“El código abierto no es ‘software’ gratuito”. Esta afirmación repetida hasta la saciedad por Richard Stallman, padre de la filosofía ‘open source’, se ha convertido en todo un lema y, a la vez, representa uno de los principales problemas y motivos de división en la activa comunidad del ‘software’ libre: aunque algunas cuestiones varíen en función de la licencia que rija su uso, el código abierto puede ser modificado, construido de forma colaborativa y distribuido libremente, lo cual no quiere decir que sus creadores no tengan derecho a ver retribuido su trabajo.
Mientras algunas empresas ya han logrado hacer de la venta de ‘software’ de código libre su rentable modelo de negocio (Red Hat es, con más de 2.000 millones de dólares en ventas, el mejor ejemplo), aún hay voces dentro del propio mundo del ‘open source’ que se muestran contrarias a cobrar por los programas. Sin ir más lejos la Open Source Initiative (OSI), el organismo que revisa y aprueba las distintas licencias en base a su propia definición, lo deja bien claro al desgranar el concepto de código libre: “La licencia no requerirá un canon ni ninguna otra tarifa por su venta”, sentencian.
Sin embargo, también hay irreductibles desarrolladores que no se dan por vencidos ni renuncian a la posibilidad de ver los frutos económicos de su trabajo, aunque este forme parte de ese universo libre. Es el caso de Fredrik Norén, antiguo ingeniero en Spotify y creador de Faircode, una nueva licencia ‘open source’ con la que pretende conseguir que los profesionales del código puedan ganar dinero.
“¿No sería fantástico si no fuera simplemente divertido trabajar en un proyecto, sino que también pudiera sustentar parcialmente a las personas que trabajaron en él?”, plantea Norén al presentar en sociedad Faircode (que originalmente nació con el nombre de License Your Code, LYC). “La idea principal es cambiar las licencias ‘open source’: de gratuitas para todos a gratuitas para usuarios y pequeños negocios, pero con fines de lucro en el caso de grandes compañías”, explica el desarrollador.
Así, cualquier desarrollador que recurra a Faircode como licencia para su proyecto de código libre estará dando permiso a cualquier usuario para utilizar sin coste ni restricciones su ‘software’, pudiendo copiarlo, modificarlo, distribuirlo o incluso venderlo. Pero hay una excepción: “Si se trata de una organización comercial con ingresos superiores a un millón de dólares [cerca de 850.000 euros al cambio actual] en el año fiscal anterior y/o una organización con un presupuesto superior a un millón de dólares, debe adquirir una concesión de licencia comercial”, se puede leer en la licencia creada por Norén, en la que se indica claramente quién debe pasar por caja.
¿Un ejemplo? El propio Norén predica ha puesto a prueba su licencia en Ungit, una herramienta para desarrolladores de su propia creación y que ahora es de obligado pago para aquellas compañías millonarias que deseen utilizarla: por 90 dólares al mes (poco más de 75 euros) habrán adquirido legalmente una concesión de la licencia.
“Creo que, para un proyecto como Ungit, un sistema de donaciones nunca funcionaría”, explica el desarrollador. “Tendríamos que convencer a miles de personas para que se desprendieran de pequeñas sumas de dinero, y no somos lo suficientemente grandes para eso”, argumenta.
Very happy to announce that @ungitui has its first paying customer through Faircode! https://t.co/WIiJpY41Gi
Para poner las cosas más fáciles tanto a desarrolladores como a las empresas, Norén ha creado una plataforma que, bajo el mismo nombre, aspira a convertirse en la tienda en la que adquirir ‘software’ con licencia Faircode. Eso sí, la plataforma cobra un 5 % de cada transacción a cambio de poner en contacto a programadores y grandes compañías.
Aunque la compra del 'software' no implica ningún tipo de soporte técnico por parte del creador, indica Norén, “al pagar por el producto, las empresas aumentan las posibilidades de que los desarrolladores puedan respaldar y mejorar los productos a largo plazo”. Si cobran, será más probable que sigan trabajando en ello que si lo hacen de forma totalmente desinteresada.
Por ahora, el desarrollador que pasó por las oficinas neoyorquinas de Spotify ha puesto en marcha una campaña de ‘crowdfunding’ en Kickstarter. Con un modesto objetivo (10.000 coronas suecas, poco más de 1.000 euros), Norén pretende recaudar lo suficiente como para pagar las dos o tres horas que un abogado de propiedad intelectual necesitaría para estudiar y limar el texto legal de la propia licencia Faircode, que estará en revisión hasta el próximo mes de febrero, cuando el programador espera que esté disponible la versión definitiva.
¿Y las demás licencias?
De las más de 80 licencias ‘open source’ recogidas por la OSI, Norén ha recurrido a una de las más populares como inspiración. La licencia MIT, una de las más laxas debido a sus escasas condiciones de uso, ha sido la elegida para construir sobre ella Faircode, añadiéndole ese matiz del precio que han de pagar ciertas compañías.
De hecho, la MIT (surgida, como su propio nombre indica, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts) es el ejemplo perfecto del problema que debe afrontar la comunidad del ‘software’ libre para lograr que los programadores puedan desarrollar su actividad profesional en torno a ella. En esta licencia se estipula claramente que, con ella, se otorga permiso para usar o modificar “de forma gratuita”. A decir verdad, lo único que exige es que se reconozca la autoría.
No es ese el caso de todas las demás licencias de ‘software’ libre. Sin ir más lejos, las distintas versiones de la licencia GNU (cuyo desarrollo ha estado liderado desde los años 80 por Stallman) sí dejan abierta la posibilidad de cobrar por el código. “Cuando hablamos de ‘free software’, nos referimos a la libertad, no al precio”, se explica en la propia licencia para evitar la confusión que suele producir la polisemia del término ‘free’ (que significa tanto “gratis” como “libre”).
“Faircode no es un reemplazo del ‘open source’, es una alternativa: hay ocasiones en las que el código abierto tiene más sentido y momentos en los que Faircode tiene más sentido”, aclara su creador. “Creo que también es prometedor para las empresas ya que, al aportar sumas comparativamente pequeñas de dinero, pueden permitir que las personas que proporcionan sus herramientas básicas inviertan más tiempo y energía en ellas”.
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