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Un señor británico se lanza de cabeza desde una plataforma que cuelga a decenas de metro del suelo y unos dedos anónimos escriben en una cuenta de X (antes Twitter): Són es seus costums i s’han de respectar [son sus costumbres y se deben respetar]. El señor británico, que no se mata porque al arrojarse al vacío tiene los pies atados por una cuerda elástica que está enganchada a la plataforma, busca popularidad: es Sir Edward Jonathan Davey, el líder del Partido Liberal Demócrata, en pleno sprint de la campaña de unas elecciones que le dan 71 escaños. Los dedos anónimos, que no pueden dejar de relacionar la performance del campechano Ed Davey (tres millones y medio de británicos votaron liberal demócrata el pasado jueves) con el balconing, consiguen más de trescientos retuits, mil me gustas y cien mil visualizaciones con el chiste que se publica en @botquebota.
“Últimamente, la realidad nos lo pone muy fácil a la Federació Balear de Balconing. No me refiero a los casos con los que actualizamos nuestras clasificaciones, sino a las noticias relacionadas con el modelo turístico que sufrimos en nuestras islas. ¡A un turista alemán que iba borracho no se le ocurrió otra cosa que robar una excavadora en una cantera de s’Arenal y volcarla! Las bromas nos las encontramos casi hechas y, si no somos nosotros quienes las encontramos en internet, son nuestros seguidores los que corren para etiquetarnos. '¡Ey! ¿Habéis visto esto?' Así nos enteramos de que en la Eurocopa había aparecido una bandera mallorquina en la grada de la afición inglesa durante un partido de la fase de grupos. Y, claro, lo tenemos que retuitear. El deporte da mucho juego. Si se publica que el Mallorca está interesado en fichar [al defensa alemán Matt] Hummels, tenemos que recordar que hace unos años no se le ocurrió otra cosa que tirarse a una piscina desde un balcón [se llevó una multa de su club, el Borussia Dortmund]”.
Al otro lado del teléfono hay una voz mallorquina (“el acento es inconfundible”) que podría ser de la misma persona que escribió el tuit sacándole punta al salto electoralista del político británico. O no. “Porque en sa federació somos unas cuantas personas. Muchas, de hecho. Es un juguete colectivo”. La masa de seguidores que interactúan y, a partes iguales, se ríen y se indignan con los casos de balconing que reporta esta cuenta no existía hace apenas dos años. Ni de lejos son todos catalanoparlantes, aunque la mayoría de los tuis se escriban en catalán de Mallorca: “Nunca jamás pensamos que esta idea llegara a funcionar tan bien ni que creciera tan rápido”.
El perfil se creó en mayo de 2022. Un único objetivo: continuar con el trabajo de un grupo de Facebook que había sido abandonado, Balconing en Mallorca, y ampliar el foco a todas las Illes Balears para contabilizar con efecto retroactivo todos “los guiris que se hubieran precipitado desde el balcón o la ventana de un hotel y que hubieran aparecido en la prensa local”. Entre las mentes pensantes no había “ni periodistas ni cómicos ni siquiera alguien experto en estadística”. “Solamente éramos un grupo de amigos a los que les hacía gracia que estas personas se jodieran las vacaciones tirándose a la piscina desde la terraza de su habitación. ¿Por qué se tiran? Esa es la pregunta que queríamos responder. La respuesta, me temo, tiene mucho que ver con que el balconing sea una de las puntas del iceberg de la masificación turística. Nosotros somos de un pueblo no turístico, pero nos acaban salpicando sus consecuencias”.
