La asistencia sexual a personas con discapacidad: entre el tabú y la sombra de la prostitución

Esther Ballesteros

Mallorca —
20 de agosto de 2022 20:29 h

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“Una de las formas más lacerantes de la opresión que sufrimos es la falta de intimidad. Nuestras vidas cuelgan de la buena voluntad de las familias o del criterio profesional de las instituciones”, comenta a elDiario.es Antonio Centeno, quien sufre tetraplejia desde los 13 años. Centeno es responsable de 'Tus manos, mis manos', uno de los proyectos promovidos en España con el objetivo de facilitar que las personas con diversidad funcional puedan, mediante el apoyo de un asistente, explorar sexualmente su propio cuerpo o el de otra persona.

Israel, Lucía, Iris, Leonel... En su página web se anuncian en la actualidad entre 100 y 200 asistentes –cuyas tarifas oscilan, generalmente, entre los 40 y los 100 euros– distribuidos por España y varios países latinoamericanos y, en los cinco años que lleva funcionando, unas 1.000 personas han ofrecido sus “servicios” a través de esta plataforma.

“La persona asistente no es alguien con quien tener sexo, sino alguien que te apoya para tener sexo contigo misma o con otras personas. La persona asistida decide en qué y cómo recibe apoyo, esa es su forma de autonomía para explorar su cuerpo o para masturbarse”, dice la entidad. Al igual que la silla de ruedas “no pasea a la persona con diversidad funcional (la persona pasea a su manera, con las ruedas de la silla y con sus propias decisiones)”, el asistente sexual “no masturba a la persona (la persona se masturba a su manera, con las manos del asistente y con sus propias decisiones)”, argumentan.

Sin regulación específica

Se trata de una labor, la de la asistencia sexual, sobre la que planean la controversia y las posiciones encontradas. En España no existe una regulación específica, como sí la hay en otros países europeos como Bélgica, Holanda, Dinamarca, Alemania o Suiza. Otros, como Francia, ya han puesto sobre la mesa el debate sobre la legalización de esta actividad.

En el caso del Estado español, desde algunos ámbitos es duramente criticada al considerarla una modalidad encubierta de la prostitución: recriminan que se trata de un servicio ofrecido básicamente a los hombres con diversidad funcional por parte de mujeres “pero casi nunca al revés, tal como sucede en situaciones de prostitución”, e incluso hay quien afirma que regular esta actividad “convertiría a la Administración pública en proxeneta”.

“Nos niegan el sexo sin amor”

Frente a tales posturas, Centeno asegura, en declaraciones a elDiario.es, “entender perfectamente” los recelos existentes porque bajo el término asistencia sexual “se han hecho propuestas muy diferentes entre sí”, entre ellas la que propugna que se trata de una “prostitución especial al igual que el transporte o la escuela especiales, y hay quien tiene mucho problema con que sea prostitución y, además, con que sea especial. Lo que vendría como una forma de solución se acaba convirtiendo en un problema que te acaba aislando del resto de la comunidad”.

Él asevera que lo que se propone desde Asistenciasexual.org “no es prostitución, y no lo decimos porque lo que proponemos nosotros sea moralmente más elevado o más aceptable, sino porque cada trabajo sexual tiene su propio marco y es muy importante que esté claro y funcione para que las dos partes puedan recibir lo que realmente determina ese marco”.

Centeno subraya que el servicio permite en el ámbito sexual “hacer las cosas a nuestra manera igual que hacemos todas las cosas cotidianas con las manos de otra persona –el asistente personal–. Son nuestras manos y nuestras propias decisiones”. E incide en que se trata de un apoyo instrumental y “no una terapia: no se realiza porque estemos enfermos o porque somos así; tampoco es algo educativo ni va dirigido a enseñarnos cómo podemos vivir nuestro autoerotismo respecto al resto de la población. Es un apoyo instrumental para hacer nuestro proceso de autoconocimiento del cuerpo y de autoplacer”.

