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El momento más concurrido en s’Era des Mataret, conocido turísticamente como el Mirador des Vedrà, es cuando quedan pocos minutos para las nueve de la noche, instante en que se pone el sol a estas alturas de verano en Eivissa. Desde hace años, cuando cualquiera llega a esta zona del suroeste de la isla, puede observar coches aparcados por todas partes, tanto en los lados de la carretera como en los aparcamientos de tierra que están habilitados a tal efecto. Cala d’Hort, situada en el municipio de Sant Josep de sa Talaia, es uno de los parajes naturales más valiosos de la isla, y tal vez por ello uno de los santuarios del postureo.
Cada verano, cientos de miles de turistas visitan este lugar para pasar el día en la playa de Cala d’Hort o para disfrutar de las puestas de sol frente a los islotes de es Vedrà y es Vedranell. Sin embargo, se trata de un ecosistema que forma parte de la Red Natura 2000 y que cuenta con varias figuras de protección. Además, este espacio natural tiene un valor especial tanto por la flora como por la fauna que lo habita, ya que es un lugar de nidificación para la pardela balear o virot (el ave marina más amenazada de Europa) y el halcón de Eleonora o falcó marí, entre otras especies de vertebrados como la lagartija de las Pitiüses.
Pese a ello, la mayoría de los turistas que visitan Cala d’Hort desconocen que se trata de un espacio natural protegido. “No tenía ni idea”, responde Ismael Díaz, un joven de 28 años que vive en Barcelona y que visita la isla por tercera vez. Con todo, es consciente de que pese a que la puesta de sol de Es Vedrà es muy bonita, es una zona que está “muy masificada”. “Hace diez años que no venía, entonces no estaba todo tan masificado”, opina. Ismael también se muestra sorprendido de que nada más llegar al lugar haya puestos ambulantes vendiendo pulseras o una persona vendiendo mojitos. “Vienes a disfrutar de la naturaleza, pero aquí hay gente intentando venderte algo”. “Creo que es excesivo”, opina. Un problema, la turistificación, que también percibe en Barcelona, la ciudad en la que vive. “Últimamente, todo está muy masificado. Tanto Ibiza como otros lugares turísticos”, lamenta.
Vienes a disfrutar de la naturaleza, pero aquí hay gente intentando venderte algo [como pulseras o mojitos]. Creo que es excesivo
Fiesta ilegal
Tal vez por ello, guiado por un amigo suyo que vive en la isla, Ismael ha estado visitando lugares con menos afluencia de personas, lo cual es cada vez más difícil de encontrar en pleno mes de agosto. Samuel Roldán, amigo de Ismael, es un joven de 25 años que vive en la isla y que cree que los cambios que se han producido en los últimos diez años se han visto reflejados, sobre todo, en el aumento del precio de la vivienda. “Cada vez es peor. Hace diez años, el precio del alquiler de una vivienda estaba en torno a los 600 euros. Ahora, te cuesta un sueldo, prácticamente”, lamenta.
Samuel, que sí sabe que está en un espacio natural protegido, cree que dado que es una zona “muy bonita y muy turística” debería estar más controlada por las administraciones competentes. “Soy partidario de que haya regulación”, afirma. Sin embargo, la zona carece de control policial o municipal. De hecho, a inicios de verano, Thomas Wesley Pentz, más conocido como DJ Diplo, generó una oleada de indignación entre la población ibicenca, después de haber organizado una fiesta ilegal -según la normativa autonómica- frente a los islotes de Es Vedrà y Es Vedranell.
El famoso productor de música electrónica, con millones de seguidores en redes sociales, subió hace unos días un vídeo en su red social Instagram, presumiendo de dicha fiesta a la que acudieron centenares de personas, pese a que el Ajuntament de Sant Josep, a través de la Policía Local, le abrió un expediente sancionador por actividad ilegal. Vicent Roig (PP), alcalde del municipio, afirmó en declaraciones a IB3 que el músico se enfrenta a una sanción de hasta 300.000 euros. Unas semanas después, el Ayuntamiento mandó toda la documentación a la Conselleria de Medio Natural, que está instruyendo el expediente. DJ Diplo podría enfrentarse, además de a una multa municipal, a una sanción del Govern de entre 6.000 y 100.000 euros.
