No es baladí afirmar que Balears -y especialmente Mallorca- es uno de los grandes focos turísticos no sólo de España, sino también de Europa. Según indican tanto el Instituto Balear de Estadística y el Govern, el pasado verano se desplazaron a la isla más de 11,4 millones de turistas. Unas cifras que, sumadas al creciente gasto de los visitantes extranjeros -que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), se situó el pasado verano en 377 millones de euros, más del doble que en 2021-, puede convertirse en un arma de doble filo a la hora de promocionar aquello que más define a la sociedad mallorquina y mejor representa su cultura: su artesanía y las tradiciones en la fabricación de productos propios de la mayor de las Balears.
Por un lado, la isla se convierte en un gran escaparate que pueden utilizar artesanos tradicionales para dar a conocer el producto cultural a un público internacional, convirtiéndolo en un objeto de interés más allá del Mediterráneo y permitiendo que la artesanía de siempre tenga la oportunidad de seguir siendo rentable con sus métodos tradicionales y su materia prima de proximidad y de calidad.
Sin embargo, debido a la actividad comercial que, cada vez con mayor intensidad, genera Mallorca año tras año, las artesanías tradicionales pueden llegar a ser víctimas de grandes empresas capaces de crear el mismo producto de forma mucho más barata y masiva gracias a su ingente mano de obra y a la materia prima barata que les permite agrandar notablemente su margen de beneficio.
Estas compañías se aprovechan de la imagen creada por la artesanía tradicional para lucrarse de ella y relegar a los grandes artesanos y a los mercados especializados dado que, tanto en producto como en mano de obra, no tienen forma de competir con el mercado mallorquín moderno incitado por un consumo extranjero cada vez más exacerbado. Y esta no es otra que la historia de las telas de lengua mallorquina.
La 'roba de llengües' en Mallorca
Llámense tela de lenguas, tela mallorquina o roba de llengües, estos bordados tradicionales fabricados mediante la tradicional técnica del Ikat originarios de Mallorca llevan fabricándose desde el siglo XVIII para decorar paredes, muebles, ventanas y suelos en casas y posesiones de la isla.
Y es que la popularidad que siguen arrastrando siglo tras siglo aún sigue a manteniéndose a día de hoy tanto en el ámbito de la moda internacional más exquisita de la mano de diseñadores como Michael Smith -decorador de interiores de fama internacional e íntimo amigo de Michelle Obama- como también a un nivel más cotidiano como las famosas tote bag con diseño mallorquín que frecuentemente se dejan ver en las playas o incluso en las cortinas exteriores de muchos hogares mallorquines.
De hecho, en su página web, la Consellería de Turismo señala que, en la actualidad, la roba de llengües mantiene hoy más que nunca viva su tradición. “Si bien es cierto que ha pasado por unos años en desuso, ahora la roba de llengües vive una nueva época dorada, gracias al impulso de artesanos de toda la vida que han sabido darle un aire nuevo”, señalan. Sin embargo, a pesar de las declaraciones de entidades institucionales o la popularidad que ha adquirido tanto en el consumidor local como exterior, algunos artesanos de toda la vida que aún emplean el método auténtico ven los días contados y se muestran pesimistas sobre el futuro de esta tradición.
La lucha entre la autenticidad y la falsificación
Teixits Riera es, junto a Artesania Tèxtil Bujosa y Teixits Vicens, uno de los únicos establecimientos del mundo donde aún se fabrica la roba de llengües de manera auténtica, artesanal y tradicional. Su historia se remonta a 1896, cuando Gabriel Riera, quien inició el negocio familiar, abrió el primer telar de la empresa en Biniamar. Más adelante, en 1940, desplazaron a la localidad de Lloseta, donde aún continúan establecidos. De hecho, Gabriel Riera, el actual propietario y director de Teixits Riera, explica que aún se mantienen alguna de las máquinas antiguas que se empleaban cuando la empresa comenzó hace más de 70 años a operar en Lloseta. “Generalmente utilizamos máquinas actualizadas y modernas, pero las más antiguas todavía son perfectamente usables”, comenta con orgullo mientras pasea por la fábrica.