Solamente éramos un grupo de amigos a los que les hacía gracia que estas personas se jodieran las vacaciones tirándose a la piscina desde la terraza de su habitación. ¿Por qué se tiran? Esa es la pregunta que queríamos responder. La respuesta, me temo, tiene mucho que ver con que el balconing sea una de las puntas del iceberg de la masificación turística. Nosotros somos de un pueblo no turístico, pero nos acaban salpicando sus consecuencias
La fórmula enganchó gracias a un envoltorio ingenioso. El disfraz de una federación olímpica (con un logo muy elocuente), las dos clasificaciones (por nacionalidades de los accidentados y por los municipios donde se producen los accidentes) y el sistema de puntuación (un punto por herido; dos, si el salto acaba en muerte) y desempate (la suma de los pisos caídos) le dan sentido a la documentación. Y luego está el condimento: los comentarios sin filtro. Aprovechando la fiesta de Sant Joan –la noche más corta del año, fuego y pólvora, el pistoletazo de salida del verano–, repasaron las clasificaciones de la temporada 2023, y dieron algunos premios especiales: como el “Mar Adentro”, “a un español que se tiró de cabeza desde el pantalán de la playa de Muro en un lugar donde sólo había sesenta centímetros de profundidad”, o el “Barandilla de Oro”, “a un británico que se mató haciendo balconing POR SEGUNDA VEZ después de haber quedado gravemente herido en 2018”.
“Creo que los millennials estamos muy acostumbrados al humor negro, y entendemos que es una herramienta más para tener una visión crítica de la realidad. Ahora que se debate tanto sobre los límites del humor y ha habido tantísimos casos de querellas y juicios contra cómicos o, incluso, tuiteros, nosotros no hemos tenido nunca ningún problema. Autocensura, ninguna; pero sí que tenemos un código: cuando hay una víctima mortal no actualizamos nuestras clasificaciones ni hacemos un chiste hasta que no está bien publicada y contrastada por medios de proximidad, que son los más fiables. No podemos olvidarnos de que la posibilidad de un suicidio siempre está ahí; esa es nuestra línea roja. Cuando la descartamos, barra libre para el sarcasmo”, dice la voz anónima. Si por tercera vez en lo que llevamos de verano muere un alemán, ellos escriben: “Hat-trick de cajas de pino”.
El humor negro es una herramienta para tener una visión crítica de la realidad. Autocensura, ninguna; pero sí que tenemos un código: cuando hay una víctima mortal no actualizamos nuestras clasificaciones ni hacemos un chiste hasta que no está bien publicada y contrastada. La posibilidad de un suicidio siempre está ahí; esa es nuestra línea roja
104 muertos y 282 heridos
Además de por su acidez, los miembros de la Federación Balear de Balconing destacan por ser constantes. Varias veces por semana repasan exhaustivamente las webs de los medios de comunicación para evitar que se les escape algún vuelo. Con el inglés de veintisiete años que se cayó el pasado 26 de junio de una primera planta en un edificio del Carrer de Sant Agustí, han documentado 386 casos. 104 muertos, 282 heridos. “Uno cada veinticuatro días, desde el primero que encontramos, en 1999 (no hay ninguna hemeroteca digital de un medio balear disponible en internet que vaya más atrás en el tiempo). Si tenemos en cuenta que el balconing es un fenómeno veraniego, que la mayoría de los guiris se caen entre mayo y octubre, podemos afirmar que, en temporada turística, cada doce días hay un caso. Ojo, esas cifras que hemos sacado son sólo una media, pero creemos que dan una medida muy real de que no se trata de casos aislados. Pero suena más grave si tomamos como referencia un informe que publicó Periódico de Catalunya en 2018 sobre el coste que implica atender en la sanidad pública a cada precipitado: si la media son 32 mil euros por paciente… ¡el balconing nos ha costado 12,3 millones en los últimos veinticinco años!”.
La Federació Balear de Balconing ha contabilizado 386 casos desde 1999
Tanto fue el neologismo a los titulares de los periódicos que, al final, la Real Academia Española la acabó aceptando. Ocurrió en la última actualización de su diccionario, en noviembre de 2023: “Balconing. De balcón y el inglés -ing, sufijo de acción. Práctica que consiste en saltar a la piscina de un hotel desde el balcón o la terraza de una habitación, generalmente por diversión”.
