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Cristóbal Serra (Palma, 1922) fue un profesor, traductor y prolífico escritor que publicó una colección de obras poliédricas, la mayoría de ellas tan difíciles de clasificar como su autor. Erudito, quimérico, ocultista disparatado, taoísta, cristiano y aforista, buceó en el Apocalipsis de San Juan, el “Libro del Tao”, la obra de William Blake, la analogía, el pensamiento irracional y la literatura universal. Desde los treinta años vivió solo, en un retiro voluntario en su piso de Palma, rodeado de libros, discos de jazz y espíritus de poetas. En sus últimos años tenía el aspecto de un profeta jasídico.
Dedicó toda su vida a dar rienda suelta a sus viajes imaginarios y a jugar con pasión con las palabras. Sus libros lo convirtieron en un escritor de culto, celebrados por autores como Octavio Paz y Pere Gimferrer, y le valieron el Premio Ramón Llull (2000) y un Doctorado Honoris Causa por la Universidad de las Illes Balears (2006).
Pocos meses antes de fallecer, concedió su última entrevista en su domicilio de la Avenida Argentina de Palma. Hoy elDiario.es publica esta entrevista póstuma a las puertas del duodécimo aniversario de su partida -murió el 6 de septiembre de 2012 en la capital balear-.
Usted ha sido profesor durante muchos años. ¿Qué opina de la enseñanza?
La enseñanza, tal como se imparte en las escuelas, rara vez es la fuente del verdadero conocimiento. Quien realmente sabe, lo ha aprendido por su cuenta, después de salir del aula. A menudo, los autodidactas son los que más saben, pues su curiosidad y voluntad los llevan más allá de lo que se les enseña oficialmente.
Vivimos en una civilización babélica, confusa, que necesita urgentemente ser instruida y guiada hacia la claridad. Es necesario aplicar un pensamiento corrector que rectifique los errores y otorgue conciencia a las personas. Debemos sacudir la pereza mental y enfrentarnos a quienes intentan imponernos ideas sin fundamento. La enseñanza, tal como se estructura actualmente, ha convertido a las personas en víctimas de conocimientos superficiales y engañosos, que han aceptado sin cuestionar la cantidad por encima de la calidad.
Vivimos en una sociedad donde pocos tienen las ideas claras. Como profesores es nuestro deber ser clarificadores y corregir el rumbo, proporcionando a las personas las herramientas para pensar y discernir por sí mismas.
La enseñanza, tal como se imparte en las escuelas, rara vez es la fuente del verdadero conocimiento. Quien realmente sabe, lo ha aprendido por su cuenta, después de salir del aula. A menudo, los autodidactas son los que más saben, pues su curiosidad y voluntad los llevan más allá de lo que se les enseña oficialmente
Usted ha leído mucho y tiene una estupenda biblioteca ¿Con qué se queda de la literatura mallorquina?
La literatura mallorquina no ha producido muchos autores que hayan reflexionado profundamente o tenido experiencias auténticas. Ramón Llull es una notable excepción, aunque tenemos una visión completamente errónea de él. En Mallorca se le ha otorgado una aureola que no se corresponde con la realidad; mucho de lo que se ha dicho sobre él es falso. Durante un tiempo, me interesé mucho por su figura y, cuando estuve en Girona, descubrí el origen de su familia y otros detalles que contradicen las versiones comunes sobre este personaje. No sabemos realmente quién fue Ramón Llull. Se le ha representado como un franciscano, pero en realidad vestía de manera humilde, “como un Adán”. Era un hombre inquieto, con una inteligencia prodigiosa y una imaginación desbordante, que recorrió el mundo. Sin embargo, lo han reducido a un autor de libros religiosos, que, por su dificultad, casi nadie ha leído. Los catalanistas menos aún; no han leído a Ramón Llull.
Usted escribe en castellano, pero su lengua materna es el catalán de Mallorca. ¿Por qué?
