Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Mazón adjudica 3,9 millones a dedo a un constructor de Gürtel para obras de la DANA
Populares y socialistas tratan de sortear los vetos a Ribera y el candidato de Meloni
¿Mazón no tiene problemas de conciencia? Opina Esther Palomera

87 años que podrían borrarse de un plumazo: el bar Alaska, en riesgo de desaparición

Miguel Oliva, uno de los camareros del Alaska.

Antoni Oliver

Mallorca —
25 de diciembre de 2023 20:57 h

1

El futuro del mítico kiosko bar Alaska, situado en pleno casco histórico de Palma desde hace 87 años, es incierto. Para el año 2024 está prevista, según el Ajuntament, la remodelación de la Plaça del Mercat, donde se sitúa, y este proyecto determinará el porvenir del bar. Ante la amenaza de la desaparición se han levantado voces que promueven su conservación. Es un elemento que ha caracterizado la plaza desde hace muchos años y está en la memoria y el corazón de la ciudad. Ha protagonizado postales y hasta un anuncio de telefonía.

El kiosko bar Alaska lleva en la Plaça del Mercat desde el año 1936. Con anterioridad, en el mismo sitio, había un carrito de helados. El heladero vendía helados en verano y manzanas confitadas en invierno. El primer propietario del Alaska era heladero, el nombre hace referencia al heladísimo estado norteamericano. Vendía helados y más adelante horchata de chufa. La situación del kiosco era bastante estratégica porque frente a él estaba el cine “Actualidades”, local abierto un poco antes, en 1932. Este cine proyectaba noticiarios y dibujos animados. “Actualidades” también era el nombre del kiosco de prensa, situado un poco más cerca del edificio de Can Berga, la actual Audiencia Provincial de Balears, más o menos en el lugar donde está el actual kiosco.

Las dimensiones del kiosco eran, aproximadamente, la mitad del actual. En concreto, tenía el tamaño de lo que hoy es la cocina. Por una ventana lateral se despachaban los helados. Más adelante se añadió una barra, a la vez que el kiosco se iba transformando en cervecería y hamburguesería. Conserva las puertas de madera originales. La fabricación del helado era manual, con las bombas que había que hacer girar durante horas. En los años cuarenta se traían los helados de una fábrica en unos recipientes y se mezclaban con palas de madera. Más adelante, se instaló una máquina para fabricarlos.

Cuando Felipe aún no era “sexto”, sólo príncipe

El kiosko forma parte de la historia de la ciudad. Ha ido evolucionando. Ha sido y sigue siendo un lugar de cita, en especial para vecinos y gentes de Palma. Durante la posguerra -años cuarenta- tuvo un devenir más gris. Pero en los años cincuenta, con los primeros turistas, se internacionalizó. Fue uno de los primeros locales que popularizaron las hamburguesas y lo que en aquellos tiempos se denominaban “Frankfurt”, una salchicha hervida propia de esta ciudad alemana, más adelante perro caliente en traducción literal del americano “hot dog”.

Simone Claudio Giagoni, uno de los trabajadores actuales, recuerda en una conversación con elDiario.es que le contaron que, en los primeros tiempos, no había panecillos para las hamburguesas y se utilizaba pan de molde. Otra de las novedades fue la introducción del sandwich, en este caso de influencia inglesa, diferenciado del bocadillo clásico por la utilización del pan de molde, conocido como pan inglés.

Por su parte, Miguel Oliva, de los camareros más veteranos, destaca a elDiario.es que fueron clientes del bar el actual jefe del estado, Felipe VI, sus hermanas, Elena y Cristina, la reina Sofía. También era habitual ver a la hermana del rey Juan Carlos, Pilar de Borbón, y a su hija Simoneta. Artistas, pintores, actores han sido también clientes del bar. Son varias las generaciones de palmesanos que tienen un recuerdo del kiosko.

Francisco Soria entró a trabajar en el Alaska en 1968, en aquellos años el concesionario era Pascual Lamban y el nombre cambió a Kiosko Real. Un letrero en forma de triángulo iluminado lo anunciaba como cervecería. “En los años sesenta ya hacía tiempo que se vendían hamburguesas y salchichas y estaba hecha la reforma que instaló la barra, así como está ahora”, recuerda. En aquel tiempo una cerveza tipo pinta -casi medio litro- costaba 11 pesetas y una hamburguesa, 8.

En los años sesenta había en la plaza un fotógrafo callejero con un caballo de madera, otro fotógrafo ambulante y un vendedor, con un burro, de botijos y souvenirs. La plaza, con estos elementos, fue objeto de una postal de los años sesenta. Más adelante, solo el kiosko protagonizó otra postal editada por el fotógrafo barcelonés Christian Schallert, con una imagen de Miguel Ferrer.