“En Balears hay doce turistas por habitante. El doble que en Canarias. El triple que en Catalunya o Madrid. Tenemos un modelo turístico de mierda que debemos denunciar: nosotros lo hacemos desde el humor. La seriedad la ponen los datos que aportamos: son números verificados: el 95 por ciento de los caídos iban bebidos y el 40 por ciento, drogados. Y ya no sólo ocurre en los hoteles. También hemos incorporado a nuestras estadísticas las caídas en acantilados; cada tres metros lo contabilizamos como un piso y, ale, a funcionar. ¡Cuánto daño ha hecho Instagram!”. El inglés que ingresó en Son Espases, el hospital balear de referencia, herido de gravedad después de haberse abierto una brecha tras caer de cabeza desde un primer piso en Palma explicó que había consumido cocaína y ketamina. La Federació Balear de Balconing retuiteó con cita la noticia publicada por el Daily Mail: “OH, NO! Did it happen AGAIN??” [¡Oh, no! ¿Ha ocurrido otra vez?]
Con retranca mallorquina, estaban cobrándose una deuda pendiente.
En Balears hay doce turistas por habitante. El doble que en Canarias. El triple que en Catalunya o Madrid. Tenemos un modelo turístico de mierda que debemos denunciar: nosotros lo hacemos desde el humor. La seriedad la ponen los datos que aportamos: son números verificados: el 95 por ciento de los caídos iban bebidos y el 40 por ciento, drogados. Y ya no sólo ocurre en los hoteles
El Daily Mail, en contra del humor negro
“Yo me he criado, gracias a mi padre, con las series cómicas de la BBC que emitía TV3: L’escurçó negre, Fawlty Towers, Els Joves… ¡Mira que los británicos tienen fama de practicar un humor muy negro! ¡Es el país de Ricky Gervais, nadie se muerde menos la lengua que él! Pero lo que ha pasado con el Daily Mail me recuerda a lo que ocurre con los niños pequeños cuando te ríes de ellos para que dejen de hacer una cosa y lo que ocurre es que se enfadan”.
Irene Francolí suelta una carcajada limpia; una carcajada bastante parecida a la que soltó cuando vio que el decano del sensacionalismo en el Reino Unido publicaba el 19 de junio –una semana antes del último caso de balconing británico en Mallorca– una “exclusiva” sobre la Federació Balear de Balconing. Usaron un titular quilométrico: “Un grupo antiturístico local que se ríe de los veraneantes que han muerto tras caerse de los balcones de sus hoteles en Mallorca coloca a los británicos como dominadores absolutos de su clasificación de víctimas”. Y un subtítulo mucho más corto y directo: “La Balconing Balearic Federation elabora una cruel clasificación por naciones al estilo de una liga de fútbol”. “Está claro que sólo querían tirar leña al fuego, pero, bueno, el Daily Mail sería como el OK Diario británico. Unos días después, el Heute austríaco, mencionó a sa federació en un reportaje sobre el balconing en nuestras islas y fue mucho más serio. Hicieron un trabajo periodístico porque se preguntaron por los orígenes y las consecuencias del problema”, dice Irene Francolí.
Esta ibicenca comparte generación, preocupaciones y el gusto por las bromas ácidas con los mallorquines que gestionan de forma anónima la cuenta de X que indignó al Daily Mail. Ella sí se dedica profesionalmente a la comedia –vive en Madrid y es guionista y monologuista– y “con los titulares surrealistas que provoca el turismo de masas” en Balears ha encontrado un filón para ir construyendo un universo propio, pero compartido con otras voces insulares: Santi Liébana, con una trayectoria destacable en el stand-up comedy, Pebre Coent, fabricantes de memes y apuntes de actualidad política, o el “bufón y agitador” Àngel Aguiló…
“Con el balconing pasa como con los casos de corrupción; la cantidad insensibiliza. ¡Nos interesa que la gente que viene a hacer turismo a Balears pueda volver a sus casas! Por eso es tan chulo lo que está consiguiendo sa federació. Su receta es súper sencilla: es la pura realidad volcada en un excel –de la que no puedes huir– y comentarios muy irónicos –que aportan el contexto y nos ayudan a entender las contradicciones de este modelo turístico. Porque el humor sirve para eso, para entender cosas muy complejas: conozco una cuenta parecida que se ha dedicado a recopilar todas las cagadas arquitectónicas que ha ido dejando por aquí y por allá Santiago Calatrava”, explica Irene Francolí, y no puede evitar que aflore la vocación antropológica que le hizo estudiar el Grado de Humanidades en la Pompeu Fabra de Barcelona antes de dedicarse al humor.
