'Mallorca se hunde': turismo y trauma en la cultura mallorquina actual
El turismo en la isla de Mallorca se ha convertido en un tema omnipresente. Los debates sobre la masificación, que años atrás se iniciaban alrededor de Semana Santa, este año se han dado incluso durante los meses de invierno. Estas tensiones llegan después de una década en la que el número de visitantes no ha dejado de crecer a raíz de la combinación de vuelos baratos y el modelo AirBnb, que ha facilitado la rápida colonización turística de nuevos espacios, como por ejemplo los pueblos de la comarca del Pla en el centro de la isla, que hasta ahora se habían mantenido fuera de los circuitos turísticos, o el barrio de Pere Garau en la ciudad de Palma, que está experimentando una acelerada gentrificación.
La situación forma parte de un contexto global donde los flujos turísticos parecen expandirse sin fin, lo que ha dado lugar a la multiplicación de las críticas a los impactos negativos del turismo, que se condensan en la rápida y masiva popularización del término overtourism a partir del 2015, generalmente traducido al castellano como ‘sobreturismo’. En Mallorca la situación parece ser especialmente abrumadora debido a que la isla ya era un destino paradigmático del turismo de masas y que hoy en día experimenta ramificaciones que no se dan en otros lugares, como por ejemplo la masiva compra de propiedades por parte de no residentes, sobre todo ciudadanos de países de la Europa noroccidental.
Es seguramente por esto que Mallorca es una de las regiones globales donde la crítica al sobreturismo está más presente y es más fuerte, donde los discursos públicos y mediáticos no dejan de resaltar los impactos negativos de la industria turística y donde el rechazo de una parte significativa de la población parece estar más asentado. La isla, además, ha visto en los últimos años una eclosión de respuestas culturales críticas con el sobreturismo, que van desde novelas, libros de memorias, colecciones de relatos cortos y exposiciones a obras de teatro, publicaciones fotográficas, canciones y documentales, pasando por cómics, viñetas políticas, guías turísticas paródicas y un largo etcétera. Todo en su conjunto muestra la absoluta e ineludible omnipresencia del turismo en esta isla mediterránea.
Las líneas maestras de estas representaciones literarias y culturales evidencian la existencia de una trauma cultural asociado a las transformaciones desencadenadas por el turismo de masas desde finales de los años 1950 hasta hoy día. El turismo aparece descrito y representado como el detonante de un episodio de cambio sociocultural y medioambiental repentino, exhaustivo, inesperado y socialmente divisivo que ha transformado de raíz la sociedad, cultura, territorio, medio ambiente e identidad mallorquinas. En otras palabras, el turismo ha causado un descalabro tan rápido y profundo que los propios mallorquines ya no reconocen la isla, no la sienten como propia y a veces incluso se sienten expulsados. De esta forma, esta eclosión de respuestas literarias y culturales al sobreturismo tiende a recurrir a narrativas y vocabularios de invasión, colonialismo, destrucción, enfermedad y, en última instancia, trauma para representar los impactos del turismo en Mallorca, y lo hacen mediante cuatro imaginarios principales.
Las líneas maestras de estas representaciones literarias y culturales evidencian la existencia de una trauma cultural asociado a las transformaciones desencadenadas por el turismo de masas
Primeramente, el turismo aparece como una fuerza radicalmente destructora del territorio y medio ambiente de la isla, así como de su tejido sociocultural. En segundo lugar, se denuncia la desposesión espacial que paulatinamente va poniendo fin a la histórica relación con la tierra y el mundo rural, al tradicional vínculo entre territorio, identidad y lengua catalana. En tercer lugar, se transmite la idea de que se ha llegado a un punto límite, de no retorno, de final, en el cual Mallorca es representada en proceso de desaparición. Finalmente, estas creaciones muestran una perspectiva radicalmente autocrítica, que rehúye la simplista dicotomía entre población local y turistas para en su lugar poner el énfasis en las divisiones entre los propios mallorquines así como en su agencia histórica, ya sea por participación activa o aceptación pasiva de las dinámicas promovidas por el turismo.
