WhatsApp, Spotify, Netflix o Twitter empiezan a ponerse al servicio de los agentes de seguridad, que emplean estas nuevas herramientas para mantener el orden en las calles o encontrar al responsable de un delito.
Gracias al chat por excelencia, el comisario argentino Marcelo Guerrero ha cambiado la porra y la pistola por el móvil. Ahora es más conocido como “el comisario WhatsApp”, y presume de haber eliminado los delitos y todo tipo de altercados en la zona que está bajo su jurisdicción (donde viven cerca de 20.000 personas). Hace más de 140 días que no se produce un incidente.
Este policía, que se hizo cargo en marzo de una de las comisarías de la ciudad de Río Grande (Argentina), ha echado mano de la aplicación para reforzar la seguridad en las calles. Los ciudadanos se han convertido en particulares agentes del orden, que vigilan las 24 horas del día y pueden denunciar en cualquier momento cualquier actividad que consideren sospechosa.
“Yo les digo que son un policía más y que cuando estén en casa no cierren las cortinas y miren hacia fuera. ¿Quién va a saber mejor si pasa algo que los propios vecinos?”, se pregunta. El apoyo que ha obtenido es notable: ya administra 27 grupos de WhatsApp en los recibe todo tipo de denuncias, pruebas, fotos, audios y mensajes de texto. “Disminuyó todo, hasta la presencia policial”, asegura.
Eso sí, nadie puede formar parte de este nuevo sistema si no se ha identificado previamente con su DNI o si ha cometido delitos en el pasado. Una manera de hacer frente a las mentiras y falsas alarmas.
Según Marcelo, la iniciativa está siendo fructífera, en parte porque los posibles delincuentes ya saben que los vecinos trabajan para mantener el orden. “Hemos encontrado personas robando en casas gracias a que nos avisaron por WhatsApp”, asegura. De hecho, algunas viviendas y lugares públicos han colocado carteles para avisar a los transeúntes de que se encuentran ante una vivienda protegida o una zona asegurada gracias al servicio de mensajería.
Además, Marcelo explica que se reducen los trámites burocráticos, ha logrado crear una comunidad que antes no existía y que el barrio confíe en él. Si alguien no se atreve a hacer su denuncia pública en los grupos (por miedo a represalias), le puede escribir de forma privada.
La iniciativa se ha expandido a otras comisarías de la zona y ha llegado hasta la provincia de Córdoba (también en Argentina), con más de tres millones de habitantes, donde ya hay por lo menos 160 grupos activos de WhatsApp para ayudar en la labor policial. Según explica Guerrero, más lugares del país han mostrado interés, como también zonas de México, Perú o Paraguay.
A miles de kilómetros de distancia, varias ciudades de la India han puesto en marcha iniciativas similares. Fue en el mes de mayo cuando la policía de Chandigarh, una ciudad de casi un millón de habitantes, decidió utilizar la misma aplicación de mensajería para que los ciudadanos pudieran informar sobre delitos relacionados con el tráfico de droga, según explica su departamento de ciberseguridad.
Desbordados por las peticiones, este verano el servicio se ha ampliado por exigencia ciudadana. Permite que los vecinos denuncien actividades ilegales, pero también para que alerten de actuaciones corruptas por parte de la propia policía. Está siendo especialmente útil para evitar el robo de vehículos, que se ha reducido en 100 respecto a agosto del pasado año.
Precisamente en aquel mes, la policía de Bangalore (en el extremo opuesto del país) lanzó su propio servicio para recibir quejas y denuncias a través de WhatsApp.
Spotify y Netflix con la justicia
Es difícil de creer que algo tan sencillo y cotidiano como escuchar música en 'streaming' durante un trayecto en tren pueda dejar tanto rastro, pero así sucede: las autoridades pueden descubrir cuál fue nuestro recorrido. Aunque tenemos derechos sobre nuestros datos, en ocasiones, si se sospecha que hemos cometido algún delito, pueden ser analizados por orden judicial.
En diciembre de 2014, Brittany Nunn se encontraba en medio de una batalla legal que determinaría la custodia de sus dos hijas de seis y cuatro años. En aquel momento, la balanza parecía decantarse a favor del padre biológico. Con la intención de burlar a la justicia, Nunn y su actual pareja, Peter Barr, decidieron llevarse a las pequeñas lejos de Colorado (Estados Unidos).
Siete meses más tarde, Drew Webber, encargado de investigar el caso y recuperar a las menores, encontraba a la pareja en México con la ayuda del rastro digital que habían dejado, sobre todo de la información proporcionada por Spotify y Netflix. Webber pidió una orden judicial para que las empresas le facilitaran la dirección IP de los prófugos y otra para que el proveedor del servicio de internet (la operadora) le proporcionara su ubicación física. Así consiguió dar con ellos.
Asegura que el proceso “no es difícil mientras que consigas autorización de los tribunales, pero necesita tiempo”. En su caso precisó de cuatro horas para conseguir las autorizaciones del juzgado y alrededor de treinta días para que las compañías respondieran. Gracias a la gestión, las autoridades mexicanas arrestaron a la pareja y mandaron a las niñas con su padre biológico, que se hizo con su custodia.
La contradicción de Twitter
Como suele decirse, que una tecnología sea beneficiosa o perjudicial depende de quién la utilice y con qué fin. En abril, el joven afroamericano Freddie Gray fallecía en la ciudad estadounidense de Baltimore (en el estado de Maryland) mientras estaba bajo custodia policial, tras haber sido detenido por poseer una navaja automática. La muerte de Gray provocó numerosas protestas que derivaron en centenares de detenciones, heridos, toques de queda, varios días en estado de emergencia y un gran enfrentamiento entre ciudadanos y policías.
El investigador Dan Braha, de la Universidad de Massachusetts, quiso aprovechar esta oportunidad para seguir el correlato 'online' de los disturbios y analizar cómo se organizaban y propagaban los manifestantes con ayuda de Twitter. Según sus conclusiones, analizando en tiempo real el contenido de la red social (qué mensajes obtienen repercusión, afinidades políticas de quienes los publican...) se pueden detectar anomalías y “predecir eventos futuros”.
Aunque este tipo de seguimiento ayuda a combatir la violencia y el terrorismo, Braha considera que también puede “ser explotado por los responsables políticos” para desmontar a sus opositores. Su conclusión es clara: siguiendo el rastro que los usuarios dejan en Twitter, las autoridades pueden saber exactamente dónde y cuándo enviar a los antidisturbiosdónde y cuándo enviar a los antidisturbios (para bien o para mal).
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Las imágenes que aparecen en este artículo son propiedad de Esmad, Marcelo Guerrero (2 y 3), Senado Federal, Candigarh Police y Esther Vargas