“Un asistente personal puede estar en contacto con tus genitales un buen rato, pero como lo hace con una intención higiénica no hay ningún problema. Incluso es posible que durante ese contacto la persona pueda sentir algo agradable, pero no pasa nada porque ese no es el objetivo. ¿Qué es lo que está castigado? La intención del sexo sin amor. Eso es algo que nos es negado”, incide Centeno.

“Es explotación sexual”

La asistencia sexual cuenta también con muchos detractores que ven en ella una modalidad encubierta de explotación sexual. Así lo ve el doctor en Sociología y Filosofía por la Universitat de les Illes Balears (UIB) y diplomado en Trabajo Social Lluís Ballester, quien considera que tal actividad la realizan mujeres “en situaciones precarias y que no participarían en una relación sexual por elección libre, para dar placer a los hombres, recibiendo un pago”. En cambio, sostiene que si la asistencia fuese ejercida por hombres sobre mujeres con diversidad funcional, ésta pasaría a considerarse un “abuso sexual”. “Nadie de quienes la defienden recomendaría a sus hijas o hijos que se dedicasen a ella”, apunta.

La asistencia sexual es realizada por mujeres en situaciones precarias. Nadie de quienes la defienden recomendaría a sus hijas o hijos que se dedicasen a ella

En opinión del docente, si se justifica “pagar por sexo” para recibir asistencia sexual, ¿qué limitará después que se haga también con personas mayores, con gente con enfermedades crónicas, con dificultades para tener relaciones o ligar, etc.? “Al final se normalizaría una modalidad de prostitución o de explotación sexual que afectaría, sobre todo, a mujeres”, añade. Sobre la regulación de esta actividad, Ballester señala que “si eso llega a ocurrir nos encontraremos en una situación muy grave. Posiblemente, la Administración contrataría externamente la prestación de estos supuestos servicios, estimulando el sector de las 'empresas' de prostitución, de las mafias de la explotación sexual, de los proxenetas, un absurdo desde un punto de vista racional contra los acuerdos internacionales en los que hay consenso sobre la persecución del proxenetismo”.

“Si la persona puede decidir y desarrollar su vida con autonomía, a pesar de las dificultades, la sexualidad debe desarrollarse sin la explotación sexual y debe ayudarse a que esta sexualidad pueda expresarse y desarrollarse. Si la persona no puede decidir por una grave afectación, nadie debe imponerle una relación sexual pagada. Nos encontramos con el absurdo de coartar la sexualidad de personas con dificultades y después ofrecer este servicio de prostitución encubierta”, abunda el investigador, quien sentencia que “para las personas que defendemos una sexualidad libre, igualitaria, basada en el consenso, el placer compartido y el vínculo seguro representa una opción nada recomendable”.

También desde algunas de las propias entidades de apoyo a las personas con diversidad funcional, como la Unidad Progresista de Apoyo a la Discapacidad y la Dependencia (UPADD), se posicionan en contra de esta actividad: “Al ser un terreno alegal, el regulacionismo y la industria del porno y la prostitución siempre buscarán huecos legales donde meterse. Uno de esos huecos sería la discapacidad y la asistencia sexual”, subraya Víctor Villar, quien se apoya principalmente en dos razones: “En primer lugar, usando su perspectiva mercantilista, se aprovecha la demanda de un sector como el del varón con discapacidad, usando los deseos de nuestro colectivo. Y, en segundo lugar, la discapacidad no solamente daría a la prostitución y la trata una apariencia de legalidad, sino incluso de 'obra social'”.

Se trata de una percepción que, añade, ya se produce en otras cuestiones como la explotación laboral a través de los Centros Especiales de Empleo. “Si quieres explotar y deshumanizar a alguien, camúflalo de 'obra social' en el Tercer Sector de la discapacidad. Te aplaudirán e incluso te subvencionarán”, abunda. 

“El Tercer Sector blanquea y da esplendor, como diría un anuncio de los años 50 del pasado siglo. Las empresas legales y fuera del Tercer Sector invierten millones en lo que se llama la imagen social de la marca. Las empresas del Tercer Sector relacionadas con la discapacidad ya tienen ese trabajo hecho gratuitamente. ¿Qué mejor que vender la explotación sexual del 52% de la humanidad, ya de por sí invisibilizado, de obra social para un sector vulnerable?”.  

