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Tras el asalto al Capitolio de los Estados Unidos por parte de los seguidores de Donald Trump en 2021, Sheena Patel comenzó a observar cómo un fenómeno político de tales dimensiones podía entenderse desde la perspectiva de las relaciones amorosas obsesivas. A partir de ese momento, la escritora británica comenzó a trabajar en su primer libro, Soy fan, una obra que, para su sorpresa, pronto se convirtió en una de las grandes revelaciones de la nueva ficción en Gran Bretaña.
Gracias a esta novela se hizo con el British Book Award 2023 en la categoría de 'nuevo descubrimiento', fue nominada al Dylan Thomas Prize y el Women’s Prize for Fiction y posteriormente fue elegida como una de las diez mejores novelistas debutantes por The Observer. Con motivo de su visita la isla de Mallorca para participar en el Festival de Literatura Expandida de Magaluf, Patel reflexiona en esta conversación sobre las relaciones entre poder y cultura, la guerra y el trasfondo de las obsesiones contemporáneas.
Quería preguntarle por la idea que presenta este festival, la de la literatura expandida y de la cultura como un motor de cambio. ¿Cree que la cultura tiene ese poder transformador?
Sí, claro, siempre y cuando sea algo de base y orgánico. Sin embargo, creo que a veces puede usarse en un sentido neoliberal para transformar económicamente la vida de un grupo reducido de personas. En esta época en la que problemáticas como el cambio climático o las guerras son muy evidentes, el tejido social se está desintegrando rápidamente. Tal vez las cosas están mejorando, pero en las redes sociales no lo vemos, porque la gente está haciendo todo lo posible para hacerse famosa. Entonces la cultura también puede tener ese uso social o económico y no tanto el relativo a la expresión por razones genuinas.
En 2022 debutó con su primera novela Soy fan. A lo largo de este tiempo, el libro ha tenido un éxito rotundo y, de hecho, fue ganadora del British Book Award 2023 y se ha traducido a muchos idiomas. ¿Cómo lleva todo este proceso a nivel personal?
Sí, fue muy intenso al principio. Sentía que para mí era un gran riesgo publicarlo porque me parecía que estaba haciendo algo peligroso que no sería aceptado. Pero, al final, ha sido realmente increíble y creativamente me siento muy libre. Cualquier vibración está en el aire y la gente es receptiva a ella. Tal vez en otro momento no habría sido así, pero en ese momento salió. Ya sabes, el arte es a menudo algo que nadie te pide, pero que mucha gente puede estar esperando.
Muchas cosas se publican y al final no pasa nada con ellas. Yo que pensé que eso es lo que pasaría con mi libro, que lo escribí porque lo necesitaba, porque quería mostrar lo horrible que fue la pandemia para mí y, a su vez, desafiarme a mí misma.
Retomando la idea principal de la novela, quería preguntarle si cree que somos más fans de aquello que deseamos o de todo aquello que odiamos. En el libro puede verse reflejada esa dualidad en las dos personas que obsesionan a la protagonista.
Es muy buena pregunta. Creo que, en efecto, puedes llegar a amar algo que odias y odiar algo que amas. La gente está muy enfadada y ello nos condiciona en el sentido de que tendemos a llevarlo todo a los extremos con facilidad. Creo que el fandom [término de origen anglófono que se refiere al conjunto de aficionados a algún pasatiempo, persona o fenómeno en particular] y la obsesión tienen esa cosa extraña y sorprendente porque son el resultado de algo que nos ha conectado con un lado desconocido sobre nosotros mismos y que muchas veces no podemos llegar a entender.
¿Diría que su generación vive con mayor obsesividad que las generaciones anteriores?
Aunque lo parezca, yo diría que no. Ahora todo está, en general, más documentado y en Internet podemos encontrar mucha información que antes quedaba bajo tierra. Creo que la construcción de la identidad, especialmente durante la adolescencia, así como la búsqueda de pertenencia, nos conducen a tratar de diferenciarnos a través de la moda y el fandom y por eso son tan potentes. Por lo tanto, creo que sería demasiado simple decir que ahora somos más obsesivos. Pienso que solamente estamos en un momento de mayor inestabilidad, como también lo fue a lo largo del siglo XX. Aunque, claro, no puedo opinar del todo porque yo estoy viviendo en este siglo.
