrew Computer ClubHomebrew Computer Club, un famoso lugar de encuentro para los entusiastas de los ordenadores personales. “Allí fue donde conocí a Steve Jobs y a Steve Wozniak, cuando estaban tratando de vender la placa de circuitos que Woz había diseñado”, detalla Terrell.
El artífice del Apple I, que no pretendía en un principio vender un producto sino idear un aparato para su propia televisión, solía acudir a aquel club. Pensó que de los 500 miembros, al menos 50 estarían interesados en comprar su placaen comprar su placa. Así que vendió su calculadora HP y Jobs hizo lo propio con su furgoneta para fabricar más placas.
Tras su presentación en el Homebrew Computer Club, Paul Terrell creyó que podía vender aquella placa en su Byte Shop para “ofrecer variedad”, ya que utilizaba un microprocesador diferente al del Altair 8800 (el MOS 6502 frente al Intel 8080). Además, al tener “todo lo necesario” en una sola placa, se podía adaptar al comprador “que solo quisiera utilizar el ordenador en lugar de tener que montarlo”. Precisamente por eso, no deseaba vender la placa y que los clientes tuvieran después que soldar los chips en ella, como ya ocurría en otros 'kits' y como pretendían Jobs y Wozniak: su intención era vender ordenadores completos.
Así que Terrell los invitó a su tienda al día siguiente para llegar a un acuerdo de compra de 50 Apple I. “Un muy inteligente Steve Jobs llevó las partes [del Apple I] a los distribuidores y negoció con ellos las condiciones de la industria de pagos a 30 días desde la fecha de la factura con la promesa de que yo les pagaría en metálico”, rememora Terrell.
Se enteró de la jugada porque la propia empresa con la que quisieron cerrar el trato le llamó diciéndole que tenía “a dos Steves en sandalias en su oficina que querían comprar componentes de ordenador”. Fue entonces cuando se dio cuenta de que a Steve Jobs se le daba muy bien negociar.
Tal y como habían acordado, Jobs le entregó los ordenadores que habían construido en su garaje un mes después, para venderlos por la satánica cantidad de 666,66 dólares 666,66 dólares. Poco después, conseguiría el apoyo de Mike Markkula, el primer inversor de la novata Apple, cofundada por un maestro de la ingeniería, un genio del ‘marketing’ y un excompañero en Atari del segundo que pronto se quitó de en medio.
El visionario que impulsó la creación de un gigante
Terrell siguió trabajando con Wozniak y Jobs para mejorar aquel ordenador, ya que “hubo malentendidos” sobre lo que debía ser “un ordenador montado y testado”. Los Apple I no incluían teclado, pantalla ni fuente de alimentación. Decidió no comprar más ordenadores de aquel modelo.
“No quería quedarme atrapado con un inventario de Apple I que hasta hoy no podría vender a 900.000 dólares”, señala el fundador de Byte Shop, aludiendo al alto precio que los coleccionistas están dispuestos a pagar en la actualidad por estas piezas únicas. Se llegaron a fabricar 200 en total, aunque algunas de los que se vendieron a Harts Department Store fueron destruidos por los propios trabajadores de Apple.
Terrell también sabía que el Apple II sería mucho mejor. De hecho, su tienda se convirtió en un campo de pruebas para ese segundo ordenador. “Las primeras reacciones de los clientes fueron [pedir] color y más funcionalidades, periféricos y ‘software’ que tuviera fácil acceso en las tiendas”, recuerda Terrell.
El primer ordenador de producción masiva de Cupertino salió finalmente a la venta en 1977. Para entonces, Byte Shop era todo un éxito. Había 58 tiendas en todo Estados Unidos. Según Terrell, fue la primera cadena de tiendas especializada en ordenadores. Nuevas Byte Shop abrían tan rápido —ocho cada mes— que él y su socio no lograban que el negocio siguiera creciendo sin ayuda. Acabaron vendiendo la compañía ese mismo año.
En 1984, el mismo año en que Apple lanzó el famoso Macintosh con referencias al Gran Hermano incluidas, también puso a la venta el Apple IIc, el cuarto modelo de aquel ordenador concebido, en parte, en la Byte Shop. Steve Jobs llamó entonces a Paul Terrell y le invitó a la presentación de la campaña Apple II Forever para que le entrevistaran. “Jobs me reconoció por primera vez que no habrían tenido éxito si no hubieran hecho caso a mi consejo y hubieran fabricado un ordenador completo montado y testado, que terminaría siendo el Apple II”, asegura.
Terrell perdió el contacto con los Steves durante años. Cuando Jobs falleció, expresó sus deseos a Wozniak de asistir al funeral por correo electrónico. “Woz me dijo que él siempre me consideró el cuarto fundador de Apple Computer”, afirma con orgullo. Paul Terrell recuerda vivídamente aquel momento de su vida en el que colaboró en el nacimiento de Apple. De hecho, su contribución ha sido incluso inmortalizada en el ‘biopic’ ‘Jobs’.‘Jobs’
El Paul Terrell real vivió muchas aventuras después. Tras vender Byte Shop, creó el “ordenador de sus sueños”, el Exidy Sorcerer. Se vendieron 4.000 unidades en todo el mundo, algunas incluso en Europa. Cofundó en los 80 una empresa de ‘software’, otra que fabricaba una suerte de bolígrafo para controlar el ordenador y regresó al sector de la distribución como CEO de la cadena de tiendas de ordenadores ComputerMania.
“Me siento como si hubiera vivido en los mejores tiempos y he visto la transformación de casi todo en mi vida, sin arrepentirme por marcharme cuando sea mi momento”, concluye Terrell. No en vano, casi nadie puede presumir de haber sido el primero en dar una oportunidad a los padres de un imperio tecnológico.
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Todas las imágenes de este artículo son propiedad de Paul Terrell