Villar considera que “la visión de muchos varones con discapacidad es una visión INCEL -célibe involuntario, en inglés-. Su argumento es: 'Yo no puedo ligar y tengo 'derecho' a follar, por lo tanto tú me lo debes proporcionar”. “Eso tiene dos consecuencias: hacemos de un deseo (legítimo) un derecho y anteponemos ese deseo a la libertad sexual y a la dignidad de las mujeres. Lo que realmente buscan muchos varones con discapacidad que defienden eso es acceder a cuerpos de mujeres a los que normalmente no pueden acceder”, añade.

La visión de muchos varones con discapacidad es INCEL. Su argumento es: 'No puedo ligar y tengo 'derecho' a follar, por tanto tú me lo debes proporcionar'. La discapacidad no solamente daría a la prostitución apariencia de legalidad, sino de 'obra social'

También desde UPADD, su confundadora, Mar Molpeceres, recrimina que los promotores de la asistencia sexual “dan a entender que las personas con discapacidad no podemos despertar deseo, razón por la cual tenemos que pagar para que nos toquen. En las relaciones sexuales debe haber un deseo mutuo. Si tienes que pagar para conseguir un orgasmo, eso es que la otra persona no te desea. Eso es prostitución”.

Y, en esta línea, afirma sin reservas que “nos están utilizando para conseguir la regulación del sistema prostituyente sin oposición porque ¿quién va a negar nada a una persona con discapacidad, más si utilizan argumentos lastimeros y completamente capacitistas? Nadie”. Para la activista, se trata en realidad de “un lavado de cara de la explotación sexual de toda la vida”. “Se está planteando que los hombres y mujeres con discapacidad nos vemos imposibilitados para ligar y por ello hemos de acudir al sexo de pago, lo que resulta, cuando menos, insultante. Los asistentes sexuales masculinos hacen el papel de los 'gigolos' para las mujeres sin discapacidad y, como ellos, cumplen una fantasía”, sentencia.

“Antes no podía acercarme a un hombre”

En Balears, la Asociación de personas con lesión medular y otras discapacidades físicas (Aspaym) cuenta con un Servicio de Accesibilidad Sexual (SAS) cuyo responsable, Iván García, explica que al hablar de sexualidad “no nos referimos al sexo únicamente, ni a las relaciones sexuales coitales, sino que aplicamos el concepto que se conoce como accesibilidad universal”, abordando todas las dimensiones de la persona.

El trabajo que lleva a cabo la entidad también incluye aspectos como la psicomotricidad aplicada a la sexualidad o los productos de apoyo eróticos y sexuales para facilitar a los usuarios sus relaciones, que les eviten caídas o que les sean mucho más cómodos para su propio autoplacer, como los masturbadores adaptados, además de acondicionar el lugar donde se va a mantener la relación sexual.

“Imagínate que estamos aquí sentados y de repente, de un día para otro, sufrimos una lesión medular debido a un accidente o a una circunstancia sobrevenida: todo el modelo que hemos aprendido sobre sexualidad y que la sociedad nos mete en la cabeza hay que reestructurarlo. Aparte de la no percepción de las sensaciones, el no poder caminar, el no poder moverte... Hay que trabajar todo eso, es un trabajo psicosocial bastante complicado que tiene que estar bien hilado frente al bagaje, el aprendizaje y la tradición cultural que nos ha educado en una sexualidad determinada por la sociedad capitalista”, un sistema que, añade, “invisibiliza” a las personas con diversidad funcional.

Por ello, señala, “lo que hacemos es empoderar al máximo o agotar todas las posibilidades para que la persona, por sí misma, pueda encontrar la manera de satisfacerse en solitario o en pareja. Y, como última opción, y siempre bajo la demanda de la persona –puesto que tiene autonomía para decidir qué quiere o no quiere hace–-, se le informa claramente de lo que es la asistencia sexual, tras lo cual lo que hacemos es, como mucho, facilitar páginas de asistencia sexual e informar de las entidades que la ofrecen. Se les da incluso documentales, vídeos, etc. para que vean realmente si es lo que ellos están pidiendo”.

