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La juventud balear: ¿una generación poco preocupada?
A menudo se critica a la generación joven por ser una “generación débil” o una generación de cristal, poco trabajadora que solo piensan en su disfrute y que no les importan los problemas sociales ni la vida pública.
Y es cierto que en todas las generaciones hay gente vaga y desinteresada, pero, ¿son justas estas críticas a la juventud?
La mayoría de críticas a los jóvenes proviene de gente adulta o mayor que las formulan a través de un filtro anticuado y muchas veces bajo el argumento “Es que yo cuando era joven…” o “Yo a tu edad…”. Pero son esas generaciones adultas las mismas que ignoran la realidad y el contexto histórico en el que vive la juventud y que ayudan a entender por qué la juventud es así. Además, la situación de la juventud en las Islas Baleares es especialmente complicada.
Pues bien, si la juventud comprende la edad entre 15 y 29 años, en Baleares este rango de población no llega al 17%, mientras que la población adulta, comprendida entre 30 y 64 años, representa el 52%. Esta diferencia cuantitativa supone un primer desinterés político en la juventud para rascar votos. A esto hay que sumarle que la población joven es, a diferencia de hace 20 años, mucho más diversa, atendiendo a la nacionalidad, actualmente el 14’7% es extranjera, frente al 3% que había hace 20 años. En Baleares uno de cada tres jóvenes residentes ha nacido fuera de España.
La poca preocupación y participación juvenil en la vida pública es una de las grandes críticas. ¿Pero es solo culpa de la juventud? La sociedad española es actualmente de las regiones del mundo que más desconfía de los políticos, un 72%. Es un hecho generalizado que no solo afecta a las generaciones jóvenes, aunque si es en ellas donde se pone más el foco de la pasividad. Aquí cabría preguntarse: ¿se ha educado a la juventud bajo un clima de desencanto público y político?
A esto hay que sumarle la falta de recursos y espacios que se destinan a la juventud. No solo que estos son escasos, y muchos se dedican al ocio, sino que son prácticamente inexistentes o al menos desconocidos los espacios para el asociacionismo o la participación de grupos juveniles sin ánimo de lucro. Este hecho también explica posiblemente la carencia de movimiento juvenil en las Islas Baleares.
La falta de participación juvenil no solo se explica por estos motivos, sino principalmente debido a la precariedad con la que vive y se desarrolla la juventud. Es decir, la juventud tiene que afrontar muchas barreras económicas que le impiden una estabilidad propia. Por una parte, tenemos el acceso a la vivienda, la situación es mucho más complicada de lo que lo tuvieron nuestros padres. En Baleares las personas jóvenes tendrían que destinar un 122% de su sueldo para pagar el alquiler. Además, la precariedad laboral de un sistema económico atascado en el turismo agrava la pobreza al 20% de la población. Una juventud marcada por la precariedad y sin acceso a la vivienda es una juventud con problemas de salud mental y una juventud con más dificultades para participar en asociaciones o la mejora social. Una juventud que percibe un salario medio (20.090 euros) por debajo el promedio estatal (19.413 euros). Un sector laboral ocupado principalmente en el sector servicios, lo que explica tal precariedad y también el abandono escolar.
En Baleares el modelo económico y la situación social empuja a la juventud al abandono escolar. La cifra es del 18’2%, siendo la segunda comunidad autónoma española con mayor abandono escolar. Además, las personas jóvenes que apuestan por seguir estudiando una formación superior se acaban yendo fuera por estudios. A esto se le suma el talento joven que tiene que huir en busca de oportunidades laborales, ya que el mercado laboral entregado al turismo acaba excluyendo al talento de muchas otras disciplinas científicas. La cifra de jóvenes que viven fuera de Baleares se ha duplicado los últimos diez años, hasta llegar a los 12.000 jóvenes.
No obstante las barreras, se sigue criticando a la juventud como la generación de cristal. Pero ha sido con esta generación con la que la salud mental ha cogido mayor importancia en la sociedad. Una sociedad que está marcada por las nuevas tecnologías y, con ellas, el bombardeo constante y la sobreinformación, que hace mella en la inhibición o sobresaturación de la realidad. Nos convierte en una sociedad más individualista y con menos tejido social de apoyo entre personas. Una juventud con los grandes retos globales como la crisis climática, los conflictos bélicos, la crisis de biodiversidad, pandemias, la lucha por la vivienda o los derechos humanos, entre otros. Un contexto que perfora sobre la salud mental de los jóvenes y que hace que se incrementen año tras año las cifras de suicidio.
Pese a las críticas, cabe destacar que en Baleares la juventud ha jugado un papel fundamental en la lucha social en los últimos años. Sin ellos no habrían sido posible las principales protestas sociales: por la defensa de la lengua y la cultura, contra el cambio climático, por el derecho a la vivienda y contra el modelo turístico.
A menudo se critica a la generación joven por ser una “generación débil” o una generación de cristal, poco trabajadora que solo piensan en su disfrute y que no les importan los problemas sociales ni la vida pública.
Y es cierto que en todas las generaciones hay gente vaga y desinteresada, pero, ¿son justas estas críticas a la juventud?