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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Como autómata sin cabeza: los combates de robots estúpidos llegan a Madrid

Dotada de un sistema de visión artificial para realizar una perfecta conducción autónoma ayudada por un complejo sistema electrónico a bordo, La Sonrisa desafía con su alegre cara a su rival. Sin embargo, cuando se acerca a él, se desvía de su trayectoria y sale fuera del tablero de sumo.

Su contrincante, con una calavera pirata por emblema, aprovecha el despiste para clavar su pala rosa en el flanco del torpe autómata. El público ruge y se ríe a partes iguales hasta que llega el final de este fiero combate celebrado en el Makespace Madrid, un taller de fabricación digital autogestionado.

Así se ha alzado Supermor con la victoria en la primera Hebocon celebrada en la capital, la segunda de España. Originaria de Japón, el país de la robótica por excelencia, en esta competición se baten exclusivamente robots absurdos fabricados a base de chatarra y productos reciclados. Un curioso certamen que ha tenido éxito: ya se han celebrado 60 en 25 países. Así que era de esperar que el sonriente autómata se comportara de forma ilógica: las placas electrónicas no iban conectadas a ningún parte y el sensor para el reconocimiento de imágenes no era más que una bola naranja con rasgos dibujados.

Al contrario que en ‘shows’ como el estadounidense Battlebots, en el que complejos autómatas desarrollados por ingenieros se despedazan mutuamente, en la Hebocon se penaliza la alta tecnología y se premian los métodos rudimentarios. “El objetivo es hacer el peor robot que se mantenga sobre sus ruedas, o en general, que se mantenga”, anuncia David Cuartielles, cofundador de la plataforma de ‘hardware’ libre Arduino y miembro del jurado de este torneo, mientras explica las reglas de este peculiar torneo.

Tunabot, una lata de atún provista de dos motores que no es capaz de circular en línea recta, o Diogenbot, una especie de maceta con síndrome de Diógenes que intenta guardar basura automáticamente sin éxito alguno, han estado a la altura de esas circunstancias.

“[El nivel] es bastante bajo, luego está bastante bien, porque tiene que ser lo más bajo posible”, señala Cuartielles a HojaDeRouter.com. Este zaragozano, que ha presentado con su hija a Vibrabot —un dispositivo con cabeza de motorista que avanza con asombrosa lentitud— se ha convertido en el embajador de Hebocon en nuestro país. Formó parte de la primera edición celebrada en España, organizada por Makers UPV, la comunidad de entusiastas de la Universidad Politécnica de Valencia hace unos meses. “Les dije que la robótica no era realmente lo mío. Me parecía injusto que había mucha gente mejor que yo para hacer eso, pero que si querían yo podía hacer de jurado de una competición de robots estúpidos. Y me tomaron en serio”.

A rajatabla se lo han tomado también los 17 equipos que se han animado a pasar una amena tarde de verano en Makespace Madrid uniendo táperes, trozos de cartón, botellas, piezas impresas 3D con cables, motores, pilas e interruptores de forma creativa.

El único fin era enfrentar después, cara a cara, a los artefactos resultantes, tan originales como inútiles. Muchos de ellos han sido tan incompetentes, de hecho, que han perdido el combate sin sufrir siquiera los envites de sus adversarios. “Se busca que sean cosas divertidas de hacer, que estimulen la imaginación”, nos explica Manuel, uno de los miembros de Makespace.

Niños que sueñan con ser ingenieros (padres mediante)

“Es una experiencia rara”, confiesa Andrés en referencia a su participación en este torneo. Según asegura este pequeño de tan solo siete años, la idea de construir a Supermor ha sido suya. Eso sí, los niños que han creado este “robot barredora” han tenido un “asesor tecnológico” que ya frecuentaba el Makespace. “Soy un ‘friki’ por naturaleza, y entonces ellos también”, asegura Reinaldo, que ha animado a su familia a participar en este peculiar evento. “Tenemos el espíritu ‘maker’ en el cuerpo. Siempre estamos haciendo cosas”.

Ese espíritu ha conducido al implacable Supermor hacia la victoria, gracias a la cual los cinco integrantes de este equipo se han llevado a casa un premio de incalculable valor: un bote de mermelada casera. Eso sí, el paladar del resto de participantes también ha tenido su recompensa, ya que han podido degustar las galletas con forma del ‘emoji’ de caca que el propio Cuartielles ha preparado para la ocasión.