Los ejemplos son incontables, y se puede afirmar que a partir del año 2018 la gran mayoría de creaciones literarias y culturales producidas en Mallorca representan directamente el turismo y sus efectos en la isla o, sino, lo hacen de forma tangencial, como contexto a la trama. Es por esto que en este artículo sólo analizaré algunos de los ejemplos más representativos.
A partir del año 2018 la gran mayoría de creaciones literarias y culturales producidas en Mallorca representan directamente el turismo y sus efectos en la isla o, sino, lo hacen de forma tangencial
En el año 2011, el escritor y actor Toni Gomila presentó Acorar, monólogo teatral que rápidamente se convirtió en un boom sin precedentes, con decenas de representaciones a lo largo y ancho de la isla y una inusitada atención en los medios así como en el debate público y popular, lo cual desembocó en el documental Acorats, crònica d’un fenòmen (2016) que se puede ver en Filmin. Acorar aprovecha el encuentro familiar de la ancestral matanza del cerdo para reflexionar sobre las transformaciones socioculturales, identitarias y lingüísticas en la Mallorca de los últimos 50 años, y su fulgurante éxito ilustra cómo las tensiones asociadas a los impactos del turismo se sintieron especialmente pronto en la isla, ya que la obra triunfó en un momento en el que el debate acerca del sobreturismo todavía no había cogido impulso en muchos otros lugares.
Uno de los temas principales del monólogo de Gomila es la venta de propiedades a ciudadanos alemanes que se inició a principios de los 1990 después de la entrada del Estado español en la Unión Europea. Tal y como nos explica el narrador, “la tribu abrió las manos y brotaron centenares de millones de marcos alemanes que compraron tierra, herencia y patrimonio”, y más adelante critica fuertemente a los agentes inmobiliarios locales, quienes “contribuyeron a extender todavía más la obsesión enfermiza por el dinero y lo prepararon todo para convertir este minúsculo lugar del mundo en un land alemán. Y no les fue suficiente con vender la tierra: tenían que vender el alma” (todas las traducciones de obras originalmente en catalán son del autor de este artículo).
Acorar basa su trama argumental en que las sobrasadas salen blancas, situación que tradicionalmente supone repudiarlas y deshacerse de ellas; en la obra, la sobrasada blanca simboliza la historia reciente de Mallorca, es decir, “la metamorfosis del símbolo de un pueblo traicionado”. “Para complacer a los conquistadores todo nos va bien. No es que la sobrasada se vuelva blanca, no, es que la quieren convertir en salchicha de Frankfurt”. De esta manera, la venta de tierras se asocia al proceso de pérdida de la identidad colectiva, y es en este marco donde cobran sentido los vocabularios que aluden a dinámicas coloniales (tribu, conquistadores, land alemán), a la sustitución cultural (sobrasada mallorquina versus salchicha alemana) y al trauma (obsesión enfermiza por el dinero), que se combinan con una perspectiva radicalmente crítica hacia los agentes inmobiliarios en particular y los mallorquines en general.
Desde la mirada de hoy, estas ventas de los años 1990 se pueden ver como el momento iniciático del proceso de compra de propiedades por parte de no residentes que ha proliferado en el período post-pandémico y que es causa de profundas ansiedades en la isla, lo que ha llevado a los partidos Més per Mallorca y Podemos a reclamar al gobierno español que establezca un límite a la compra de propiedades por parte de no residentes.
Les possessions de Llúcia Ramis y Alexandra Schneider und ihr Casiotone de Joan Miquel Oliver, publicadas en 2018, representan tensiones muy similares (la obra de Ramis ha sido publicada en castellano por Libros del Asteroide). La primera describe el trauma de la venta de la casa familiar a unos extranjeros mediante un tono elegíaco y profundamente autocrítico, recurriendo a metáforas de malestar, enfermedad y duelo: “Perder Can Meixura me dolía cómo si me hubiesen arrancado un brazo o se hubiese muerto un ser querido”. La novela de Oliver, miembro del célebre grupo musical Antònia Font, es una alocada distopía de ciencia ficción donde, desde un momento indeterminado del futuro, se nos explica que a mediados del siglo XXI Mallorca fue anexionada a Alemania, por lo que “los mallorquines de aquella época ya no pintaban nada en Mallorca”.
