Los Matutes, los 'dueños' de Ibiza: cómo el abuelo, el padre y el hijo han controlado la isla durante décadas
Los Matutes son la familia de políticos y empresarios más influyente de Eivissa del último siglo. El más conocido de todos ellos es Abel Matutes Juan, quien lo ha sido prácticamente todo en política: alcalde de la ciudad de Eivissa durante el franquismo, comisario europeo ostentando varias carteras de los gabinetes del socialista Jacques Delors y ministro de Asuntos Exteriores en el primer gobierno de José María Aznar.
Conocido como Don Abel por sus valedores y, con motes menos cariñosos por sus detractores, empezó muy joven su carrera, en calidad de empresario. Después, entre 1970 y 1971, fue alcalde de la capital ibicenca. Presidente de Fiesta Hotels durante muchas décadas, su hijo, Abel Matutes Prats, cogió hace unos años el testigo de Palladium Hotel Group, el nombre comercial bajo el que opera ahora el conglomerado hotelero. Después de más de cuatro décadas de expansión y sucesivas crisis económicas por medio, la empresa transnacional cuenta con hoteles de lujo en España, Italia, Brasil, Jamaica, México y República Dominicana.
Sin embargo, anteriormente a los Matutes actuales, había otro Abel Matutes, a quien también llamaban Don Abel: Abel Matutes Torres. Las primeras referencias a este linaje datan de mediados del siglo XVIII, relacionadas con actividades empresariales como la marinería y el corsarismo. Abel Matutes Torres fue fundador de la banca que llevaba su nombre, corresponsal del Banco de España, presidente de la Cámara de Comercio de Eivissa en 1904, propietario de la primera fábrica de producción eléctrica creada en 1907, naviero, almacenista y líder en la sombra del Partido Liberal Disidente en la isla –una escisión del Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta fundado en alianza con el político y banquero Joan March–, según documentan en La Segona República a Eivissa i Formentera Neus Escandell y Antonio Viñarás, ambos doctores en Historia.
Los Matutes, aliados de March
Nos situamos en los períodos de la Restauración Borbónica, dictadura de Primo de Rivera y II República. Matutes Torres, en alianza con el mallorquín Joan March –conocido como ‘el banquero de Franco’ por haber financiado el golpe de Estado contra la II República–, desbancó del poder político a los caciques de Dalt Vila (la zona antigua de la ciudad), donde vivían los terratenientes, clérigos y profesionales liberales, como médicos, abogados o empleados públicos, entre ellos, militares.
Matutes y March se granjearon el apoyo de la población a base de controlar la política, el mercado laboral, algunos medios de comunicación –Matutes fundó una imprenta y puso en funcionamiento La Voz de Ibiza, que estuvo en circulación desde el 2 de marzo de 1922 hasta el 7 de agosto de 1936– y debido a sus influencias tanto en las patronales como sobre una incipiente clase burguesa que empezó a surgir a inicios de siglo.
El Partido Liberal Disidente, controlado por Matutes Torres, pasó por muchos cambios de nombre: después de ser el Partido Liberal Disidente fue el Bloque Monárquico, cuando llegó la República pasó a llamarse Partido Republica de Centro… En realidad, el nombre daba igual, porque según los autores de La Segona República a Eivissa i Formentera, eran afines a la política de sus propios intereses. “Fueron monárquicos con Alfonso XIII, primoriveristas con Primo de Rivera y republicanos con la República. No eran 'de nada'. Cuando dicen que el Partido Republicano de Centro era de derechas, no significaba nada, porque eran afines a la política de sus propios intereses. El partido era un instrumento para defender sus intereses empresariales”, asegura Viñarás, en conversaciones con elDiario.es.
Matutes Torres era, en palabras de Viñarás, una persona ‘muy inteligente’ y ‘muy hábil’ para los negocios: trabajador y emprendedor –aunque tenía un respaldo económico importante cuando sus empresas empezaron a despegar–. “Trataba a la gente ‘de igual a igual’. Se intercambiaban votos por favores. Don Abel, como le llamaban, no dirigía sus empresas y negocios desde el despacho, sino que estaba ‘al pie del cañón’. Iba a ver sus barcos, cómo salían del puerto, cómo estaban sus proveedores… Esta era la gran baza de Abel Matutes Torres”, profundiza Viñarás.
