La portada de mañana
Acceder
Feijóo confía en que los jueces tumben a Sánchez tras asumir "los números"
Una visión errónea de la situación económica lleva a un freno del consumo
OPINIÓN | La jeta y chulería de Ábalos la paga la izquierda, por Antonio Maestre

ENTREVISTA

Celestí Alomar, exconseller balear de Turismo: “El modelo es un fracaso y lo ves cuando sales a la calle y son todo terrazas”

Esther Ballesteros

Mallorca —
30 de septiembre de 2022 08:50 h

0

Revolucionó Balears con la implantación, por primera vez en un destino turístico de masas, de un impuesto que revirtiera el deterioro económico y medioambiental de las islas como consecuencia del desarrollo turístico desde los años sesenta y se enfrentó a los grandes hoteleros del archipiélago. Celestí Alomar (Llubí, 1949) llegó a la Conselleria de Turismo con el primer gobierno de centro-izquierda (más conocido como Pacte de Progrés) que, en 1999, cogió las riendas del Ejecutivo autonómico. Lo hizo en unos años de fuerte crecimiento económico, cifras turísticas desorbitadas y una feroz competencia entre los destinos de sol y playa.

En medio del considerado tercer boom turístico de Balears se hacía necesario marcar el camino hacia un modelo más sostenible y respetuoso con el territorio, el mismo que, más de veinte años después, continúa debatiéndose en el archipiélago. En una entrevista con elDiario.es, Alomar (exmilitante del PSOE, que abandonó, señala, “por apoyar la aplicación del 155 en Catalunya”) se muestra tajante respecto a la gestión del actual Impuesto de Turismo Sostenible (ITS) y censura el papel del propio sector turístico a la hora de hacer frente a las consecuencias de la masificación, lo que considera “la demostración extrema de un fracaso y de que este modelo no funciona”. Su discurso es reivindicativo y en él se deslizan severas críticas hacia un sistema neoliberal que “ha decidido que Balears sea un espacio para el negocio” y la inversión de capitales.

Ahora mismo está sobre la mesa el debate sobre el destino que se da a los fondos del actual Impuesto de Turismo Sostenible. ¿Deben invertirse en otros ámbitos más allá del medio ambiente o el patrimonio? 

El impuesto actual es poco visible porque se ha dedicado mucho a vivienda social y mucho al ciclo del agua. Por supuesto, la vivienda social es muy importante, el primer objetivo que debería tener el Govern junto al transporte público. Son los dos grandes temas a resolver en esta comunidad, aparte del modelo económico. Pero que la vivienda social o el ciclo del agua (que es agua depurada básicamente para los sectores industriales como es el turismo) deban financiarse a través del ITS demuestra un fracaso del modelo económico, no del impuesto, que no ha fracasado en ningún momento. Nos llenamos la boca diciendo que el sector turístico es la octava maravilla del mundo y no da dinero suficiente para hacer vivienda para los trabajadores o para depurar las aguas residuales que ellos mismos producen. Es la demostración extrema de un fracaso y de que este modelo no funciona. Es una economía en algunos aspectos subvencionada y sé que esto puede ser polémico, pero es así. Hay momentos en que la máquina productiva no es capaz de generar suficiente vivienda asequible para el que trabaja y si ésta hay que hacerla gracias al dinero público es que no funciona.

¿Cree que esto denota cierto entreguismo por parte del actual Govern respecto a los grandes hoteleros?