Entre ellos han estado Félix, Hugo, Irene y Zoé, que pese a tener tan solo entre 7 y 10 años, han creado a Robobobo. El estúpido autómata limpiaba el suelo con sus gamuzas de colores y ha pasado varias fases de la competición gracias a que sus ruedas se movían bajo las órdenes de un sistema de “descontrol remoto”, desarrollado con un poco de ayuda de sus progenitores.

Al fin y al cabo, estos pequeños ya tienen amplios conocimientos de electrónica: Hugo sabe que Arduino es “una placa con circuitos electrónicos que sirve para programar cosas” e Irene, a sus “siete años y medio”, tiene claro que quiere ser “ingeniera de ciencias” y nos detalla el funcionamiento de Bee-Bot, “una abeja [a la] que tú le instalas el movimiento”, destinada a que los jóvenes aprendan robótica.

Juan, líder en la sombra del equipo, ha colocado a Robobobo un Arduino para homenajear a Cuartielles, aunque, como no podía ser de otra forma, le ha servido como adorno en lugar de como cerebro. “Nos dedicamos a formación del profesorado en temas de electrónica y programación y me gustaría que fueran por ese camino también, pero con los niños nunca se sabe”, confiesa Juan, precavido. Por el momento, ya está haciendo ver a estos pequeños que hay torneos en los que pueden formarse para ser los ‘cacharreros’ del futuro sin dejar de divertirse como en cualquier juego.

Robótica hilarante para promover el espíritu ‘maker’

“Esperemos que sea el primer Hebocon de varios, y creo que es una buena forma de encontrar más gente enloquecida que le gusta trastear, 'cacharrear' y eso”, explica César García. Cofundador de Makespace Madrid y organizador junto a Cuartielles de la Hebocon madrileña, parece muy contento con el éxito de la competición pese a que la Fuerza no haya acompañado al Yoda Master con el que él mismo se presentaba. Al fin y al cabo, el maestro Jedi ha acudido al torneo subido a un vehículo que solo giraba o encendía sus luces de colores, y ni siquiera ha hecho uso de sus habilidades mentales.

En el torneo también han participado varios robots con alma de cartón creados por algunos chicos seleccionados por la Federación de Entidades con Proyectos y Pisos Asistidos (FEPA), una entidad que aglutina a organizaciones que desarrollan proyectos de emancipación para jóvenes sin apoyo familiar. Una veintena de chavales han estado adquiriendo competencias en el campo de la fabricación digital estos días guiados por miembros del Makespace Madrid como parte del proyecto ‘Fablabs sociales' de la Fundación Orange.

Uno de ellos ha sido Pachi, que aunque está estudiando una formación profesional en actividades comerciales, también está muy interesado en aprender a 'cacharrear',  un arte que ha comenzado a adquirir estos días rodeado de las impresoras 3D de este taller madrileño. “Las ruedas las hemos hecho con la cortadora láser, igual que la base y demás”, nos cuenta ilusionado mientras nos enseña su Cartón Bot, una creación que se asemeja a los destructores estelares de Star Wars.

Diana, una joven venezolana, ha querido que el suyo se pareciera a los de la saga Transformers, ya que tiene dos posiciones: una estándar, en la que parece un carro, y otra en la que sus aspas se levantan y comienzan a girar agresivamente como si de un ventilador se tratase. “[Estamos] entusiasmados porque hemos aprendido mucho de los materiales 3D con los que no habíamos trabajado”, asegura Diana.

Tras finalizar la Hebocon madrileña, a David Cuartielles todavía le queda otra por delante. El próximo 7 de agosto formará parte del jurado de la Hebocon World Championship 2016 de TokioHebocon World Championship 2016, la ciudad donde nació esta competición protagonizada por robots idiotas hace dos años.

“Mi papel en todo esto es nada más que promover una idea que yo creo que es muy buena,  que es que la gente se acerque a la tecnología de una forma más holística y divertida”, indica el cofundador de Arduino. “Creo que cada uno ha expresado con restos de reciclaje lo que le apetecía. No hay muchas reglas fijas aparte de pasárselo bien, aprender y disfrutar”, concluye por su parte César García, el cofundador de Makespace Madrid.

Aunque, a juzgar por las imágenes de ediciones anteriores, los autómatas de la capital nipona serán bastante más elaborados que los que se disputaron un bote de mermelada el otro día en la Hebocon madrileña, lo importante del encuentro no era que los dispositivos fueran perfectos en su ineptitud. Lo fundamental era soltar unas cuantas carcajadas contemplando cómo una creación propia, fabricada a partir de materiales de desecho, echaba andar por sí misma.

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Todas las imágenes de este artículo son propiedad de Cristina Sánchez