En Temporada alta (2019), Nadal Suau lleva estas ansiedades al ámbito urbano y reflexiona sobre las transformaciones que ha experimentado Palma como ciudad europea a consecuencia del sobreturismo. El autor es muy crítico con AirBnB, que es descrito como “el artefacto que desactivaría la ciudad contemporánea convirtiéndola en un inmenso resort sin restricciones”. La expansión de las infraestructuras turísticas en Palma es narrada mediante vocabularios bélicos y de conquista, como cuando el autor afirma que “su barrio [...] se ve asediado por tres nuevos hoteles” o manifiesta que “sabemos que muchos de sus barrios ya no son nuestros”. Esta denuncia de la desposesión espacial y sociocultural también aparece en Les possessions, donde un personaje afirma que “estamos perdiendo nuestra terra ferida”, expresión que se traduce como ‘tierra herida’ y que alude de forma indirecta a la influyente entidad mallorquina crítica con el sobreturismo Terraferida, lo que a su vez es un ejemplo de la constante interacción entre movimientos sociales, cultura y turismo en la Mallorca contemporánea. Finalmente, la narradora concluye que “la isla se hunde y nosotros nos hundiremos con ella”.
La metáfora de Mallorca hundiéndose, que condensa las ansiedades de desaparición antes mencionadas, no aparece solamente en Les possessions, sino también en muchas otras creaciones, desde la canción ‘Mallorca s’enfonsa' (se hunde) del célebre cantautor isleño Tomeu Penya, también del año 2018 y donde se manifiesta que “si no ponemos orden, estallaremos todos”, hasta las viñetas políticas de Albert Herranz y Jaume Balaguer, así como de Tueldús en el popular periódico balear Última Hora, pasando por los imaginarios gráficos y narratológicos de los cómics Els darrers dies de l’Imperi Mallorquí (2014), donde el propio título, que en castellano sería Los últimos días del Imperio Mallorquín, ya anuncia de forma irónico-juguetona la desaparición de la secular sociedad establecida en la isla, y su secuela Un infern a Mallorca (La decadència de l’Imperi Mallorquí) (2018), cuya imagen más conocida no es la portada, sino una viñeta a página completa que representa Mallorca totalmente colonizada por hoteles, campos de golf y carreteras.
Estas narrativas visuales dejan entrever una clara relación con las portadas de los años 2016 y 2017 de la publicación de denuncia de los efectos del turismo Tot Inclòs, producida por diversos movimientos sociales mallorquines, donde la isla aparecía respectivamente asediada por las bombas de un ataque aéreo y por un gran número de turistas saliendo de un enorme contenedor de basura.
Los ejemplos son infinitos y no dejan de aparecer más, como las últimas novelas de dos de los principales escritores de la isla: Ràbia de Sebastià Alzamora y Contra el món de Pere Antoni Pons, publicadas en 2022 y 2023 respectivamente. Todos estos productos culturales en su conjunto dejan bien claro que en Mallorca se ha experimentado y se continúa experimentado una experiencia culturalmente traumática a consecuencia de los impactos del turismo de masas. El problema de los episodios traumáticos, ya sean individuales o colectivos, es la imposibilidad de volver al estadio anterior al trauma, que tiende a ser idealizado, cuando en realidad lo que se necesita es imaginar y crear nuevas realidades adaptadas al momento post-trauma, que reconocen la existencia del mismo, se lo hacen suyo y aspiran a forjar un nuevo futuro. Cómo hemos visto, por ahora las respuestas literarias y culturales al sobreturismo se han centrado en representar este trauma, por lo que parece será tarea de los movimientos sociales idear y construir estas nuevas realidades. Contra el pesimismo que parece imperar en la isla, estoy convencido de que todavía estamos a tiempo.
Nota: Este artículo es una traducción adaptada del original catalán que apareció en mayo de 2023 en la publicación autónoma y antiautoritaria Nosaltres, publicada trimestralmente en la isla de Mallorca. El autor agradece a sus editores el permiso para traducirlo y publicarlo en elDiario.es. Aquí se puede consultar el artículo original: https://nosaltres.noblogs.org/files/2023/05/NOSALTRES-n11-_compressed.pdf
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