Las impresoras 3D han llegado incluso al espacio. La NASA ya ha enviado uno de estos aparatos a la Estación Espacial Internacional a bordo del carguero Dragon para que los astronautas comiencen a utilizarlo. Primero, practicarán fabricando sencillos objetos de plástico, pero la idea es que terminen reproduciendo piezas y herramientas útiles para su trabajo y el mantenimiento de la plataforma.
Antes de obtener utensilio alguno, ya sea flotando en órbita o en la Tierra, es necesario diseñarlo mediante un programa de ordenador. Un reto al que deberán enfrentarse los habitantes del medio extraterrestre. Seguramente el ‘software’ que les han instalado entrañe cierta dificultad, pero más les vale aprender rápido porque aquí, en suelo firme, hasta los niños modelan ya sus propios juguetes en tres dimensiones.
“La forma de que los más pequeños se acerquen a esta tecnología es de una manera didáctica”, explica a HojaDeRouter.com Ángel Llavero, consejero delegado de Sicnova 3D. La empresa ha colaborado en Imaginieer, el nuevo proyecto que la multinacional de los juguetes Imaginarium ha lanzado recientemente. Han creado una página web donde, a partir del día 15 de este mes, será posible personalizar algunas de las características de un pequeño coche o una pulsera, al gusto de cada uno y sin moverse de casa.
Después de su desarrollo en la plataforma, el diseño es enviado a la fábrica que la compañía ha abierto en Barcelona. “Han creado un sitio expresamente dedicado a la impresión de piezas únicas”, señala el director de Sicnova 3D.
¿Dónde está mi juguete?
El niño puede conocer la progresión de su pedido; sabe cuándo comienza la impresión y cuándo recibirá el resultado en su hogar. Claro que no es gratuito. Como cualquier otro juguete que puede adquirirse en una tienda, el automóvil tiene un precio. Concretamente, 24,95 euros. Si se trata de una ‘joya’, habrá que pagar 19,95 euros para conseguirla. Según la empresa, ya están preparando una gama completa de juguetes impresos en 3D que verá la luz el año que viene.
De momento, las dos opciones que pueden modificarse en la plataforma -permite cambiarles el color y algunos extras- se fabrican en PLA (de poliácido láctico), un plástico biodegradable que “cumple con la normativa a nivel europeo sobre materiales educativos”, aclara Llavero.
Desde Sicnova 3D, una alianza de diferentes empresas relacionadas con el sector de la impresión en tres dimensiones, han aportado tanto las máquinas como el programa adaptado a la infancia.
Una de las principales barreras para que cualquier persona pueda comprar una impresora 3D, además del precio, es la dificultad para manejar los programas de diseño. “Ya tenemos la capacidad técnica para fabricar muchas de las cosas que nos imaginamos, pero su uso en las casas españolas no es algo inmediato”, admite el director.
La clave para acercar el ‘software’ a los más pequeños es adaptarlo. El programa que utiliza Imagineer es propio. Llavero explica que lo han desarrollado los ingenieros de Main 3D, una de las compañías que trabajan en el grupo. “Una vez que los niños tienen una visión espacial de los objetos, pueden desarrollar su creatividad”, señala.
Aunque Félix Tena, consejero delegado de Imaginarium, asegura que con este proyecto son “pioneros introduciendo la tecnología en 3D en el sector juguetero de una manera accesible y fácil”, lo cierto es que ya existían algunas opciones disponibles con una filosofía un poco diferente.
Talleres para pequeños 'makers'
A los impulsores de Los Hacedores la idea de la multinacional les parece muy positiva, pero con ciertas salvedades. “Limita a los niños a elegir solo una serie de piezas y colocarlas de cierta manera, elimina toda clase de creatividad y el aprendizaje es más bien escaso”, opina Javier Godillo, uno de los fundadores de la escuela madrileña. “Acaba siendo un proceso de compra como el de un coche normal, del que elijes el color o los parachoques”, añade.
En su sede, y también fuera de ella, los responsables de este proyecto educativo enfocado a la tecnología imparten varios talleres de modelado 3D para los más pequeños. Uno es Fábrica de juguetes, en el que los chavales utilizan “un programa especializado para niños, ‘online’ y gratuito”, como indica Gordillo. Con este ‘software’, pueden aprender a combinar formas y volúmenes en el ordenador para obtener diferentes objetos.
El programa con el que les enseñan es Tinkercard, desarrollado por el exingeniero de Google Kai Backman y Mikko Mononen en 2011. “Uno de los aspectos más importantes es la simplicidad, integra pocas herramientas que no requieren gran capacidad de abstracción”, dice Guillermo Melani, responsable de producto de la compañía que comparte el nombre del ‘software’. En 2013, Tinkercard pasó a formar parte de la familia Autodesk 123D.
En Los Hacedores creen que la simplificación del ‘software’ y la democratización del ‘hardware’ (cada vez hay más impresoras ‘open source’ y hasta Arduino planea lanzar un modelo) está permitiendo que los chicos de corta edad manejen herramientas similares a las que se utilizan en cualquier industria. “Les estamos amueblando la cabeza de cara al modelado profesional. Ya comienzan a pensar en diseños, en arte y en otras cosas con más implicaciones que los juegos”, explica Gordillo.
Ellos les facilitan, además del entorno digital, las impresoras 3D que materializarán sus ideas y que pueden seguir usando una vez terminadas las lecciones. Los chavales no solo fabrican coches, también muñecos articulados (la mayoría construyen robots), peonzas, yoyós y prácticamente cualquier cosa que sean capaces de imaginar. En otro de los talleres imprimen en 3D las piezas del videojuego Minecraft,Minecraft una especie de Lego digital.
Otra opción para modelar en 3D, de manera totalmente autónoma, es utilizar una aplicación como la Fábrica de Robots del Doctor Fluff, de la compañía Thinker Thing. Con esta ‘app’, disponible para dispositivos Android, los jóvenes (y sus padres) pueden idear modelos personalizados de juguetes que la empresa envía a uno de sus ‘partners’ tecnológicos para ser impresos en 3D. El precio depende del material que elijan y las posibilidades varían entre goma, plástico o incluso oro.
Un aprendizaje con visión de futuro
“Los niños adquirirán con el tiempo un conocimiento espacial que ayudará a que desarrollen ese ingeniero que llevan dentro”, afirma Llavero. En opinión del director de Sicnova 3D, esto se verá reflejado en un aumento de la creatividad y de la innovación de las generaciones futuras.
“Estamos plantando una semillita en cada uno y puede que en un futuro lleguen a ser diseñadores, ingenieros o artistas”, dice Gordillo. Además, aprender a utilizar las herramientas más básicas “les facilitará el paso a las profesionales, que tienen los mismos fundamentos”.
Es posible que, dentro de unos años, en vez de pedir a los Reyes Magos un dinosaurio o un coche fabricado en tres dimensiones, los niños quieran un regalo más sofisticado: una impresora 3D. Solo hace falta esperar a que germinen las semillas de la cultura tecnológica que muchos ya están plantando.
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