No todos los videojuegos son violentos: 'Games for Peace' promueve la paz en Oriente Medio desde las escuelas

La de ‘Games for Peace’ no es una historia de guerra. Tampoco es de esas historias que hablan sobre confrontaciones o diferencias. Se trata, más bien, de una enseñanza. Una moraleja. Una de esas historias optimistas pero reales. Es una manera de entender que la paz está ahí, impoluta, antes de que el ser humano la corrompa. Una forma de comprender que el odio entre iguales no nace en la cuna.

Esta es una de esas historias que cuentan cómo se pueden evitar los conflictos desde la escuela, antes de que se manifiesten. También de esas que explican cómo construir la convivencia y desterrar el odio gracias a los videojuegos, a pesar de que, contradictoriamente, estos suelen relacionarse con violencia.

Es, simplemente, la historia de un compromiso. El de Uri Mishol, un israelí que desde 2013 trabaja para hacer que cualquier niño, venga de donde venga y sea de la religión que sea, consiga hacer amigos y jugar de forma sana con otros niños desde cualquier punto de Oriente Medio. Gran parte de ese esfuerzo pacificador, como no podría ser de otra forma, se centra en la comunidad palestina y la israelí. Todo gracias a internet.

Crear espacios compartidos y construir

Mishol no está solo. Él y un grupo de 20 voluntarios – tanto palestinos como israelíes -, iniciaron su andadura “en son de paz”. Internet era el mejor medio. Primero, porque permitía conectar a los participantes del juego desde diferentes lugares. Segundo, porque dada la dificultad de movimiento de los palestinos dentro de Israel, “la red es la única forma de moverse sin puestos de control ni fronteras”.

El israelí contempla su iniciativa como una forma de crear “espacios compartidos”, experiencias positivas entre los participantes, y lograr que quienes por norma general no suelen establecer relaciones estrechas se comuniquen y colaboren entre ellos. Que superen retos y consigan triunfos juntos. Sin división.

Lo hacen a través de eventos virtuales en los que participan varias escuelas, y que se celebran cada uno o dos meses con temáticas diversas, aunque siempre basadas en la construcción, en fabricar ideas, espacios, desafíos y comunidad. Todo gracias a Minecraft, el videojuego en el que se basa principalmente esta iniciativa.

Su primer evento virtual propuso a los niños que construyeran una aldea virtual que representara la coexistencia pacífica entre los pueblos de Oriente Medio. Para lograrlo solo disponían de una semana. Mediante el juego, los niños dibujaron ese lugar como un punto de encuentro entre israelíes y palestinos, en el que las banderas ondean juntas y entre ellas solo se interpone un corazón.

También han usado Minecraft para organizar una especie de Mundial de fútbol. Los niños construyeron un gran campo de juego con sus porterías, su césped, sus jugadores, sus asientos y sus banderas. Entre los equipos participantes, más allá de los habituales, también estaban el israelí y el palestino.

¿Y no podría el Minecraft volverse violento? “Puede haber cierto contenido simbólico de violencia en este juego, pero también tenemos muchas formas de eliminarla, por ejemplo, suprimiendo las recompensas que un jugador pudiera obtener al eliminar a su contrincante”.

Aunque Uri Mishol resalta que el proyecto es totalmente apolítico, las partidas son supervisadas por varios monitores para que no se produzcan situaciones que puedan resultar ofensivas. Cualquier participante que llegue a la violencia virtual será eliminado del servidor “para mantener un ambiente de juego seguro”.

Un proyecto para las escuelas

El programa escolar nace casi por obligación. Dice Mishol que facilitar el diálogo entre escolares árabes y judíos en Israel es más necesario que nunca, sobre todo teniendo en cuenta que sus sistemas educativos están separados y que “rara vez llegan a tener experiencias conjuntas, y mucho menos divertidas y positivas”. Permitir que los niños jueguen juntos con regularidad hará que superen los prejuicios. “Así se hará posible el cambio”.

Cada escuela participante dedica sus clases de informática a este proyecto. Esas escuelas tienen asignada otras con las que compartirán juego, siendo posible que en ciertas partidas se mezclen niños de diferentes escuelas para que sean integrantes de un mismo equipo. Sea como sea, el proyecto crea dos equipos, uno rojo y otro azul que, una vez formados, permitirán que el juego comience. Pero para ganar no hay que derrotar al equipo rival, puesto que todos los juegos suelen basarse en superar retos por medio de la cooperación y de la comunicación de todos los que participan.

Después de dos meses jugando de forma virtual, los niños se encuentran cara a cara. De ahí que, de momento, las escuelas participantes estén en territorio israelí. Mishol asegura que el objetivo es que el programa también pueda ejecutarse en las zonas de la Autoridad Palestina. “Estoy seguro de que podemos encontrar la manera de superar los problemas logísticos y las barreras políticas que nos impiden el juego”.

La participación, dice Mishol, es elevada. Y aunque no lleva un recuento preciso, estima el número de participantes en torno a los 200. El 40% de los jugadores son israelíes, entre un 10 y un 20% palestinos y el resto procedentes de otros países.

De momento han participado niños de Líbano, Jordania y Arabia Saudí, pero también se han asociado con una organización de Georgia que quiere poner en práctica ‘Games for Peace’ en su región. Las miras del proyecto están puestas en cualquier lugar donde los ciudadanos necesiten superar un conflicto e inculcar a sus hijos el respeto por los demás.

En lucha contra la ignorancia

Mishol y otros voluntarios se decidieron a crear la competición por la escalada de violencia en el conflicto palestino-israelí, que “poco a poco va provocando el aislamiento de cada lado” y, según el impulsor de este proyecto, aumenta la ignorancia, el miedo y el racismo entre ambas partes. Consideraron que podrían ayudar a esos supuestos bandos a encontrarse y entender que “en esencia, son más parecidos de lo que pueden imaginar”. Así el diálogo se puede producir a gran escala. Es una conversación de todos con todos.

“La ignorancia juega un papel importante en el conflicto. Donde no hay diálogo, hay espacio para la demonización del otro, y eso es lo que estamos tratando de evitar. Al dar a los niños una experiencia positiva que siempre recordarán, esperamos conseguir cambios en el conflicto a largo plazo”.

De momento es pronto para saber si la iniciativa tendrá buenos resultados, “pero la experiencia es prometedora”, asegura Mishol, aunque reconoce que está siendo todo un desafío encontrar socios que cooperen “incluso con nosotros, los que somos israelíes”. Esperan que se vayan sumando al proyecto nuevos activistas que apoyen la idea de igualdad, siempre alejados de las agendas políticas.

“Nuestro mensaje es básico, humano. Un mensaje que dice que cualquier persona es igual a otra y que, compartiendo experiencias positivas de forma conjunta, podemos aprender a respetarnos los unos a los otros”.

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Las imágenes utilizadas para este artículo son propiedad de Games for Peace