Abel Matutes Torres trataba a la gente ‘de igual a igual’. Se intercambiaban votos por favores. Don Abel, como le llamaban, no dirigía sus empresas y negocios desde el despacho, sino que estaba ‘al pie del cañón’
Su conexión con agricultores y ganaderos también explica buena parte de su éxito. Matutes Torres era propietario agrícola –se dedicaba a la exportación de productos de la tierra o forestales–, lo que le llevó a tener una gran influencia en el mundo rural. “Además de mercadear con sus productos, también vendía a los payeses el guano (fertilizante orgánico) para los cultivos; si no, les hacía préstamos o créditos hipotecarios”, comenta Viñarás. El periodista y escritor estadounidense, Elliot Paul, autor de Life and Death of a Spanish Town –libro que describe parte de la Guerra Civil en Santa Eulària des Riu, Eivissa–, describió a Matutes como un personaje que ganaba mucho dinero porque “controlaba todos los medios de transporte, concedía todas las licencias, llenaba o vaciaba las cajas registradoras, reparaba o descuidaba las carreteras”.
Matutes Torres también fue acusado, presuntamente, de haber facilitado el contrabando de tabaco, aunque sobre este hecho los autores, Escandell y Viñarás, afirman no haber encontrado nada documentado, pese a que su faceta como contrabandista “fuera vox populi en Eivissa”. Un negocio que habría reportado a jornaleros y pequeños propietarios “más dinero en una operación de descarga de un fardo que trabajando toda la semana en el campo, de sol a sol”.
Considerada la jornada más negra de la historia reciente de la isla, Matutes Torres fue asesinado por milicianos anarquistas en el castillo de Eivissa el 13 de septiembre de 1936. Los asesinatos perpetrados aquel día por las fuerzas leales a la República (se calcula casi un centenar de asesinatos) fueron una respuesta a las bombas que la aviación fascista de Mussolini había lanzado sobre diferentes lugares de Dalt Vila, La Marina y el puerto de Eivissa y cuyas muertes también se contabilizaron por decenas.
Abel Matutes Torres fue asesinado por milicianos anarquistas en el castillo de Eivissa en 1936 en lo que ha sido considerada la jornada más negra de la historia reciente de la isla
Alcalde franquista
Nieto de Matutes Torres es Abel Matutes Juan, quien empezó su carrera política como alcalde ibicenco por designación de Franco, en 1970. Tres años antes, en su faceta como empresario, había impulsado la construcción de un gran hotel, el Insula Augusta, en sus terrenos de Platja d’en Bossa –zona que antes de su desarrollo urbanístico era prácticamente virgen, repleta de sus características dunas y palmeras–. Este hotel, de diez plantas de altura y 600 habitaciones, tuvo que ser demolido cuanto estaba casi finalizado, dado el peligro que suponía para la seguridad aérea, según documenta el periodista y escritor Joan Lluís Ferrer en el libro Ibiza: la destrucción del paraíso.
Antes de ser demolido, las autoridades franquistas cerraron el aeropuerto al tráfico nocturno durante semanas para evitar un accidente. La orden de derribo vino directamente del Ministerio del Aire: Julio Salvador y Díaz Benjumea, ministro del ramo, comprobó en persona que el edificio podía suponer un problema en la trayectoria del aterrizaje –él mismo pilotaba el avión con el que visitó la isla–. La demolición del Hotel Insula Augusta se materializó el 11 de febrero de 1971. Este hecho, según explica Joan Lluís Ferrer, condenó a prisión a Federico Cuevas, aparejador municipal de Sant Josep de sa Talaia, que también era aparejador de la obra del hotel y del aeropuerto. Matutes, que terminó dimitiendo de su cargo como alcalde en 1971, recibió años después una indemnización, reconocida por el Tribunal Supremo, cifrada en 130 millones de pesetas.
Con la llegada de la transición, Matutes se unió a Alianza Popular, siendo senador por Eivissa y Formentera desde 1977 hasta 1982. Ese año, el de la mayoría absoluta del PSOE de Felipe González y la entrada de España en la OTAN, pasó a ser diputado en el Congreso como portavoz de Economía y Hacienda. Más tarde, en 1986, fue designado comisario europeo en el gabinete de Jacques Delors, cuando España acababa de entrar en la Comunidad Económica Europea (CEE). En paralelo, las empresas de Matutes diseñaban importantes proyectos urbanísticos en Eivissa.
Durante estos años, diferentes sociedades ligadas a su grupo empresarial presentaron un proyecto para construir apartamentos turísticos en sa Sal Rossa, el tramo final de Platja d’en Bossa, que está pegado al Parc Natural de ses Salines –aunque en esa época no tenía esa consideración: los dueños del terreno, que nada tienen que ver con los Matutes, querían construir un macrocomplejo urbanístico con 20.000 habitantes–.