Sobre esto, por ejemplo, el decreto turístico balear se pactó primero con una parte del sector y después se hizo público en la Feria Turística (Fitur) de Madrid, cuando una norma que después se convertirá en ley lo lógico es que sea debatida y hecha pública. Ahí yo creo que sí que hay una buena relación con el sector. No la critico, pero lo que sí es cierto es que en unos momentos tan complicados y complejos como los actuales lo prudente y aconsejable es poner en un debate el modelo que tenemos, un modelo que evidentemente no es sostenible. Es decir, lo lógico es que el debate se ampliara a toda la sociedad, no que fuera solo un debate sectorial. ¿Por qué? Porque la cuestión no es solamente hablar sobre el modelo turístico, la cuestión es hablar sobre el modelo económico de estas islas. La pregunta es si pueden seguir por el camino del monocultivo y de la dependencia exclusiva del turismo en una situación de emergencia climática y energética como la actual, en la que el modelo de consumo neoliberal ha entrado en crisis. Lo aconsejable es como mínimo revisarlo. Ahí están los objetivos que nos marca Europa respecto a una economía neutra de gases de efecto invernadero. Está en discusión si el turismo es una industria contaminante o no. Evidentemente, en Balears dependemos del transporte aéreo y marítimo y también del transporte privado, porque no hay un transporte público desarrollado. Todos estos son elementos o actividades altamente contaminantes. Esto lo podemos mantener si es dentro de los objetivos que marca la Unión Europea. Pero repito, es necesaria una revisión. Y esta revisión se tiene que hacer no solo a nivel sectorial, sino globalmente y ahí tiene que participar más gente. Hay una falta de participación de muchos más sectores de la población en el debate de cuál tiene que ser el futuro de las islas, incluso aunque el debate únicamente fuera turístico. Desde siempre, y es una mala costumbre, parece que del turismo solamente pueden hablar los profesionales y los expertos. Craso error porque el turismo y, entre otras cosas, la materia prima del turismo son el territorio y el medio ambiente. Y esto no es propiedad de nadie, es un bien colectivo. Y, además, influye sobre otras muchas actividades de la vida. No es posible contemplar el turismo sin una perspectiva social.

Parece que del turismo solamente pueden hablar los profesionales y los expertos. Craso error porque la materia prima del turismo son el territorio y el medio ambiente y esto no es propiedad de nadie, sino un bien colectivo

¿No cree, al fin y al cabo, que los hoteleros están utilizando en su propio interés la principal materia prima del turismo (el sol, el paisaje, las playas...)? Con la paradoja, además, de que la contraprestación (en beneficio de la sociedad, los trabajadores, el propio medio ambiente) acaba siendo mínima en comparación con el deterioro producido...

Sí, pero en esto hay que ser justos y no culpar solamente al sector hotelero. Venimos de una crisis, la de 2008, y hemos entrado en otra crisis de la deuda producida por la pandemia. Estamos ahora una derivada nueva que es la guerra de Ucrania. Es decir, estamos en un nuevo periodo de crisis. Y estas sucesivas crisis y otras que vendrán, si las tuviésemos que resumir de alguna manera, se reducen al fracaso del sistema neoliberal de las últimas décadas. Hagamos entre todos un proceso de transición hacia otro modelo diferente. Incluso la presidenta [en alusión a la líder del Ejecutivo autonómico, Francina Armengol], en uno de los debates de política general de la Comunidad, citaba a [Thomas] Piketty en este sentido. Esto está muy bien, pero no lo hemos lanzado. Y el que sí tiene un modelo para Balears es el mercado. El mercado ha decidido que Balears es un lugar perfecto para negociar el valor de las islas como conjunto y muy en especial Mallorca y Eivissa. También Menorca en menor grado por sus circunstancias, con una menor tradición de turismo. El mercado ha decidido que Balears es un espacio para el negocio. Lo podemos ver a diario al salir a la calle: la calle son terrazas de restaurantes, es también el espacio que el negocio de los cruceros utiliza para sus clientes. Se ha convertido en un espacio comercial. Y esto es lo que pretende el mercado. Es una presión brutal que no solo es hotelera, que quizás sea la menor, sino también inmobiliaria, que se concreta en cosas como el distrito Nou Llevant, en Palma, que se planteó como un lugar de expansión para vivienda popular y ahora se ha convertido en un lugar de inversión para capitales, fondos de inversión y capitales de la clase media adinerada de Europa con el objetivo de hacer su negocio. La clase media alta invierte y compra su piso en Mallorca no solo para venir, sino para alquilarlo. Es decir, es un foco donde hay un rendimiento del capital y esto nos afecta directamente sobre nuestra vida diaria, cotidiana, y sobre el futuro de estas islas.