Eso, “comprender un fenómeno absurdo”, fue lo que se propuso cuando, en julio de 2023, aprovechando que había vuelto unos días a casa, recorrió Sant Antoni de Portmany para preguntarle a los turistas sobre el balconing. Se puso la camiseta de Balcón Viajes (el primer producto de merchandising que produjo @botquebota, doscientas y pico camisetas que se agotaron en un pestañeo) y, parodiando a algún formato televisivo español que vende investigación cuando realmente ofrece morbo, lanzó, más que preguntas, pellizcos de abuela.
–¿Has oído hablar del balconing?
–No.
–Es como le llamamos cuando, normalmente, británicos, a veces también alemanes, intentan saltar del balcón a la piscina…
–¡Ah!
–... o de un balcón a otro. ¿Conocéis a alguien que lo haya intentado?
–Conozco a un par que lo han intentado. Yo mismo he hecho.
–¿Tú mismo lo has hecho?
–Sí, varias veces. De hecho, perdimos a un amigo. John… RIP.
La reportera puso cara de póquer al escuchar la ligereza con la que dos amigos contaban esta historia con trágico final. “Me quedé como… ¡y me lo estás diciendo tan tranquilo, cabrón!” Al editar las imágenes, ocultó detrás de un pitido el apellido del muerto. Casi un año después de publicarlo, el teaser del vídeo, que sigue fijo en la cuenta de X de la cómica, suma 2.000 retuits, 6.000 me gustas y más de medio millón de visualizaciones.
Irene Francolí no eligió Sant Antoni por casualidad. Por ilustrarlo con un dato: fue en un hotel portmanyí donde el mismo turista se cayó dos veces del balcón con cinco años de diferencia. Este municipio ibicenco que tiene 27.000 habitantes y 21.000 plazas turísticas (0,7 turistas por vecino) es el único capaz de rivalizar con los dos líderes absolutos de la clasificación intermunicipal de la Federació Balear de Balconing: Calvià y Palma.
Desde Calvià –116 balconings: 30 muertos, 86 heridos; 49 mil habitantes, 68 mil plazas turísticas: 1,38 turistas por vecino– escribió el periodista John Siddle el reportaje para el Daily Mail: Magaluf es sinónimo de turismo basura, “o de excesos”, la etiqueta que rechazó precisamente el Ayuntamiento de Sant Antoni cuando el Govern balear impulsó un decreto para impulsar la reconversión de zonas turísticas condicionadas por el combo alcohol barato más venta indiscriminada de drogas igual a ruido, altercados e, incluso, muertes. “No es la publicidad que nos gustaría”, declaró el alcalde Marcos Serra en una entrevista concedida a El Mundo en 2020.
La Federació Balear de Balconing ha contabilizado 67 balconings (y diecinueve muertes) en Sant Antoni. El último esta misma temporada. “Pocos quieren mojarse con este tema. Les hemos dejado beber y mear en la calle: hemos creado una selva que permite esos comportamientos. Quien se siente ofendido es quien tiene negocio y saca beneficio de este tipo de turismo. Son pocos, en realidad, pero hay mucha gente que se ha convertido en esclava de este modelo económico. Hay que cambiar la perspectiva de que sin turismo nos moriríamos de hambre. Ahora estamos recogiendo los resultados de ese modelo: nos quedamos sin casas donde vivir, cada vez creo que somos más los jóvenes con conciencia del poco futuro que nos espera en la isla donde nacimos. Los récords de visitantes deberían frenarse. Si no, estas islas petarán”, argumenta Irene Francolí.
–¿Tú te consideras turismofóbica?
–El problema es llamarle turismofobia a creer que vivir únicamente del turismo es un error.