Este plan, que inicialmente no fue aprobado por la Comisión Provincial de Urbanismo de Balears, obtuvo su visto bueno en junio de 1987, con el pretexto de que la concesión de licencia de obras estuviera “condicionada a la puesta en marcha de una red municipal de saneamiento y la depuradora municipal”. El proyecto fue aprobado por el Ajuntament de Sant Josep en 1989, con la oposición de uno de los principales grupos ecologistas de Eivissa, el Grup d' Estudis de la Natura (GEN), que denunciaba que “no se habían cumplido las condiciones de la Comisión Provincial de Urbanismo”.
A este proyecto se opusieron personalidades importantes del mundo turístico, como Vicente Cardona, presidente de la Federación Hotelera de Eivissa y Formentera (FEHIF), que en declaraciones a Diario de Ibiza afirmó el 13 de marzo de 1989: “ha llegado el momento de desenmascarar, dando nombres y apellidos, aquellas personas que utilizan el Consistorio de Sant Josep para defender sus intereses particulares”. Mariano Llobet, presidente de Fomento del Turismo, opinaba en declaraciones a Diario de Ibiza el 28 de marzo de 1991 que “se ha acabado el tiempo en que se identificaba crecimiento con riqueza”. “Ahora, tal vez, deberíamos ir al revés. Se tiene que parar el crecimiento turístico y eso no quiere decir paralizar la construcción. Creo que hemos llegado al límite”, añadió. Tanto Cardona como Llobet dimitieron de sus cargos poco después de sus declaraciones en la prensa.
Buena parte de la zona de Platja d’en Bossa, conocida hoy en día por ser una de las zonas de ocio diurno y nocturno más importantes de Eivissa, es propiedad de Abel Matutes. Se construyeron pubs, restaurantes, tiendas de souvenirs, la discoteca Space (ahora Hï, después de haber sido reformada) y otros locales de ocio, hoteles y apartamentos turísticos y zonas residenciales. En terrenos suyos ligados a esta área, Matutes pretendía conseguir una indemnización de 35,7 millones de euros por parte del Govern balear, por entender que se habían vulnerado sus derechos edificatorios, después de una modificación legislativa de 2018. El Consell Consultiu, órgano superior de consulta de Balears, determinó recientemente que cuando entró en vigor la modificación de la Ley de Turismo, la llamada ‘Ley Ómnibus’, no se alteró la situación urbanística, sino que la clasificación de los terrenos continuó siendo suelo rústico protegido. Por este motivo, rechazó íntegramente la solicitud de indemnización del exministro de Aznar.
Buena parte de la zona de Platja d’en Bossa, conocida por ser una de las zonas de ocio más importantes de Eivissa, es propiedad de Abel Matutes. Se construyeron pubs, restaurantes, souvenirs, la discoteca Space, hoteles y apartamentos turísticos
En esta zona se pretendía implementar el llamado Plan de Excelencia de Platja d’en Bossa, conocido popularmente como ‘Eivivegas’, que preveía la construcción de un centro comercial de 56.000 metros cuadrados, un campo de golf, la reconversión de cuatro hoteles existentes, la construcción de un apartahotel de cinco estrellas, restaurantes, cines y zona deportiva. En total, una inversión de 300 millones de euros sobre una área de 77 hectáreas.
Las polémicas autovías de Jaume Matas
Después de su paso como ministro de Asuntos Exteriores en el primer gobierno de José María Aznar (antes había sido comisario europeo de Crédito e Inversión; de Relaciones Exteriores –en particular en el Mediterráneo, América Latina y Asia– y de Transportes y Energía), Matutes protagonizó uno de sus episodios más polémicos.
Tras las elecciones locales y autonómicas de 2003, el PP recuperó los gobiernos del Consell d’Eivissa y del Govern balear, después de una legislatura con una coalición de izquierdas en ambas instituciones. Jaume Matas, ya erigido en presidente del Govern, proyectó la construcción de una autovía que conectaba la capital de Eivissa con Sant Antoni de Portmany y el aeropuerto. Este macroproyecto dividió a la sociedad y causó una gran conmoción en la población, motivo por el que tuvo también una gran contestación social –liderada por la Plataforma Antiautopista–, con manifestaciones multitudinarias en las que asistieron más de 10.000 y 14.000 personas –algo muy poco común en una isla poco dada a la protesta social y cuya población oscilaba entre los 105.000 y 114.000 habitantes empadronados entre 2003 y 2006, lo que es una muestra de la magnitud del rechazo que generaban los proyectos–.
