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Cartas de familiares de víctimas del franquismo: “Los fascistas arrancaron de golpe tu vida y nos prohibieron llorar”

Angy Galvín

Mallorca —
1 de septiembre de 2022 22:02 h

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El 11 de marzo de 1937, el maestro Jaume Serra Cardell fue asesinado en el Fortí d'Illetes (Calvià, Mallorca) en cumplimiento de una sentencia ilegal dictada por un tribunal franquista. Su hermanas, Margalida y Martina, también fueron represaliadas -la primera fue encarcelada en la Prisión Provincial de Mallorca acusada de espionaje y la segunda fue obligada a beber aceite de ricino, como recuerda su hija, Antònia Mercadal Serra-.

“Tu familia no te olvidará nunca, Jaume, siempre estarás en nuestro corazón y en nuestra memoria y no nos cansaremos nunca de pedir justicia para ti y para quienes, como tú, fueron asesinados y represaliados por querer lograr una sociedad sin privilegios, más justa y más igualitaria”, recuerda Antònia Mercadal en una misiva que forma parte del proyecto 'Memorial de la Paraula' del Govern balear y que ha sido dada a conocer a raíz de la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.

“Los fascistas arrancaron de golpe tu vida, tus proyectos, tus ideales, tus sueños, tu sonrisa, y dejaron a toda nuestra familia en la más absoluta desolación, sin que tus padres ni tus hermanas encontraran consuelo; sin dejar que nadie se acercara a la familia para darles el pésame, e incluso prohibiendo a la familia llorar y vestir de negro en señal de luto. Había dos falangistas en la puerta de casa, Jaume, para vigilar que la crueldad infringida a la familia se cumpliera de manera rigurosa y ejemplarizante”, narra Antònia Mercadal Serra.

La herida por el asesinato de Jaume Serra es una de las muchas que todavía siguen abiertas en España: “Tu familia, Jaume, no lo olvidará nunca, por eso seguiremos luchando para que tú y todas las víctimas del franquismo y sus familias logren el reconocimiento INTEGRAL DE VÍCTIMA, tal y como sucede con otros colectivos. El franquismo sigue, a estas alturas, con la más absoluta IMPUNIDAD. La justicia, Jaume, os es anegada a las víctimas del franquismo, esta es la triste realidad”.

Recuerdos en Can Mir, la cárcel de los horrores

“Tú eras solo un poco mayor que Biel Riera -fallecido recientemente a los 103 años-, aquel chaval a quien, con tan sólo 17 años, encerraron primero en [la cárcel de] Can Mir, que se negaba a comer y a quién tú le decías que si no comía se moriría y te dedicabas a pelarle los moniatos, hasta que su padre te tomó el relevo. Él se acordaba mucho de ti. 'Es mestre Serra', me decía, ¡y nos emocionábamos los dos!”, recuerda en la misiva Antònia Mercadal Serra.

Jaume Estuvo Serra estuvo preso en Can Mir, una de las prisiones más oscuras y trágicas de la represión franquista en Mallorca. Tras el golpe fascista de 1936, este almacén situado en Palma se transformó en un centro penitenciario que confinó, entre miseria y torturas, a más de 2.000 presos durante cinco años. Una de las prácticas habituales eran las 'sacas': los presos, mediante engaños, eran 'liberados' y, posteriormente, fusilados por los falangistas. Era una cárcel destinada a “eliminar físicamente a todas aquellas personas que el nuevo régimen consideraba que tenía que asesinar”, señala, en declaraciones a elDiario.es, el investigador Manel Suárez Salvà.

Las condiciones de vida en Can Mir -en la actualidad, reconvertido en un cine muy popular, la llamada 'sala Agusta'- eran infrahumanas: un ambiente nauseabundo, sin condiciones higiénicas ni sanitarias, con un frío extremo en invierno y una nube constante de polvo planeando sobre los reclusos, quienes estaban sometidos a una extrema presión psicológica y prácticamente vivían en penumbra. La comida -normalmente boniatos cocidos con la tierra aún adherida a la piel y huesos de vaca sin limpiar- era, además, insuficiente.

“No nos daba vergüenza decir que estabas en la cárcel”

“Nosotros estábamos orgullosos de él y nunca tuvimos vergüenza de decir que estaba en la prisión, conocíamos la causa y presumíamos de él. Cada día le seguiríamos trayendo la cestita con la comida, lo más caliente posible, siempre procurábamos que el primero fuera para nuestro padre”. Libertario escribe a Joan Gelabert Vallori, encarcelado en Mallorca durante la Guerra Civil.