También he escrito en catalán. En 2006 publiqué “Curolla del mallorquín dadá”, una recopilación de las joyas dadaístas de los mallorquines [el libro es un diccionario de expresiones mallorquinas que el autor reproduce en catalán, pero la explicación de cada una está escrita en castellano]. Aunque lo cierto es que siempre he tenido una especial predilección por el castellano, pues fue bendecido por el Siglo de Oro, que lo convirtió en una herramienta muy precisa. Los autores de aquella época pulieron la lengua castellana como orfebres y ahora nos beneficiamos de su trabajo.
Siempre he tenido una especial predilección por el castellano, pues fue bendecido por el Siglo de Oro, que lo convirtió en una herramienta muy precisa. Los autores de aquella época pulieron la lengua castellana como orfebres y ahora nos beneficiamos de su trabajo
¿Y por qué se inclinó hacia el Taoísmo?
Me atrapó el misticismo humorístico construido a base de paradojas. Además, el Taoísmo es una sabiduría para solitarios, y yo soy solitario. También me atrae el pensamiento fragmentario del aforismo taoísta: sutil, discontinuo y relampagueante. Lao-Tsé sonríe mientras que Chuang-Tzú se ríe a carcajadas. (Risas)
Con el Taoísmo, dejé atrás todo discurso filosófico contaminado por un exceso de razonamiento. El “Libro del Tao”, que traduje, no está escrito para personas calculadoras o racionales. Abandoné el análisis continuo que nos convierte en descuartizadores, buscando en su lugar la iluminación por síntesis. Abracé el taoísmo sin renunciar al cristianismo, aunque entendido a mi manera. He buscado la luz dentro del claroscuro.
Es usted un maestro consumado del aforismo.
El aforismo es la forma en que grandes pensadores se han expresado durante milenios; es un pensamiento discontinuo con una larga tradición. Es poesía que, de líquida, se ha convertido en sólida. Un aforismo es un monolito poético. Fíjate: El gusano perdona al arado, pero no al tractor. (Risas)
Hábleme de su gran pasión, la asnología.
Mi pasión por la asnología nace de una profunda reflexión sobre el ritmo vertiginoso de nuestra civilización, un ritmo que nos ha sacudido y que, tarde o temprano, nos llevará al descarrilamiento. Antaño, todo era más pausado, acorde al ritmo del burro, y creo firmemente que deberíamos volver a ese compás.
Mi obsesión por los asnos comenzó hace muchos años, cuando estudiaba en Valencia. Encontré en una librería de viejo, dañada por una inundación, un ejemplar de “El asno ilustrado”, escrito por un ex clérigo liberal en 1837. Desde entonces, la asnomanía se convirtió en mi mayor devoción. Para escribir “El asno inverosímil” investigué la historia del burro y descubrí que sin él no existiría la civilización mediterránea. La Biblia, por ejemplo, es un verdadero filón de conocimientos asnológicos. De ahí surgió lo que llamo asnología, una ciencia que he desarrollado a mi manera.
Antaño, todo era más pausado, acorde al ritmo del burro, y creo firmemente que deberíamos volver a ese compás. Mi obsesión por los asnos comenzó hace muchos años, cuando estudiaba en Valencia. Sin él no existiría la civilización mediterránea. La Biblia, por ejemplo, es un verdadero filón de conocimientos asnológicos. De ahí surgió lo que llamo asnología, una ciencia que he desarrollado a mi manera
Con un grupo de amigos fundamos una especie de hermandad asnológica, aunque pronto me di cuenta de lo difícil que es adoctrinar en estos tiempos. Pero sigo defendiendo el valor del burro, no solo por su gracia, sino porque es un símbolo de resistencia en un mundo frenético. El burro, a diferencia del caballo, está bajo la influencia astrológica de Saturno, lo que lo hace pausado, cauteloso y longevo. Como yo, que también soy saturnino y he vivido muchos años.
También he estudiado la leyenda negra que rodea al burro, su asociación con el pueblo judío, y llego a la conclusión de que esta civilización moderna está destinada a irse al garete. Mientras tanto, los que somos conscientes debemos hacer lo posible por mitigar su deterioro, aunque temo que el daño ya está hecho.