El famoso DJ Diplo organizó una fiesta ilegal frente a los islotes de Es Vedrà y Es Vedranell, que es una zona protegida. El músico se enfrenta a una sanción de hasta 300.000 euros por parte del Ayuntamiento y de entre 6.000 y 100.000 euros por parte del Govern
elDiario.es ha preguntado al Ajuntament de Sant Josep si tiene previsto implantar, este verano, restricciones en el acceso de los vehículos en Cala d’Hort, u otras zonas del municipio que forman parte de la Red Natura 2000 como espacios protegidos que son. Fuentes del Consistorio afirman a este diario que “ante la problemática evidente que hay en estas áreas se está trabajando para buscar soluciones, pero que hoy por hoy no podemos marcar fechas ni especificar qué acciones se llevarán a cabo”. “Es un asunto de gran complejidad que requiere de tiempo para que las medidas que se lleven a cabo puedan ser realmente efectivas y no caigan en saco roto”, señalan las mismas fuentes.
Este diario también ha consultado a la Conselleria de Medio Natural, dependiente del Govern, si iba a aplicar restricciones en la entrada de visitantes en Cala d’Hort. “No tenemos competencias para aplicar restricciones en temas de movilidad”, responden las fuentes. “La gestión de los accesos por carretera o restricciones por carretera son competencia municipal o, en todo caso, del Consell d’Eivissa”. “Es un caso muy similar al que pasa en Mallorca con Formentor, donde el Ajuntament tuvo que aplicar restricciones en la entrada de vehículos”, afirman.
Por otro lado, las fuentes consultadas indican que la Dirección General de Medio Natural y Gestión Forestal tiene las competencias sancionadoras -en caso de que reciban un acta o denuncia presentada por un agente de la autoridad- cuando no se cumplen las normas que marca la normativa ambiental en zonas Red Natura 2000. “Es el caso de la fiesta de DJ Diplo: nos llegó la denuncia del Ajuntament, y ya estamos en proceso de instrucción del caso para poder abrir un expediente”, aseguran. DJ Diplo no respondió a las preguntas de elDiario.es cuando fue consultado sobre la fiesta que organizó frente a Es Vedrà y que ha promocionado a través de las redes sociales.
Los turistas rechazan la fiesta ilegal
“Me parece bien que lo sancionen”, afirma, en este sentido, Samuel, que lamenta también la basura que se genera en este espacio natural. “Hay gente vendiendo mojitos y los vasos [de plástico] quedan tirados en el suelo. Hace al menos tres o cuatros años que esto ocurre”, manifiesta. Ana María Fernández, que conoce la isla desde pequeña y repite por segundo año como visitante, asegura que no tenía conocimiento sobre esta fiesta ilegal, pero que “repercute negativamente en la zona porque acaba llena de basura”. “Siendo un espacio protegido no se debería permitir”, afirma.
Esta joven de 26 años, que ha llegado a la isla desde Barcelona, explica que conoce esta zona [Cala d’Hort] porque trabaja en el sector del márketing para hoteles de la isla. Por lugares como este ha quedado prendada de Eivissa. “El año pasado ya había mucha gente en la isla pero, en general, me pareció preciosa”, reconoce. Su pareja, Braian Córdoba, se muestra sorprendido ante la “cantidad de gente” que ha visto observando el atardecer frente a Es Vedrà y Es Vedranell. El joven, de 27 años, cuenta que estaban disfrutando de la puesta de sol desde otro punto cuando han empezado a escuchar “mucho ruido” que llegaba de la zona de s’Era des Mataret, uno de los puntos en los que se concentra la gente. “Hemos escuchado ruido, música y gente gritando. Pensábamos que había un chiringuito”, asegura. “Si dices que es un espacio protegido debería haber un control porque los plásticos van a acabar en el mar por el viento”, opina.
