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“Sé que me puede perjudicar porque igual no dan una buena referencia de mí y el año que viene… Pero quiero que se dé a conocer la realidad, que las nuevas personas que vengan no tengan que estrellarse contra el muro con el que nos damos nosotros”, asume Fernando. Su nombre es falso porque, de otra forma, su historia no podría contarse. La historia de las condiciones en las que viven y trabajan los temporeros de Terracor que han contado su vivencia a elDiario.es. Este conglomerado mallorquín está formado por seis empresas dedicadas al cultivo y venta de frutas y verduras. En su organigrama figuran cinco socios. Uno de ellos, el secretario general de Vox en Balears y conseller del Consell de Mallorca, Toni Gili.
A 8.000 kilómetros de su país y sin más contactos que sus propios compañeros, la mayoría se sienten atrapados en un panorama que no saben muy bien cómo resolver. “Algunos hemos pedido un aumento de sueldo que se nos ha denegado, y también hemos hablado con asociaciones de colombianos aquí para que nos puedan echar una mano, pero por el momento no ha habido ninguna mejora”, afirma otro de los afectados.
La realidad que explican los temporeros de Terracor es que las condiciones no son halagüeñas: según su versión, su salario ronda los 6 euros la hora y en sus jornadas lo “normal” es que trabajen doce horas. En el cuadrante del mes de mayo que uno de los empleados muestra a elDiario.es figuran también jornadas de 13, 14 e incluso 17 horas. En las nóminas consultadas no aparecen horas extra remuneradas.
El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, en cuanto ha tenido conocimiento de los hechos, a través de su Secretaría de Estado de Migraciones, ha actuado. En coordinación con la Delegación del Gobierno en Balears, ha localizado a la empresa y, una vez realizado este trámite, ha notificado la denuncia a Inspección de Trabajo para que acuda y realice la visita pertinente de cara a, en su caso, depurar responsabilidades.
elDiario.es intentó ponerse en contacto con Toni Gili antes de la publicación de este reportaje, pero el político derivó la consulta a la responsable de comunicación del grupo, quien especificó que el año pasado la empresa superó una inspección en los alojamientos de los temporeros, pero no ha sabido concretar qué organismo se encargó de dicha inspección ni cuáles fueron las instalaciones revisadas. “Los trabajadores no tienen ningún lujo, es cierto, pero cumplimos la normativa”, añade esta persona. Tampoco ha podido proporcionar información sobre las condiciones laborales ni las jornadas de trabajo actuales de los empleados. “El problema en Balears es que coincide la temporada alta turística con la agrícola y eso hace que la competencia por los trabajadores sea muy fuerte”, explicaba en un reportaje anterior Gili, ingeniero técnico agrícola y responsable de Innovación y Producción de la compañía.
Tras la publicación de este artículo, Terracor ha emitido un comunicado en el que señala que el grupo siempre ha puesto su empeño “en cumplir con la normativa vigente” y que cuenta con “el aval” de Unió de Pagesos. Asimismo, aseguran que la empresa se ha “sometido y superado” verificaciones de los alojamientos de temporeros por parte de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganadores (COAC). Sin embargo, no concretan si las instalaciones revisadas fueron las mismas a las que hace referencia el reportaje de elDiario.es. Por su parte, Gili ha asegurado que no es socio de la empresa desde el pasado mes de julio.
Alojamiento precario y sin higiene
A mediodía, el sol de agosto cae a plomo sobre la carretera de Manacor. Una recta casi infinita de asfalto flanqueada por campos en los que destaca un invernadero blanco con el logo de Terracor. Debajo, una frase: “Agricultura de aquí, del día”. Lo que se levanta detrás -uno diría que estratégicamente escondida- es precisamente una de las dos instalaciones en las que la empresa aloja a sus temporeros. “La primera vez que vine, hace ya casi veinte años, sí me sorprendió. Ahora ya…”, reconoce uno de los trabajadores antes de encogerse de hombros.
Entre invernaderos de hortalizas y planta aromáticas se levanta una gran nave de piedra. En el lateral el hueco del antiguo portón da paso a una suerte de salón tan precario como los suelos y paredes sin acabar. Más al fondo, sobre un suelo ya embaldosado, se llega a la cocina y a la sucesión de fogones y estanterías que guardan la comida y enseres de las 28 personas que viven aquí. Algunas, trabajadoras permanentes de la empresa.
Las habitaciones están del otro lado, donde la nave adquiere más el aspecto de una antigua casa mallorquina de campo y conserva aún parte del encalado de sus paredes. Allí donde había espacio se ha colocado una cama. Incluso en el antiguo salón. Las habitaciones compartidas se suceden a uno y otro lado. Algunas con la puerta abierta porque es la única ventilación que tienen, otras con las ventanas tapiadas por paneles de madera. En una de ellas aún duermen quienes han cubierto el turno nocturno: desde las seis de la tarde hasta las seis de la mañana para preparar los pedidos de los hoteles.
Todo el conjunto tiene un aspecto destartalado. Los socios de la empresa lo conocen bien. Hace apenas veinte minutos que Toni Gili se ha marchado. Los cables cuelgan de las vigas, las columnas que sostienen el inmenso porche están agrietadas y carcomidas. Bajo su techo conviven lavadoras, sillas, extintores y carteles que indican que está prohibido fumar. Aquí y allá se acumulan cajas vacías de fruta, bidones de Repsol y garrafas con los productos utilizados en los invernaderos, algunos de los cuales están a escasos metros de las habitaciones. Además de la decena de sacos de basura amontonados junto al muro exterior, otro de los espacios en peor estado es un cobertizo en el que también se ha habilitado un dormitorio junto a una maraña de cables, tuberías, mangueras y hierros de más de un metro de altura.