Uno de los argumentos que se utilizaban para justificarlo era que la construcción de las autovías iban a terminar con los atascos (o que iba a reducir los siniestros) en estos tramos de carretera. Sin embargo, como apuntó Laura del Valle, doctora en Geografía, en un estudio de 2017 elaborado por la Societat d'Història Natural de les Balears (SHNB) –en colaboración con la Universitat de les Illes Balears (UIB) y la Fundación para la Conservación de Eivissa y Formentera–, “la construcción de vías de gran capacidad (como la polémica autovía que construyó el Govern de Jaume Matas en 2006) no ha resuelto los problemas de congestión del tráfico en los meses estivales”. Durante el periodo 2007-2016, el parque automovilístico de Eivissa ha crecido por encima de la media balear –la isla tiene más vehículos privados que ciudadanos empadronados– y la densidad de sus carreteras se sitúa por encima de Catalunya y de la media española, siendo una de las más elevadas de la Unión Europea (UE).
La obra fue ejecutada por el Govern balear, algo controvertido porque las competencias en materia de carreteras y caminos son de los consells insulars de las islas, según refleja la Ley 16/2001. La consellera insular de Carreteras era Stella Matutes, hija de Abel Matutes, “quien tenía intereses directos en los proyectos”, asegura Joan Lluís Ferrer. En su libro Ibiza: la destrucción del paraíso, Ferrer desgrana las diferentes vías por las que se benefició: una de ellas, la adquisición de una sociedad participada por sus empresas, de la cantera de Cas Capità, que suministró material a las obras. Además, pertenecía al Consejo de Administración de la empresa FCC Construcción, que formaba parte de una UTE adjudicataria de las obras de la autovía de Sant Antoni.
Otra de las maneras en que se habría intentado beneficiar fue mediante el amontonamiento de gran cantidad de tierra en una de sus parcelas, donde proyectaba construir un campo de golf. La empresa de Matutes envió cartas a la constructora para que retirara las tierras, aunque un auto del juzgado de primera instancia número 4 de Eivissa, del 4/12/2007, aseguraba que la parte actora (Fiesta Hotels, de Abel Matutes) había “faltado a la verdad en su escrito de demanda”. “La realidad es que existía un acuerdo entre ambas partes para verter, de modo definitivo, la tierra procedente de las obras para construir un campo de golf, al ser conveniente para las dos partes”, señaló la jueza en su auto.
Hubo otra cuestión. Matutes tuvo que devolver 3,5 de los 8 millones de euros que había cobrado por las expropiaciones. Para llevar a cabo las autovías, una gran cantidad de familias –entre ellas también había gente humilde y de clase trabajadora– fueron expropiadas, a cambio del pago de indemnizaciones por parte del Govern. Según explica Joan Lluís Ferrer, Matutes, a través de una de sus empresas, compró una finca de 98.406 metros cuadrados llamada Bonafé que lindaba con el proyecto y que, por tanto, iba a ser objeto de expropiación. Matutes la adquirió un día antes de que se aprobara el proyecto, a precio de suelo rústico. Abonó 970.000 euros. Cuando fue expropiado, se le pagó a precio de suelo urbano y recibió cerca de 2 millones de euros de las arcas públicas.
Sin embargo, los terrenos no eran urbanos, según confirmó la Conselleria de Obras Públicas del Govern, cuando la cartera pasó a manos del socialista Jaume Carbonero. El Ejecutivo autonómico desveló entonces que el Govern había pagado a Matutes cerca de 3,5 millones de euros de forma indebida (en un principio se pensó que fueron solo 2 millones), por lo que le exigió devolverlos. Al parecer, el anterior gobierno de Jaume Matas había dado por buena la condición de suelo urbano que declaró la propiedad, sin realizar las comprobaciones pertinentes.