En el caso del sector turístico, ¿de qué forma podría ayudar a revertir esta situación?

El sector hotelero podría contribuir, primero, remodelando y reduciendo oferta. Segundo, no llevándose excedentes al extranjero, sino reinvirtiendo en sectores no turísticos de aquí. Claro, todo esto son palabras, y por ello decimos que, para que estas palabras se conviertan en hechos, es necesario que alguien marque el camino y trace un plan estratégico. Vuelvo a Piketty y a la transición de modelo. Alguien debe poner los instrumentos para que estos excedentes que produce el turismo o el sector hotelero no se vayan a México, a Santo Domingo y a nuevos destinos. Es necesario crear estos instrumentos para que se ofrezca una garantía. El hotelero sigue siendo un sector importantísimo para la economía, pero también debería ser importantísimo para la transformación del modelo económico de las islas sin que esto implique la desaparición del turismo ni su demonización. Hay que redimensionar la oferta turística a nuestras necesidades y diversificar hacia otros sectores.

Precisamente, Piketty apela a aprovechar la situación generada por la pandemia para caminar hacia la desglobalización como una de las fórmulas para luchar contra la desigualdad. ¿Esto es posible?

La pregunta no es si es posible, sino necesario. Y eso es algo absolutamente necesario. Inevitablemente tenemos que ir por este camino. Hay una resistencia a que esto vaya por ahí, sí, pero ahora es el momento de lo público. Aunque evidentemente siempre hay reacciones en contra, Europa está dando pasos en este sentido porque no tiene otra salida, aunque sus pasos por ahora sean titubeantes. Por ejemplo, hace unos días el economista jefe del Banco Central Europeo, Philip Lane, manifestó que hay que incrementar la presión fiscal a las grandes fortunas. Ahora este tema ya está sobre la mesa.

¿Es factible en Balears mantener el nivel de empleo y de generación de riqueza con menor número de visitantes?

Yo creo que sería algo bueno. No es una cuestión de creer. En su momento hicimos un estudio con los sindicatos sobre si era posible la transformación de hoteles sin criterios neoliberales y que la remodelación pudiera ir hacia las dos habitaciones (en lugar de una o de tres). No era un capricho. En aquellos momentos [durante el mandato del Pacte de Progrés], Turquía estaba en expansión como destino turístico y lo hacían en base a nuevos hoteles, que a lo mejor tenían habitaciones de 40 a 50 metros cuadrados. Nosotros nos movíamos con hoteles que tenían 20 metros por habitación. Exploramos si sería realmente posible impulsar estos tipos de modernización. Como es lógico, quienes pusieron más reparos fueron los sindicatos, porque se podía intuir que se produciría una pérdida de puestos de trabajo. El estudio concluyó, sin embargo, que la disminución de plazas implicaría un aumento de la calidad y, con ello, un aumento de la ratio de trabajadores por cliente. Si esto se hacía dentro de una estrategia a medio y largo plazo, no se producirían pérdidas, y si además además la integrábamos dentro de la estrategia global de diversificación, se irían generando otros nichos de trabajo. Se caminaría, sin ninguna duda, a puestos de trabajo con mayor cualificación, tanto dentro como fuera del sector turístico.

Uno de los argumentos que se utiliza a la hora de sacralizar la industria turística de Balears es que en las islas “todos vivimos del turismo”. ¿Hasta qué punto es eso cierto?