Pocos quieren mojarse con este tema. Les hemos dejado beber y mear en la calle: hemos creado una selva que permite esos comportamientos. Quien se siente ofendido es quien tiene negocio y saca beneficio de este tipo de turismo. Son pocos, en realidad, pero hay mucha gente que se ha convertido en esclava de este modelo económico. Hay que cambiar la perspectiva de que sin turismo nos moriríamos de hambre
El turismo británico, fuente de ingresos
“Sin embargo”, vuelve a hablar la voz anónima, “nuestras clasificaciones dicen muchas cosas si se miran con un mapa delante. No es casualidad que en municipios tan turísticos como Santa Eulària, Alcúdia o Andratx tengan muchísimos menos casos que Llucmajor, que limita con Palma, Vila [la capital ibicenca] y Sant Josep, que comparten Platja d’en Bossa, o, incluso, Formentera, donde de vez en cuando los italianos asoman la cabeza. ¿Por qué en unos sitios la gente se cae y en otros no? Porque hay hoteles que apuestan por el turismo familiar y otros, por el de borrachera”.
Consultado para este reportaje, el departamento de prensa de la Embajada del Reino Unido en Madrid incidió en que “la campaña de prevención Stick with your mates, quédate con tus amigos”, había contribuido “a una reducción en caídas accidentales entre los jóvenes que visitan unas islas que reciben cuatro millones de británicos cada año”: “La gran mayoría disfruta cada año de su estancia en las islas sin ningún tipo de percance. Nuestros consulados en Palma y Eivissa trabajan en colaboración con las autoridades baleares para ayudar a garantizar que los visitantes y residentes británicos estén seguros durante su estancia”. El retorno económico del turismo británico, según esta fuente, es de 4 mil millones de euros. Varias zonas turísticas viven casi exclusivamente de ellos. “En Calvià, por ejemplo, están haciendo un esfuerzo por cambiar su modelo”, dicen desde sa federació, “y eso se nota en nuestros registros porque vemos que los británicos se caen menos. Se quedan en Magaluf, Santa Ponça es para los irlandeses –que algún puntito han sumado en estos años– y Platja de Palma es territorio alemán: allí la cosa está que arde”.
La capital balear –72 balconings: 31 heridos, 41 muertos; 423 mil habitantes y 49 mil plazas turísticas: 0,11 turistas por vecino– es actualmente el municipio donde más fácil resultaría ver a una ambulancia con las luces encendidas mientras un médico y un enfermero socorren a un turista precipitado (policontusiones, traumatismos cranoencefálicos, lesiones medulares) o certifican su muerte. “Son minoría los guiris que se caen en sa Gerreria”, en el centro histórico de la ciudad, como el que cierra la larga lista de precipitados, “o”, pese a ser un barrio muy gentrificado, “en Santa Catalina”. La mayoría de accidentes se producen en s’Arenal –nueve en lo que llevamos de temporada– y los protagonizan alemanes –seis, repartidos por igual entre muertos y heridos–, muy lejos del Reino Unido en la clasificación histórica (157 a 46), pero campeones de la Balcon League en 2023 y líderes, de momento, este año. Las imágenes que acompañan este reportaje se tomaron allí.
Palma lidera este año el ranking de balconing. La mayoría de accidentes se producen en s’Arenal –nueve en lo que llevamos de temporada– y los protagonizan alemanes, muy lejos del Reino Unido en la clasificación histórica (157 a 46), pero campeones de la Balcon League en 2023 y líderes, de momento, este año
Apenas 40 minutos tuvo que esperar el fotógrafo para cazar a un turista jugándose el pellejo mientras se encaramaba a la barandilla de su terraza. El barrido de hemeroteca de la Federació Balear de Balconing demuestra que muchos de los precipitados “en vez de bajar a recepción a pedir una copia de la llave que se habían olvidado en la habitación tuvieron la brillante idea de entrar saltando a su balcón desde el balcón de la habitación de al lado”. Casi todos –un 87 por ciento– eran hombres: los veinteañeros caen con mucha más frecuencia que los cuarentones, pero, cuanto más jóvenes son, más posibilidades de supervivencia tienen.