Unos letreros singulares

Con el tiempo, el kiosko fue tomando un aire de establecimiento de comida rápida, de “diner” americano. Estaba iluminado con fluorescentes y con algún anuncio de neón. Su aspecto actual es de los años sesenta, cuando se llamaba Real. A partir de 1991 se volvió a llamar Alaska. Amaya Lambán, hija de Pascual Lambán, que tuvo la concesión del kiosko de 1968 a 1991, recuerda que de niña jugaba en el bar. “Pasaba ratos dentro del kiosko y cuando alguien pedía un helado avisaba a los camareros. Tenía ocho años. Ahora no te podrías ni acercar al kiosko”, recuerda. Ella, que conserva una fotografía con su padre al lado de una enorme caja registradora, destaca que en la parte de atrás había la reproducción de dos cucuruchos de helado, uno blanco y otro azul.

Toni Sorell de Rotuïlla destaca el valor que tienen los letreros actuales que, según su criterio, merecen la conservación. Son unos rótulos característicos de los años setenta que llevan ya décadas con muy pocas variaciones. “Una de las características del kiosko -señala- es su rotulación, con tipografía 'brush script', 'itc bahuaus' y 'falcon pro”. “Todos los letreros tienen un buen estado”, añade. Precisamente, Sorell lleva a cabo campañas para preservar los antiguos rótulos. En el caso del Alaska, señala que su conservación, con una puesta a punto, sería adecuada porque “es uno de los kioskos más tradicionales, con una tipología de los años sesenta y setenta”.

Sorell también destaca que la plaza tiene otros elementos que merecen la continuidad como las jardineras, los bancos bajos de la época en que se construyó el monumento al político Antoni Maura (1929) y el kiosko de prensa. Respecto a este último, cabe destacar que fue polémica la sustitución del kiosco antiguo el año 1988 por el actual, aunque ahora más de treinta años después, es “una muestra de la arquitectura urbana de mediados de los ochenta”, resalta Sorell. Hoy en día apenas quedan media docena de kioskos de prensa y lo más seguro es que desaparezcan de forma progresiva. En la renovación de estas concesiones se tendrán que ampliar el negocio a la venta de otros productos y actividades, como recargas de móviles y otros servicios.

El Alaska sigue ahí

El Alaska es el superviviente de unos negocios que caracterizaron la plaza durante años. Entre ellos la churrería “La Rosaleda”, la farmacia de Isabel Coll, con un barómetro gigante en la fachada, y el fotógrafo Bernat Castell. El que sí continúa es Emilio Macanás con el puesto de castañas. Todo este conjunto de negocios, gentes y espacios van configurando la memoria sentimental de la ciudad.

Angels Fermoselle, vicepresidenta de la Asociació per a la Revitalització de Cascs Antics (ARCA), pone de relieve que el Alaska es un ejemplo de “patrimonio inmaterial”. “Objetos, edificios y espacios que adquieren una significación cultural y acaban caracterizando un sitio”, añade. En este caso, el valor patrimonial se sustenta en “la memoria de la gente”. Muchísimas personas tienen recuerdos de la plaza y del kiosko. En su opinión, hay que pensar qué hacer en estas situaciones.

Fermoselle recuerda que también hubo movilizaciones para que no derribasen un chiringuito en el puerto de Pollença o más reciente el caso del Bugalow y subraya que “hay que ser cuidadosos con el espacio público, no es conveniente una ocupación totalmente comercial”. “En el caso del Alaska, si sale de nuevo a concesión, se tendría que ampliar para adaptarlo a la actual normativa”, especifica. Además, Añade que “no se trata de que hagan un beach club” en la Plaça des Mercat.

El Alaska es un ejemplo de patrimonio inmaterial. Objetos, edificios y espacios que adquieren una significación cultural y acaban caracterizando un sitio. Se sustenta en la memoria de la gente

Àngels Fermoselle Vicepresidenta de la Asociació per a la Revitalització de Cascs Antics (ARCA)

El futuro de kioskos de prensa y chiringuitos merece un “debate”, concluye Fermoselle. Añade que en el caso del emblemático kiosko podría encontrarse una solución que, cumpliendo con la legalidad, no implicase una transformación de su imagen y tampoco del tipo de producto, porque cualquier cambio radical supondría romper con la memoria colectiva y, en este caso, “la continuidad sería cuestionable”.

Asimismo, la concejal de Hacienda y Gobierno Interior del Ajuntament de Palma, Mercedes Celeste, manifestó en el transcurso de un debate que tuvo lugar en la sede de ARCA que el futuro del Alaska dependerá de la reforma de la Plaça del Mercat. El bar tiene la concesión caducada desde 2007 y la solución se ha ido aplazando. En estos momentos los concesionarios pagan 9.100 euros al mes, en una situación provisional. El Ajuntament de Palma está en un proceso de sacar a concesión kiokos de prensa y locales que tienen la concesión terminada desde hace años.

Por su parte, Josep Massot, vicepresidente de ARCA, subraya que la prevista remodelación de la Plaça del Mercat tiene que conservar los elementos singulares de la plaza, los bancos que son de la época del monumento a Maura (1929) e incluso el actual kiosko de prensa de los años ochenta. Massot destaca que la plaza es uno de los espacios de Palma que tiene más edificios protegidos, como Can Ques, construcción racionalista, o Can Berga. De momento, mientras sigue decidiéndose su futuro, el Alaska sigue siendo punto de encuentro y referencia para los palmesanos.

Etiquetas
stats