Bueno, esta es una pregunta que parece muy sencilla y no lo es, porque decir que no hay nadie en esta Comunidad que no tenga nada que ver con el turismo es incierto, a no ser que esté encerrado en una ermita. El día que vas a comprar unos tomates te das cuenta de son más caros aquí que en Extremadura a causa del turismo. Que tu sueldo venga directamente del sector turístico o no es otra cuestión. Para eso basta mirar las estadísticas. Pero la incidencia sobre la vida de todos los ciudadanos de las islas es algo real. Dicho esto, hay sectores que evidentemente no viven del turismo. Por ejemplo, si dependiera del turismo, la Conselleria de Turismo tendría 200 inspectores y no doce. El sector sanitario tampoco vive del turismo, más bien sufre los impactos de éste desde el momento en que les llega un señor que se ha tirado por un balcón en Magaluf. Hay, además, un sector biotecnológico que desde hace mucho tiempo está trabajando en el mundo de la medicina y que está produciendo fármacos que ya han comprado las grandes multinacionales. Es decir, hay infinidad de iniciativas pequeñas que permanecen ocultas, que no son visibles, lo que provoca que no crezcan. La gente que tiene iniciativas a veces está cansada, harta de ir a la puerta de la Administración a pedir ayuda y que no le hagan caso porque el turismo dimensiona la mentalidad hacia otro lado.

La desestacionalización es uno de los grandes debates de las últimas décadas en Balears, pero ¿hasta qué punto es un caramelo envenenado? Es decir, parece que se nos vendiera como una forma de evitar la masificación en verano cuando podría derivar, quizás, en cuatro “veranos” en lugar de equilibrar el número de visitantes...

Efectivamente, serían impensables doce agostos en Balears: nos conduciría a todos a un psiquiátrico. No es el primer problema que se debería plantear y, de hecho, prácticamente nunca he hablado de desestacionalización. Para abordarla, primero habría que dimensionar la oferta a una realidad más sostenible en función de los valores que impone Europa y de las necesidades de la población balear. Esto implicaría caminar hacia un producto diferente que no tendría nada que ver con el turismo vacacional, familiar... Sería un grave error hablar de desestacionalización sobre una oferta sobredimensionada, sin antes decrecer. Es muy arriesgado pensar en tener una desestacionalización sin reducir el número de plazas y adaptarlas a unas dimensiones más razonables.

Sería un grave error hablar de desestacionalización sobre una oferta sobredimensionada, sin antes reducir plazas turísticas

La aprobación de la ecotasa durante su etapa como conseller provocó que los grandes hoteleros se alzaran en bloque contra la medida y motivó duras campañas en contra, presiones a nivel estatal… ¿Hasta qué punto demostró aquella experiencia que en Balears el turismo no se toca?

Bueno, no sé si se toca o no pero lo que hay que recordar es que la ecotasa finalmente se puso en marcha y, de hecho, me gusta recordar uno de los proyectos que impulsamos: gracias a ella se adquirió la finca de Son Real, que mucha gente continúa visitando. La ecotasa allanó el camino hacia el actual Impuesto de Turismo Sostenible. Fue impulsada en medio de la competencia feroz de otros destinos y había que mimar y mejorar nuestro producto en línea con lo que ya habían hecho, a principios del siglo XX, países como Suiza y Francia. Hasta entonces ningún destino de turismo de masas la había implantado como lo hizo Balears, una Comunidad muy dependiente de los turoperadores. Esto supuso un gran impacto. ¿Por qué el sector turístico se opuso? Hubo mil versiones en aquel momento. No querían que se interviniera en el sector, que metiéramos la nariz allá. Su tramitación llevó al frente empresarial a hacer un pulso con el Govern por ver quién mandaba en Balears.

¿En qué sentido?

Entre otras cosas, no querían que contáramos las plazas reales que tenían. Tenían muchas plazas ilegales. Pero solo había una solución y es que el Govern tenía que ganar ese pulso. Ganamos e intentamos llegar a acuerdos. Con la Federación Hotelera, con la Federación Internacional de Turoperadores... Y cada vez que estos acuerdos iban a firmarse había un boicot. Pero lo que no podíamos hacer es que el Govern dejase de impulsar una medida que creíamos absolutamente necesaria y que, dentro de este debate, se había convertido en la bandera de la izquierda.