No obstante, ese optimismo y brillo cuando habla de su profesión “vocacional”, como él la describe, desaparecen rápidamente cuando empieza a hablar sobre la situación tanto cultural como comercial de la roba de llengües y una de las grandes lacras que sufre a día de hoy: la imitación. “Me atrevería a decir que más del 99 por ciento de los comercios en Mallorca, sobre todo de accesorios, venden falsificaciones. No emplean ni las técnicas tradicionales que usamos los artesanos y ni telas de calidad para fabricar los productos”, lamenta Riera, quien además añade que, generalmente, es complicado poder distinguir para un consumidor ordinario qué tela es auténtica y cuál es falsa.
Me atrevería a decir que más del 99 por ciento de los comercios en Mallorca, sobre todo de accesorios, venden falsificaciones
De hecho, la Reina Letizia lució, durante el verano pasado, una tote bag con roba de llengües supuestamente real pero que al final terminó siendo una falsificación. “Es realmente fácil caer en la compra de un producto de imitación de roba de llengües. Sólo tres tiendas en Mallorca venden tela auténtica, y para obtenerla hay que acudir a tiendas especializadas. Se aprovechan de la imagen de nuestro trabajo de toda la vida y lo único que hacen es saturar el mercado y socavar la labor de los artesanos. Y es que, además de eso, están engañando al cliente al poner etiquetas como 'handmade' o 'traditional' cuando realmente no lo es”, critica Riera.
Empresas extranjeras y el margen de beneficio
Sobre esto último, el director de Teixits Riera apunta a la tendencia de los exportadores extranjeros, especialmente de China, que están comenzando a fabricar imitaciones de roba de llengües hechas de poliéster u otros materiales de baja calidad que están desbancando de forma abrupta el mercado local: “No tiene que pagar por la formación de nuevos artesanos ni deben costear las telas de buena calidad, por lo que pueden vender sus imitaciones a un precio más reducido al nuestro e incluso incrementar su margen de beneficio de forma brutal, algo que nosotros, al ser empresas muy pequeñas, no podemos hacer”.
Este hecho, asegura Riera, está matando a las pocos comercios que aún se dedican a esto debido a que, además de competir en desigualdad de condiciones con grandes empresas con mano de obra y capital muy superior, los artesanos deben sufrir problemas adicionales como la cuestión generacional o costear la formación de nuevos trabajadores en las técnicas tradicionales: “Los artesanos al final vamos a desaparecer. Si cerramos las tres fábricas que aún conservamos el método tradicional a nadie le va a importar. Afortunadamente, todavía podemos exportar, pero cada vez es más difícil. A Teixits Riera no le doy más de una generación”.
Los artesanos al final vamos a desaparecer. A Teixits Riera no le doy más de una generación
La solución: reconocimiento cultural y una normativa oficial
Para Riera, la protección de empresas artesanas como la suya que mantienen viva la cultura ancestral de Mallorca debe convertirse en “un asunto de Estado”, y, lamenta que, “a diferencia de otros países que cuidan mucho a su artesanía como Francia o Italia”, en España -especialmente en Balears- no se reconoce la labor de los artesanos que va más allá de lo comercial, pues con su actividad empresarial mantienen viva “la tradición, el folclore y la ancestralidad de nuestra identidad como sociedad”.
Cabe recordar que, en 2021, el Consell de Mallorca anunció que planeaba convertir la roba de llengües en un Bien de Interés Cultural Inmaterial. Según explicó la anterior consellera de Cultura, Patrimonio y Política Lingüística, Bel Busquets, “la tela de lenguas es parte de nuestra identidad como pueblo, es tradición, es patrimonio y forma parte del imaginario colectivo. Hay que reconocer oficialmente todo ello para protegerlo y que las generaciones futuras también tengan la referencia de la tela de lenguas”. Sin embargo, finalmente no se llevó a cabo la declaración, y a día de hoy la tela mallorquina no goza de ningún tipo de protección ni reconocimiento por parte de las instituciones.
Así, Riera reivindica y señala como única opción de supervivencia la creación de algún tipo de normativa que ayude a los artesanos a soportar los gastos que requiere mantener vivas las técnicas de ikat empleadas para la confección de telas y medidas de protección para que las grandes empresas no opaquen su trabajo y las destierren al ámbito del mercado de especialidad: “Lo que prima en Mallorca por encima de todo es la cuenta de resultados. Tengo claro que si las tres empresas que quedamos cerramos el negocio, no va a aparecer nadie después que se interese en recuperar la fabricación tradicional de las robes de llengües. Es triste, pero es así”.