“Cuando nos contratan nos dicen que tendremos alojamiento, pero no cómo será. Luego cuando llegas tampoco eliges si estás en la casa o en los contenedores, pero todos pagamos lo mismo: 80 euros al mes”, cuenta uno de los temporeros. Una cantidad que la empresa les descuenta directamente de la nómina y que le supone unos ingresos mensuales de 2.240 euros sólo con estas instalaciones. También incluye los servicios de electricidad y agua, de hecho también tienen agua corriente, “pero no es apta para el consumo”, nos dicen.
Cuando nos contratan nos dicen que tendremos alojamiento, pero no cómo será. Luego cuando llegas tampoco eliges si estás en la casa o en los contenedores, pero todos pagamos lo mismo: 80 euros al mes
Prefabricados y la crisis de la vivienda
“Yo no vivo así en mi país, yo tengo una casa, pero no está tan mal. Al final se trata de no gastar mucho y poder mandar a casa todo el dinero posible”, cuenta una trabajadora. Algunos se han asomado al mercado inmobiliario de Mallorca -donde la media del alquiler supera ya los 1.400 euros- y han vuelto horrorizados y aún más resignados. Por un lado, la crisis de la vivienda hace prácticamente imposible plantearse cualquier alternativa. Por otro, para quienes han llegado amparados por la orden del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que regula la gestión colectiva de contrataciones en origen, la “puesta a disposición del trabajador de un alojamiento adecuado” es una de las obligaciones del empresario. Un alojamiento que debe cumplir, dice el artículo 2, las condiciones de “habitabilidad e higiene adecuadas”. Su cumplimiento, añade, “podrá ser objeto de certificación y/o verificación”. Pero entre la temporada 2023 y la 2024 no hay constancia oficial de que alguien haya inspeccionado las instalaciones de Terracor.
“Sinceramente, yo esperaba algo mejor. Mis amigos se postularon para otros puestos en España y llegaron antes”, relata otro de los temporeros. Las fotografías que le enviaron cuando él aún estaba en Colombia eran las de un apartamento “normal” compartido. Aquello le animó a dar el paso. Tenía experiencia en el campo y pasar nueve meses en una isla del Mediterráneo no sonaba mal. Su intención era conseguir dinero para poder volver a la Universidad –tuvo que abandonar Medicina por falta de recursos- y ayudar también a su hermana a pagar los estudios. “Al llegar vi que todo era diferente, pero no me planteé irme. En Colombia decimos ‘ya que metimos las patas, metamos también el cuerpo”, recuerda.
Uno de los trabajadores tuvo que abandonar la carrera de Medicina en Colombia por falta de recursos y decidió venir a Mallorca para conseguir dinero. Cuando le enseñaron las fotografías de los apartamentos, asegura que eran 'normales'. Sin embargo, dice que 'al llegar' se dio cuenta de que 'todo era diferente
Él es uno de los chicos de los contenedores. Desde hace meses comparte una caseta prefabricada con otras dos personas. La litera, la cama, la taquilla y el armario plegable apenas dejan espacio para moverse. La orden del Ministerio señala que “es recomendable” que el “espacio total habitable del dormitorio alcance un mínimo de 3,5 metros cuadrados por persona”. “Me dio vergüenza contárselo a mis amigos. No les envié ninguna foto y sólo les dije que las condiciones no eran muy aptas. A mi madre ni de chiste le cuento”, afirma. Ésa es la confesión más extendida entre sus compañeros: que la familia no sepa, no se preocupe.
Además del suyo, otra media docena de contenedores prefabricados se reparten por el terreno. Incluso la caseta en la que aún cuelga el rótulo de “oficina” aloja ahora a dos trabajadoras. En otra se acumulan neveras, hornillos y bombonas de butano en una suerte de segunda cocina. Más alejado, un nuevo módulo hace las veces de baño, según explican, para los chicos senegaleses. Un baño de cortinas raídas, desagües atorados y moho. El infierno en el paraíso del turismo.
Premio al mejor productor sostenible
La situación de los temporeros de Terracor sale a la luz después de que elDiario.es dedicara un reportaje a los temporeros colombianos que desde hace años llegan a Mallorca para salvar la temporada agrícola ante la falta de mano de obra local. Sólo en los dos últimos años, entre 400 y 500 ciudadanos de este país han desembarcado en la isla de la mano de Unió de Pagesos, Asaja y empresas particulares para dedicarse a la recogida y distribución de frutas y hortalizas. Junto a ellos, recorren los campos y los invernaderos otros tantos trabajadores de Senegal o Rumanía, algunos de ellos con contratos permanentes.
Constituido en 2017, Terracor Grup tiene su sede principal en Manacor, aunque trabajan más de 305 hectáreas tanto en este municipio como en Petra, Felanitx y Porreres. Entre sus principios están el “compromiso muy firme con el respeto por nuestra tierra” y el medio ambiente, y uno de sus eslóganes principales es “democratitzam lo rural per a que tota Mallorca ho disfruti” (“Democratizamos lo rural para que toda Mallorca lo disfrute”, en castellano). A través de sus seis marcas, no sólo se dedica al cultivo y comercialización de fruta y verdura, sino que también cuenta con su propio restaurante -con vistas a uno de sus invernaderos- y organiza “experiencias agrícolas y gastronómicas” para locales y turistas.
En 2022 la empresa inauguró su nuevo centro agrícola en la finca de Sa Teulera (Petra), desde donde comercializan hasta 8 millones de kilos de producto local al año. Además de colaborar con diversas entidades públicas y privadas de Mallorca, así como con ONG, en 2021 recibió el premio BBVA a los Mejores Productores Sostenibles.
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