Vivir en una caravana, un fenómeno que algunos califican de moda y otros de emergencia habitacional y que ahora se prolifera y multiplica en los márgenes de los pueblos de Menorca. El mapa de las principales ciudades de la isla aparece cada verano sembrado de caravanas, furgonetas, containers e incluso tiendas de campaña. Son algunas de las soluciones urgentes que aparecen en el horizonte de las posibilidades de aquellos que vienen a Menorca y prefieren no alojarse en los bulliciosos hoteles all inclusive o que simplemente -en la mayoría de los casos- vienen a trabajar durante el verano en el sector hotelero con la esperanza de ahorrar algún dinero.
Clara C. tiene 25 años y es menorquina, aunque sus padres son originarios de Madrid. “Concretamente de Carabanchel”, apunta con un dejo de orgullo mestizo y proletario. Es enfermera y trabaja desde hace tres años en un centro para personas con diversidad funcional. A pesar de contar con un ingreso estable y relativamente alto con respecto a la media debido a su profesión calificada, la joven desistió en su intento de encontrar un alquiler razonable hace varios meses, y decidió convertirse en otra de las muchas personas residentes en la isla que viven en una furgoneta.
“Obviamente compartir piso fue la primera opción que barajé cuando salí de casa de mis padres, pero llegó un punto en que ni siquiera conviviendo con más gente podía alquilar”, cuenta a elDiario.es. “Entonces empecé a pensar en la caravana como una forma de ahorrar y de poder disponer de un espacio para mí sola. Tengo amigos que desde hace años viven en furgo, así que también tenía referencias sobre cómo hacerlo”, señala la joven.
Los pros de vivir en una furgoneta por elección propia son siempre ponderables, sin embargo, los contras se acentúan cuando los pocos metros cúbicos de un coche grande son la única salida de emergencia ante un problema estructural como el acceso a la vivienda. “Claro que también hay contras. En mi caso, a pesar de la inversión inicial que fue considerable, no tengo baño, ni bomba automática, ni segunda batería para la nevera -que tampoco tengo-. El calor es bastante difícil de llevar y en invierno el frío cala si no tienes bien aislado el interior”, confiesa Clara.
“Esto no es una casa, es un salvavidas. Hay gente que vive así porque lo elige y está bien, pero también hay gente que lo hace por sobrevivir. Por otro lado, tener una buena furgoneta para vivir todo el año también es carísimo porque en los últimos años hay un boom de campers, especialmente entre gente de mi generación”, explica.
El calor es bastante difícil de llevar y en invierno el frío cala si no tienes bien aislado el interior. Hay gente que vive así porque lo elige, pero también hay quien lo hace por sobrevivir. Además, tener una buena furgoneta es carísimo
Actualmente en Menorca existen seis espacios habilitados para pernoctar en autocaravanas y campers situados en Ciutadella, Mercadal, Ferreries (dos), Alaior y Sant Lluís, que constan de entre cinco y diez plazas y donde no ningún vehículo puede permanecer por más de 48 horas. Sin embargo, a pesar de la apertura de nuevos espacios como el de Sant Lluís, que fue inaugurado este mismo año junto a la popular playa de Punta Prima, la afluencia de vehículos-vivienda crece cada año y los conflictos con vecinos y autoridades están cada vez más presentes.
“El año pasado hubo conflictos con algunas personas porque dejaban los perros sueltos y daba mala imagen, usaban la red pública del agua y además aparcaban aquí, que no es un espacio habilitado, durante muchas semanas”, declara a elDiario.es un vecino de la urbanización Es Grau, una zona típicamente transitada por turistas, dada su cercanía con la Reserva Natural de S’Albufera d’Es Grau.
La afluencia de vehículos-vivienda crece cada año cerca de la playa de Punta Prima y los conflictos con vecinos y autoridades están cada vez más presentes
La casa a cuestas: alternativa o emergencia
A. J. tiene 24 años y hace dos que pasa los veranos en Menorca trabajando por temporadas en el sector hotelero. El problema para encontrar vivienda la acompaña casi desde que salió de la casa de sus padres, en Valencia, a los 18 años. Ahora -y desde hace un tiempo- vive en una cueva. “Yo llegué a la isla en abril de 2022 con trabajo y sin casa. Decidí arriesgarme para no perder la oportunidad de conocer el lugar y la oferta laboral que era bastante buena. Al final, después de pasar por casas llenas de suciedad, mosquitos, cucarachas y además carísimas, encontré ”el búnker“, cuenta.
Legué a la isla en abril de 2022 con trabajo y sin casa. Después de pasar por viviendas llenas de suciedad, mosquitos, cucarachas y además carísimas, encontré 'el búnker'
Situada en algún lugar al sureste de la isla, la cueva donde vive A. J junto a dos amigos, también trabajadores temporeros en el ámbito de la hostelería, emerge de entre la tierra rojiza característica de Menorca. Cerca del mar, tras varios minutos de caminar por un sendero pedregoso y seco, aparece “el búnker”. Tiene las paredes encaladas y pintadas para evitar las humedades, una rústica puerta y ventanas sin cristales y con mosquiteras. Pide no hacer pública la ubicación exacta para evitar problemas mayores.
La cueva donde vive A. J. junto a dos amigos, también trabajadores temporeros de la hostelería, emerge de entre la tierra rojiza característica de la isla. Cerca del mar, tras varios minutos de caminar por un sendero pedregoso y seco, aparece 'el búnker'
A. J. confiesa que pasó muchos meses recorriendo lugares para alquilar junto a sus compañeros de cueva. “Buscábamos un predio para aparcar las furgonetas y vivir todos juntos. La verdad es que es difícil acceder a cualquier espacio que tenga servicios mínimos, que sea digno. A veces nos sentimos un poco perseguidos por nuestra forma de vivir. Allá a donde vamos siempre alguien señala con el dedo, se queja de nuestras mascotas”.
La joven dice que fue entonces cuando oyeron hablar de la que hoy es su casa durante los veranos. “Al final encontramos el búnker como una salida de emergencia”, lamenta, y aunque se muestra “encantada” con su cueva, reconoce que si encontraran una casa que pudieran “pagar entre todas” sin que les comprometa “la mayor parte del sueldo” se mudarían “seguro”.
“Aquí viven desde residentes en la isla a gente de temporada”
Pau y Carla son de Granollers, Catalunya, y durante los veranos trabajan vendiendo artesanías en el Moll de Cales Fonts en Menorca. Desde hace un año viven en una furgoneta camperizada pequeña y pintada de colores claros, en la que recorren la isla ofreciendo sus pulseras y collares hechos a mano. Según cuentan, hace poco contactaron con una persona que puso a disposición su terreno para crear un espacio acogedor para caravaneros como ellos. “Es un terreno privado de una hectárea más o menos, donde unas 20 personas comparten un poco la vida comunitaria”. “Hay un solo baño, pero tenemos agua y luz, cosa que en otros espacios públicos no siempre hay”, narra a elDiario.es.
Aunque confiesan que “hay de todo”, la suya es una situación particular dentro del universo de circunstancias que atraviesan quienes viven en el predio, ya que Pau y Carla “difícilmente” cambiarían su camper por una vivienda común y corriente: “Aquí viven desde residentes permanentes en la isla que se han comprado una autocaravana y están todo el año a gente que está sólo por la temporada y vive en una tienda. También muchos como nosotros que están de paso. Incluso hay quienes alquilan su autocaravana a otras personas”.