Hemos escuchado ruido, música y gente gritando. Pensábamos que había un chiringuito. Si dices que es un espacio protegido debería haber un control porque los plásticos van a acabar en el mar por el viento
Tanto Barcelona como Eivissa, Mallorca, Menorca y otros lugares turistificados, como el archipiélago canario, han convocado manifestaciones multitudinarias contra las consecuencias de la turistificación, que repercute de forma especialmente negativa en los precios de la vivienda aunque también en los espacios naturales o en los recursos hídricos. Braian y Ana María son de Castelldefels, municipio de Barcelona, lugar en el que ya no pueden vivir debido a los elevados precios del alquiler. “Nos hemos tenido que mudar al pueblo de al lado [Gavà] porque para un piso pequeño para dos personas nos están pidiendo 1.000 euros. Es imposible”, ejemplifica Braian. “Me imagino que aquí [en Eivissa] estará pasando lo mismo”, asegura.
Vecinos alertan sobre la masificación
La situación de Cala d’Hort ha llevado a una docena de miembros de Canviem el Rumb, una plataforma que aglutina a más de una decena de asociaciones y colectivos de la isla, a realizar una campaña informativa ante los cientos de turistas que acuden cada día a s’Era des Mataret para contemplar la puesta de sol. “La masificación turística de la isla, que está provocando la subida insostenible del precio del alquiler, atascos en las carreteras y la saturación en las playas y aguas costeras, también tiene impactos graves en los espacios naturales de alto valor ecológico”, aseguran los activistas.
“Las administraciones no están realizando ningún tipo de gestión ni control de las visitas de los cientos de turistas diarios”, lamentan, motivo por el que la semana pasada mostraron a los visitantes los valores ecológicos y medioambientales de la zona, así como su biodiversidad, su fauna y su flora. Asimismo, recuerdan que las administraciones tienen la responsabilidad legal de aplicar el Plan de Gestión para evitar la degradación de los espacios que son Red Natura 2000. Sin embargo, lamentan que “no se ha visto ninguna intervención ni actuación por parte del Govern balear ni del Ayuntamiento”.
El misticismo envuelve este espacio protegido
Otras turistas que vienen de otras partes del mundo afirman, curiosamente en contra de la percepción generalizada que hay en la isla [a falta de conocer los datos oficiales a través del Índice de Presión Humana -IPH- que calcula el Ibestat], que este año hay incluso más turistas que en los dos años anteriores. “Está mucho más lleno de turistas. Y un poquito más caro, pero sigue siendo igual de hermosa”, opina Daniela Alvarado, una joven de 26 años que ha llegado desde la ciudad de Guadalajara, capital de Jalisco (México).
Ella, que es la única turista consultada que sabía que se encontraba dentro de un espacio natural protegido, ya quiso visitar Cala d’Hort en 2022, la última vez que estuvo de vacaciones en la isla. “Es Vedrà es un punto magnético de la isla. Creo que es el segundo del mundo. Me encantan los paisajes y la energía”, afirma Daniela. Este es otro de los mitos que envuelve Es Vedrà y Es Vedranell. El misticismo esotérico que hay alrededor de estos dos islotes existe, al menos, desde la época hippie.
Sus dos amigas, Regina Mendoza, de 25 años, y Valeria de Alba, de 23 años, ambas mexicanas, desconocen que están visitando un espacio natural protegido que admiran. “Me está encantando, lo estoy disfrutando muchísimo. Este lugar está espectacular”, opina Regina. Una percepción que comparten las tres amigas. “Lo que más me gusta de Es Vedrà son las vistas: creo que es el mejor fondo para ver el sunset”, afirma Valeria. Todavía les quedan unos días en la isla, guiadas por un amigo que está trabajando este verano en la industria turística. Cuentan que ya han visitado Formentera, pero que les falta por hacer una ruta de calas, así como la visita obligada a Dalt Vila, la zona antigua de Eivissa, que este año cumple 25 años como ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Son pasadas las nueve y media de la noche, y apenas queda luz para hacerse un selfie con el fondo de postal de Es Vedrà, reclamo cuasi religioso para los miles de turistas que visitan cada año este lugar. Una pareja mira frente al mar, abrazada, aprovechando las últimas horas del día, mientras el ruido de los motores vuelve a perturbar el silencio del lugar. Y grupos de amigos caminan en los márgenes de las carreteras, mientras decenas de coches abandonan el lugar, en un ritual que no parece tener fin.