Incluso, antes de llegar a la asistencia sexual, desde el SAS se les ofrece visitar lugares como tiendas eróticas para comprobar si cuentan con facilidades de acceso para que puedan acudir por sí mismos, además de otros espacios, como discotecas o bibliotecas. “Si ya tienes barreras a la hora de acceder a una discoteca, o si tienes que acceder y de repente entre los presentes cogen la silla de ruedas para parecer inclusivos, la suben hacia arriba y aquello parece la procesión de Semana Santa, con todo el mundo mirando, pues a uno se le quitan las ganas. Y más si previamente ha tenido que esperar a tres buses que no tenían rampa. Por eso, nuestro servicio busca darles herramientas, intentar que conozcan otros sitios y potenciar que puedan tener un contacto social”.

Una de sus usuarias es María Dolores, quien en 2009 sufrió su primera toxoplasmosis, lo que le ha inmovilizado parte de su cuerpo. Tal como recuerda, comenzó a asistir a un grupo de apoyo a la sexualidad al que también acudían hombres: “Antes no podía acercarme a un hombre por malas experiencias pasadas, pensaba que todos me iban a hacer daño. Llevaba tres años encerrada en casa sin salir. Al principio me sentía cortada y avergonzada, pero la verdad es que me ha ayudado muchísimo”.

Tanto es así que, explica, lleva “un par de meses con una persona y antes no podía ni ver a los hombres. He estado casada dos veces, con mentiras y desprecios. Los discapacitados parece que no tenemos derechos, que estamos mal y se acabó nuestra vida, y no es así. También tenemos deseos y necesidades. Hay muchos con lesión medular que no sienten nada de vientre hacia abajo, pero las caricias, los besos y los abrazos son tan importantes como tener una relación. Lo hemos hablado mucho, miramos mucho el uno por el otro. Apreciamos más las cosas. Antes te cogían de la mano y ya está, pero ahora todo lo siento más que cuando estaba bien”. 

Más allá del contacto erótico

Dimitri Zorzos, asistente sexual, impulsó en 2017, junto con la sexóloga Charo Ricart, la asociación Sexualidad Funcional. Desde su asociación actúan con un protocolo de cuatro pasos: en primer lugar, las entrevistas, tanto a quienes se ofrecen como asistentes como a quien demanda el servicio; después se realiza un 'match' entre dos perfiles para lograr el máximo grado de afinidad y compatibilidad; si surge el interés, antes del encuentro íntimo ambas partes se emplazan a verse en un espacio público neutral y, finalmente, vuelven a quedar otro día para establecer las condiciones de la cita.

“No podemos poner unos límites generales: solo hay uno y es el consenso y el respeto mutuo. Por ejemplo, lo que yo puedo ofrecer como asistente a lo mejor es menos de lo que tú como usuaria puedes necesitar”, explica. Aunque reconoce que los hombres representan el porcentaje mayoritario de quienes demandan este tipo de servicios, señala que en su asociación se ha llevado a cabo “mucho trabajo para visibilizar a la mujer con diversidad funcional como sujeto erótico, como una persona que puede participar tanto activa como pasivamente”.

Dimitri lleva 11 años dedicado a la asistencia sexual y asegura haber pasado “por unos procesos personales muy profundos para poder ofrecer un trabajo bueno, un recurso de calidad y en condiciones”. “Soy terapeuta corporal y estoy muy interesado en la sexualidad de las personas, la justicia social y los derechos humanos relacionados a la sexualidad, que los hay”, dice.

Sobre la regulación de la asistencia sexual, considera que sería bueno regularla, pero teme que la legislación no atienda las necesidades de sus usuarios “por el tabú del sexo y el trabajo sexual” y fomente una idea “paternalista” de que “hay proteger a las pobres personas con diversidad funcional y que nadie se aproveche de ellas”. En su opinión, la “mejor legislación” debería pasar por facilitar ayuda económica mensual a la diversidad funcional en materia de acceso a la sexualidad. “Pero hasta ahí puede llegar el legislador. Nadie puede decidir más allá de las dos personas porque ¿cómo voy a legislar sobre el deseo?”.