El 21 de julio de 1969, Neil Armstrong se convirtió en el primer humano en pisar la Luna y, por complicado que parezca, aquel histórico logro está relacionado con otra hazaña, con una del mundo del deporte. Concretamente, con una gesta ciclista. Y no, no es que Neil fuera un antepasado de Lance, el ganador de 7 Tours de Francia que más tarde perdería todos sus éxitos por haberlos alcanzado a través del dopaje. La relación entre la llegada del hombre a la Luna y la bicicleta, de hecho, tiene que ver con la Vuelta a España, no con la ronda gala.
Gustaaf Deloor fue un ciclista belga nacido en 1913 que pasó al Olimpo de las dos ruedas por ser dos veces ganador de la Vuelta a España. Pero no de dos ediciones cualesquiera: el flamenco pasó a la historia en 1935 al alzarse con la victoria en la primera Vuelta a España (y luego repetir primer puesto en la segunda prueba, celebrada en 1936). Por aquel entonces, Deloor tenía solo 21 años, y la vida le depararía retos todavía mayores. Uno de ellos no fue otro que el de participar en ese primer exitoso viaje del hombre hasta el satélite lunar.
“Se tuvo que retirar forzosamente del ciclismo porque empieza la Segunda Guerra Mundial y él entra en combate con el ejército belga”, cuenta a HojadeRouter.com el periodista español Juanfran de la Cruz, que acaba de publicar la historia de Deloor (Gustaaf Deloor, de la Vuelta a la Luna, Libros de Ruta). “Es hecho prisionero por los nazis muy pronto y fue enviado a un campo de concentración”.
Fue en mayo de 1940. Deloor estaba en el fuerte Eben-Emael, cerca de Maastricht, que fue capturado por los alemanes durante su campaña de invasión de los Países Bajos y Francia. Tras ser tomado como prisionero, Deloor es enviado al Stalag II-B (en la actual Polonia), “uno de los campos de concentración de prisioneros de guerra más sanguinarios de la Alemania nazi”, en palabras de De la Cruz.
Sin embargo, Deloor tuvo suerte, relativamente: su carrera como ciclista profesional y sus victorias en la Vuelta a España (además de una etapa en el Tour de Francia) le valdrían para lograr algún privilegio dentro del campo de concentración al ser reconocido por un oficial nazi. Sin ir más lejos, el alemán le asignó al campeón ciclista labores en la cocina, algo mucho más llevadero que los trabajos forzados que se se llevaban a cabo en las 10 hectáreas del Stalag II-B.
Además, pudo aprovechar su condición de flamenco: Hitler, por medio de la política con la que pretendía beneficiarse de la división entre los territorios de Flandes y Valonia (Flamenpolitik) puso en libertad a los prisioneros de guerra que aprobaran una prueba lingüística con la que acreditar su origen. Y Deloor volvió a casa. “Por la guerra, encuentra todo destruido y sus propiedades asaltadas”, narra De la Cruz. Durante unos años, el ya exciclista intenta poner en marcha un negocio de neumáticos pero, finalmente, termina emigrando a Estados Unidos. La Luna ya estaba más cerca.
Mecánico hecho a sí mismo
“Él tenía destrezas de mecánico y fue buscando trabajo en talleres al instalarse en la Gran Manzana”, desmenuza De la Cruz. Sin embargo, los conocimientos adquiridos de forma autodidacta por Deloor eran insuficientes para vivir de ellos en Estados Unidos: sus nociones de inglés eran demasiado básicas y durante más de un año encadenó distintos puestos de trabajo, sin continuidad. “Fue la época más dura de mi vida. Trabajé en todos los talleres de la ciudad, pero no más de quince días en cada uno…”, explicaba el propio Deloor en una entrevista concedida en 1994 a la revista española Ciclismo a Fondo.
Finalmente, Deloor se haría con un coche para mudarse, a través de la mítica Ruta 66, a California. Fue allí donde, a través de unos conocidos belgas, el exciclista, exsoldado, exprisionero de guerra y por entonces mecánico emigrante, entró a trabajar en la Marquardt Corporation. Fundada en los años 40 y declarada en bancarrota en la década de los 90, la compañía estaba especializada en el desarrollo de motores y sistemas de propulsión. Entre sus clientes se encontraban las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados Unidos y la North American Aviation, la compañía que habría de fabricar los módulos del programa Apolo.
“Deloor terminó dentro del servicio Rockets”, explica De la Cruz. Esa era la división de la Marquardt Corporation que desarrollaría para el Apolo 11 el R-4D, el motor de propulsión instalado en el módulo de servicio y en el módulo lunar utilizados para llevar al equipo de Armstrong hasta la superficie lunar.
“¿Buen mecánico? No, Gustaaf era el mejor. Y lo hizo paso a paso, desde la nada”, explica en el libro Roza Maria Buys, la segunda mujer del exciclista. Durante el programa Apolo, “él tenía que viajar para hacer pruebas técnicas en las instalaciones de la compañía y en instalaciones militares en el desierto de Nevada y en Cabo Cañaveral”, expone De la Cruz.
De aquellos motores de propulsión en cuya fabricación participara Deloor como mecánico se crearon hasta 800 unidades solo durante el programa Apolo. Todo, para instalar 16 de ellas en los módulos de servicio y lunar utilizados finalmente para llegar a la Luna. Aquel fue un pequeño paso para el hombre protagonizado por Armstrong, pero dado gracias al apoyo de miles de personas anónimas que, como Deloor, trabajaron para alcanzar el sueño.
Curiosamente, en aquel verano de 1969, Deloor presenció el histórico momento de la llegada del hombre a la Luna desde su Bélgica natal, visitando a su hermano Alfons (también exciclista): era su primer viaje a Europa tras emigrar a Estados Unidos. “Gustaaf estaba emocionado”, rememora ahora Roza.
Tras más de 20 años en la empresa, Deloor se jubilaría para volver a instalarse en Bélgica, donde permanecería hasta su muerte en 2002. Ganador de las dos primeras Vueltas a España, 6 etapas de la competición y una de la archiconocida ronda gala, Gustaaf también cuenta en su palmarés con una victoria sin igual: trabajar en la llegada del hombre a la Luna.
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Las fotografías de Gustaaf Deloor han sido cedidas por Libros de Ruta. Imágenes propiedad de Wikimedia Commons (1 y 2).1 2