“Un metro nos separaba de nuestro padre, un metro de distancia separado por unos barrotes en cada ventana y una espesa reja. Cuando nuestro padre nos hablaba de la barquita [les prometió que, cuando saliera de prisión, buscaría una barquita y todos los domingos irían a pescar en familia], mi madre con el rostro sonriente y los ojos fijos en la cara de mi padre le decía: - Joan, ¿tú crees en lo que dices? - Sí, Carme, ya lo verás. [...] Le fue imposible cumplir la promesa. Mi madre no subiría nunca en aquella barquita”.

Libertario pasaba de niño las horas con su madre, que se sentía sola, ya que sus hermanos eran mayores y estaban muy ocupados. Muchas de las conversaciones que mantenía con ella eran sobre su padre. ¿Por qué está en prisión?, la preguntaba a su madre. Él había escuchado “en la calle” que había sido encarcelado “por ser rojo” y “no lo entendía”. “Tu padre está en la prisión sólo por pedir pan y trabajo”, contestaba su madre. “Pan y trabajo, pensaba yo, y me sentía orgulloso de él”, comenta Libertario, quien recuerda con emoción las anécdotas que le contaba su madre.

“Mi madre reía, y hablaba y hablaba. Yo le tocaba las rodillas para que bajase de las nubes, me miraba y con sus manecillas acariciaba mi cara, estrechándola contra sus pechos, al tiempo que me besaba la frente. Quería impedir que le viese los ojos llenos de lágrimas, siempre intentó que los más pequeños de la casa, Galileo y yo, no la viésemos llorar. Llegué a conocer muy bien a mi padre sin casi haberlo visto”, relata Libertario. Su madre fue la “verdadera revolucionaria”, cuenta, pues nunca consiguió cobrar la pensión de viudedad y, a pesar de todo, mantuvo su fe: “Tenía fe en su dios, pero este se olvidó de ella, estaba muy entretenido en aquella época dirigiendo su ejército”.

Mi madre tenía fe en su dios, pero este se olvidó de ella, estaba muy entretenido en aquella época dirigiendo su ejército

Libertario cuenta que tenía un pájaro enjaulado, al cual apreciaba mucho. Una de las veces que su padre salió de prisión, le dijo: “¿Por qué no lo sueltas? No sabes la alegría que tendrá cuando se sienta libre, yo lo sé”. Esa misma tarde, abrió la puerta y el pájaro salió, pero volvió a entrar el solo en la jaula. “Mi colorín no conocía el camino de la libertad, no sabía dónde encontrar comida y dentro de la jaula lo tenía seguro”, explica Libertario, quien recuerda que su padre le había explicado que algunos presos lloraban cuando les comunicaban la libertad porque no tenían ni trabajo ni recursos para subsistir, lo que les empujaría a robar y, muy probablemente, volverían a ser encerrados.

Al final, con el paso de los días, Libertario fue dejando la puerta abierta y se quedó sin el colorín, que se fue para no volver: “Aprendió a disfrutar de la libertad y que la fuerza de ésta sería superior a la abundancia de la comida. Mi padre también tenía la puerta abierta, pero lo encerraban nada más entrar, una y otra vez. Entrar era fácil, pero salir era difícil de conseguir. Él no podía alejarse como mi colorín, su libertad dependía de la libertad de los otros; cuántas veces le oí decir que él no sería nunca libre mientras hubiera un solo oprimido”, explica en la misiva. Joan Gelabert falleció en 1950 en su casa tras haber sufrido una embolia cerebral, con un color “casi morado” por las torturas.

Un espacio para compartir historias

Las cartas de Antònia Mercadal Serra y de Libertario forman parte del proyecto 'Memorial de la Paraula' (Memorial de la Palabra) del Govern balear, una iniciativa pensada para dar voz a los ciudadanos -puede participar en él cualquier persona que tenga una historia que contar, ya sea suya o de un familiar o conocido, o que considere que ciertos hechos vividos, escuchados o investigados sobre la Guerra Civil y la dictadura merecen ser conocidos- y recuperar la memoria histórica. Esta iniciativa, que se puso en marcha hace tres años, aloja unas 57 cartas, en su mayoría escritas por familiares de las víctimas.