Casi todos –un 87 por ciento– son hombres: los veinteañeros caen con mucha más frecuencia que los cuarentones, pero, cuanto más jóvenes son, más posibilidades de supervivencia tienen
“Hay que abrir el melón de que el balconing es una consecuencia del no hay huevos”, dice Irene Francolí, “y ese exceso de testosterona, que sale a chorro cuando los tíos de entre quince y treinta viajan en grupo, no es exclusiva de ninguna nacionalidad en concreto”. La cómica etiquetó a @botquebota en un vídeo donde un se veía a un grupo de chavales “haciendo el tonto en la barandilla de una casa de campo de Menorca”, donde no hay registrada ninguna muerte. El fenómeno, de hecho, sólo ha reportado allí cuatro casos pese a que del Reino Unido vienen tradicionalmente la mitad de los turistas que visitan la isla. “Eran mallorquines viajando a Ciutadella para las fiestas de Sant Joan. Lo reconozco, pensé: jaja, mallorquines haciendo el tonto Sant Joan; menudo cliché. Pero me pareció divertido y triste a la vez. ¿No te ríes de lo que hacen los británicos cuando vienen de vacaciones aquí y vas tú a la isla de al lado y haces lo mismo? No es casualidad que, en la clasificación del balconing, los españoles ocupen el tercer puesto. Nosotros podemos ser guiris en otro lugar”.
Hay que abrir el melón de que el balconing es una consecuencia del 'no hay huevos' y ese exceso de testosterona, que sale a chorro cuando los tíos de entre quince y treinta viajan en grupo, no es exclusiva de ninguna nacionalidad en concreto
Las estadísticas de la Federació Balear de Balconing no han podido hilar tan fino –ahora tratan de separar a los británicos entre ingleses, galeses, escoceses y norirlandeses–, pero Irene Francolí se quedó, tras su reportaje, con la sensación de que la mayoría de entrevistados pertenecían a los chavs, la clase obrera demonizada que Owen Jones retrató en su ensayo. “Trabajos de mierda. Problemas de alcoholismo y vacaciones baratísimas con alcohol al alcance de la mano. Los turistas del balconing son personas humildes que se emborrachan como cabrones para olvidar que son víctimas del capitalismo más salvaje: ¡los personajes tan bestias que aparecían en Little Britain! Es imposible no entender el fenómeno si se les escucha un poco. Y, claro, nos puede parecer de risa, pero te dicen que en Sheffield, Manchester, Leeds o Liverpool sólo tienen balcones los ricos. ¿Para qué los necesitan si apenas hay días de sol?”.
Trabajos de mierda. Problemas de alcoholismo y vacaciones baratísimas con alcohol al alcance de la mano. Los turistas del balconing son personas humildes que se emborrachan como cabrones para olvidar que son víctimas del capitalismo más salvaje
Ya lo dijo Lloyd Milen, cónsul del Reino Unido en Aragón, Catalunya, la Comunitat Valenciana y las Illes Balears, cuando lo entrevistó Diario de Mallorca en septiembre de 2018: “Los británicos no suelen vivir en pisos con balcón y por tanto no están acostumbrados”. A la frase podrían haberle sacado muchísima punta los Monty Python para su Flying Circus (sketches, canciones, dibujos animados) si el turismo hooligan hubiera desembarcado en Mallorca y Eivissa diez años antes, a principios de los setenta.
Ahora es la Federació Balear de Balconing quien se aprovecha de estas perlas que ofrece la realidad mientras reta a los canarios a crear un ente parecido y organizar una competición de balconing entre archipiélagos. Una foto de la portada de aquel periódico es la imagen de portada en su cuenta de X. “Todo guiri que viene a saltar a nuestra casa cae en nuestras clasificaciones”, es la descripción que se lee justo debajo. La ubicación –“en el suelo se paran”– también tiene miga, y donde hasta hace una semana se describían como “darwinísticamente turismofóbicos” ahora promocionan su nueva página web. Allí, además de repasar las clasificaciones históricas y anuales, se venderán las nuevas camisetas, de aspecto futbolero, ideadas por un diseñador gráfico que se unió a la causa de @botquebota. En el cuello, claro, la firma de Charles Darwin, autor de la teoría de la selección natural de las especies. En la manga, además de la publicidad de Balcón Viajes, ahora hay más patrocinadores: Balcon King, Paravall Pictures, Yabaha, Botadine, Dumpin’ Drunken. Y en la espalda, un dorsal –el 9 de los goleadores– y el nombre de un campeón en el arte de vivir surfeando el desfase: Boris Johnson.