Creo que sería demasiado simple decir que ahora somos más obsesivos. Pienso que solamente estamos en un momento de mayor inestabilidad, como también lo fue a lo largo del siglo XX
La idea de Soy fan surgió después del ataque al Capitolio de los Estados Unidos del 6 de enero de 2021. ¿Qué ideas le inspiraron de este acontecimiento?
Sí, fue lo peor. Recuerdo de aquella época el confinamiento y que cuando vi el asalto en las noticias pensé que aquello que me parecía aterrador, para los fans de Donald Trump era, en realidad, un gesto de amor diríamos obsesivo. Es lo que ocurre cuando a veces se confunde el amor con el odio, con la violencia o con la rabia. Puede llegar a ser algo realmente destructivo.
Al principio no quería mirarlos porque los sentía completamente diferentes a mí. Pero, al final, es lo mismo que cuando esperamos un mensaje de esa persona que te quiere y te confirma lo que sientes. Por ello, dejé de verlos como si estuvieran locos para aproximarme a ese fenómeno desde una perspectiva más personal preguntándome por qué lo estaban haciendo.
Y ahora, con las elecciones para la presidencia de Estados Unidos a la vista, ¿cómo valora que la historia pueda volver a repetirse de un modo u otro?
Realmente no lo sé. Creo que la probabilidad de que Donald Trump volviese nos llenaría de miedos. Pero tampoco creo que lo que tenemos ahora sea bueno porque los demócratas no son un partido viable. De la misma manera, los laboristas han adoptado muchas políticas conservadoras y siguen vendiendo armas a Israel de manera masiva que se utilizan para bombardear a mucha gente. No tengo mucha fe en la política en este momento.
Recuerdo cuando Tony Blair llegó al poder y lo sentimos como un cambio masivo y optimista para el país, pero acabó convirtiéndose en un criminal de guerra. Esta vez con los laboristas parece más de lo mismo y siguen los recortes y la austeridad, que nos están llevando a mucha infelicidad social. Creo que hay un límite en el momento en el que se da una desconexión entre el poder y la gente que, por otro lado, la extrema derecha sabe explotar muy bien y la izquierda no sabe enfocar suficientemente bien.
En 2019, con el colectivo 4 BROWN GIRLS WHO WRITE, llevaron un espectáculo al Festival Fringe de Edimburgo donde también presentaron a otros artistas negros y latinos. ¿Considera que el espacio artístico es todavía un espacio de exclusión?
Desde luego que sí. A veces pienso que la razón por la que empezamos con el colectivo fue porque no sabíamos cómo publicar libros o cómo entrar en el mundo editorial. Así que pensamos que en lugar de pedir permiso podíamos simplemente hacer lo nuestro y crear la energía a nuestro alrededor. Creo que eso está cambiando ligeramente, porque cada vez oigo a más gente implicarse en la literatura.
Hace unos meses en sus redes sociales publicó un mensaje de apoyo al pueblo palestino sirviéndose de una cita de la escritora Naomi Klein. ¿Cree que faltan voces más contundentes en la cultura?
Creo que los palestinos no han podido tener su propia voz. De hecho, hace un año muchos eventos palestinos fueron cancelados. Yo no soy palestina ni puedo hablar por ellos, pero estuve hace tres meses en la Cisjordania y no me dejaron entrar en Gaza. Son personas que muestran mucha dignidad a pesar de la situación a la que están siendo expuestos, que es algo incomprensible. El hecho de que no se aplique el derecho internacional es un triunfo del colonialismo. Lo que se les ha hecho a los aborígenes y a los nativos americanos se les está haciendo ahora a los palestinos.
Sólo se mira hacia el ataque de Hamás del 7 de octubre, que fue horrible, pero se descontextualiza para controlar la narrativa. Es lo mismo que ocurrió en Irak y en Afganistán para justificar la guerra. Nada de esto debería estar sucediendo, pero nadie está dispuesto a tener una conversación adecuada sobre cómo detenerlo.