El burro es el único símbolo que nos queda para enfrentarnos a este mundo estrepitoso. Es un símbolo que tenemos a mano y que considero de vital importancia. La poesía está en el asno, que además tiene cierta gracia. En lugar de dos coches, deberíamos tener dos burros. (Risas).
¿De dónde le viene esa risa de niño?
La experiencia es muy importante. Con los años se me ha concedido un reposo mental después de haber padecido mucho vértigo metafísico.
Cuando uno tiene experiencia se vuelve como un niño. Si de viejo no te vuelves como un niño es que no has sabido adquirir la experiencia. Si no tienes ese punto infantil, cuando te vuelves viejo te endureces demasiado y te cierras. El humor y la inocencia te reblandecen.
Cuando uno tiene experiencia se vuelve como un niño. Si no tienes ese punto infantil, cuando te vuelves viejo te endureces demasiado y te cierras. El humor y la inocencia te reblandecen
Usted ha observado mucho el mar.
Sí. En mi infancia en el puerto de Andratx (Mallorca) obtuve las gafas para observar la naturaleza. Allí entendí que el hombre debe sumarse a la naturaleza si quiere hacer arte.
Cuando estuve enfermo me dio por observar mucho el mar y la costa. Me di cuenta que en el mar es donde se hace visible la confrontación entre el bien y el mal, por que aquí en la tierra están más confundidos.
¿Qué siente cuando ve el Port d’Andratx en la actualidad?
Hace muchos años que no quiero ir a Andratx por pena. Lo han destrozado. Muchas cosas de las que se han hecho en Mallorca han adulterado el estilo de vida la isla. Yo recuerdo que mi padre nos decía: “No la conoceréis”. Y tenía razón: Mallorca ha sufrido muchísimo y ya no la reconocemos.
En mi infancia todo tenía un ritmo de vida, el paisaje no estaba tocado... todo se veía desde el punto de vista de la naturaleza. Desde luego había mucha más belleza entonces. Era la “Isla de la calma” de Santiago Rusiñol. Yo lo he vivido. Ya no podremos recuperar esa atmósfera en Mallorca. Se debería dar valor a todo lo que tiene que ver con el espíritu, porque con lo que tiene que ver con la materia llevamos mucho tiempo dándole importancia y no nos ha ido bien.
¿No le gusta el progreso?
El progreso ha destruido muchas cosas en su avance. En lugar de escribirlo en mayúsculas, debería escribirse en minúsculas. Esto es algo que deberían enseñar en las escuelas: “El progreso debe escribirse en minúsculas”.
Las sociedades y culturas antiguas son tan fascinantes que todavía las estudiamos, precisamente porque poseen cualidades que la modernidad ha perdido. Hay un exceso de progreso, y los progresistas carecen de un verdadero sentido del progreso. El avance ciego ha traído consecuencias que han alterado profundamente la vida. Hay que tener un sentido más auténtico y reivindicar lo que es auténtico, porque la modernidad es muy vulgar.
El progreso ha destruido muchas cosas en su avance. En lugar de escribirlo en mayúsculas, debería escribirse en minúsculas. Las sociedades y culturas antiguas son tan fascinantes que todavía las estudiamos, precisamente porque poseen cualidades que la modernidad ha perdido
¿Qué nos pasó a los mallorquines?
Mallorca es una verdadera lástima porque pudiendo ser un foco de cultura nunca lo ha sido. Principalmente porque la sociedad no se ha inquietado demasiado por las cosas de la cultura. Valoran mucho la tradición, pero de una manera muy superficial.
La llegada del turismo de masas lo anegó todo. Este fenómeno ha sido profundamente trastornador para Mallorca; si bien ha traído modernización y cambios en muchos órdenes, especialmente en el económico, la isla ya no es la misma. No me siento en la misma Mallorca que conocí a los catorce años. Las nuevas generaciones se han adaptado a esta nueva vida sin haber conocido la Mallorca auténtica. Para mí, el contraste es abrumador. Muchos de los valores perdidos de aquella antigua Mallorca deberían recuperarse, si es que aún es posible, cosa que dudo.
