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El primer español que ha dado la vuelta al mundo en 80 días con un coche eléctrico

Todo empezó en 1872. En octubre de aquel año, un tal Phileas Fogg apostaba la mitad de su fortuna a que era capaz de dar la vuelta al mundo en solo 80 días. A principios del siguiente mes, Julio Verne comenzaba a publicar por entregas la aventura de aquel excéntrico hombre que solo existía en la imaginación del escritor francés. Casi un siglo y medio después, el transporte y los desafíos han evolucionado. Ahora, y por primera vez, un español ha conseguido dar la vuelta al mundo en 80 días en coche eléctrico.

Rafael de Mestre recuerda con nostalgia su primer contacto con los coches eléctricos, cuando solo tenía cuatro años. Teniendo en cuenta que este consultor informático afincado en Rumanía supera ya la cincuentena, parece improbable. Sin embargo, él mismo desvela su secreto. “Los coches de choque eran para mí una maravilla: acelerar sin ruido me gustaba mucho y soñaba con un coche de choque que saliera a la calle”, explica a HojaDeRouter.com. Más tarde se dio cuenta del problema: “No había electricidad en el aire”.

Hace poco más de un mes, De Mestre cruzaba la línea de meta instalada en Barcelona a bordo de su Tesla Roadster azul y acompañado de su copiloto, el joven de 24 años Armand Figueras. Era la una del mediodía del 4 de septiembre y, de esta forma, ponía punto y final a un viaje que había durado, exactamente, 80 días, 0 horas y 0 minutos.

El 16 de junio arrancaba en la Ciudad Condal una singular aventura organizada por el propio De Mestre. El suyo y otros diez equipos se lanzaban a recorrer el mundo por el hemisferio norte en coche eléctrico, con el objetivo de cumplir el mismo plazo que Verne estipuló para su Fogg. Desde la capital catalana se desplazaron a Lisboa, pasando por Madrid para coger un avión y llegar hasta Estados Unidos, donde continuó un viaje que les llevaría a China, a atravesar el desierto del Gobi, llegar hasta Moscú y cruzar Europa para reaparecer finalmente en Barcelona tras pasar por la Manresa natal de Rafael.

Su misión era, sencillamente, demostrar “que no se tiene que temer tener un coche eléctrico”, cuenta De Mestre. “No pasa nada y es mucho más seguro que uno de combustible, porque puedes ir por el desierto del Gobi a 53 grados y no se incendia la gasolina, no explota nada”. Tal y como indica su copiloto, “el principal miedo de mucha gente al coche eléctrico es quedarse tirados en algún sitio, y queríamos demostrar que ya es el presente: vayas donde vayas, te puedes encontrar un enchufe”.

El gran problema

Los miembros del equipo español señalan que la mayor dificultad no fue, ni mucho menos, encontrar un sitio en el que cargar los coches. Figueras explica que lo más duro fueron los tramos del viaje en los que era necesario conducir muchas horas seguidas, al menos si querían cumplir con el exigente plazo de 80edays, que es como fue bautizada la iniciativa de De Mestre. A nivel organizador, también fue complicado batallar con los equipos para que la convivencia fuera pacífica durante los casi tres meses que ha durado el periplo.

El viaje ha estado salpicado de anécdotas en las que el territorio español se ha llevado la peor parte. Mientras Figueras recuerda la inclemencia de las poco cuidadas carreteras de Kazajistán, donde uno de los equipos participantes rompió la suspensión de su coche, Rafael recuerda que la delincuencia se cebó con los miembros de la caravana en Barcelona: “Al equipo chino le robaron sus cámaras, al americano las carteras, a los italianos les robaron también…”

Por esta y otras cuestiones, De Mestre le resta relevancia al hito alcanzado. Parece importarle poco ser parte de uno de los nueve equipos que han logrado dar la vuelta al mundo en 80 días a bordo de un coche eléctrico, así como ser el primer español en conseguirlo. “Es que ya lo hice en 2012”, se excusa, “y ahora no ha sido tan bonito como entonces, porque no he estado solo. Había tanta gente que siempre quería algo de mí como organizador que ha sido cien por cien estrés”.

Efectivamente, nuestro compatriota —que abandonó España siendo un niño en plena dictadura franquista y hoy chapurrea castellano con un marcado acento alemán— ya se lanzó a la aventura hace cuatro años, aunque sin mucho éxito. “En 2012 demostré que se puede ir por el mundo cargando un coche eléctrico”, recuerda.

Sin embargo, en aquella ocasión, De Mestre falló estrepitosamente con sus cálculos. Un viaje que debía haber durado apenas tres meses se alargó hasta los 127 días. El papeleo necesario para cruzar ciertas fronteras y algún que otro accidente fueron retrasando al piloto, que ahora cuenta que tardó “tres semanas solo en transportar el coche de Estados Unidos a China”.

En esta edición, ya con la compañía de un copiloto y otros equipos con representantes de lugares tan dispares como Hungría, China, Italia o Estados Unidos, la burocracia estaba controlada y lo que supuso un problema fue el dinero. “Nadie ha pagado nada a nuestros equipos. Es una lástima”, se lamenta De Mestre. Algunos combinados sí lograron disfrutar ciertos descuentos en hoteles, ruedas gratis, cajas de herramientas… Pero ni uno solo de los 75.000 euros de media que tenía que pagar cada equipo en concepto de alojamiento, aranceles o manutención.

“Lo que faltaría ahora es que marcas fabricantes de coches se involucraran”, reclama Figueras. “De hecho, estamos empezando a hablar con distintas marcas para ver si les interesa el proyecto y deciden sumarse y participar en 2020”. Para entonces, De Mestre ya prepara su reto, que tendrá por nombre Zero y será aún más exigente. El objetivo será dar la vuelta al mundo en esos mismos 80 días pero utilizando solo medios de transporte no contaminantes. Para cruzar el charco, por ejemplo, no podrán utilizar cualquier avión. Tendrán que recurrir a uno solar para cumplir los requisitos de la prueba.

Plantando recuerdos

En su periplo eléctrico por medio mundo, De Mestre y sus compañeros de viaje han ido dejando mucho más que una demostración de que este tipo de vehículos están ya listos para ser usados en cualquier circunstancia. Un par de monumentos (en San Diego, Estados Unidos, y en un punto intermedio entre Moscú y Kiev como símbolo de paz) y árboles plantados a lo largo del recorrido recuerdan el paso de esta singular caravana que ha hecho historia.

Otro de los recuerdos que ha dejado este 80edays a su paso por distintos puntos del orbe es algo de infraestructura. Más allá del punto de carga que han instalado entre Ucrania y Rusia, los distintos equipos llevaban consigo los adaptadores necesarios para convertir cualquier toma de corriente en un punto de carga para coches eléctricos. Son enchufes trifásicos y cuestan, según Mestre, tan solo cinco euros: “Los hemos comprado para que los equipos los vayan regalando a los hoteles”.

En la meta hubo lágrimas y se liberó todo el estrés acumulado durante un viaje lleno de incertidumbres. El plazo de 80 días se cumplió, y más allá de récords personales como el de este español, hubo un nombre propio que se proclamó vencedor con este reto: Tesla. No en vano, de los once equipos que partieron en origen, solo nueve llegaron a tiempo a la meta barcelonesa: los nueve Tesla que participaban en el 80edays. Nada más simbólico para allanar el camino a la firma de Elon Musk en su llegada a España.

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Imágenes cedidas por 80edays