Desde el Govern -un gobierno de coalición de izquierdas presidido por Francina Armengol desde 2015- han puesto varias iniciativas en marcha, como la Ley para la recuperación de desaparecidos durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, la Ley de Memoria y Reconocimiento Democráticos -que multa la exhibición de simbología franquista- o, más recientemente, la última fase del plan de fosas -enfocado en exhumar todas las fosas comunes viables del archipiélago antes de que acabe la legislatura-, unido a la actividad de las asociaciones como Memòria de Mallorca y de otras entidades privadas -como las 'Stolpersteine', las piedras que homenajean a las víctimas del nazismo y el franquismo-.

El vicepresident del Govern y conseller de Memoria Democrática, Juan Pedro Yllanes, pone en valor que estas dos leyes fueron aprobadas por unanimidad por el Parlament y recuerda que el currículo escolar del archipiélago incluye la memoria democrática, para que “los que se están formando sepan lo que ha ocurrido en este país, donde tenemos 100.000 personas desaparecidas”. “Es importante que no muera la memoria colectiva porque es la única forma de restituir a las personas que fueron privadas de la libertad y la vida por defender un régimen democrático”, apunta Yllanes. Durante esta legislatura, el Govern ha recuperado 220 cuerpos de las fosas comunes y ha identificado 40.

“Las lágrimas de mi madre muestran el dolor con el que vivió”

“Para que su memoria nunca sea olvidada”. Con esta finalidad, Maria Mas Mercant, sobrina del desaparecido Joan Mercant Rebassa, le escribió esta carta. Nacido en Palma en 1915, Joan Mercant Rebassa estaba soltero y hacía de cordelero. Fue detenido por la Guardia Civil en El Molinar -de donde era vecina una de las principales figuras femeninas de la Guerra Civil en Mallorca, Aurora Picornell-, acusado de pasar información a los republicanos y de querer unirse a ellos. Acabó encarcelado sin juicio previo y trasladado al Castell de Bellver. Con casi 22 años de edad, fue fusilado junto a otros presos, y se cree que podría estar enterrado en el cementerio de Porreres (Mallorca).

Un destino similar sufrió Sebastián Vicens Palmer. “Admiro a mi abuelo por su gran dedicación a su familia, que le llevó a tierras distantes [Cuba] para proveerles de todo. Admiro a mi abuelo por expresar sus ideales sin temor hasta el final”, cuenta Miguel Amengual Vicens. Su abuelo fue injustamente acusado y sacado a la fuerza de su hogar en Calvià (Mallorca) en 1937, en presencia de su esposa y sus dos hijas. No supieron dónde fue a parar. “Ninguno de sus nietos ni de sus nietas llegaron a conocerle en vida. Solo a través de los años y gracias a mi insistencia mi madre pudo hablar de los hechos de esa noche, lo difícil de su vida y la de su familia. Sus relatos y lágrimas mostraban el dolor con el que vivió toda su vida”, comenta Miguel Amengual, quien sospecha que su abuelo fue asesinado en Porreres.

Admiro a mi abuelo por su gran dedicación a su familia, que le llevó a tierras distantes para proveerles de todo. Admiro a mi abuelo por expresar sus ideales sin temor hasta el final

Las heridas de la Guerra Civil en Mallorca

“Los historiadores calculan que hubo 3.000 víctimas mortales de la Guerra Civil y el franquismo en Mallorca. Es una cifra muy elevada”, comenta Maria Antònia Oliver, presidenta de la Associació Memòria de Mallorca. Oliver comenta que en la isla hubo muchas desapariciones forzosas, que se caracterizan por “dejar a la familia fuera del amparo de la ley”. “La persona no aparece y las autoridades niegan la desaparición, con lo cual los familiares no tienen ni certificado de defunción ni derechos como huérfanos”, añade. Además, la presidenta de esta asociación memorialística comenta que otro tipo de víctimas son aquellas que fueron condenadas a muerte por un tribunal ilegal.

“El proyecto Memorial de la Paraula es una manera de dar voz a las víctimas”, añade Oliver, quien agradece el trabajo del Govern balear por “posicionarse al lado de las víctimas” y convertir a Balears en “una comunidad pionera” en la reparación moral de las víctimas y en la realización de exhumaciones. “Todavía queda mucho por hacer, sobre todo en el apartado de la Justicia y en la reparación económica, ya que no se han solucionado las incautaciones de bienes a particulares”, lamenta Oliver, quien señala que estos asuntos no son competencia del Govern balear, sino del Gobierno central.