El Govern de Matas pagó indebidamente a Matutes 3,5 millones por unos terrenos que el empresario compró un día antes de que se aprobara el proyecto de expropiación de la zona para construir una autopista levantada por una empresa participada por Matutes
El episodio de este macroproyecto, que no cabe en un simple reportaje –tal vez ni siquiera en una serie de Netflix– fue tan controvertido que incluso The New York Times se hizo eco de él. En dicha página, el prestigioso periódico estadounidense se preguntaba si los planes de construcción de autovías, campos de golf y proyectos urbanísticos en la isla iba a terminar con el paraíso isleño. “Difícilmente es una casualidad que el conglomerado empresarial de Abel Matutes se vea beneficiado por los proyectos de construcción”, apuntaba el reportaje. La izquierda recuperó el poder en las elecciones de 2007 tanto en el Consell d’Eivissa como en el Parlament balear. Algunos analistas señalaron que la derrota del PP en el Consell Insular –feudo tradicional de los populares– se debió a cómo el partido había gestionado la construcción de las autovías promovidas por el Govern de Matas.
Matutes, en definitiva, además de haber sido un político con influencia en todos los niveles (local, nacional e internacional), es una de las grandes fortunas de Balears. Ha invertido en empresas importantes –tuvo el 42,5% de las acciones de Baleària hasta 2021 y ha estado en el Consejo de Administración de Air Europa, por citar dos ejemplos– y ha tenido negocios de todo tipo, vinculados a canteras, constructoras, empresas de distribución, alimentación y bebidas… Los Matutes, además de ser dueños del hotel-discoteca Ushuaïa, de la discoteca Hï, del Hard Rock Hotel y del Grand Palladium Hotel, se hicieron el año pasado con el control total de la discoteca Privilege, después de comprar el 55% de las acciones a José María Etxanitz.
El impacto de las discotecas en los vecinos
No todo acaba en el más conocido de los Matutes. Abel Matutes Prats hace tiempo que está dejando su huella en Eivissa. Probablemente sea la persona que ha cambiado el ocio y la imagen de la isla para siempre. El cambio vino con la introducción de la oferta de lujo en sus hoteles, siendo Ushuaïa Ibiza Beach Hotel, en 2011, y Ushuaïa Tower, en 2012, las joyas de la corona. Desde 2012, con la nueva ley de Turismo diseñada por el conseller de Turismo del Govern balear, Carlos Delgado –con el PP de José Ramón Bauzá al frente del Govern–, hoteles y restaurantes pueden llevar a cabo “actividades y servicios complementarios”, lo que, sin duda, ha aprovechado Ushuaïa, pero también otros muchos establecimientos de la isla, como el Destino Pachá Resort. Asimismo, durante esta época han ido surgiendo beach clubs con el mismo concepto de establecimiento de lujo, como Nikki Beach o Cala Bassa Beach Club. Cabe mencionar que el primer beach club se inauguró en la isla en 2004, con Blue Marlin, aunque el detonante para su proliferación fue la creación de Ushuaïa.
Uno de los problemas que generan estos establecimientos es que muchos de ellos están situados en zonas residenciales, lo que causa conflictos con los vecinos. Cada verano es habitual que un vecino o varios denuncien a estos locales de ocio ante los ayuntamientos por un supuesto incumplimiento de la normativa municipal de ruidos. Antes, la fiesta en Eivissa tenía lugar, normalmente, por la noche, y en sitios cerrados. Con el ocio diurno, prácticamente cualquier establecimiento turístico se puede convertir en una discoteca a cielo abierto. Una actividad que durante la pandemia –y no solo– se trasladó a macrofiestas en las casas de campo.
Más allá de esto, –y pese a que Abel Matutes Prats expresa sus opiniones políticas sin meterse directamente en política como su padre–, Abel Matutes Prats aspira a hacer todavía más grande su emporio turístico. Además de sus hoteles, se dedica a la promoción inmobiliaria, así como a otros negocios de menor envergadura.
Respecto a sus marcas más famosas, Palladium Hotel Group puso su estampa en la camiseta del Real Madrid de baloncesto, cuyo presidente es Florentino Pérez –también dueño de la constructora ACS–. Desde esta temporada, el estadio municipal de Can Misses, donde juega sus partidos de Segunda División la UD Ibiza, se llama Palladium Can Misses. Y hay más nexos que vinculan los negocios de los Matutes con el deporte. Abel Matutes Prats es socio, junto a Manuel Campos Guallar y Rafa Nadal, de Mabel Capital, compañía de inversión privada fundada en Madrid en 2013, con presencia y activos en España, Portugal, Estados Unidos, Oriente Medio y México, desde la que promueven, entre otras cosas, promociones de viviendas y complejos inmobiliarios de lujo.
elDiario.es ha intentado ponerse en contacto con Abel Matutes Juan y Abel Matutes Prats a través de Palladium Hotel Group, quienes han afirmado que ninguno de los dos “tiene disponibilidad por el momento para hacer entrevistas”.
19