Antes éramos un pueblo reposado, con una paz y quietud que moldeaba un carácter distinto, insular. Recuerdo una época en que Mallorca tenía una atmósfera oriental que ahora se ha desvanecido. Ahora la gente se ha vuelto superficialmente europea, acelerada, y hemos perdido nuestra esencia en poco tiempo. La Mallorca artística de antaño ya no existe, pues ha sido despojada de su personalidad. La tendencia materialista que siempre estuvo latente en los mallorquines ha terminado por dominar.
Antes éramos un pueblo reposado, con una paz y quietud que moldeaba un carácter distinto, insular. Recuerdo una época en que Mallorca tenía una atmósfera oriental que ahora se ha desvanecido. Ahora la gente se ha vuelto superficialmente europea, acelerada, y hemos perdido nuestra esencia en poco tiempo
¿Es usted muy melancólico?
Vivimos en una sociedad llena de inconsciencia. Aunque también es cierto que, si tienes demasiada conciencia, adquieres un sentido trágico de la vida que hace muy difícil llegar a ser optimista. Aunque te humanizas mucho. (Risas).
He conocido la felicidad del infeliz, la dicha del desgraciado, pero nunca me he sentido hundido. Iba para desequilibrado, pero me equilibré. (Risas).
He conocido la felicidad del infeliz, la dicha del desgraciado, pero nunca me he sentido hundido. Iba para desequilibrado, pero me equilibré
¿Qué sucedió para que fuera usted infeliz?
A los treinta años decidí abrazar la soledad, refugiarme en los libros y convertirme en un viajero sedentario. Necesitaba evadirme y crear palabras. Hacer viajes imaginarios, así inventé Cotiledonia. Fue un viaje inverosímil que pude hacer sentado porque nunca fui muy dado a lo hercúleo.
¿Cuánto tiene la vida de tragedia?
Hay muy poca gente que tenga una visión renovadora interesante. Todo es rutina.
Tenemos una sociedad estructurada de tal manera que la mayoría se deja engañar por señuelos.
Lo que se debe buscar es la calidad y la autenticidad. Las antiguas civilizaciones tenían un sentido más trágico de la vida, hoy en día todo es rápido y superficial. Nos resistimos a ser americanos, pero todos estamos americanizados. La amarga América…
¿Es todo consumo?
Más bien es todo confuso (Risas). Aunque pensamos que tenemos una gran civilización, en realidad, los males de nuestra sociedad son algo pavoroso. Es una civilización puramente mercantil que ha perdido el ritmo y el respeto a lo sagrado. Se han confundido las prioridades. Lo mejor sería que no se acentuase tanto la parte negativa que tiene este tipo de vida.
¿A qué parte negativa se refiere?
René Guenón, un masón muy instruido que acabó en una secta mística islámica, dejó escritos una serie de libros muy interesantes, entre ellos, “La crisis del mundo moderno” donde dejaba claro que vivimos el sueño de la inconsciencia.
Tenemos una cultura de enseñanzas muy falsas. Debemos sacudirnos la pereza mental en todos los ordenes y enfrentarnos a los que nos quiere imponer ideologías cuando ni siquiera saben porque las imponen.
Está muy bien tener en cuenta la materia, y hacer uso de ella. Pero no tanto materialismo. A la materia hay que sacralizarla un poco y tenerla más respeto.
En Mallorca, la higuera era un árbol sagrado y nadie la tocaba, hoy en día la arrancan para poner una carretera o lo que haga falta. Todo se ha desacralizado. Ahora lo único que importa es la economía.
El mundo de la cantidad debe ser sustituido por la calidad. Lo que tiene calidad es lo importante. La cantidad no es importante. ¡A mí qué me importan las estadísticas! ¡A mí lo que me interesan son las imágenes vivas que emergen de la naturaleza! ¡A mí me importan los higos y los asnos!