El Pacte de Progrés ganó el pulso a los hoteleros, pero ¿ha sucedido igual con los gobiernos posteriores?

Sería imprudente que dijera quién ha mandado más. Pero sí diré que, de forma muy equivocada, la gente siempre ha dicho que los hoteleros mandaban más. En los primeros gobiernos de la democracia, cuando gobernaba Gabriel Cañellas (PP), los hoteleros no mandaban más. Quien realmente tenía imponía su criterio era el sector inmobiliario. De hecho, Cañellas, en una de las Ferias Turísticas de Berlín, proclamaba que Balears tenía que ser la segunda residencia de Europa, una especie de Florida respecto a Estados Unidos. Esto te da una idea del peso que tenía el sector en las islas. Además, si uno mira la legislación de aquel momento en materia turística, que es la que llevaba a cabo Jaime Pradera [entonces conseller de Turismo], era bastante novedosa y revolucionaria, no expansionista. La imagen del poder hotelero vino después. Durante el Pacte de Progrés hubo ataques por parte de Madrid, con el Gobierno de José María Aznar. En 2003, perdimos el Govern y el PP [con Jaume Matas como candidato a la presidencia] se hizo con la mayoría. Si uno analiza la situación real, no se perdió por la causa [en alusión a la ecotasa], sino porque se perdieron dos diputados, uno en Formentera y otro en Eivissa, lugares donde, por cierto, el debate de la ecotasa no fue lo más esencial. Se perdió por las mismas razones por las que a lo mejor ha perdido la izquierda en Italia, por ir por separado.

Pero ha calado más el mensaje de que, tras el gobierno del Pacte de Progrés, los hoteleros condicionaron los resultados de las elecciones de 2003 y auparon a Jaume Matas a la mayoría absoluta...

Vivimos en un país en el que lo único que buscamos son culpables. Evidentemente, en estos momentos estamos en una fase en la que el poder económico lo simboliza el sector hotelero, cuando hay otros sectores con mayor movilidad que siguen teniendo su importancia. La imagen de poder de los hoteleros es muy reciente e incluso ayudada por los gobiernos. Y yo entiendo que es un análisis equivocado.

¿Es coherente, como proclamaba el movimiento SOS Turismo, pedir más ayudas, pero menos impuestos?

Pues mira, estamos en un momento divertidísimo, o más bien cruel... Desde el punto de vista de debate ideológico es interesante porque cada día salen más cosas... Ahora estamos aplicando la misma receta dirigida a bajar impuestos desde la perspectiva de los preceptos de Adam Smith y la teoría del derrame. Es decir, que hagan negocio los ricos, que después el dinero cae. Mentira podrida. Esto nunca ha sido así. El dinero se ha acumulado arriba. Pero no tienen otra salida. No tienen modelo y se hacen trampas al solitario.

Ahora estamos aplicando la misma receta dirigida a bajar impuestos desde la perspectiva de los preceptos de Adam Smith y la teoría del derrame. Es decir, que hagan negocio los ricos, que después el dinero cae. Mentira podrida. Esto nunca ha sido así

Quitamos ahora el impuesto de patrimonio cuando nadie de los grandes lo ha pagado nunca. Y con esto hacen propaganda de que pagan impuestos. No, no me haga trampas. ¿Qué te demuestra esto? Que el debate no es solamente de gestos. Es decir, está muy bien que el Gobierno central ponga un impuesto sobre grandes fortunas. Y está muy bien que Europa ponga un impuesto de grandes fortunas. Pero el problema es el miedo a que pueda aparecer una Meloni o una extrema derecha. Únicamente con estas medidas no puede frenarse esto, sino con algo mucho más importante, que es lo que la calle ha ido pidiendo estos últimos veinte años: participar, que los tengan en cuenta.